29.4.14

44.9

Pero lo más importante de aquellos recitales fue que me sacaron del cascarón; bueno, dejémoslo en que lo quebraron un poco. El teatro tenía mucho más que aportarme, y aún le quedaba un buen trecho para transformar al empollón gafotas ensimismado y centrado en el conocimiento en un empollón gafotas con algo de vida. ¿Y mujeres? ¿Aportó el teatro algo relativo a las mujeres? Sí, bueno… en realidad algo más adelante, no es que no hubiese mujeres interesantes en aquellas primeras actuaciones, pero supongo que ninguna me llamó poderosamente la atención. Por aquel entonces la mujer que me parecía más atractiva era la hermana mayor de las dos hijas de unos conocidos de mis padres. ¡Qué cintura tenía aquella mujer, madre mía! ¡Y qué mala leche! Era una mujer de armas tomar, lo que ya iréis viendo que en mi caso gana muchos puntos. Recuerdo perfectamente un día en una de esas playas en los bordes de la carretera que unen mi ciudad con la capital, en el que fuimos con ellas. Yo era ese niño mono al que querían como novio junto a la pista de basket y ella… menudo bikini, recuerdo perfectamente que no podía creer que tuviese aquella figura. Probablemente es por el tiempo transcurrido y por el calentón que tenía en aquella época apenas sofocado por la chica del ron, pero juraría que no he vuelto a ver jamás una mujer con esa cintura.  Ni a ninguna otra ni a esta que desde que me vine a la gran ciudad ya no he sabido nada más de ella. Uhm… a ver si por Facebook. Veamos… esto de las tecnologías modernas es la leche, sino fuese porque participo en ellas me sorprenderían. Qué aburrida la próxima generación de empollones despistados y desmemoriados, ¿no? Las redes sociales lo recordarán todo por ellos, y este libro en su caso se limitará a un enlace a su timeline. Una sosería. A ver esta mujer, que me disperso. Sí, mírala aquí está, con niña y todo, claro. Habrá que pedirle amistad. Por supuesto nunca pasó nada con la mujer de la cintura de avispa, mayor que yo y con todo ese poderío, ¿qué iba a pasar? Al menos nunca se cogía el pelo en una cola de caballo, que si no estaría lamentándolo aún hoy.

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