Día Trigésimo Séptimo del mes de las
Flores del año 208
Hoy no he visto en todo el día Djamila, supongo que
me propasé ayer. Las otras mujeres de la casa tampoco han estado muy amables,
pero ya me preocuparé a su debido tiempo. Ahora lo que importa es que ya he
empezado a poner en práctica las indicaciones del maestro Massud. Un desayuno
fuerte, con mucho ajo. Luego y aún a primera hora una caminata de dos horas. Un
almuerzo con muchas verduras y huevos con una generosa cantidad de jengibre y
cúrcuma. Una tabla de ejercicios como el que no lo he visto hacer más que a los
soldados. Más caminata. Una comida con bastantes proteínas y finalizada con un
postre de nata hervida. Una caminata justo tras terminar. Un descanso con
meditación y mientras se beben dos litros de una infusión que no me ha querido
decir de qué es. Y tras eso algo de trabajo en mi manual de hierbas locales,
seguido de una cena a base de líquidos, sobre todo zumos y a la cama muy
temprano.
Pensaba que me iba a costar mucho irme a dormir tan
pronto y con tan poco en el estómago. Siempre he sido de buena cena y de
quedarme hasta muy tarde, pero la verdad es que el ejercicio físico me ha
dejado tan cansado que me he quedado dormido.
Día Trigésimo Octavo del mes de las Flores
del año 208
Me duele todo. Y mis botas no son tan cómodas como
había creído. Sólo he caminado en serio dos días y tengo todos los pies
plagados de ampollas. He pedido corteza de avellana pelosa, para las ampollas,
la mezclaré con malvas para hacer una infusión con la que lavarme los pies,
pero me temo que además voy a necesitar hierba del mudo, porque aunque pensaría
en corazón de ciervo para la cicatrización de las bojigas que se me han
abierto, pero me temo que el corre-cabras más bien me provocaría visiones de
elefantes rosas y zombies voladores. Pero lo más importante es encontrar un
calzado más adecuado para poder seguir cuánto antes con el régimen de caminatas
que me ha recetado el maestro Massud. Mañana sin falta tengo que enterarme qué
clase de calzado usan los pastores de por aquí.
Día Trigésimo Noveno del mes de las Flores
del año 208
Los pastores se han estado burlando de mí todo el
día. Me han llamado de todo: pies blanditos, muchachita de las botas altas,
mediquito de pies ligeros, corderito de pies de seda… pero al final me han
dejado para que probase varios calzados. Los que parecen más cómodos para andar
son unas alpargatas de esparto y lana, pero creo que voy a pasar bastante frío
con ellas. Uno de ellos, por un precio excesivo, me ha vendido unas botas con
un relleno de blancada que igual acaba siendo la mejor opción. No ha salido a
andar de todas formas, me duelen bastante los pies, así que he redoblado mis esfuerzos
con el resto de los ejercicios. Con mi forma física seguro que me luxo algo o
me sale un dolor de articulaciones inexplicable.
No he conseguido hablar con ella en todo el día.
Empiezo a preocuparme.
Día Tercero del mes de los Vientos del año
208
Las cosas se me han torcido estos últimos días. Primero
ha sido el tema de Djamila, mientras intentaba curarme las ampollas para
probarme las alpargatas, la viuda entró en mi habitación y empezó a
interrogarme sobre mis intenciones para con ella. Mis intenciones. Y yo que sé,
ni lo había pensado. Lo malo es que se me ocurrió decírselo, y entonces el
mundo parecía que iba a acabarse. Empezaron los insultos y juraría que incluso
los llantos de Djamila en alguna otra parte. Luego han aparecido más mujeres
que ni conozco no sé muy bien de dónde y han empezado a gritarme todas, tirarme
de la ropa, y yo que sé más. Hubiese sido más sencillo decirles que ni lo había
pensado porque por lo que sé, puedo empezar a morirme mañana mismo, y que si
Djamila tuviese la desgracia de casarse conmigo tendríamos hijos que morirían
jóvenes entre dolores insoportables. Hubiese sido más sencillo y sobre todo
menos doloroso. Al rato de recibir insultos y empujones, mi mano derecha se
volvió loca. Empezó a moverse de forma absurda y al final se colocó en una
posición imposible que me hizo arrodillarme de dolor. Las mujeres callaron y me
miraban con espanto, y mientras ellas decidían si huir o rematarme, un ataque
nuevo apresó mi espalda, me retorcí en el suelo mientras rogaba que acabasen
con mi vida. Perdí el conocimiento por el dolor y no me desperté hasta mucho
después. Massud estaba dándome friegas con un aceite que olía a pescado podrido
por todo el cuerpo. Al darse cuenta de que me había despertado, me dijo, que ya
no me preocupase por mi secreto que ahora ya lo sabía todo el pueblo. Le dije
que no debía haberlo hecho, y para castigarme se puso a enderezarme la mano
usando su fuerza y el mismo aceite con olor a muerto. Volví a desmayarme.
Cuando me desperté ya al día siguiente, casi de
noche, estaba prácticamente desnudo y Djamila estaba dándome friegas con el
mismo aceite. Había estado llorando, eso era más que evidente. Se esforzaba en
presionar cada músculo, supongo que siguiendo instrucciones de Massud. La dejé
hacer, en parte porque estaba agotado, y en parte porque me gustaba verla y
sentirla así de cerca. Cuando me masajeó los pies aún con algunas heridas de
andar, no pude dejar de quejarme y ella paró. Me miró sin mirarme. Retorcía el trapo
aceitoso entre sus dedos ya grasientos. Su piel del color de la avellana, se
veía hermosa así bruñida y con los reflejos de los candiles. Al rato de
permanecer en silencio, me pidió perdón con media voz, y me dijo que no lo
sabía. Intenté incorporarme pero no pude, así que desde la cama le dije que la
que tenía que perdonarme era ella, que tenía que habérselo dicho y que nunca
debía haberla besado. Ella se enjuagó una lágrima y dijo muy bajito que el beso
había estado bien. Yo no sabía muy bien que decir. Ella se levantó de donde
estaba y me dijo que descansara, al tiempo que me besaba la frente. Tras salir
del cuarto la escuché sollozar. Entonces lloré yo también, no por ella, sino
por mi madre y por otras muchas mujeres del valle, que habrían estado sintiendo
lo mismo que Djamila a lo largo de las generaciones.
Poco a poco me he sentido mejor. En realidad, la
recuperación ha sido bastante más rápida de lo que podía imaginar. Sea lo que
sea el aceite apestoso de Massud funciona, al menos en este estadio de la enfermedad.
Día Cuarto del mes de los Vientos del año
208
Hoy me ha visitado Massud, me ha curado las heridas
del pie y me ha dado consejos sobre el tipo de calzado que debo usar. Luego ha
revisado mi araña de la muñeca y me ha obligado a levantarme y a hacer
ejercicio. La viuda ha intentado impedirlo, pero Massud la ha echado de la
habitación de malas maneras.
Cuando he terminado y mientras Massud me daba de
nuevo masajes con el aceite apestoso, que por cierto, es un aceite de
corazoncillos muertos, muy diluido en aceite de linaza y grasa de lana. Le he
preguntado si mi enfermedad estaba avanzando a mucha velocidad y si me quedaba
muy poco tiempo. Él me ha contestado que no necesariamente, aunque el mal de
Kamaj es muy imprevisible. Me ha contado que el mal reacciona de esta manera al
tratamiento que me estaba administrando. Que cuanto más fuerte me fuese
poniendo en esta primera fase, más probable se volvían ataques repentinos y muy
dolorosos, así que el hecho de que me hubiese dado tan rápido uno podía ser
hasta buena señal. Le dije que podía haberme avisado, a lo que ha contestado
que no quería asustarme antes de empezar y que otras sorpresas desagradables me
esperarían más adelante. He debido poner cara de terror -no puedo remediarlo,
soy un cobarde, no resisto bien el dolor; porque me ha dicho que ya me había avisado
de que probablemente no soportaría el tratamiento. Le he preguntado si sería
posible mitigar el dolor con opio o hierba de Omira Okal, y me ha dicho que las
drogas que redujesen el dolor están completamente contraindicadas en el caso el
mal de Kamaj. En general aceleran y empeoran el mal y que siguiendo el
tratamiento que estaba siguiendo fumar cualquiera de esas cosas harían todo mi
esfuerzo inútil. Pero me dijo, que ya pensaría en algo si el dolor se me volvía
insoportable.
Justo antes de salir me ha tocado el hombro y me ha
dado ánimos. Menudo cambio desde hace unas semanas a ahora. Eso sí, justo
después me ha dicho que se acabaron las tonterías y que mañana regresaba a las
caminatas sí o sí. Pobres de mis pies.
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