Corrió al lado de ellos, pero ella le exigió que
nunca le dijese a Chizia que no era sólo su doctor. Ella no quería que su hijo
sufriese por sus pecados, que no se viese menoscabado en su posición por culpa
de lo que ella hubiese hecho mal. Y él, a su pesar, le hizo la promesa. Pero no
había cura para un Kamaj, así que hubo de inventarla. Tardó tres años más, en
los que viajó por todas partes, en hacerse una idea, y dos dolorosos años en
probar con alternativas hasta la que funcionó. Para entonces Chizia tenía
treinta y cinco y su enfermedad estaba muy avanzada.
Massud me preguntó entonces que qué pensaba yo del mal.
Le dije que por lo que sabía afectaba al sistema nervioso. Me preguntó si era
una enfermedad física, y le contesté que no, o al menos no sólo, que era más
bien algo relacionado con la cabeza, con la mente. Y me lo confirmó, me dijo
que así era, que tenía una componente mental, del espíritu, lo mismo que una
locura, lo mismo que el mal de Rabbuh. Me explicó que por eso había fallado
todos antes que él, ya que tratando como habíamos hecho hasta ahora, sólo el
cuerpo, sólo se lograba acelerar la parte espiritual y empeorar la enfermedad.
Así que había descubierto que había que tratar al espíritu, pero de una forma
muy profunda, como las trepanaciones que yo realizaba, pero aún más profunda.
Esto le llevó al camino de las técnicas de hipnosis que se practicaban en
Talesmel, entre los hechiceros de la ilusión.
Ahora sé, que para poder curarme no sólo tiene que
tratar mi cuerpo y hacerlo más fuerte, sino que tiene que convencer a mi mente,
de auténtica, completa, de que estoy curado del mal que la aflige. Para ello va
a hacerme tomar algunas sustancias que debilitarán mis concepciones, mis más
arraigadas creencias, y luego atacará aquellas que tiene que erradicar porque
están relacionadas con la enfermedad. No es sencillo. Y por eso quería
contármelo. Chizia, su hijo, alcanzó la curación. La curación completa, física
y mental. Pero el tratamiento mental te hace ver cosas, te enfrenta con
alucinaciones esporádicas a tus peores temores. Chizia se curó del mal de los
Kamaj, pero su mente quedó inestable, fracturada por esos temores, esos miedos,
y acabó suicidándose dos años después.
Esa es la razón por la que huyó de Balidran, por la
que huyó de su profesión y se escondió en este lugar remoto. Por huir de sus
fracasos. Él había hecho morir a su hijo, le había perdido y con él también a
la mujer con la que lo había tenido. Por eso, tampoco había querido aplicarme
el tratamiento a mí en un principio.
Le pregunté que si entonces acabaría loco igual,
que si era una lucha perdida de antemano, y él me dijo que no sólo yo era más
joven y la enfermedad estaba mucho menos avanzada en mí que en su hijo, sino
que había visto una fuerza, unas ganas de vivir que no había visto en él. Había
depurado sus fórmulas, y había practicado mucho la hipnosis con las cabras e
incluso con las parturientas, así que él pensaba que tenía una oportunidad;
pero que cabía la posibilidad de que fuese inútil, y que podría acabar como su
hijo, muerto en su locura. Me dijo que sólo yo podría decidir si merecía la
pena el riesgo o no.
Ahora tengo que decidirme, pero sólo puedo decir que
aún me lo estoy pensando.
Día Trigésimo cuarto del mes de los
Vientos del año 208
He de reconocer que no lo tenía nada claro. Me
asusta casi más la locura que la muerte. He sido hakin especializado en la
mente y he visto casos que te hacían desear que el paciente muriese y dejase en
paz a su familia y a él mismo. Así que he estado a punto de tirar la toalla.
Decirle que no a Massud, volverme al valle y dejar pasar los días con la mirada
puesta en los picos nevados de las montañas hasta que la enfermedad me lleve a
los cielos, a volar con los cóndores entre esos picos remotos. Pero mientras me
hacía a la idea del breve resto de mi vida allí en el valle, he imaginado la
insistencia de mi madre para que dejase en el mundo otro Kamaj condenado, y
cómo me habría negado hasta que ya no hubiese podido, porque mi madre siempre
se sale con la suya. Entonces he imaginado a una dulce prima Kamaj, resignada y
acostumbrada, siendo designada como la madre de mis hijos. He imaginado sus
lágrimas, como las de Djamila, al verme empeorar, tal vez ya moribundo con
nuestro hijo condenado aún en su vientre y me he dado cuenta de que no puedo
hacer llorar a otra mujer por mí. No quiero que otra Kamaj cuide en su viudez
un bello cuadro de mi rostro y que lo salude por las mañana.
No puedo regresar al valle, así que qué podría
hacer. Dedicar el resto de mi vida a viajar y ver el mundo, gastando mis
ahorros mientras poco a poco la enfermedad me lleva; pero qué mundo voy a ver
sino este lleno de dolor de un invierno antinatural, un mundo que tal vez está
apagándose como yo mismo. Además no soy un hombre al que le gusten demasiado
los viajes, de hecho, ya he tenido bastantes viajes para el resto de mi vida.
Podría buscarme una ciudad cómoda pero lejana, tal
vez en el norte, mejor una con mar, como Salasem, vivir ahí como un exiliado al
que no le importan los gastos. Pero, ¿para qué?
Cuánto más lo pensaba más clara era la respuesta,
si voy a morir mejor luchar, intentar el tratamiento aunque me lleve a la
locura. Pero no acababa de decidirme, hasta esta mañana. Esta mañana Djamila ha
estrenado thobe nuevo, negro, por supuesto, pero muy hermoso, con hilos de
plata y otros bordados. Le he dicho que estaba muy guapa, y se ha puesto tan
contenta que he entendido que para ella soy importante. Es una chica hermosa,
demasiado joven tal vez, para mí, pero es una chica fuerte que cree que puedo
vivir, no es una prima Kamaj resignada a la viudedad. Quién sabe, tal vez yo sí
que pueda vivir, tal vez pueda tener la esperanza de pasar largos años con una
mujer hermosa y valiente como Djamila.
Y así lo he decidido, penando en que aunque el
tratamiento vaya mal, tal vez pueda dejarle el dinero que no necesitaré a la
viuda, para que aunque sea sin mí, Djamila pueda tener una dote decente y
escoger el hombre al que realmente quiera, uno mejor que yo, un sano pastor de
cabras negras como el Dios del Mal.
Massud me ha dado las primeras dosis de mi nueva
medicación. La tengo aquí delante y quería terminar de escribir esta entrada en
el diario antes de comérmela.
Día Trigésimo quinto del mes de los
Vientos del año 208
La medicación no es tan mala como pensaba. Ya me
dijo Massud que íbamos a empezar con muy poca dosis y la iríamos subiendo. La
verdad, anoche cuando me tomé la primera dosis estaba temiendo que los
monstruos de debajo de mi cama de infancia asomaran de nuevo de entre las
sábanas, pero nada de eso ocurrió.
En realidad, me siento más relajado que nunca, y
más tranquilo. Por lo demás no he notado nada en absoluto. Esto no va a ser tan
malo como creía.
Massud me ha dicho que siga con las caminatas y los
ejercicios y que el primer día del mes del Calor empezaremos con la hipnosis.
Me siento esperanzado.
Día Trigésimo sexto del mes de los Vientos
del año 208
Escribo rápidamente una nota, porque no voy a
escribir en unos días. Me siento tan a gusto, que voy a bajar con Djamila,
Jalal y una de las hermanas de Jalal, hasta la capital del jecado, a Al Ossi.
Quiero comprar más tinta de colores para mi libro de hierbas, y la verdad,
estoy pensando en comprarle algo bonito a Djamila. Últimamente he estado pensando mucho en ella.
Volveremos a tiempo para empezar las sesiones de
hipnosis con Massud.
Día Tercero del mes del Calor del año 208
Al final la visita a Al Ossi se alargó un poco más
de lo esperado. Ahora que tengo esperanzas, he visto la ciudad del Jeque con
otros ojos. Cuando pasé por allí buscando a Massud, la encontré triste y
provinciana, una ciudad para olvidar. No sé si será por el color que ha traído
el verano y la luz que se ha abierto paso por entre las nubes, si será mi nueva
esperanza o si será la medicación, pero lo cierto es que ahora me ha parecido
hermosa.
Al Ossi es una ciudad coqueta, con varias mezquitas
pequeñas, pero alicatadas de hermosos azulejos blancos y azul cielo. Por todas
partes domina el dátil y la palmera datilera, la principal producción en esta
tierra de las colinas del califato de Al Jorath; pero en Al Ossi, a diferencia
de Oyara, no se dedican en exclusiva al dátil, ahora lo sé. Además de los
hermosos azulejos pintados, que son la especialidad de la ciudad, he visto
hermosos trajes realizados con toda clase de materiales, desde lino y algodón,
a lana y piel, he visto joyeros artesanos que aunque imagino que no serán
comparables a los del lejano norte, crean hermosos collares y pendientes como
los que le he comprado a Djamila.
En definitiva, espero ir muchas más vece a nuestra
cercana capital.
Massud hoy estaba ocupado con un problema de la
oveja, así que empezaremos mañana temprano con la primera sesión de hipnosis.
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