18.4.14

44.2

No se trata de morriña. No. No soy una persona que añore el pasado, ni que viva en él, al menos no muy a menudo. No soy de esas personas que recuerdan una infancia ideal, llena de historias de fantasía, héroes, unicornios o mariposas. Tampoco es que haya tenido una niñez fatídica y oscura, ni nada parecido. Recuerdo un poco de todo: historias imaginadas que fueron el germen de mis escritos y también confusión, dudas y muchas quejas sobre mis despistes y mi torpeza. Me sentía un niño torpe, inútil para los deportes, pero no era triste, porque adoraba cosas que la mayor parte de los niños no. Cosas de mayores. Supongo que era un empollón, tal vez un niño algo repipi, o más bien redicho. Recuerdo haber leído un montón de libros ya en aquel entonces, primero cuentos de todas clases y luego obras para críos, justo antes de empezar a leer todas las obras de Julio Verne. 

Pero lo cierto es que no recuerdo gran cosa. La mayor parte de mi pasado está olvidado, desdibujado. Tan sólo sobreviven pequeñas islas, escenas sueltas pero significativas. Eso va a hacer más complicado escribir este libro. Tal vez lo haga imposible, pero qué más da. A fin de cuentas esto no es más que el efecto de andar derrapando una vez más, así que no importa si no se queda más que en unos párrafos pobremente hilados. Simplemente ha llegado el  momento de contar cómo los coches de mi pueblo derrapan sin derrapar cuando los santos bailan con las vírgenes. Pueblo no, ciudad. Tengo que acordarme.

Pero, ¿qué puedo contar en realidad? Siempre he querido escribir. No, no es eso. Siempre he escrito. Frecuentemente he tenido que escribir. No es algo que pueda dejar. No es algo que pueda evitar. Es parte de mí. La gente dice que no escribo mal, a algunos incluso les ha gustado mucho lo que escribo. Los editores dicen que no tengo suficiente gancho.  Probablemente no escribo lo  bastante bien, y tan sólo sea eso, pero a veces pienso que no he vivido suficiente. Recuerdo películas sobre escritores en los que se dice “un escritor sólo es lo que ha vivido”, recuerdo libros que he leído sobre escribir en los que los autores cuentan cómo es su memoria lo que conforma sus historias, lo que impulsa sus personajes; que no hay ni uno de ellos que no sea una transfiguración de ellos mismos o de alguien que han conocido. Muchos escritores parecen haber tenido una juventud loca, bohemia, repleta de errores, de fiestas y de tragedias interesantes de contar. Así que, ¿qué puede contar un empollón más bien formalito que encima tiene mala memoria? Un hijo mayor responsable con los recuerdos llenos de agujeros, como una película de celuloide vieja y quemada. No es tan difícil de responder: sólo puedo contar lo que he vivido y sólo aquello que pueda resultar mínimamente interesante. Probablemente no tenga nada vivido interesante, pero, al menos, tengo cosas que me han apasionado, para bien o para mal. Y eso es lo que intentaré que llene todas estas páginas.

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