Les he debido asustar un poco, ¿no?
¿Lo dice por
la joven hechicera Hadjara? Es una favorecida del Liceo de la Runa Defensora,
exp…
Experta en bloquear magia, así que les he
debido asustar un poco.
A algunos sí,
he de reconocerlo. El informe de Hadamari demuestra que usted, señorita
Adharif, tiene el potencial de ser tan peligrosa como un arma de asedio.
Y a ti, ¿te asusto?
No,
sinceramente. Creo que fuese usted a explotar llevándose por delante a media
ciudad ya le habría pasado, no es usted una adolescente, ha habido tiempo
suficiente para que una inestabilidad tan grande como la que les preocupa a los
demás se hubiese ‘expresado’. Hadjara, por favor, déjanos a solas, no creo que
corra ningún riesgo.
No sé yo, si empieza a llamarme vieja, tal
vez sí que corra algún riesgo.
Yo no quería
decir… o sea, no es que…
Tranquilo, no tienes nada que temer mientras
no me preguntes la edad. De todas formas no la sé. No del todo al menos. Mi
padre nunca me la dijo antes de morir. Usted sí la sabe, ¿no?
Treinta y uno.
Hadjara, realmente no es necesaria. Gracias.
Menos mal que se ha ido, me resulta bastante
molesta tenerla pegada todo el tiempo. Me parecía usted más joven. Tal vez
debería dejarse barba.
Oh, no, no, me
sale una barba ridícula, cosa de la familia Imdahane, no somos de buenas
barbas. Como mucho puedo lucir bigote. Me extraña que le moleste Hadjara, me
han dicho que es de lo más discreto
.
Sí, y sosa, y aburrida, fría como la nieve
maligna del desierto. Me recuerda enteramente a una nívea. Y, por favor, no se
deje bigote, los hombres con bigote que he conocido eran todos unos engreídos.
Los hechiceros
de la Runa Defensora, son, bueno, serios. Son defensores, protectores,
guardianes, nunca se dejan llevar por arrebatos. Al menos la mayoría, pero no
creo que por eso se pueda decir que Hadjara sea una nívea.
Tiene razón, la única nívea que he conocido
era mucho más sensual y ardiente, en eso tiene razón.
¿Ha conocido…
Sí, es una historia interesante. ¿Quiere que
se la cuente hoy?
No, prefiero
continuar en dónde lo dejamos. Fue usted expulsada de su aldea y entonces, ¿qué
ocurrió?
Me puse a andar por el roquedal que rodeaba
nuestra aldea; pero, ¿a dónde iba a ir? A parte del pozo de la aldea, según la
época puede haber días y días de camino sin agua. Así que cuando me rehíce un
poco, que fue más o menos a la mañana siguiente, después de pasar la noche a la
intemperie, pensé en regresar al menos a mi choza a recoger alguna cosa. Mis
cabras no estaban, y una parte de mi gritaba que tenía que ir a recogerlas, que
alguien tenía que cuidarlas, pero y ¿si me encontraban y me apedreaban? Había
decidido vivir. Si el padre de Kareem pensaba que merecía vivir, ¿por qué no
hacerlo? Cogí algo de ropa vieja de abrigo de mi padre, que me venía
enormemente grande, los dos zurrones y las tres calabazas de agua. Encontré
unas botas viejas de mi padre. Eran buenas. Era imposible que pudiese
calzarlas, pero tal vez en una ciudad pudiese cambiarlas por algo que me
viniese bien. Saqué también la daga que mi padre tenía escondida. Con todo aquello
tal vez podría llegar a Tabar, si no me topaba con saqueadores de alguna clase,
o con alguno de los lagartos del roquedal.
Un viaje
peligroso.
Tabar no es para concubinas de harén, no. Pero
no podía dejar de pensar en el Macho, y en Vieja Manchada o en Blanca. ¿Cómo
iba a dejarlas sueltas por ahí? Entonces pensé en la viuda Meryem.
Eso parece
igual de arriesgado. Ella tampoco te apoyó cuando se descubrió tu condición en
la aldea.
Me costaba pensar que ella… pero tienes
razón. No podía acercarme a su casa, que estaba en el mismo centro de la aldea,
pero sabía por dónde solía estar el chaval que llevaba su rebaño y por dónde le
llevaba la comida del medio día, así que la esperé por allí. Ella apareció con
un pan negro y uno de sus guisos en una pequeña olla de barro. Salí a su
encuentro y ella gritó. No sólo gritó, dejó caer la olla de barro y el pan y
retrocedió de espaldas hasta que casi se cae por culpa de una piedra grande.
Te temía.
Intenté decirle que no iba a hacerle daño,
pero no me escuchó. Sólo temblaba. Me acerqué un poco y ella chilló y agarró
una piedra del suelo. Yo misma empecé a estar asustada. No porque me lanzase
algo, sino por el rechazo. Me arrodillé delante de ella y empecé a farfullar
cosas sin mucho sentido. Cosas de que era la misma, de las cabras, y todo eso.
Creo que ni siquiera me escuchó, me lanzó la piedra. Ni se acercó; pero su
rechazo estaba claro. Me saltaron las lágrimas.
Lamento que
aquella mujer no pudiese entender lo que tenía delante.
Soy realmente Adharif, no sé cómo, pero lo
soy. Esa mujer que tanto me había cuidado cuando perdí a mi padre, sabía muy
bien lo que era. Un vástago de las hechiceras de Numsia, una niña del desierto,
un demonio que podría gobernar a los saqueadores que tantas muertes habían
causados. Aquella mujer sabía que yo era un enemigo. Soy un Adharif, no soy una
persona normal.
Pero no en un
sentido monstruoso, Shamsia. Hay otros espontáneos por ahí, y son tan humanos
como usted y como yo. De hecho usted debería sentirse orgullosa de su probable
ascendencia de Numsia. Esas mujeres son sabias y poderosas.
E impulsaron al pueblo del desierto a la
guerra.
Algunas de
ellas, no todas. Ya debe saber que una de las facciones era favorable a la
guerra y la otra acabó como prisionera. No eche la culpa a toda la cultura de
la ciudad oculta.
La facción de fuego los lanzó a la guerra, y
no creo que creas que yo provengo de las mujeres de la facción del agua,
¿verdad?
No ya… pero…
No se esfuerce. Si realmente soy una
descendiente de aquella ciudad por mis venas corre la sangre de la guerra y de
la destrucción. La viuda Meryem tenía razón en temer lo que soy. Pero con el
tiempo he aprendido que no tenía razón para temerme a mí. Me han dicho que hay
una familia en la ciudad que tiene trolls como servicio doméstico, ¿es cierto?
Sí, una
antigua familia de cazadores, pero sólo son un pequeño puñado, no sé si llegan
a ser cinco.
Los trolls son bestias formidables, cazan a
los viajeros que se pierden en el desierto y se los comen. Los he visto actuar
en Al Fartha. Y sin embargo aquí no se duda de que puedan ser buenos
sirvientes.
No crea, no
crea. Algunos no están nada cómodos viviendo cerca de los Nafialtib. Nada
cómodos.
Entiendes lo que quiero decir.
Sí, perdóneme,
sí lo entiendo. Los aldeanos tenían razón al temer lo que son su gente. Las
hechiceras de ojos rojos; pero aun así era un error temerla a usted.
Cada uno debe hacerse responsable de lo que
hace y debe ser juzgado por ello, no por la familia o grupo del que proviene.
Eso, Shamsia,
probablemente sea demasiado pedir. Pero puedo asegurarte que el lugar de este
mundo donde más cerca podrás estar de eso es en esta ciudad. Los magos
apreciamos a los que demuestran su talento y su inteligencia. Ha habido grandes
personalidades de la historia de los hechiceros que han salido directamente de
las capas más bajas de la sociedad. Puedes verlo en el pequeño museo que
acabamos de reabrir con las estatuas parlantes rescatadas de la vieja ciudad.
Es una de las cosas que me atrajeron de
vuestra oferta. Me habían dicho que ha habido muchos hechiceros encumbrados
cuyos padres no eran nada, incluso esclavos.
Así es.
Pero las familias también existen en esta
ciudad. Su apellido, por ejemplo, Imdahane, no es importante y usted no es
precisamente el mejor situado. Y eso que se dice que su madre es alguien que
tuvo un papel secreto pero fundamental en la Gran Guerra de la que tanto
hablan. Y sin embargo fíjese cuántos Ben Hamir, Ibn Allah o Al Quazid hay en el
Consejo de la Ciudad. Fíjese cómo viven los jovencitos de esas familias. No, lo
siento pero no, joven Imdahane, en esta ciudad también prejuzgan tu calidad por
tu origen. Aquí el apellido es tan importante como en cualquier otra parte.
No puedo negar
eso. Pero también se aprecia el talento, y cuánto más tiempo esté con nosotros
más se dará cuenta de lo mucho que es así. Los jovencitos Ibn Allah o Al Quazid
pueden creer que su vida está solucionada, que si no se esfuerzan verán como no
es así. El talento y el trabajo son imprescindibles en esta ciudad, ya lo eran
en la antigua, pero en ésta aún lo es más. El Kean y los suyos lo favorecen
.
¿Por qué se le llama Kean y no Emir?
Kean es el
equivalente a Emir en la lengua antigua, y los gobernantes de este reino
proceden de una dinastía tan vieja como dicha lengua. Han retomado muchas
costumbres de la antigüedad, el título y en nombre del reino es sólo una de
ellas, pero la más significativa es el retorno al politeísmo. Sin embargo son
una casa moderna en muchos aspectos, han prohibido la esclavitud, por ejemplo,
son favorables al conocimiento y al diálogo. Los hechiceros no nos encontramos
incómodos con ellos. Pero, ¿le importa si regresamos a su historia?
De acuerdo. Supongo que a menudo soy más
curiosa de lo que me conviene.
En eso también
es diferente esta ciudad. Por lo general la curiosidad es un defecto en casi
todas partes, pero aquí la consideramos una virtud, probablemente la más
importante en cercana competencia con la prudencia.
A veces hablas de una forma demasiado
rebuscada. Deberías relajarte. Creo que no podrías llevar bien si no estuviese
siempre tan envarado.
Eh… esto…
volvamos a la historia, por favor.
Pues, ya le he contado cómo la viuda me
temía, así que no me quedaba nada más que hacer en la aldea. Ya no era mi
hogar. Tendría que empezar en alguna otra parte. La soledad dolía, pero no
tanto como el rechazo. Ya hacía años que era una huérfana. Así que mis opciones
eran o ir hacia la gran ciudad de Tabar o adentrarme en el desierto, como mi
padre, buscando Balaok, el oasis a dónde tantas veces había ido. ¿Sería de
Balaok mi madre? Una parte de mi quería buscar respuestas en el desierto, pero
era una locura. Los saqueadores acababan de estar en la aldea, estarían rondando
por allí. Me habían llamado Adharif y todo eso, sí, pero les tenía miedo,
terror más bien. En circunstancias normales el viaje a Balaok era un trayecto
peligroso de muchos días de camino en las arenas y yo casi no tenía comida, y toda
el agua que podía transportar eran tres calabazas. Opté por Tabar. Llegar a la
gran ciudad tampoco era sencillo. Ya había un rey en la ciudad, y los señores
de la guerra eran los que lo habían puesto en el trono, de forma que, en teoría
.ya no había combate entre las ciudades, pero yo sabía que no era realmente
así. Aquí y allá bandas de libertos que no se consideraban representados por el
rey asaltaban a los viajeros y tomaban lo que podían. Y había desertores de la
invasión fallida del Sultán, que procuraban sobrevivir como podían. Incluso
quedaban algunos reductos armados de los viejos amos de las minas, grupos de
mercenarios y soldados que aún pensaban que el nuevo régimen iba a caer, que la
esclavitud regresaría y que todo sería como antes.
¿Y todos esos
peligros eran mejor opción que el desierto?
Realmente no has viajado por el desierto,
¿verdad?
No.
Tenemos que hacer ese viaje algún día,
aprenderás muchas cosas. Tabar era mejor opción, y además fue una suerte para
mí. De forma que cogí mis escasas pertenencias y me encaminé hacia las montañas
distantes, en busca de la gran ciudad de Tabar, antigua como la tierra misma y
con un rey nuevo como toda la época que me había tocado vivir.
¿Son muy altas
las montañas de Tabar?
Oh, sí. Hermosas y coronadas de nieve, no
hay nada parecido por aquí en el sur aunque me han dicho que las de Balidram
son así. En cualquier caso nada comparado con el Gran Akaram. Eso sí que es una
montaña. No se ve desde Tabar, pero en cuanto uno viaja por la arenas hacia el
norte de pronto su cumbre negra se yergue en el horizonte.
Es negra
porque está por encima de todas las nubes. Hay quien dice que está incluso por
encima del aire.
No entiendo cómo puede estar por encima del
aire. ¿No hay aire por todas partes? Pero lo de que el Gran Akaram atraviesa
las nubes y se eleva más allá se ve en toda su majestuosidad en los días claros
del verano del norte. Bajo su cumbre una tormenta eterna iluminada por
frecuentes rayos marca el punto en el que las nubes han abandonado la intención
de escalarlo. Es una imagen que resulta difícil dejar de mirar al principio.
Lo he visto.
¿En serio?
Sí. No he
viajado por el desierto, pero viví una parte de mi infancia en Al Hassim.
Desde allí es difícil verlo, las montañas
rojas lo ocultan, la visión más espectacular es desde las ruinas de Talesmel,
pero incluso desde Al Fartha o desde Alcamisso merece la pena echarle un
vistazo.
Veo que realmente
habéis estado en muchas partes. Lo de las ruinas de Talesmel es particularmente
interesantes. Tendrá que contármelo.
Muy bien. Pues resulta que…
Mañana,
mañana. Hemos estado bastante tiempo hablando por hoy y tengo un par de cosas
urgentes que terminar. No le importa, ¿no?
Como veas, aunque estoy deseando contestar a
todas sus preguntas y así empezar el aprendizaje.
La veo muy
confiada en que la aceptaremos.
Me quieren aquí, eso está claro, y aunque me
teman, creo que no renunciarán a mí. Además como dijeron los saqueadores, soy
una ‘adharif’, y la suerte me acompaña.
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