19.11.14

Majid. 16

Corrió al lado de ellos, pero ella le exigió que nunca le dijese a Chizia que no era sólo su doctor. Ella no quería que su hijo sufriese por sus pecados, que no se viese menoscabado en su posición por culpa de lo que ella hubiese hecho mal. Y él, a su pesar, le hizo la promesa. Pero no había cura para un Kamaj, así que hubo de inventarla. Tardó tres años más, en los que viajó por todas partes, en hacerse una idea, y dos dolorosos años en probar con alternativas hasta la que funcionó. Para entonces Chizia tenía treinta y cinco y su enfermedad estaba muy avanzada.

Massud me preguntó entonces que qué pensaba yo del mal. Le dije que por lo que sabía afectaba al sistema nervioso. Me preguntó si era una enfermedad física, y le contesté que no, o al menos no sólo, que era más bien algo relacionado con la cabeza, con la mente. Y me lo confirmó, me dijo que así era, que tenía una componente mental, del espíritu, lo mismo que una locura, lo mismo que el mal de Rabbuh. Me explicó que por eso había fallado todos antes que él, ya que tratando como habíamos hecho hasta ahora, sólo el cuerpo, sólo se lograba acelerar la parte espiritual y empeorar la enfermedad. Así que había descubierto que había que tratar al espíritu, pero de una forma muy profunda, como las trepanaciones que yo realizaba, pero aún más profunda. Esto le llevó al camino de las técnicas de hipnosis que se practicaban en Talesmel, entre los hechiceros de la ilusión.

Ahora sé, que para poder curarme no sólo tiene que tratar mi cuerpo y hacerlo más fuerte, sino que tiene que convencer a mi mente, de auténtica, completa, de que estoy curado del mal que la aflige. Para ello va a hacerme tomar algunas sustancias que debilitarán mis concepciones, mis más arraigadas creencias, y luego atacará aquellas que tiene que erradicar porque están relacionadas con la enfermedad. No es sencillo. Y por eso quería contármelo. Chizia, su hijo, alcanzó la curación. La curación completa, física y mental. Pero el tratamiento mental te hace ver cosas, te enfrenta con alucinaciones esporádicas a tus peores temores. Chizia se curó del mal de los Kamaj, pero su mente quedó inestable, fracturada por esos temores, esos miedos, y acabó suicidándose dos años después.

Esa es la razón por la que huyó de Balidran, por la que huyó de su profesión y se escondió en este lugar remoto. Por huir de sus fracasos. Él había hecho morir a su hijo, le había perdido y con él también a la mujer con la que lo había tenido. Por eso, tampoco había querido aplicarme el tratamiento a mí en un principio.

Le pregunté que si entonces acabaría loco igual, que si era una lucha perdida de antemano, y él me dijo que no sólo yo era más joven y la enfermedad estaba mucho menos avanzada en mí que en su hijo, sino que había visto una fuerza, unas ganas de vivir que no había visto en él. Había depurado sus fórmulas, y había practicado mucho la hipnosis con las cabras e incluso con las parturientas, así que él pensaba que tenía una oportunidad; pero que cabía la posibilidad de que fuese inútil, y que podría acabar como su hijo, muerto en su locura. Me dijo que sólo yo podría decidir si merecía la pena el riesgo o no.

Ahora tengo que decidirme, pero sólo puedo decir que aún me lo estoy pensando.


Día Trigésimo cuarto del mes de los Vientos del año 208

He de reconocer que no lo tenía nada claro. Me asusta casi más la locura que la muerte. He sido hakin especializado en la mente y he visto casos que te hacían desear que el paciente muriese y dejase en paz a su familia y a él mismo. Así que he estado a punto de tirar la toalla. Decirle que no a Massud, volverme al valle y dejar pasar los días con la mirada puesta en los picos nevados de las montañas hasta que la enfermedad me lleve a los cielos, a volar con los cóndores entre esos picos remotos. Pero mientras me hacía a la idea del breve resto de mi vida allí en el valle, he imaginado la insistencia de mi madre para que dejase en el mundo otro Kamaj condenado, y cómo me habría negado hasta que ya no hubiese podido, porque mi madre siempre se sale con la suya. Entonces he imaginado a una dulce prima Kamaj, resignada y acostumbrada, siendo designada como la madre de mis hijos. He imaginado sus lágrimas, como las de Djamila, al verme empeorar, tal vez ya moribundo con nuestro hijo condenado aún en su vientre y me he dado cuenta de que no puedo hacer llorar a otra mujer por mí. No quiero que otra Kamaj cuide en su viudez un bello cuadro de mi rostro y que lo salude por las mañana.

No puedo regresar al valle, así que qué podría hacer. Dedicar el resto de mi vida a viajar y ver el mundo, gastando mis ahorros mientras poco a poco la enfermedad me lleva; pero qué mundo voy a ver sino este lleno de dolor de un invierno antinatural, un mundo que tal vez está apagándose como yo mismo. Además no soy un hombre al que le gusten demasiado los viajes, de hecho, ya he tenido bastantes viajes para el resto de mi vida.

Podría buscarme una ciudad cómoda pero lejana, tal vez en el norte, mejor una con mar, como Salasem, vivir ahí como un exiliado al que no le importan los gastos. Pero, ¿para qué?

Cuánto más lo pensaba más clara era la respuesta, si voy a morir mejor luchar, intentar el tratamiento aunque me lleve a la locura. Pero no acababa de decidirme, hasta esta mañana. Esta mañana Djamila ha estrenado thobe nuevo, negro, por supuesto, pero muy hermoso, con hilos de plata y otros bordados. Le he dicho que estaba muy guapa, y se ha puesto tan contenta que he entendido que para ella soy importante. Es una chica hermosa, demasiado joven tal vez, para mí, pero es una chica fuerte que cree que puedo vivir, no es una prima Kamaj resignada a la viudedad. Quién sabe, tal vez yo sí que pueda vivir, tal vez pueda tener la esperanza de pasar largos años con una mujer hermosa y valiente como Djamila.

Y así lo he decidido, penando en que aunque el tratamiento vaya mal, tal vez pueda dejarle el dinero que no necesitaré a la viuda, para que aunque sea sin mí, Djamila pueda tener una dote decente y escoger el hombre al que realmente quiera, uno mejor que yo, un sano pastor de cabras negras como el Dios del Mal.

Massud me ha dado las primeras dosis de mi nueva medicación. La tengo aquí delante y quería terminar de escribir esta entrada en el diario antes de comérmela.


Día Trigésimo quinto del mes de los Vientos del año 208

La medicación no es tan mala como pensaba. Ya me dijo Massud que íbamos a empezar con muy poca dosis y la iríamos subiendo. La verdad, anoche cuando me tomé la primera dosis estaba temiendo que los monstruos de debajo de mi cama de infancia asomaran de nuevo de entre las sábanas, pero nada de eso ocurrió.

En realidad, me siento más relajado que nunca, y más tranquilo. Por lo demás no he notado nada en absoluto. Esto no va a ser tan malo como creía.

Massud me ha dicho que siga con las caminatas y los ejercicios y que el primer día del mes del Calor empezaremos con la hipnosis.

Me siento esperanzado.

Día Trigésimo sexto del mes de los Vientos del año 208

Escribo rápidamente una nota, porque no voy a escribir en unos días. Me siento tan a gusto, que voy a bajar con Djamila, Jalal y una de las hermanas de Jalal, hasta la capital del jecado, a Al Ossi. Quiero comprar más tinta de colores para mi libro de hierbas, y la verdad, estoy pensando en comprarle algo bonito a Djamila. Últimamente  he estado pensando mucho en ella.

Volveremos a tiempo para empezar las sesiones de hipnosis con Massud.


Día Tercero del mes del Calor del año 208

Al final la visita a Al Ossi se alargó un poco más de lo esperado. Ahora que tengo esperanzas, he visto la ciudad del Jeque con otros ojos. Cuando pasé por allí buscando a Massud, la encontré triste y provinciana, una ciudad para olvidar. No sé si será por el color que ha traído el verano y la luz que se ha abierto paso por entre las nubes, si será mi nueva esperanza o si será la medicación, pero lo cierto es que ahora me ha parecido hermosa.

Al Ossi es una ciudad coqueta, con varias mezquitas pequeñas, pero alicatadas de hermosos azulejos blancos y azul cielo. Por todas partes domina el dátil y la palmera datilera, la principal producción en esta tierra de las colinas del califato de Al Jorath; pero en Al Ossi, a diferencia de Oyara, no se dedican en exclusiva al dátil, ahora lo sé. Además de los hermosos azulejos pintados, que son la especialidad de la ciudad, he visto hermosos trajes realizados con toda clase de materiales, desde lino y algodón, a lana y piel, he visto joyeros artesanos que aunque imagino que no serán comparables a los del lejano norte, crean hermosos collares y pendientes como los que le he comprado a Djamila.

En definitiva, espero ir muchas más vece a nuestra cercana capital.


Massud hoy estaba ocupado con un problema de la oveja, así que empezaremos mañana temprano con la primera sesión de hipnosis.

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