18.11.13

Shamsia 16

Buenos días, Shamsia.

Son muy buenos, Nasree, un día despejado y luminoso. Por cierto, me encantó la cantante de ayer. Nunca había escuchado nada igual. Ni visto nada igual.

Pensé que te podría gustar. Se llama Yawahana, es una elfa de la selva Kalasa, vino con la primera expedición a la selva por parte del reino del Roc y vaga por los reinos de oriente cantando sus canciones tradicionales.

Me gustó sobre todo la última, era… no sé, me conmovió.

Eso me imaginaba. Melen’Gwebe Arlaya “La lamentación de la mujer del lago”. Es muy diferente de las demás porque dicen que fue compuesta por una ninfa de la selva. Dicen que una ninfa sufrió tanto ante la muerte del único hombre al que realmente amó, que no sólo compuso la canción, sino que abandonó a las suyas y vagó eternamente por el mundo cantando la canción y buscando de nuevo a su hombre, que ella esperaba que se reencarnase en algún lugar en alguna época.

¿Qué es una ninfa?

Son mujeres mágicas. Muy hermosas. Tan hermosas que ningún varón puede resistírseles. En la selva Kalasa todos los elfos están seguros de su existencia, tan seguros como de que al día siguiente volverá a salir el sol. Dicen que sus voces cuando cantan pueden ser tan hipnotizadoras que un hombre se dejaría morir de hambre sólo para no hacer otra cosa que escucharlas. Dicen que su cuerpo es tan bello que algunos hombres han muerto de infarto al verlas desnudas por primera vez. ¿Qué opinas tú?

Que por lo que os conozco a los hombres, no me parece que tengan que ser tan hermosas para que dejéis de comer hasta la muerte por verlas desnudas.

Je je. Tal vez. Los expertos están casi seguros de que las ninfas existen en alguna parte de la selva, y creen que son humanas –sólo mujeres- no sólo de gran belleza, sino con una alta afinidad con la magia. Algunos sacerdotes opinan que se trata del harem original.

¿El harem original?

Sí cuando Dios creó al primer hombre, Rajja, y no me voy a meter a discutir si se trata del dios del Sol Llameante o de la Rosa Resplandeciente, creó a su lado un harem de cien mujeres tan hermosas y poderosas como él mismo, para que así pudiese poblar el mundo con rapidez. Pero Rajja sólo amó a tres de las mujeres, Maram, Fattya y Ruwa. Escapó con ellas del lago que le había entregado Dios, y las demás mujeres quedaron allí, inmortales, poderosas y hermosas, esperando de nuevo a Rajja. Una vez descubierto el paso por el Reino del Roc algunos de la iglesia han llegado a proponer al keanato que se envíe una expedición al kalasa en busca del lago en el que se encontraría dicho harem.

¿Y por qué vuestro dios iba a crear cien mujeres para un solo hombre? Por los hombres que he podido conocer con una ya acabáis más que agotados.

El primero hombre, Rajja, se le supone que era muy superior a nosotros sus pobres hijos, capaz de vivir cientos de años y de grandes proezas.

El pobre no podía con cien mujeres y por eso se escapó del lago sólo con tres.

Ja ja. Podría ser, aunque yo soy más bien soy de la Rosa Resplandeciente, y no creo que tome nunca a más de una esposa.

Si es que encontráis a alguna que os tome por esposo.

Eh… ¿lo veis complicado?

A veces, a veces.  ¿Y por qué me contáis todo esto?

Una posible explicación de la gente de Numsia es que sean descendientes de estas ninfas de la selva. Y tal vez tú seas una de ellas.

¿Piensas que soy una ninfa arrebatadora de la selva?

Yo no sé qué pensar, pero eso piensan muchos, incluso tú misma. Eres una adharif, ¿no?

Soy una adharif, es algo que he asumido. Y creo que mi origen está en Numsia, sí. Pero no soy tan especial como una misteriosa ‘ninfa de la selva’. En cualquier caso, me parece muy normal por parte de hombres, que existiendo una comunidad de mujeres hermosas y poderosas como esas ninfas o mi gente de Numsia, si es que realmente provengo de allí, crean que son las mujeres creadas por vuestro dios para satisfacer al primer hombre. Estoy convencida de que ese Rajja era tan tonto como la mayoría de vosotros, si las creó dios para él, no creo que él se fuese por sí mismo con esas tres, no, las chicas del lago lo expulsarían por idiota.

Samshia, se te ha inflamado el pelo.

¿Qué? Oh, perdona, perdona. Déjame que me tranquilice un poco.

¿Quieres un té? Acabo de prepararlo.

Gracias, sí.

Veo que las relaciones entre hombres y mujeres, te soliviantan.

No sé qué es soliviantar, pero me enfada que los hombres deis por hecho que existimos para serviros, que podéis disponer de nosotras porque así son las cosas y no hay más que hablar.

No todos pensamos así, créeme, y en esta ciudad encontrarás que las mujeres tenéis mucha más libertad que en otras partes.

Sí, tienes razón, perdóname. Está bien este te, ¿de qué es?

Es de los Oll, con una pizca de canela y clavo.

Está bueno, tendré que comprar un poco. ¿Qué quieres que te cuente hoy?

Habías llegado a Al Fartha. Me gustaría que me contases alguna de las expediciones o cacerías que tuviste por allí, quisiera verlo en primera persona, o sea, con la diadema, y a parte quisiera entender cómo pudiste ganarte la vida allí, están en territorio de la Iglesia del Sol Llameante.

Está bien, te cuento primero lo segundo y si quieres luego intento rememorar una de las expediciones con la diadema.

De acuerdo.

Pues cuando llegué a Al Fartha, me sorprendió ver la presencia extendida de la Iglesia.

¿Cuántos había? Y, ¿cómo era la ciudad?

Es cierto que no te he contado realmente cómo era Al Fartha. A pesar de ser una ciudad antigua, como ya hemos estado hablando, parece desde el exterior un campamento, porque es más bien pequeña y la parte superior de sus murallas es una empalizada. En los campos de fuera de la empalizada hay ruinas, casas reducidas a piedras sueltas, columnas e incluso lo que parecen viejas estatuas semienterradas, pero nadie les hace caso. Como mucho son parapetos donde protegerse de algún troll perdido, y en el peor de los casos escondites para una partida troll que ronde a los que vayan a salir de la ciudad. Lo que domina de verdad la ciudad son sus torres defensivas. Cuatro, de madera en la muralla y la más identificativa la que sobre sale del edificio principal la taberna del centro de la ciudad, La Taberna Vieja. Esta torre es de piedra, fea y desgastada, pero de piedra y si uno ha pasado por o vivido en Al Fartha, nunca la olvida. Cuando las cosas han ido muy mal la visión a lo lejos de la torre de la Taberna Vieja significa que las cosas están empezando a mejorar.

Lo cuentas como si vivir en la ciudad fuese jugarse la vida a diario.

Sí, eso es, realmente vivificante; pero no para dos mujeres jóvenes, sin conocimientos ni equipo para cazar trolls, no para dos camareras. Mi principio en Al Fartha fue desesperantemente lento. Pero no me adelanto, querías una descripción de la ciudad. Sólo había una plaza principal y en ella no había ni palacio ni una auténtica mezquita. El edificio principal era La Taberna Vieja, en torno a ella funcionaba toda la vida en la ciudad. En la Taberna Vieja se leían los encargos, normalmente caza de trolls, aunque los detalles variaban, a veces cosas más complicadas y mejor pagadas, como intento de rescate de alguien, que normalmente se encontraba muerto, o localización de alguna de sus pertenencias. A parte de las cacerías, estaban los trabajos normales, herreros, cocineros, armeros, sastres, etc… La ciudad atraía a muchos ansiosos de aventuras y riquezas, así muchos aprendices de herreros o de armeros, acababan enrolados en partidas de caza y muertos al poco. De forma que no era raro encontrar en La Taberna Vieja anuncios de artesanos buscando nuevos aprendices. Y además la ciudad no podía cultivar nada, así que todo venía de fuera, de forma que el comercio era imprescindible. Tres eran los comerciantes que hacían aquella ruta suicida y mantenían una caravana permanente: Musa Farth, nacido en la ciudad, mantenía la ruta hacia Salasem y es a la que yo había acompañado, Ijsan Ben Husni, mantenía una ruta abierta hasta Alcamisso y correspondía al sureño Kenshi Ryoken mantener abierta la ruta a Al Hassim, una de las más complicada porque los señores de la ciudad del Hierro mantenían en pie la guerra con el Sultanato del Sol y su ruta era considerada contrabando por ambas partes.

¿Y no lo detenían?

Yo creo que ambas partes hacían la vista gorda. Los de Al Hassim necesitaban vender su hierro, y necesitaban desesperadamente complementar sus pobres cosechas, mientras que el Sultanato no lograba una fuente de hierro con la que forjar los ejércitos que ansiaba. Muchas veces vi como buena parte de la comida traída de la costa por Musa acababa en los camellos de Kenshi, y el hierro, aunque no tan abiertamente, estoy convencida de que hacía el trayecto inverso. Las tres caravanas necesitaban fuerte escolta y eran otra fuente de trabajo en la ciudad. Y por supuesto estaban las tabernas. A veces los que encargaban las cacerías de troll venían ellos mismos a escoger lo que realmente querían, eran grandes comerciantes muy adinerados, gente que podía permitirse gastar grandes cantidades de dinero y que creían que el troll podría curarles enfermedades o la vejez. Esa gente exigía alojamientos de su nivel, así que las tabernas y posadas de la ciudad podían rivalizar en calidad con las de algunas grandes ciudades.

No sería para tanto.

Pues, algunas sí que eran buenas, quiero decir nada como, no sé, la Bella Bailarina de Alcamisso o la Dorada Taliques de Al Hassim, pero sí que eran tabernas donde se podía beber y comer a gusto y posadas en las que casi no se encontraban chinches.

De acuerdo.

Así que la ciudad tenía un centro natural, con su plaza donde se leían los contratos, y allí mismo estaba la vieja casa donde vivían el iluminado y su media docena de ofrecidos. Había además un mulá que daba misa, a la que era obligatorio asistir, justo al amanecer. Como no había una mezquita real, las misas se daban al aire libre. Yo me libraba, claro, en el Sultanato las mujeres no rezan en público y en Al Fartha nadie se aseguraba de que rezara en privado. Había unos almacenes, que normalmente eran vigilados por un grupo de ancianos cazadores o tullidos, donde se depositaban las cosas más valiosas, y detrás de estos almacenes unos pozos donde a veces había algún troll vivo. A partir de este centro la ciudad se expandía como los radios de una rueda hacia las murallas, en callejas pequeñas con casas altas a ambos lados. Muchas casas parecían remiendos de casas sobre otras más antiguas, supongo que por las veces que la ciudad ha sido destruida, como me contaste. Y en muchas de aquellas calles una taberna o una posada hacían de punto central de una serie de artesanos. No es que hubiese barrios, no era tan grande, pero era normal identificar un determinado herrero o armero como ‘el de la Taberna del Jorobado’.

¿Había una ‘Taberna del Jorobado’?

Sí, y allí es donde estuvimos trabajando Nawra y yo al principio. En realidad era la ‘Taberna del Camello’, pero el dibujo del cartel estaba tan mal hecho que todo el mundo decía que era un jorobado y no un camello y así se le quedó el nombre.

Ja ja, ya veo.

La Taberna del Jorobado, tenía un par de habitaciones, pero no acogía a huéspedes, una era para el dueño Ibrahim y su esposa, y la otra acabó siendo para Nawra y para mí. Cuando llegamos a la ciudad, Ibrahim había descubierto que una de las hierbas locales le daba un sabor especialmente sabroso al pescado salado que venía desde la costa, y como había sido cazador y muchos de ellos le debían favores, tenía en aquel momento una de las mejores sopas de pescado de la ciudad. La cosa es que estaba teniendo éxito, y no daba a vasto, y ahí entramos nosotras dos.

Fue suerte.

Suerte de demonio del desierto, ya te he dicho que me acompaña.

No creo que eso exista.

Lo que deseo acaba cayendo en mis manos, así que algo de suerte tengo. Ya lo verás.

Eh… continúa, por favor, Shamsia.

La taberna estaba hacia el norte de la ciudad, y no estaba lejos del centro, lo que era muy conveniente para mí, que estaba ansiosa por meterme en alguna de las cacerías de trolls, pero, ¿cómo explicarle a alguno de aquellos jefes de cazadores fornidos que yo era lo que era? Lo cazadores tenían buenas armas largas y armaduras de cuero bastante mejores de lo que yo tenía, así que pensé en conseguirme el equipo primero, antes de pensar en nada más. Pero Ibrahim además de bueno en condimentar pescado, era un agarrado de mucho cuidado, y pronto me di cuenta de que no iba a ganar tanto dinero con él como con Malik que era un manirroto.

No te iba a dar para comprarte el equipo.

Me iba a dar, pero sólo tras muchos años, de trabajo y no quería esperar tanto. Aunque aquella espera tuvo algunas cosas buenas. Primero me enteré de los lugares que había entorno a Al Fartha, dónde solían cazar unos y otros, incluso dónde había cuevas y ruinas; y Segundo y más importante, la fiebre por mí de Nawra se fue transformando en aburrimiento al tiempo que se le despertaba su auténtica vocación de cocinera. Eso fue una suerte para ella, porque creo que no hubiese sobrevivido a las cosas en las que me metí después.

Cacería de trolls.

No exactamente, pero sí. Verás no podía hablar abiertamente de mi poder con nadie de la ciudad, porque el iluminado estaba siempre aquí o allá, y ninguno de los jefes de cacería me parecía alguien en el que pudiese confiar. Nader el Crujecráneos, era simplemente un bruto, que perdía a más gente contra los trolls que cualquiera de los otros, si seguía entrando gente en su grupo era por su aspecto feroz. El norteño Oleg, era taimado, inteligente y el mejor candidato, pero odiaba a las mujeres y nunca pude averiguar ni comprender por qué. Rasim el Afortunado, simplemente hablaba demasiado cuando bebía y a veces sin beber, no se le podía confiar ningún secreto. En definitiva, que ninguno me parecía el más adecuado y yo estaba empezando a desesperar, cuando apareció en la ciudad el enano Uatchkar con algunos de los suyos y mucho dinero que gastar.

Un dúnitor cazando trolls.

En apariencia, pero resultó ser mucho más complicado que todo eso. Tuve la suerte de que apareció por la taberna atraído por la sopa de pescado de Ibrahim. Eran sólo tres, pero fuertemente armados. El propio Uatchkar, que vestía una armadura de malla de un color plateado brillante y usaba como arma un martillo muy pesado, era el que llevaba constantemente la palabra. Tarack, que era el explorador, llevaba una armadura algo más ligera, de cuero tachonado de hierro, utilizaba un hacha y un escudo redondo que normalmente llevaba a la espalda. Finalmente Utku que resultó ser el hermano de Uatchkar, parecía incómodo en su armadura de cuero grueso reforzado con algunas partes de hierro, y llevaba como arma la ballesta más grande que había visto jamás. En seguida me di cuenta de que no venían de Tabar como afirmaban, el acento simplemente no era el correcto, y hablaban entre ellos en thiraqueño, la lengua original de los enanos, cosa que muy raramente hacían los de Tabar, que en su mayoría eran nacidos y criados en las granjas de esclavos de la propia ciudad.

Así que venían de algún otro lugar y tenían razones para ocultarlo.

Así era, y pensé que podrían ser mi oportunidad de tener algo de acción diferente a la cargar con platos de sopa de pescado mientras esquivaba los pellizcos. Pero, ¿cómo plantearlo? Tenía que estar de alguna manera segura de que no iban a denunciarme ante la iglesia. Así que me propuse vigilarlos discretamente. Lo primero que me quedó claro es que no cogían ninguno de los encargos de la Taberna Vieja. Hacían el paripé de ir a la misa y luego de escuchar todos los encargos, pero nunca tomaban ninguno, sin embargo salían de la empalizada casi a diario. Y debían luchar con los trolls porque una de las veces regresaron con algunas heridas, una vez incluso trajeron a un troll muerto y lo vendieron como hubiese hecho una partida de caza normal. Por la noche tenían una vida muy activa. Yo estaba trabajando y me costó escaparme lo suficiente para darme cuenta de lo que hacían. Recorrían las tabernas siguiendo un ciclo fijo, y trataban de hablar siempre con gente diferente. Estaban buscando alguna clase de información, eso es lo que estaban haciendo.

¿Y qué es lo que buscaban?

Ahora llego a eso. Una mañana muy temprano, los descubrí en un almacén a solas. Lo habían alquilado casi desde el primer día que llegaron pero nunca les había visto meter nada en él, así que ya sospechaba, pero siempre lo cerraban muy bien después de entrar. Aquella mañana no lo habían cerrado, así que pude mirar desde una rendija de la puerta y verlos. Estaban celebrando una misa. Si yo no hubiese sido de Tabar no hubiese reconocido el ritual, pero es que ya lo había visto muchas otras veces. Resultó que el martillo de Uatchkar no era sólo su arma física, también era su arma espiritual, su símbolo, y su centro. Uatchkar era sacerdote de Tluom y estaba dando una misa a dos compañeros. No solo eran extranjeros sospechosos, eran herejes. Era mi oportunidad. Entré en almacén dispuesta a hablar, y de inmediato Tarack recogió su hacha del suelo y se abalanzó sobre mí. Me intenté cubrir con el brazo derecho mientras alcé mi mano izquierda envuelta en llamas. Una palabra thiraqueña salió de la garganta del sacerdote, que imagino que significaba ‘detente’ o algo así, por un hacha no me abrió la cabeza.

Cuando me atreví a mirar los tres enanos me rodeaban y el sacerdote me estaba preguntando si era una hechicera. Le conté mi historia, al menos una gran parte de ella. Al finalizar Uatchkar me sonreía y me decía “vaya, vaya, una adharif”, se giraba hacia los demás y repetía “amigos míos nos sonríe la suerte, contamos con una adharif”. El resto fue relativamente sencillo, me invitaron a comer en un apartado de la Vieja Taberna –la taberna central no era la más lujosa de Al Fartha, y creo que eso era a propósito, pero sí era la más grande y tenía habitaciones donde comer mientras se cerraban negocios discretamente- y me contaron lo que estaban haciendo en la ciudad.

Me tienes intrigado, ¿qué era?

¿Conoces la historia del Medallón de Kalim?

¿Y quién no? Un artefacto creado por Dios mismo, o tal vez por los sacerdote del sol más antiguos, los de Agha en el imperio casti. Un colgante que proporcionaba a aquel que lo portara toda las victorias en batalla, siempre y cuando su causa fuese buena y justa. Un artefacto al que fue conducido el Segundo Profeta para que pudiese liderar la Guerra Santa y así restaurar el Sultanato. Todo el mundo conoce esa historia.

Esa no. La del Señor de los Trolls.

Ah, ese rumor, sí. Lo he escuchado alguna vez. Durante la Gran Guerra, bueno, antes de los de Al Jorat, cuando la vieja ciudad ya estaba en guerra con Al Ossín, supuestamente apareció a las puertas de la ciudad un mercenario a la cabeza de un ejército de trolls. Teóricamente dicho mercenario habría logrado el apoyo de los trolls debido a que portaba el medallón.

Y cuándo lo perdió tuvo que irse de Tamana.

Eso, es… bueno, una versión de una versión, de un rumor poco probable. Otra versión dice que el actual Kean le convenció de que con semejante ejército le estaban pagando demasiado poco dinero y que se fue a pedir más. Otra dice que el generar Artur se coló por la noche en la tienda del mercenario y lo asesinó. Otra dice que en realidad se trataba de un muerto viviente y que enfrentado a Ismail el Pío, tuvo que marcharse. En fin, yo creo que es un cuento extraño de la guerra. Sería un soldado con uno o dos trolls.

Era un ejército. Y el mercenario se llamaba Widolf Hasser, un nórdico, que había encontrado el Medallón.

¿Hasser?

Widolf Hasser, de Verna.

La única persona apellidada Hasser que conozco es una sabia, pacífica, de la Hermandad de la Palabra, y no puedo imaginar nada más alejado de un ‘rey’ de los trolls.

Mucha gente tendrá el mismo apellido, eso no prueba nada. Es como te digo.

Digamos que sí, ¿cómo lo sabes?

Ellos venían desde el Reino del Roc, y había encontrado los detalles de la historia del Rey de los Trolls en papeles secretos de su Rey.

¿Le habían robado libros a Sevork?

No sé cómo se llama el Rey del Valle, ni idea, ellos lo llamaban ‘Caracruzada’, y no le tenían mucho aprecio. Un rollo religioso o no sé qué, pero eso me daba igual. La historia que contaban era justo la clase de cosas que había venido a buscar a Al Fartha, así que en seguida me apasioné con ella.

Vale, digamos que conocieran algo más allá de un rumor absurdo, ¿qué decían exactamente?

Que Widolf había encontrado junto a otros el medallón oculto en alguna parte cerca de Al Fartha, pero que fue el único superviviente, y que pronto se dio cuenta de que podía vencer en cualquier combate con aquel medallón contra su pecho.

El medallón permite ganar batallas, no peleas.

Los enanos decían que también peleas, y otras muchas cosas. Decían que el tal Widolf fue ganando confianza en el poder del medallón, y entonces hizo lo que nadie habría pensado jamás, retar a los trolls como ellos hacen entre ellos, como un joven intenta apartar a un jefe viejo. Un plan loco, pero que funcionó, y así, combate tras combate fue como se hizo Rey de los Trolls.

Buena historia, pero poco probable. El Medallón sólo apoya a causas justas y buenas, no apoyaría a un guerrero cualquiera, ambicioso, que quisiera hacerse rey de los trolls.

Veo que no la creéis.

No, la verdad es que no.

Pues al menos en parte era verdad, y Uatchkar y los suyos estaban allí para encontrar el rastro del medallón.

Pero si creían en la historia del Rey de los Trolls, el medallón ya había sido sacado de Al Fartha, incluso se habría perdido durante la guerra. ¿Qué hacían en la ciudad?

Tenían una idea. La historia del Rey de los Trolls, incluía su muerte durante el asalto de los sureños a la Tamana Bal…

Por favor, intentamos no pronuncia ese nombre. Mala suerte.

No os hacía supersticioso.

Yo.. yo tampoco te hacía usando esa palabra.

Los libros enseñan muchas cosas. Pues mis enanos creían que el Rey de los Trolls había muerto durante el asalto de los sureños de la vieja ciudad, y que sus trolls se habían dispersado, y, lo que era más importante, que habían regresado hasta Al Fartha, hasta su tierra.

¿Trolls con nostalgia?

Eso es. Así que pretendían atrapar a algunos de los más viejos e interrogarlos para descubrir todo lo que pudiesen del Rey de los Trolls.

¿Qué? ¿Acaso los trolls puede ser… interrogados?

¿Por qué no?

¿Cómo... qué… o sea… hablan?

Claro, en nuestra lengua.

No puede ser.

Sí. Torpemente, casi no conocen palabras, pero sólo hablan una lengua, la nuestra. Y se les amenaza adecuadamente hablan mucho, mucho.

A ver si lo entiendo, ¿el plan de ese sacerdote de Tluom era ir capturando trolls viejos, que me han dicho que son de los más grandes y agresivos, e interrogarlos hasta que le contasen los supuestos secretos del Rey de los Trolls?

Exacto. Apasionante, ¿no?

Una locura más bien.

Uatchkar pensaba que conmigo a su lado, especialmente cuando supo que podía quemar a distancia, convencer a los trolls de que debían colaborar sería mucho más fácil. Pero estaba sobrevalorando mi habilidad. Al día siguiente salimos al campo, en un lugar más o menos seguro para que demostrase mis habilidades. Los enanos aplaudieron mis poder, pero sin el miedo o la ira, mi puntería y mi control eran, bueno… lamentables. Así que el sacerdote empezó a entrenarme.

¿El… sacerdote?

Sí. Uatchkar. Ellos pueden moldear el fuego como yo, y también la tierra.

Sí, pero… ellos, o sea, es una cosa divina, de los dioses, no tienen mucho que ver con tu poder, con la magia, con.. o sea, no es posible.

El fuego es el fuego, ¿no? Nunca pensé que fuese imposible. Tal vez por eso funcionó. Bajo las enseñanzas del sacerdote mi control se hizo mucho más profundo de lo que había sido nunca. Aprendí cómo fijar mi objetivo, cómo limitar la intensidad de mi fuego, cómo proyectarlo incluso detrás de una roca, fuera de mi vista. Amplié también el alcance de mi capacidad e incluso aprendí cómo hacer bailar el fuego de una fogata.

Sí, eso lo vi en la taberna ayer. Es hermoso.

Gracias. Mientras yo aprendía los compañeros de Uatchkar habían estado localizando a los jefes de las tribus más cercanas así que, para cuando le parecí lo bastante fiable al sacerdote, salimos a cazar. Me forrando de una armadura tan pesada que me costaba moverme, pero al final me alegré de llevarla. No puedes imaginarte el impacto de una piedra lanzada por un troll, es demoledor.

¿Fue grave?

Gracias a la armadura enana lo justo para cabrearme mucho y los trolls pronto se rindieron cuando me vieron arder en llamas y hacerlos arder a ellos también.

¿Mataste a muchos?

¿Con el poder que tenía entonces? No hubiese podido, los trolls se curan a una increíble velocidad, es algo prodigioso de ver. Estás hablando con ellos tras haberlos asado como a un pollo y puedes ver cómo sus quemaduras simplemente desaparecen. Luego tienen un hambre atroz, eso sí, por lo que pude aprender. La cosa es que aquellos primeros trolls no sabían nada del Rey ni del colgante ni nada de nada. Pero aun así los enanos estaban eufóricos, normalmente les costaba horrores ‘convencer’ a los trolls para que hablasen y yo lo había conseguido muy fácilmente.

Te he visto en acción. No me extraña.

Te doy miedo, ¿eh? Tranquilo doy un poco de miedo hasta a mí misma. El sacerdote me recompensó con un buen montón de monedas, y aquella noche salimos a beber, por primera vez no servía las copas, sino que me las pagaba con mi dinero ganado como cazadora.

Cazadora, cazadora, no…

Lo importante es que me enfrentaba a los trolls, y los vencía, aunque sólo fuese para hablar con ellos.

¿Y encontraron lo que estaban buscando?

Sí, tardamos muchas semanas, pero efectivamente había algunos trolls supervivientes del ejército del Rey de los Trolls y les pudimos sacar la información que andábamos buscando. El rey tenía una guarida secreta, al sur, en pleno desierto, en lo que probablemente eran unas ruinas. Mis enanos estaban muy emocionados, estaban convencidos de que ahí podría estar oculto el Medallón, o que si no, al menos, podría ser el lugar en el que el Medallón estaba cuando lo encontró Widolf.

Y fuisteis a por él.

Así, es. Era un viaje largo y complicado, así que tardamos algo en aprovisionarnos, pero fuimos a por aquella cosa en el desierto. Voy a contarte lo que encontramos.

Mejor mañana, ahora ya es tarde.


Muy bien, te veo mañana, Nasree.

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