21.7.14

44.12

Enfrentándose al público

Más o menos en la misma época en la que andaba en el colegio recitando poesía o cantándola, ocurrió mi segundo enfrentamiento con el ‘público’ en esta ocasión como autor. Como ya he dicho llevaba escribiendo toda la vida, pero no dejaban de ser cosas que sólo leía yo, o yo y mi hermana, creo que ni siquiera llegaron a leerlas mis padres, aunque ya no estoy seguro de eso. Pero ocurrió que mi madre quería representar una obra tradicional de guiñol, de esas en las que hay un héroe con una cachiporra, un malo, una princesa, etc… Mi madre hacía obras con los niños en el colegio, toda clase de obras, desde danza hasta guiñol y yo le tenía especial aprecio al guiñol. Cuando éramos muy pequeños la cocina de la casa de mis padres y el lavadero –había un lavadero de verdad con pila de piedra y todo, pero ahora sólo hay una lavadora- estaban separadas por una puerta de madera, que tenía la peculiaridad de tener una ventana incrustada dentro, con cristal y una tapa de madera. Siendo muy pequeños, o en mi cabeza nos veo muy pequeños, hacíamos muñecos de guiñol de guante con cabezas de papel maché, normalmente usando papel de estraza. Recuerdo que pintábamos las cabezas nosotros mismos y supongo que mi madre cosía los cuerpos. Abriendo la ventana de la puerta ya teníamos un teatro de guiñol. Nosotros en la habitación del lavadero y nuestros primos sentados en la cocina. Recuerdo haber improvisado historias de guiñol absurdas al menos durante mis cumpleaños, supongo que con mi hermana de acompañante.

Por eso el teatro de guiñol me he especialmente querido, por eso y por lo que voy a contar y por lo que pasó algo después, pero ya llegaremos a eso. La cosa es que mi madre quería recrear una de esas piezas de guiñol de héroes y cachiporras. Ella recordaba más o menos las claves de cómo eran aquellas obras, despistes, persecuciones, victoria del héroe, etc… todo muy Propp, esos elementos básicos, casi incivilizados y mucha, mucha interacción con el público. La cosa es que le dije ‘yo te la escribo’. Y lo hice. Era una obrilla de muy pocas páginas, en la que el héroe era un tanto brutote y pensada para que los niños chillaran y participaran a más no poder. Ya no recuerdo si hubo una versión escrita a mano, la que yo recuerdo eran unas hojas mecanografiadas con la Olivetti verde de mi padre.


Mi primera obra de verdad, destinada a ser leída por más gente, destinada a ser representada fue por lo tanto una obra de teatro, bueno de guiñol, salvaje y fue todo un éxito. Recuerdo que se representó varias veces a lo largo de los años y que siempre se escuchaban a los niños chillándole al héroe para que los malos no lo pillasen desprevenido.

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