26.11.13

Shamsia 22

Gracias por no hablar de mi historia durante la cena.

Necesito conocer tu historia, es mi encargo, pero también me gusta escuchar tus opiniones sobre muchas otras cosas. Y eres divertida cuando analizas nuestras costumbres desde el punto de vista de una extranjera.

¡Es que sois muy raros!

A mí no me lo parece, pero yo soy de aquí.

Vamos, vamos. Ese jovencito de antes, por ejemplo, estaba claro que quería hablar con la hechicera de la Runa que estaba bebiendo con sus amigas y en lugar de unirse al grupo, se puso a observarlas de reojo sin hacer nada de nada. Eso sí, hablando y hablando sin parar de lo mucho que había avanzado en sus estudios de no sé qué cosa, sin dejar ni meter baza a sus amigos, hasta que estos se han cabreado. Pero lo peor de todo es que ella no hacía más que mirarlo de reojo, o sea que también estaba interesada, pero ni hablaron en toda la noche y cada uno se fue sólo a sus habitaciones.

Ya, pero es normal.

¿Me lo explicas?

Pues aparte de que en general los hechiceros solemos ‘irnos solos a nuestras habitaciones’.

Eso es muy triste.

Eh… bueno... vale, puede ser. La cosa es que en cualquier caso, él es un estudiante de intercambio del Liceo de la Sombra y ella es de la Runa Defensora. Él es iniciado segundo, mientras que ella es protectora de tercer grado. Lo sé por las túnicas que llevaban.

Sigue.

No, ya está. Eso lo explica.

A mí no me explica nada.

El Liceo de la Sombra es famoso por ser un poco… bueno, anda con cosas que no son muy… agradables. Normalmente rozan lo que se consideraría poco… recomendable.

Vale, y…

Ella es de la Runa Defensora.

Vas a tener que explicarte mejor.

Pues la Runa Defensora es el liceo más ortodoxo, son los que cuidan para que las cosas no se… compliquen y cuando se complican su especialidad es repararlas.

Y…

Pues eso, que una chica de la Runa Defensora normalmente no trataría con un chico de la Sombra, ella tiene que ser un modelo de rectitud y de él se espera que sea, pues… no muy recto. Además ella es una protectora de tercer grado.

Ja ja… y eso quiere decir que…

¡Pues que él es sólo iniciado segundo! Está claro.

Cuánto más sé de vosotros más me sorprendéis. Pues no, no me queda claro.

A ver. Ella tiene un rango equivalente a un iniciado sombrío, lo que viene a ser un iniciado tercero. De forma que si él la tiene que considerar una hechicera de rango superior. Aunque, por supuesto, un hechicero de la Sombra jamás aceptaría que uno de la Runa Defensora sea cual sea su rango es superior de alguna forma. Ella en cualquier caso tendría que evitar que la viesen en público con un hechicero de la Sombra, y menos bebiendo alegremente con uno de nivel inferior. Quedaría claro que su único interés es romántico, y eso sería fatal para su carrera. Eso lo sabía él también, así que está claro, tenía que pasar lo que ha pasado.

Eh… ¿qué?

Ja ja… pues que él tenía que encontrar un tema que sirviese de excusa para que ella pudiese interesarse en el trabajo de él, y no en él mismo, por supuesto. Así que él ha pasado toda la noche explicando a todo el bar lo muy avanzado que es su investigación. Lamentablemente no es así, no es muy avanzada, y casi todos los sabíamos. Así que ella ha estado esperando y esperando a ver si él tenía algo mejor que ofrecer y no. Por eso ambos se han ido solos, a sus habitaciones. Está claro.

Por los espejismos del desierto, cuánto os complicáis en esta ciudad.

Hay ciertas normas de convivencia que cumplir, eso es todo.

Nada, nada, os complicáis demasiado la vida, eso es todo.

Tal vez. Para mí es normal. ¿Seguimos con tu historia? Habías llegado a Al Hassim.

Cierto. Me gusta la ciudad roja. En parte me recuerda a mi aldea. El Nodul Tann y las pequeñas rocas de sus al rededores eran rojizas, como las montañas de la ciudad del hierro.

Son rojas precisamente por la cantidad de mineral de hierro que contienen.

Sí, lo sé, me lo explicaron en la ciudad. Yo nunca había visto cómo se obtenía el hierro y me fascinó. Cogen todas esas piedras, que no parecen tan diferentes a las demás, las pulverizan y luego las calientan hasta que se transforma en una especie de melaza de fuego, y ves como de esa melaza fluye el hierro o el acero. Esos lingotes negruzcos salen de rocas vulgares, y las espadas, las armaduras salen de esos lingotes. Había visto cómo lavaban y extraían la turquesa en Tabar, pero aquella transformación parecía cosa de magia.

No es magia, no exactamente, al menos, aunque se le puede considerar una suerte de alquimia básica. De hecho aquí en el keanato el mineral de hierro no es rojo, como en Al Hassim, sino dorado, de hecho lo llaman el ‘oro de los tontos’ y lo puedes ver en muchas decoraciones, como este marco, no es oro es esta clase de mineral de hierro. Y no es tan bueno como el rojo para extraer hierro de calidad, así que hay unas instalaciones en donde realmente se usa la alquimia, con un toque de magia, para conseguir separar la mena del material.

¿La mena?

Lo que no es el metal.

Ah… pues yo no había visto nada igual, y en cuanto lo vi quise saber cómo se lograba aquel prodigio. Me intenté apuntar a trabajar en las forjas, pero se rieron de mí.

Es que una mujer en…

No soy cualquier mujer.

Eso es verdad.

Pero no me dejaron trabajar en las forjas. Lo intenté en las herrerías, en las que tiene el emir, que son grandes y ruidosas. Tampoco me dejaron. Tendría que buscar un trabajo en alguna cosa que ya conociese, algo que no fuese camarera, desde luego. Pero no me apetecía volver a hacer algo de lo que ya había hecho antes, así que no cogí nada. Seguí vagando de aquí para allá, mirando y observando. Sobre todo por las herrerías. Y al final un herrero me dio una oportunidad, un enano, de nuevo. Me ayudó que chapurrease algo de su lengua, y que supiese algo del Rey del Valle del Roc, aunque tuve que moderar las opiniones de Uatchkar, que no eran muy positivas.

¿Te pusiste a trabajar con un enano herrero? No te imagino de herrera.

Bueno, al final no hice mucho de herrera, nunca pasé de aprendiza mala, pero… encontré otra forma de entender el hierro y serle de utilidad a aquel enano.

Me tienes intrigado, cuéntalo ya, ¿usaste tu poder con el hierro?

Sí. Al principio, el enano creo que más que nada le hacía gracia aquella mujer emperrada en aprender cómo manipular el hierro; pero fue amable, me intentó enseñar los principios de su arte. Pero los principios de su arte eran… más bien aburridos: calentar, golpear, calentar, golpear, calentar, golpear, así una y otra vez. Como él decía al hierro hay que domarlo como a un caballo testarudo, bueno, él decía pony. Para acabar haciendo un arma que mereciese la pena tener semejante nombre había que poseer una especie de equilibrio entre fuerza y control. Yo no tenía ni fuerza ni control. Todo lo que conseguía eran… bueno, cosas de hierro feas y que pinchaban por donde se deberían coger, mientras que no cortaban por la hoja.

Toda una artesana de talento natural.

Una maestra artesana, sí. La cosa es que a lo tonto a lo tonto estuve casi un año dedicándome a esa actividad que no llevaba a nada, hasta que el enano, que, por cierto, se llamaba Ranghar, se dio cuenta de que a veces no cogía los guantes para trabajar.

¿Qué no cogías, los…

Que quieres, el fuego me ama, casi siempre. Un poco de hierro candente no tiene porqué hacerme nada y los guantes de herrero son incómodos. Bastante tenía con intentar hacer lo que él me decía que había que hacerle al hierro, como para estar todo el rato atenta a que no se notase que tenía cierta afinidad con el fuego. Así que se dio, cuenta y me lo dijo, vamos, me lo dijo justo cuando había cogido un hierro al rojo vivo por el lado por el que nadie lo cogería.

Ja ja.

Así que tuve que contárselo, y luego mostrárselo. Ranghar quedó encantado con mis habilidades y quiso que probase a trabajar el hierro con ellas. No podíamos hacerlo en público así que consiguió una vieja herrería de una mina abandonada a las afueras de la ciudad, para que pudiésemos ver qué daba de sí mi poder con el hierro.

¿Y daba de sí?

Sí, bueno, no tanto como él esperaba pero sí. Quiero decir, el esperaba que, no sé, que pudiese mover el hierro candente con mi poder, darle cualquier forma y esas cosas que al parecer llegan a hacer los sacerdotes experimentados de sus tierras. Pero yo no podía modelar el hierro más que de la manera tradicional, o sea a martillazos, y lo hacía muy mal.

O sea, que no.

Encontramos la forma. Si él trabajaba, yo podía regular la temperatura del hierro de una forma que él jamás hubiese conseguido por sí mismo. Él me enseñó a qué temperatura debía estar el hierro en cada momento, en cada operación, cuándo debía subir y cuando bajar de temperatura. El resultado era una pieza excepcional. Cuando estaba él al martillo, claro, si lo cogía yo todo seguía siendo un desastre. La cosa es que las piezas que hacíamos de esta manera alcanzaban un precio exorbitante. Como para hacerse rico en poco tiempo.

Vaya, y cómo…

Era muy cansado y muy aburrido. Todos los sudores que Ranghar soltaba de sostener el hierro y golpear con el martillo, los soltaba para mantener la temperatura exacta. Además había que permanecer en silencio y concentrada. Total que gané algo de dinero, lo justo para hacerme con la armadura con la que llegué aquí y me largué sin despedirme.

¿Sin despedirte?

Uff, Ranghar era un artesano completamente dedicado a su arte, nunca hubiese aceptado como explicación para mi marcha que ‘me aburría’, así que decidí no darle ninguna explicación. Ya conocía el hierro y lo que yo podía hacer con él, o sea, casi nada, y aunque la ciudad estaba bien, era el momento de irse a buscar cosas nuevas y más interesantes, así que me uní a un grupo de locos que iban a rebuscar entre las ruinas de Talesmel.

Vaya, eso debe de ser casi tan peligroso como ir a buscar tesoros en los restos de la Ciudad Vieja.

Era realmente peligroso y excitante, pero espero que lo de Tamana Bal Omara sea aún mejor.

Realmente estás un poco loca.

Ya sabes, el fuego corre por mis venas.

Literalmente.

Casi, si me cortan sangro como los demás.

Cuéntame lo de Talesmel.

Oh, vamos, Nasree. Mira la ventana, ya sólo hay estrellas en el cielo. Dejémoslo por hoy.

Está bien, mañana seguimos. Vete a tus habitaciones y descansa.

¿Estás seguro de que quieres eso?

Eh… cóm… yo… Shamsia, vete a tus habitaciones, por favor. Mañana nos vemos.

De acuerdo, como quieras. Y gracias por ser tan comprensivo. Yo… el recuerdo de aquella plaza.

Vete a dormir. Mañana seguimos.

Hasta mañana, Nasree.


Hasta mañana, Shamsia.

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