Buenos días, Shamsia.
Muy buenos días,
aunque hoy hace algo más de frío.
Tal vez, es que has traído una ropa un poco… corta.
Gracias por fijarte,
y gracias por tutearme de una vez.
En realidad aún no estoy seguro de que sea apropiado, pero
dado que has insistido tanto…
Por favor, me voy a
encontrar mucho más cómoda. ¿Te gusta el modelo? Lo encontré en uno de los
zocos, me han dicho que es de segunda mano, del harem del Kean. Probablemente
sea una copia y demasiado cara, pero me gustó tanto.
Creo que es un poco demasiado… hay poca tela para esta
época del año. Mejor algo un poco más abrigado.
De acuerdo. No
conozco la ciudad. Si quieres puedes acompañarme al zoco y buscamos algo más
apropiado.
Creo que no sería…
Vamos, me lo paso muy
bien cuando paseamos por la ciudad juntos. Sabes tantas cosas y las cuentas tan
bien. Yo nunca hubiese imaginado que la ciudad fuese tan antigua y rica en
tradiciones.
Eh… bueno, en realidad, la ‘otra’ ciudad lo era. Mil años.
Al Fassion, no es tan antigua, o al menos creo que no tanto.
¿De la otra ciudad no
queda nada? Me gustaría verla alguna vez y nunca he pasado por allí.
No demasiado, ruinas. Algunos se internan entre esas ruinas
para buscar antiguos artefactos, incluso han encontrado libros, libros
especiales, claro. Pero los peligros son demasiados. Yo creo que no merece la
pena el riesgo. Cuando el viento cayó sobre la ciudad muchos sellos se
rompieron, los mil años de historias no sólo le dieron tradiciones. Y todas
esas cosas vagan aún por entre las ruinas.
¿Ni siquiera se puede
ver desde lejos?
Desde… bueno, desde bastante lejos sí. Aunque entonces no
se ve demasiado. Créeme. Luego te enseño algunos dibujos, para que te hagas una
idea.
De acuerdo, ¿de qué
quieres que hablemos hoy?
Pues ya hemos visto cómo descubriste tu habilidad, como
tuviste que huir de tu aldea natal y tu primera época en Tabar. La verdad es que cuando rememoramos cómo te
fuiste del Cofre de Turquesas me resulto un poco… duro.
Y doloroso, ¿eh? El
mismo dijo que lo tenía bien caliente, así que me pareció que era adecuado que
ardiese.
Mejor lo dejamos. ¿Y
a dónde te marchaste entonces?
Él tenía muchos
amigos en la ciudad. Clientes, ya me entiendes. Así que no me quedaba otra que
largarme de allí, pero, ¿a dónde? Durante aquel tiempo no sólo había crecido y
me había hecho una mujer hermosa, robusta, mucho mejor preparada para viajar,
sino que había aprendido muchas cosas, ahora conocía qué ciudades existían. Y
estaba tan enamorada de la montaña y de toda esa agua que decidí irme a
Al’Tama. Montaña arriba, en el corazón mismo de las minas, donde se había
iniciado la revolución de los esclavos.
Qué sitio más interesante.
Sí, vas a tener
bastante material histórico que recopilar.
¿Te fue muy complicado llegar hasta el corazón de las
montañas?
Realmente fue
bastante más fácil que llegas desde Nodul Tann hasta Tabar.
¿Está más cerca?
Creo que sobre el
mapa sí. ¿Lo tienes por aquí?
Sí, aquí. Espera que los desenrolle. Sí, mira, aquí está
Tabar y aquí Al’Tama, mientras que Nodul Tann está aquí. Está más cerca.
Sobre el mapa. Pero
todo esto son colinas, y esto ya es montaña, y para llegar hasta Al’Tama tienes
que subir a bastante altura. Pero me resultó mucho más fácil. No sólo es que
estuviese más fuerte, es que ahora estaba llena de ánimo. A pesar del canalla,
Tabar me había gustado mucho y había descubierto una familia por la que vivir.
¿Una familia?
Yo misma.
Entiendo.
Quería ser fuerte y
Al’Tama no sólo era el origen de la rebelión, sino que en ella están los
cuarteles principales del Rey.
¿Querías ser soldado?
En ese momento sí.
Quería ser fuerte e independiente. Y pensaba que en Al’Tama podría seguir ese
camino. Pero no fue así.
¿Cómo era Al’Tama?
¿Quieres que usemos
la diadema?
De momento no, simplemente cuéntamelo.
Al’Tama está al pie
de Farya, la Segunda de las Cuatro Gemelas.
Ese es el nombre que le dais la gente de Tabar a las
montañas centrales del macizo, ¿no?
¿Tienen otro nombre?
Sí, Alil Huttann, las Grandes y Blancas. Un nombre tan
antiguo como la vieja ciudad, tal vez más.
Para nosotros son las
Cuatro Gemelas. Ferlah, la gemela tostada y verde, Farya, la Blanca Dama
Inmaculada, Fatuwwi, la Dorada, la casada, con sus hijas, Merlah, Mustah y
Q’anat, que cobijan a Tabar y finalmente Fathym, la Viuda. Y Al’Tama está a los
pies de Farya, la Blanca Dama.
Es lógico. La piedra en la que arraigan las mejores
turquesas e incluso los zafiros es de un color blanco leche. Supongo que Farya
es una enorme mina.
Muchas. Está toda
horadada de minas que se remontan, según me contaron, a mucho antes de la
fundación de Tabar. Los mineros se burlaban diciendo que Farya hacía siglos que
había dejado de ser Dama Inmaculada y que desde entonces no hacía más que parir
enanos.
¿Son muchos los esclavos dúnitor de Al’Tama?
Ya no son esclavos,
pero sí, hay muchos, aunque en proporción son una minoría. Sin embargo, fue esa
minoría la que inició la revuelta y por eso, al menos en aquel entonces eran
los que dirigían todo.
Sigue siendo así, o al menos el Rey de Tabar sigue siendo
el mismo.
No me extraña, son
gente dura y disciplinada los enanos. E incluso aquellos que ya desde hacía
generaciones eran esclavos, eran gente orgullosa de ser lo que son. Me gustan
por eso, me gustaron por eso. A fin de cuentas no me quedaba otra que intentar
sentirme orgullosa de ser lo que era, la hija de una serpiente del desierto.
No son serpientes…
Lo sé, pero en aquel
entonces pensaba que sí.
¿Y la ciudad entonces? ¿Cómo era?
No sé si calificarla
de ciudad. Había un núcleo, sí. Alrededor de un edificio muy antiguo y muy
extraño, todo columnas, que los de Almeis habían transformado en mezquita al
aire libre. Allí estaban las casas más grandes, y un zoco… y las ruinas de otro
zoco mucho más grande, el de esclavos. Pero no era una auténtica ciudad. La
población se distribuía por todo el valle de Al’Tama, viviendo en las antiguas
explotaciones mineras.
Las minas están abiertas de nuevo, ¿no?
Sí. Y ya entonces lo
estaban. El Rey enano las mandó a volver a abrir, pero ya no trabajan en ellas
mineros esclavos. La riqueza de Tabar son sus minas de turquesa, las necesitan.
Mira, esta muñequera es de mi primera época allí. La turquesa no valía tanto
como ahora, pero aun así me costó muchas horas de trabajo poder comprarla.
Estoy muy orgullosa de ella y nunca la he querido vender, incluso cuando estuve
realmente mal de dinero, mucho después, en Alcamisso.
¿De qué trabajaste?
Al principio de
camarera, que tenía experiencia. De camarera de verdad, esta vez, sin ningún
doble sentido. Estuve en una taberna chiquita incrustada en la pared de una de
las minas más viejas que ya no era tal.
¿Qué quieres decir con eso?
En Al’Tama casi todo
eran minas, como ya he dicho, pero muchas ya están agotadas y sus edificios se
han convertido en el centro de pequeños pueblos. Y en muchos casos la propia
mina ha sido transformada, al menos en sus partes más externas, en lugares para
vivir. La taberna en la que estuve trabajando al principio se llamaba La Tumba
del Hambre.
Que nombre… menos prometedor, ¿no? No parece un buen sitio
para ir.
Sí, tienes razón. En
realidad era un sitio estupendo para ir a comer. El dueño, Malik se llamaba, es
uno de esos hombres que cocinan cosas riquísimas con casi nada; pero todo lo
que tenía de gran cocinero, lo tenía de poca vista para los negocios. El nombre
se supone que quería indicar que allí se enterraba el hambre, vamos, que
quedabas más que saciado. Pero, claro, siendo una tabernilla excavada en una
mina oscura, el que no la conociera pensaría en un lugar frío, lúgubre y donde
no se podría ni comer. Y encima me trataba bien, me dejaba vivir en un cuarto
que había al fondo. No tenía luz, pero era agradable.
¿Y cómo acabaste en esa tumba?
Vaya, si puedes hacer
un chiste. Pues me encontré con Malik en el mercado del centro de Al’Tama,
estaba tonteando en las tiendas de las joyas. No es que fuese rica, pero había
tantas y tan baratas. Entonces Malik se me acercó y me dijo algo así como que
no parecía una de la nueva nobleza y que las joyas al final no se pueden comer.
Yo me reí de él diciéndolo que si él sí que me podía proporcionar algo digno
qué comer. Y, claro, él me dijo que por supuesto y que le acompañase. Así fue
como descubrir que con unas pocas verduras, los condimentos adecuados y suficiente
talento se puede conseguir tocar el cielo.
¿Tan bueno es?
De cocina de reyes.
Créeme y siempre trabajando con productos baratos, los normales de cualquier
mercado de pueblo.
¿Y cómo es que trabaja en una minúscula taberna de Al’Tama?
Para empezar es ‘su’
taberna. Y para Malik eso era muy importante, mucho. Y como ya he dicho era
realmente malo en eso de los negocios. Realmente, realmente malo.
Tendré que ir a la Tumba del Hambre, alguna vez.
Oh, Nasree, hay
tantas cosas que deberías hacer alguna vez. Tantas cosas. Sigamos. Pues durante
más de un año trabajé con Malik. Su anterior camarera era un desastre y había
tenido que echarla y yo trabajaba bien, estaba acostumbrada a trabajar duro, y,
por qué no decirlo, ya estaba bastante interesante de ver. Desde que empecé a
trabajar en la Tumba el número de comensales aumentó bastante. E incluso llegué
a aprender algo de cocina.
¿Se te daba bien?
Abrasar cosas, sí.
¡Cómo? ¿Usaba el poder?
No, no, es que
simplemente era muy mala cocinando. Lo cierto, es que aunque aquel lugar estaba
muy bien, no era para mí. Después de varios meses de estar trabajando allí,
estaba aburrida y empecé a escuchar las historias del desierto que los
comensales contaban. Había muchas de ciudades perdidas, ruinas repletas de
tesoros y esa clase de cosas, y empecé a desear ser uno de esos saqueadores de
ruinas. Uno de los hombres que pasó por la taberna, vestía lujosamente,
demasiado para venir a comer un tugurio como el de Malik, pero me contó que
había estado allí mucho antes, antes de hacerse rico con una tumba auténtica de
los reyes del pasado. Bebió un montón. Muchísimo y se puso a contar todos los
detalles de cómo encontró la tumba y todas las riquezas enterradas en ella. Me
fascinó. Durante semanas y semanas no pude dejar de pensar en ello y al final
tuve que ir tras aquel sueño.
De… ¿saqueadora?
Prefiero rescatadora
de antigüedades. Me he dedicado mucho tiempo a eso, aunque no todo el tiempo.
Y como se hace uno… ¿rescatador de antigüedades?
Pues no es nada
fácil. No sabía por dónde empezar, pero muchos de los comensales que se
dedicaban a aquello hablaban también de Al Fartha, así que pensé que sería un
buen lugar para aprender. Claro que sólo sabía vagamente que estaba al norte,
lejos, en alguna parte.
No me digas que simplemente te marchaste hacia el norte.
No, claro que no.
Esta vez quería ir bien preparada para el viaje, así que trabajé más que nunca
hasta poder comprarme una mula y equipo de viaje. Incluso una pequeña armadura
de cuero y una cimitarra pequeña. Solo entonces me decidí a abandonar a Malik.
El pobre me rogó que no me dejase y sobre todo que no lo hiciese por seguir un
sueño tan absurdo. Me decía que qué iba a hacer una pobre chica como yo
explorando el desierto, o luchando contra monstruos. No sabía que yo misma era
un monstruo, una adharif. Así abandoné Al’Tama y probablemente la época más
plácida de mi vida.
Hasta ahora.
Hasta ahora. La cosa
es que había ido a Al’Tama a hacerme soldado, pero había acabado siendo
camarera. Muchos habrían dicho que era mucho más adecuado para una mujer, para
un chica joven como yo era, pero, no dejaba de pensar que tenía que ser otra
cosa. Algo que no tuviese miedo, algo que diese miedo, algo más apropiado para
una ‘adharif’.
Una saqueadora de… una rescatadora de antigüedades.
Sí. Alguien que
corriese aventuras en lugares solitarios y peligrosos. Alguien como los
comensales que venían de Al Fartha, con unas feas cicatrices y una lengua muy
afilada. No era como ser una soldado, dura y segura de sí misma, pero estaba
cerca y prometía unas ganancias que los soldados claramente no tenían, a tenor
de lo que gastaban en la taberna.
Ni siquiera sabía que la gente se dedicase a buscar antigüedades
en ruinas, quiero decir, para ganarse la vida.
Nadie lo hace, no
para ganarse la vida. Lo hacemos para hacer fortuna y casi todos fracasamos.
¿No ha tenido éxito en su… trabajo?
No como para hacer
una fortuna. He vivido bien algunas veces y otras muchas veces he pasado mucha
hambre. La mayor parte del tiempo he arriesgado la vida casi para nada, para
encontrar ropas viejas y carcomidas u objetos de bronce tan oxidados que no
tienen ningún valor. ¿Le cuento el viaje?
Otro día mejor, ¿le apetece comer algo? No será tan bueno
como lo de Malik, pero…
De acuerdo, Nasree,
invítame a comer.
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