24.11.14

Majid. 19

Día Noveno del mes Sagrado del año 208

Todos estos días he estado pensando mucho, más bien recluido en mí mismo. En parte he escogido esta reclusión parcial porque las visiones que me provoca la ensalada del alma, parecen haberse desvanecido mientras permanezco en mi cuarto, pero me siguen persiguiendo ahí fuera. He seguido con el tratamiento, desde luego, y no puedo sino no celebrar la confianza de Massud en mi curación, pero los días se me hacen largos sin ella. Para aplacar esta necesidad que me empieza a parecer insana he estado haciendo listas y planes. ¿Sería bueno para ella? ¿Sería bueno para mí? ¿Cuánta infelicidad puedo traer a este mundo que ya parece maldito si decido unirla a mi vida y unirme yo a su casi sin iniciar vida?

He llegado a la conclusión de que sólo una cosa me frena de ofrecerle a la viuda, ese supuesto pago que los balidranos daríamos para desposar a nuestras mujeres, los hijos. Creo que no puedo soportar la idea de ver a mis hijos morir jóvenes si yo vivo. Mas, si yo vivo, por qué no habrían de hacerlo ellos. La pregunta es tan evidente que me avergüenzo de no haberla hecho antes. Cuando salí de mi valle me dije a mí mismo que no salía solo por mí, sino que iba en pos de la solución del Mal de Kamaj, que lograría que todos allá arriba se curasen; pero acaso no he estado pensando en mí mismo y sólo en mí mismo desde entonces.

Mirando atrás, incluso estos últimos días, no he estado haciendo otra cosa que preocuparme por mí mismo. Eso no está bien. Y es tan fácil tener la confianza para tener una vida con Djamila, basta con que logre del viejo el secreto de la curación. En realidad no conozco el tratamiento. Hay infusiones que estoy tomando que no sé lo que son. Las proporciones de otras me son desconocidas. Pero sobre todo el procedimiento. ¿Cómo reconocer lo que necesitaría otro enfermo de Kamaj? ¿Cómo saber si el tratamiento ha ido bien o mal? ¿Cómo saber si debo aumentar esto o aquello? Y por supuesto, tendré que aprender el arte de la hipnosis.

He estado tan ocupado compadeciéndome de mí mismo que he ignorado que debo aprender a curar a otros. Mañana mismo empezaré a persuadir al viejo de que me enseñe sus secretos.


Día Décimo del mes Sagrado del año 208

No pensé que su negativa fuese tan rotunda. Entiendo que sólo tuvo éxito una vez. Entiendo que en realidad no sabemos si los cambios que ha hecho para mí son acertados o si acabaré muriendo, pero por eso mismo, ¿qué más da? Si lo de Chizia fue casualidad, si yo acabo muriendo, ¿qué peligro representaría que yo conociese el tratamiento si no estaría vivo para aplicárselo a nadie más?

Hay algo más, pero no entiendo lo que es.

Día Undécimo del mes Sagrado del año 208

Esta mañana mientras desayunaba, se me ocurrió que tal vez Massud temiese que dejase el tratamiento escrito en mis libros y que de esta forma fuese no ya yo, sino otros que en el futuro lo encontrasen, el que aplicasen un tratamiento fallido, tal vez peor que la enfermedad –aunque no lo siento así en mi cuerpo- a otros pacientes. Así que le he llevado mis dos diarios y le he pedido que los arroje al fuego si quiere, pero que me dé la opción de sanar a otros. Me ha mirado con cansancio, sí no puedo explicarlo de otra forma, y me ha dicho que no estoy siendo racional. Le he dicho un montón de cosas entonces, pero él me ha detenido y me ha dicho que me callase.  Lo he hecho y tras un buen rato en silencio ha aceptado empezar a enseñarme, que no era necesario destruir los libros, porque si el tratamiento funcionaba dónde pretendía guardar el conocimiento. Tenía razón, no estaba siendo racional.

Pero me ha exigido paciencia, y en este caso quiere decir que me enseñará lo que tengo que saber poco a poco y no aceptará más prisas. Me ha amenazado incluso, con dejar el tratamiento completamente, es decir, dejar de curarme, si volvía con más exigencias o si pretendía acelerar cualquier cosa.

He aceptado, aunque con miedo de mi propio carácter que a veces es melancólico y que últimamente me ha parecido colérico, con miedo de que por mucho que lo pretenda no pierda el control, pierda el tratamiento, la vida y una vida con ella.


Día Duodécimo del mes Sagrado del año 208

Hoy hemos empezado a aprender la primera cosa del tratamiento. Hierbas y sus proporciones. He llegado a primera hora a su casa, y me ha mandado de vuelta al monte. Me ha dicho que sin el ejercicio no había aprendizaje. De mala gana he hecho mis trayectos, de prisa, casi corriendo. A la vuelta me he encontrado un montón de notas todas amontonadas sobre la mesa. He estado a punto de decirle que si se estaba burlando de mí, pero me he contenido. Él ha aparecido con una taza de té humeante y me ha pedido disculpas por ser tan desordenado. En ese momento estaba seguro de que lo estaba haciendo a propósito, pero parece que no. Vivir tanto tiempo en un pueblo tan remoto como éste, dificulta tener acceso a una buena provisión de papiros, así que ha estado tomando sus notas durante años cómo ha podido y dónde ha podido.

Sin embargo, pronto ha empezado a enseñarme cosas prácticas. En uno de esos papiros del montón, me ha señalado la fórmula de la primera infusión que empecé a tomar. Tiene bastantes más cosas de lo que había imaginado.

Le he preguntado por la ensalada del alma, que es lo que ahora me interesa más, pero me ha dicho que tenga paciencia. Así que me he aguantado y hemos estado revisando uno por uno los componentes de la infusión. He aprendido un buen montón de cosas de esas yerbas, cosas que había entendido mal y que eran incorrectas en mis propias notas.

Al final de la tarde ha estado la parte más interesante. Le he preguntado por el Pozo Putrefacto, y se ha prodigado en detalles. Me ha dicho que cree que en alguna parte debajo de la tierra en la que estamos hay un volcán dormido desde el principio de los tiempos, y que su calor sale a borbotones en varias partes de estas montañas. El agua cálida de las Lágrimas es lo más cercano, pero me ha hablado de otros cuatro lugares entre las montañas además de éstas y del Pozo Putrefacto. Él cree que el volcán está muy cerca o justo debajo de ese charco apestoso. El charco expulsa grandes cantidades de azufre y de alguna forma las plantas de justo ese pequeño trozo de tierra se han adaptado a todo ese azufre. Le he preguntado que cómo es eso posible y me ha dicho que no lo sabe, pero que muchas de las plantas que allí crecen no existen, que él sepa en ninguna otra parte de este mundo, por lo que las cualidades medicinales de estas son únicas.

Le he preguntado que qué pasaría si entonces ardiese la pradera allí y me ha dicho que esas cualidades se perderían para siempre. Le he dicho que me resultaba extraña la idea de unas plantas que sólo existiesen en un lugar, en un lugar pequeño, que cómo sería posible que Dios se hubiese parado a crear este lugar en concreto, tan único y tan frágil. Y ahí ha empezado la conversación más interesante que he tenido en años. Él ha reconocido que tampoco cree que eso sea posible, y que debe haber otras formas en la que los animales y las plantas hayan cambiado, tal vez para adaptarse a las condiciones del contexto en el que viven, después de la creación. Una idea bastante herética, desde luego, pero que para ambos tenía sentido. Hemos discutido con mucho detalle de cuáles podrían ser los mecanismos en la que estos cambios acontecerían y a lo único que hemos llegado es a que no sabemos lo suficiente de cómo las características de cada planta o animal cambian, o se heredan.

Mi padre y sus hermanos eran fuertes, y yo no lo soy. Ahora estoy intentando mejorar mi salud, mi forma física, ¿heredarán estas mejoras mis hijos si llego a tenerlos con Djamila? Es un tema que me interesa y mucho. Aquellos que se dejan atrapar por la dejadez, por la vagancia, o por las drogas, ¿perjudican a sus descendientes? ¿Es posible que mis antepasados me hayan legado el mal por sus faltas? Y de ser así, ¿cuáles de mis antepasados? ¿Tal vez el mismo fundador, el héroe destructor del dragón?

Me cuesta imaginar al poderoso Kamaj, conquistador del Valle, asesino del monstruo, luego dejarse llevar por los vicios hasta legarnos esta maldición.

Al regresar a la casa he sufrido de una intensa alucinación muy desagradable. Había una fiesta en una de las casas, creo que era una petición de mano. Se escuchaba música y había muchos candiles decorados en el pasto de la casa. Me he acercado a ver quién era y he visto a Azfal, salir tal vez para aclararse la garganta, o para refrescarse. Iba a ir a saludando, cuando ha girado la cabeza para mirarme en la oscuridad y entonces mi mente ha imaginado sus ojos brillando como los de un animal, como los de los lobos, pero de un rojo fuego. Mi corazón se ha acelerado recordando la pesadilla del otro día y entonces la alucinación ha ido a peor. Me ha parecido que en la sombra su cabeza se ha alargado, le han surgido cuernos altos de macho cabrío.


He huido corriendo y no he parado hasta estar encerrado en mi habitación. Tengo que aprender a controlar mis reacciones a estas alucinaciones.

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