10.11.13

Shamsia 8

Les he debido asustar un poco, ¿no?

¿Lo dice por la joven hechicera Hadjara? Es una favorecida del Liceo de la Runa Defensora, exp…

Experta en bloquear magia, así que les he debido asustar un poco.

A algunos sí, he de reconocerlo. El informe de Hadamari demuestra que usted, señorita Adharif, tiene el potencial de ser tan peligrosa como un arma de asedio.

Y a ti, ¿te asusto?

No, sinceramente. Creo que fuese usted a explotar llevándose por delante a media ciudad ya le habría pasado, no es usted una adolescente, ha habido tiempo suficiente para que una inestabilidad tan grande como la que les preocupa a los demás se hubiese ‘expresado’. Hadjara, por favor, déjanos a solas, no creo que corra ningún riesgo.

No sé yo, si empieza a llamarme vieja, tal vez sí que corra algún riesgo.

Yo no quería decir… o sea, no es que…

Tranquilo, no tienes nada que temer mientras no me preguntes la edad. De todas formas no la sé. No del todo al menos. Mi padre nunca me la dijo antes de morir. Usted sí la sabe, ¿no?

Treinta y uno. Hadjara, realmente no es necesaria. Gracias.

Menos mal que se ha ido, me resulta bastante molesta tenerla pegada todo el tiempo. Me parecía usted más joven. Tal vez debería dejarse barba.

Oh, no, no, me sale una barba ridícula, cosa de la familia Imdahane, no somos de buenas barbas. Como mucho puedo lucir bigote. Me extraña que le moleste Hadjara, me han dicho que es de lo más discreto
.
Sí, y sosa, y aburrida, fría como la nieve maligna del desierto. Me recuerda enteramente a una nívea. Y, por favor, no se deje bigote, los hombres con bigote que he conocido eran todos unos engreídos.

Los hechiceros de la Runa Defensora, son, bueno, serios. Son defensores, protectores, guardianes, nunca se dejan llevar por arrebatos. Al menos la mayoría, pero no creo que por eso se pueda decir que Hadjara sea una nívea.

Tiene razón, la única nívea que he conocido era mucho más sensual y ardiente, en eso tiene razón.

¿Ha conocido…

Sí, es una historia interesante. ¿Quiere que se la cuente hoy?

No, prefiero continuar en dónde lo dejamos. Fue usted expulsada de su aldea y entonces, ¿qué ocurrió?

Me puse a andar por el roquedal que rodeaba nuestra aldea; pero, ¿a dónde iba a ir? A parte del pozo de la aldea, según la época puede haber días y días de camino sin agua. Así que cuando me rehíce un poco, que fue más o menos a la mañana siguiente, después de pasar la noche a la intemperie, pensé en regresar al menos a mi choza a recoger alguna cosa. Mis cabras no estaban, y una parte de mi gritaba que tenía que ir a recogerlas, que alguien tenía que cuidarlas, pero y ¿si me encontraban y me apedreaban? Había decidido vivir. Si el padre de Kareem pensaba que merecía vivir, ¿por qué no hacerlo? Cogí algo de ropa vieja de abrigo de mi padre, que me venía enormemente grande, los dos zurrones y las tres calabazas de agua. Encontré unas botas viejas de mi padre. Eran buenas. Era imposible que pudiese calzarlas, pero tal vez en una ciudad pudiese cambiarlas por algo que me viniese bien. Saqué también la daga que mi padre tenía escondida. Con todo aquello tal vez podría llegar a Tabar, si no me topaba con saqueadores de alguna clase, o con alguno de los lagartos del roquedal.

Un viaje peligroso.

Tabar no es para concubinas de harén, no. Pero no podía dejar de pensar en el Macho, y en Vieja Manchada o en Blanca. ¿Cómo iba a dejarlas sueltas por ahí? Entonces pensé en la viuda Meryem.

Eso parece igual de arriesgado. Ella tampoco te apoyó cuando se descubrió tu condición en la aldea.

Me costaba pensar que ella… pero tienes razón. No podía acercarme a su casa, que estaba en el mismo centro de la aldea, pero sabía por dónde solía estar el chaval que llevaba su rebaño y por dónde le llevaba la comida del medio día, así que la esperé por allí. Ella apareció con un pan negro y uno de sus guisos en una pequeña olla de barro. Salí a su encuentro y ella gritó. No sólo gritó, dejó caer la olla de barro y el pan y retrocedió de espaldas hasta que casi se cae por culpa de una piedra grande.

Te temía.

Intenté decirle que no iba a hacerle daño, pero no me escuchó. Sólo temblaba. Me acerqué un poco y ella chilló y agarró una piedra del suelo. Yo misma empecé a estar asustada. No porque me lanzase algo, sino por el rechazo. Me arrodillé delante de ella y empecé a farfullar cosas sin mucho sentido. Cosas de que era la misma, de las cabras, y todo eso. Creo que ni siquiera me escuchó, me lanzó la piedra. Ni se acercó; pero su rechazo estaba claro. Me saltaron las lágrimas.

Lamento que aquella mujer no pudiese entender lo que tenía delante.

Soy realmente Adharif, no sé cómo, pero lo soy. Esa mujer que tanto me había cuidado cuando perdí a mi padre, sabía muy bien lo que era. Un vástago de las hechiceras de Numsia, una niña del desierto, un demonio que podría gobernar a los saqueadores que tantas muertes habían causados. Aquella mujer sabía que yo era un enemigo. Soy un Adharif, no soy una persona normal.

Pero no en un sentido monstruoso, Shamsia. Hay otros espontáneos por ahí, y son tan humanos como usted y como yo. De hecho usted debería sentirse orgullosa de su probable ascendencia de Numsia. Esas mujeres son sabias y poderosas.

E impulsaron al pueblo del desierto a la guerra.

Algunas de ellas, no todas. Ya debe saber que una de las facciones era favorable a la guerra y la otra acabó como prisionera. No eche la culpa a toda la cultura de la ciudad oculta.

La facción de fuego los lanzó a la guerra, y no creo que creas que yo provengo de las mujeres de la facción del agua, ¿verdad?

No ya… pero…

No se esfuerce. Si realmente soy una descendiente de aquella ciudad por mis venas corre la sangre de la guerra y de la destrucción. La viuda Meryem tenía razón en temer lo que soy. Pero con el tiempo he aprendido que no tenía razón para temerme a mí. Me han dicho que hay una familia en la ciudad que tiene trolls como servicio doméstico, ¿es cierto?

Sí, una antigua familia de cazadores, pero sólo son un pequeño puñado, no sé si llegan a ser cinco.

Los trolls son bestias formidables, cazan a los viajeros que se pierden en el desierto y se los comen. Los he visto actuar en Al Fartha. Y sin embargo aquí no se duda de que puedan ser buenos sirvientes.

No crea, no crea. Algunos no están nada cómodos viviendo cerca de los Nafialtib. Nada cómodos.

Entiendes lo que quiero decir.

Sí, perdóneme, sí lo entiendo. Los aldeanos tenían razón al temer lo que son su gente. Las hechiceras de ojos rojos; pero aun así era un error temerla a usted.

Cada uno debe hacerse responsable de lo que hace y debe ser juzgado por ello, no por la familia o grupo del que proviene.

Eso, Shamsia, probablemente sea demasiado pedir. Pero puedo asegurarte que el lugar de este mundo donde más cerca podrás estar de eso es en esta ciudad. Los magos apreciamos a los que demuestran su talento y su inteligencia. Ha habido grandes personalidades de la historia de los hechiceros que han salido directamente de las capas más bajas de la sociedad. Puedes verlo en el pequeño museo que acabamos de reabrir con las estatuas parlantes rescatadas de la vieja ciudad.

Es una de las cosas que me atrajeron de vuestra oferta. Me habían dicho que ha habido muchos hechiceros encumbrados cuyos padres no eran nada, incluso esclavos.

Así es.

Pero las familias también existen en esta ciudad. Su apellido, por ejemplo, Imdahane, no es importante y usted no es precisamente el mejor situado. Y eso que se dice que su madre es alguien que tuvo un papel secreto pero fundamental en la Gran Guerra de la que tanto hablan. Y sin embargo fíjese cuántos Ben Hamir, Ibn Allah o Al Quazid hay en el Consejo de la Ciudad. Fíjese cómo viven los jovencitos de esas familias. No, lo siento pero no, joven Imdahane, en esta ciudad también prejuzgan tu calidad por tu origen. Aquí el apellido es tan importante como en cualquier otra parte.

No puedo negar eso. Pero también se aprecia el talento, y cuánto más tiempo esté con nosotros más se dará cuenta de lo mucho que es así. Los jovencitos Ibn Allah o Al Quazid pueden creer que su vida está solucionada, que si no se esfuerzan verán como no es así. El talento y el trabajo son imprescindibles en esta ciudad, ya lo eran en la antigua, pero en ésta aún lo es más. El Kean y los suyos lo favorecen
.
¿Por qué se le llama Kean y no Emir?

Kean es el equivalente a Emir en la lengua antigua, y los gobernantes de este reino proceden de una dinastía tan vieja como dicha lengua. Han retomado muchas costumbres de la antigüedad, el título y en nombre del reino es sólo una de ellas, pero la más significativa es el retorno al politeísmo. Sin embargo son una casa moderna en muchos aspectos, han prohibido la esclavitud, por ejemplo, son favorables al conocimiento y al diálogo. Los hechiceros no nos encontramos incómodos con ellos. Pero, ¿le importa si regresamos a su historia?

De acuerdo. Supongo que a menudo soy más curiosa de lo que me conviene.

En eso también es diferente esta ciudad. Por lo general la curiosidad es un defecto en casi todas partes, pero aquí la consideramos una virtud, probablemente la más importante en cercana competencia con la prudencia.

A veces hablas de una forma demasiado rebuscada. Deberías relajarte. Creo que no podrías llevar bien si no estuviese siempre tan envarado.

Eh… esto… volvamos a la historia, por favor.

Pues, ya le he contado cómo la viuda me temía, así que no me quedaba nada más que hacer en la aldea. Ya no era mi hogar. Tendría que empezar en alguna otra parte. La soledad dolía, pero no tanto como el rechazo. Ya hacía años que era una huérfana. Así que mis opciones eran o ir hacia la gran ciudad de Tabar o adentrarme en el desierto, como mi padre, buscando Balaok, el oasis a dónde tantas veces había ido. ¿Sería de Balaok mi madre? Una parte de mi quería buscar respuestas en el desierto, pero era una locura. Los saqueadores acababan de estar en la aldea, estarían rondando por allí. Me habían llamado Adharif y todo eso, sí, pero les tenía miedo, terror más bien. En circunstancias normales el viaje a Balaok era un trayecto peligroso de muchos días de camino en las arenas y yo casi no tenía comida, y toda el agua que podía transportar eran tres calabazas. Opté por Tabar. Llegar a la gran ciudad tampoco era sencillo. Ya había un rey en la ciudad, y los señores de la guerra eran los que lo habían puesto en el trono, de forma que, en teoría .ya no había combate entre las ciudades, pero yo sabía que no era realmente así. Aquí y allá bandas de libertos que no se consideraban representados por el rey asaltaban a los viajeros y tomaban lo que podían. Y había desertores de la invasión fallida del Sultán, que procuraban sobrevivir como podían. Incluso quedaban algunos reductos armados de los viejos amos de las minas, grupos de mercenarios y soldados que aún pensaban que el nuevo régimen iba a caer, que la esclavitud regresaría y que todo sería como antes.

¿Y todos esos peligros eran mejor opción que el desierto?

Realmente no has viajado por el desierto, ¿verdad?

No.

Tenemos que hacer ese viaje algún día, aprenderás muchas cosas. Tabar era mejor opción, y además fue una suerte para mí. De forma que cogí mis escasas pertenencias y me encaminé hacia las montañas distantes, en busca de la gran ciudad de Tabar, antigua como la tierra misma y con un rey nuevo como toda la época que me había tocado vivir.

¿Son muy altas las montañas de Tabar?

Oh, sí. Hermosas y coronadas de nieve, no hay nada parecido por aquí en el sur aunque me han dicho que las de Balidram son así. En cualquier caso nada comparado con el Gran Akaram. Eso sí que es una montaña. No se ve desde Tabar, pero en cuanto uno viaja por la arenas hacia el norte de pronto su cumbre negra se yergue en el horizonte.

Es negra porque está por encima de todas las nubes. Hay quien dice que está incluso por encima del aire.

No entiendo cómo puede estar por encima del aire. ¿No hay aire por todas partes? Pero lo de que el Gran Akaram atraviesa las nubes y se eleva más allá se ve en toda su majestuosidad en los días claros del verano del norte. Bajo su cumbre una tormenta eterna iluminada por frecuentes rayos marca el punto en el que las nubes han abandonado la intención de escalarlo. Es una imagen que resulta difícil dejar de mirar al principio.

Lo he visto.

¿En serio?

Sí. No he viajado por el desierto, pero viví una parte de mi infancia en Al Hassim.

Desde allí es difícil verlo, las montañas rojas lo ocultan, la visión más espectacular es desde las ruinas de Talesmel, pero incluso desde Al Fartha o desde Alcamisso merece la pena echarle un vistazo.

Veo que realmente habéis estado en muchas partes. Lo de las ruinas de Talesmel es particularmente interesantes. Tendrá que contármelo.

Muy bien. Pues resulta que…

Mañana, mañana. Hemos estado bastante tiempo hablando por hoy y tengo un par de cosas urgentes que terminar. No le importa, ¿no?

Como veas, aunque estoy deseando contestar a todas sus preguntas y así empezar el aprendizaje.

La veo muy confiada en que la aceptaremos.


Me quieren aquí, eso está claro, y aunque me teman, creo que no renunciarán a mí. Además como dijeron los saqueadores, soy una ‘adharif’, y la suerte me acompaña.

No hay comentarios: