12.11.14

Majid. 11

Día Quinto del mes de los Vientos del año 208

Las alpargatas dan demasiado frío. Hice la caminata matutina con ellas, pero me tuve que volver enseguida a calentarme los pies. Y pensar que estamos en el mes de los vientos, o de la arena, como lo llaman por aquí. Deberíamos estar buscando la sombra y bebiendo té muy caliente a estas alturas aquí al borde del desierto central. Al menos ha abierto un poco la mañana y casi casi que se podía decir que asomaba el sol. A ratos y muy tímido, eso sí. Como si le diese vergüenza estar retrasándose tanto. Las pocas veces que las nubes le dejaban, eso sí, se mostraba como lo que debería ser, un sol de verano.

No me he dado cuenta de que lo estoy escribiendo con minúsculas. Nunca he sido un hombre demasiado pío, pero antes no me cabía ninguna duda de que el brillante disco solar en el cielo era el Sol, con mayúsculas, Al Kars, nuestro Dios. Pero llevo meses viéndolo oculto tras las nubes, débil. Claramente Dios nos ha dado la espalda, ha dejado de mirar a sus sacerdotes, no sé por qué exactamente, ya que por muchos pecados que hubiésemos cometido siempre nos habían dicho que los hombres píos, los eremitas y los doctores de la fe, guardaban por nuestros espíritus. ¿Algo tan mundano como la guerra entre dos príncipes que se dicen a la vez ser el sultán, el guardián de la fe y el rey de los sacerdotes, puede haber hecho que Dios nos haya dado la espalda? Recuerdo allá en el valle a un anciano que ya no servía para nada más, que nos leía las iluminaciones sagradas –sí, mejor las escribo así con minúsculas ya- del muláh Ben Jarid, el más famoso y sabio de Balidram. En aquellos textos se cantaba a Dios como luz pura, como justicia no contaminada, capaz de castigar a cada hombre o de premiarlo según su merecimiento. ¿Acaso no queda nadie lo bastante pio como para merecer una primavera? En cualquier caso sé, demasiado bien, que no es mi caso. Yo sí que no merecía una primavera, soy un hombre descreído y que en pos de una vida más larga deseaba fortuna y poder, dinero y respeto, hasta lograr por esos medios lo que mi piedad sería incapaz de proporcionarme.

Para mí no habrá primavera, a no ser que plante mis propias flores y trabaje la tierra helada con fervor. Yo tendré que buscar mi salvación por mis propios medios, alcanzarla con mis fatigados pies.

Por cierto, las botas de blancada sí que funcionan, mejor incluso que las alpargatas, hice una buena compra.

Día Décimo tercero del mes de los Vientos del año 208

No he vuelto a escribir en este diario desde hace demasiado tiempo. He estado completamente centrado en mi régimen y en mis ejercicios. Tan centrado que casi no aparecía por casa y cuando regresaba era cenar y a la cama de inmediato.

Me siento cada vez más sereno y más fuerte. El entrenamiento empieza a notarse, o al menos eso pensaba, hasta que ayer empezó a acompañarme en mis caminatas Djamila y descubrí que comparado con ella soy lento y me quejo demasiado. Estas mujeres montaraces son demasiado duras.

Voy conociendo a todo el mundo de por aquí. Ya puedo distinguir muchas de las marcas del ganado, sobre todo las de los propietarios con más cabezas. Y empiezo a entender cómo las diversas familias se agrupan a lo largo de las colinas. Aún no tengo claro si los Osramán son una reciente incorporación a esta comunidad o los últimos en llegar. Hay diferencia, claro, de una familia Osramán a otra, pero en general está claro el patrón que los sitúa más lejos del ganado que de las actividades más centrales, más… cómo expresarlo, de apoyo al resto de la comunidad. Algunos como Abdul están completamente centrados en el Pozo y el trabajo del agua. Otros son artesanos de muchas cosas a los que los demás compran desde calzado hasta cerámica. Algunos, como la viuda, simplemente alquilan habitaciones en el centro del pueblo. Incluso hay uno, para mi sorpresa, que hace préstamos y cambia moneda. Es increíble la cantidad de monedas de épocas remotas y lugares sorprendentes que tienen en su colección privada. En otras regiones no me cabría duda de que los Osramán son los jefes del pueblo, pero está claro que no es exactamente así. No tienen una guardia, ni se encargan de recoger de forma centralizada los impuestos del jeque de Al Ossi. No hacen juicios, ni dirimen disputas. Si lideran esta comunidad no lo hacen ostentando un cargo público ni un título de la corte. Parecen más bien, los herederos de un grupo de artesanos cualificados que hubiese venido a parar a un pueblo de ganaderos.

Djamila se aburre. Dice que no me alejo nunca de las proximidades del pueblo y que todo esto está demasiado visto, que debería estar mareado de dar tantas vueltas por los mismos lugares. Le he preguntado que por dónde quería ir. Y tras pensarlo un poco me ha dicho que al valle de las ruinas.

Ya me habían hablado de él cuando llegué a Yarim, y de hecho había pensado visitarlo, pero con todo el ajetreo, la enfermedad y el ataque me había olvidado. Se trata de una caminata de todo el día. Hay que salir muy temprano, casi de noche aún, y encaminarse a las montañas hasta encontrar un valle que en algún momento debió ser muy fértil y donde aún se alzan ruinas de los antiguos señores de estas tierras, los castis, probablemente. La mayor parte de la madera de Yarim se corta por un camino, montaña arriba que sale de ese valle, de forma que allí suele haber campamentos de leñadores o simplemente de gente con necesidad de madera. Pero también es un lugar de acceso complicado y ya me avisaron que es fácil perderse por las montañas. Por no hablar de que ir y regresar en el mismo día es demasiado cansado, y es más adecuado hacer noche allí. Todo esto le dije a ella, con sentimientos encontrados, en realidad quería ver esas ruinas, pero me daba mucha pereza ir hasta allí. Así que una parte de mí esperaba que ella descartarse la idea y la otra mitad esperaba que encontrase una solución a todos aquellos inconvenientes.

Esta mañana me ha presentado a la solución, se llama Jalal y es un pastor de la familia de los Dabiles, uno a sueldo que recoge el ganado de aquellos que por una u otra razón no puede llevarlo a pastar por sí mismo y los lleva más allá de los pastos privados, normalmente montaña a arriba. Jalal es además conocido por responsable, así que es un acompañante aceptado por la viuda, y, he aquí lo más sorprendente, el plan es que los tres, sin ovejas ni nada, subamos hasta el valle de las ruinas, cargados con una única tienda y que pasemos allí dos noches. Dos noches, nada menos. Mucha confianza debe despertar Jalal. De esta forma la excusión no es demasiado pesada y puedo recrearme e incluso dibujar alguna de las ruinas que allí arriba se esconden.

Djamila está encantada con la idea, así que no me queda otra que decir que sí a todo. Saldremos en dos días.

Día Décimo carto del mes de los Vientos del año 208

Lo de la excusión tenía algunas trampas ocultas. Jalal va a cobrar de mi bolsillo, claro, y además tengo que hacerme cargo de la compra de la tienda, de al menos un pellejo para agua y de alquilar una mula. Da la casualidad, qué sorpresa, que otro Dabiles, Achmud, primo de Jalal y amigo de infancia de Djamila tiene una tienda de acampar en el desierto y que no piensa usar más, así como puede alquilarnos una de sus mulas. Estos pueblerinos tontos tontos no son.

Por suerte tengo más dinero del que puedo gastar a no ser que la cura de Massud funcione; así que gustosamente cedo ante los precios excesivos que Jalal me indica y que Djamila tampoco discute. En algunos instantes siento un poco de zozobra que no me atrevo a calificar de celos.

He subido a visitar al viejo tras dejarme vaciar los bolsillos y hemos estado hablando. Me ha dicho que la excursión merece la pena, que procure ver todos los rincones ocultos del valle, que al parecer hay muchos. Le he dicho que quiero llevarme un cuaderno y dibujar las ruinas, le ha parecido bien pero me ha animado a buscarme entretenimientos más vigorosos. Cuando me he dado cuenta de a qué me refería creo que me he ruborizado y no he acertado a contestar. No puede estar hablando en serio.

Por suerte, no he tenido que contestarle, ya que enseguida ha sacado un viejo cuaderno de herbología, de cuando él llegó a la región por primera vez. Me lo ha prestado y me ha marcado en un pequeño mapa las zonas de hierbas más interesantes desde Yarim hasta el valle de las ruinas. Ha insistido que lo quiere de vuelta entero y sin más manchas, y me ha encargado algunas plantas que me ha dicho que servirán para la segunda parte de mi tratamiento.


¿Ya? Él se ha reído y me ha dicho que aún no, pero que muy pronto y que hay que irse preparando.

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