¿De dónde habían salido todas
esas naves y ese gusto por lo espacial? Pues realmente no lo sé. Recuerdo
remotamente la serie Space: 1999, con esa improbable luna disparada hacia el
espacio sideral como si fuese una de las naves de salto de Star Trek viajando a
velocidad warp. Recuerdo a Maya, la alienígena que salía en la serie. Sin
embargo mis padres me han contado que ya estaba enganchado antes a otra serie
espacial, Thunderbirds, que era de marionetas. Al parecer hasta coleccionamos
un álbum de los muñecos que aún anda por mi casa. He de reconocer que no
recuerdo nada de aquello, pero claro, ni siquiera entiendo como puede ser dado
que la serie acabó en la televisión británica cuatro años antes de que yo
naciese. ¿Puede ser que desde la cuna me interesasen los cohetes y el espacio? Tal
vez no, tal vez aquel álbum sea de una de mis tías o tíos y eso fuese lo único
que vi. O tal vez si, tal vez es algo que lleve en los genes. Seré algo
marciano, o friki del espacio, que es algo bastante parecido.
Recuerdo, desde luego, el primer
Galáctica, y de ese sí que recuerdo haber hecho el álbum de cromos; pero claro
eso es muy posterior, del 78. Más o menos de la misma época, y que también recuerdo
como muy cercano, como algo que me dejó marcado fue La fuga de Logan. Pero ya
me estoy acercando demasiado en el tiempo.
Después de aquellos comics o
bosquejos de comics, recuerdo que hubo unos cuadernos de lomo de tela, pastas
de cartón y hojas con finas líneas azules impresas. Eran unos cuadernos
gruesos, un tanto bastos pero que me gustaban, era casi como tener tu propio
libro, un libro de verdad, pero ansioso por ser escrito. Los primeros cuadernos
recuerdo que se llenaron con historias completamente deslavazadas no muy
diferentes de los pobres bocadillos de los tebeos, y con esa letra redondilla e
impersonal que enseñan a los niños. Así de crío era. O al menos eso recuerdo
con mi pobre memoria agujereada. Al tiempo que mi letra se iba afilando
acercándose a mis amenazadoras agujas y garras de ahora, las historias
empezaron a tener algo de sentido, estar hiladas como si mis letras agujas las
estuviesen hilvanando.
Pero me estoy adelantando demasiado.
Demasiado de las historias y muy poco de las mujeres, y he prometido que iba a
mezclar ambas cosas. Mi primer recuerdo con las mujeres es haber rechazado a
una junto a una pista de tenis. Fue cuando era guapo. Sí, hubo una temporada en
la que era un chaval rubio de ojos claros que llamaba la atención. Supongo que
estaba pegando el estirón y parecía flaco, y claro, aún no se me notaba
separación de dientes y tenía todos los pelos. Supongo que era por eso, pero lo
cierto es que una tarde en la que estábamos en un club al que íbamos, se me
acercó una niña y me dijo que su amiga quería salir conmigo.
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