Día Noveno del mes Sagrado del año 208
Todos estos días he estado pensando mucho, más bien
recluido en mí mismo. En parte he escogido esta reclusión parcial porque las
visiones que me provoca la ensalada del alma, parecen haberse desvanecido
mientras permanezco en mi cuarto, pero me siguen persiguiendo ahí fuera. He
seguido con el tratamiento, desde luego, y no puedo sino no celebrar la
confianza de Massud en mi curación, pero los días se me hacen largos sin ella. Para
aplacar esta necesidad que me empieza a parecer insana he estado haciendo
listas y planes. ¿Sería bueno para ella? ¿Sería bueno para mí? ¿Cuánta infelicidad
puedo traer a este mundo que ya parece maldito si decido unirla a mi vida y
unirme yo a su casi sin iniciar vida?
He llegado a la conclusión de que sólo una cosa me
frena de ofrecerle a la viuda, ese supuesto pago que los balidranos daríamos
para desposar a nuestras mujeres, los hijos. Creo que no puedo soportar la idea
de ver a mis hijos morir jóvenes si yo vivo. Mas, si yo vivo, por qué no
habrían de hacerlo ellos. La pregunta es tan evidente que me avergüenzo de no
haberla hecho antes. Cuando salí de mi valle me dije a mí mismo que no salía
solo por mí, sino que iba en pos de la solución del Mal de Kamaj, que lograría
que todos allá arriba se curasen; pero acaso no he estado pensando en mí mismo
y sólo en mí mismo desde entonces.
Mirando atrás, incluso estos últimos días, no he
estado haciendo otra cosa que preocuparme por mí mismo. Eso no está bien. Y es tan
fácil tener la confianza para tener una vida con Djamila, basta con que logre
del viejo el secreto de la curación. En realidad no conozco el tratamiento. Hay
infusiones que estoy tomando que no sé lo que son. Las proporciones de otras me
son desconocidas. Pero sobre todo el procedimiento. ¿Cómo reconocer lo que
necesitaría otro enfermo de Kamaj? ¿Cómo saber si el tratamiento ha ido bien o
mal? ¿Cómo saber si debo aumentar esto o aquello? Y por supuesto, tendré que
aprender el arte de la hipnosis.
He estado tan ocupado compadeciéndome de mí mismo
que he ignorado que debo aprender a curar a otros. Mañana mismo empezaré a
persuadir al viejo de que me enseñe sus secretos.
Día Décimo del mes Sagrado del año 208
No pensé que su negativa fuese tan rotunda.
Entiendo que sólo tuvo éxito una vez. Entiendo que en realidad no sabemos si
los cambios que ha hecho para mí son acertados o si acabaré muriendo, pero por
eso mismo, ¿qué más da? Si lo de Chizia fue casualidad, si yo acabo muriendo,
¿qué peligro representaría que yo conociese el tratamiento si no estaría vivo
para aplicárselo a nadie más?
Hay algo más, pero no entiendo lo que es.
Día Undécimo del mes Sagrado del año 208
Esta mañana mientras desayunaba, se me ocurrió que
tal vez Massud temiese que dejase el tratamiento escrito en mis libros y que de
esta forma fuese no ya yo, sino otros que en el futuro lo encontrasen, el que
aplicasen un tratamiento fallido, tal vez peor que la enfermedad –aunque no lo
siento así en mi cuerpo- a otros pacientes. Así que le he llevado mis dos
diarios y le he pedido que los arroje al fuego si quiere, pero que me dé la
opción de sanar a otros. Me ha mirado con cansancio, sí no puedo explicarlo de
otra forma, y me ha dicho que no estoy siendo racional. Le he dicho un montón
de cosas entonces, pero él me ha detenido y me ha dicho que me callase. Lo he hecho y tras un buen rato en silencio ha
aceptado empezar a enseñarme, que no era necesario destruir los libros, porque
si el tratamiento funcionaba dónde pretendía guardar el conocimiento. Tenía
razón, no estaba siendo racional.
Pero me ha exigido paciencia, y en este caso quiere
decir que me enseñará lo que tengo que saber poco a poco y no aceptará más
prisas. Me ha amenazado incluso, con dejar el tratamiento completamente, es
decir, dejar de curarme, si volvía con más exigencias o si pretendía acelerar
cualquier cosa.
He aceptado, aunque con miedo de mi propio carácter
que a veces es melancólico y que últimamente me ha parecido colérico, con miedo
de que por mucho que lo pretenda no pierda el control, pierda el tratamiento,
la vida y una vida con ella.
Día Duodécimo del mes Sagrado del año 208
Hoy hemos empezado a aprender la primera cosa del
tratamiento. Hierbas y sus proporciones. He llegado a primera hora a su casa, y
me ha mandado de vuelta al monte. Me ha dicho que sin el ejercicio no había
aprendizaje. De mala gana he hecho mis trayectos, de prisa, casi corriendo. A
la vuelta me he encontrado un montón de notas todas amontonadas sobre la mesa.
He estado a punto de decirle que si se estaba burlando de mí, pero me he
contenido. Él ha aparecido con una taza de té humeante y me ha pedido disculpas
por ser tan desordenado. En ese momento estaba seguro de que lo estaba haciendo
a propósito, pero parece que no. Vivir tanto tiempo en un pueblo tan remoto
como éste, dificulta tener acceso a una buena provisión de papiros, así que ha
estado tomando sus notas durante años cómo ha podido y dónde ha podido.
Sin embargo, pronto ha empezado a enseñarme cosas
prácticas. En uno de esos papiros del montón, me ha señalado la fórmula de la
primera infusión que empecé a tomar. Tiene bastantes más cosas de lo que había
imaginado.
Le he preguntado por la ensalada del alma, que es
lo que ahora me interesa más, pero me ha dicho que tenga paciencia. Así que me
he aguantado y hemos estado revisando uno por uno los componentes de la
infusión. He aprendido un buen montón de cosas de esas yerbas, cosas que había
entendido mal y que eran incorrectas en mis propias notas.
Al final de la tarde ha estado la parte más
interesante. Le he preguntado por el Pozo Putrefacto, y se ha prodigado en
detalles. Me ha dicho que cree que en alguna parte debajo de la tierra en la
que estamos hay un volcán dormido desde el principio de los tiempos, y que su
calor sale a borbotones en varias partes de estas montañas. El agua cálida de
las Lágrimas es lo más cercano, pero me ha hablado de otros cuatro lugares
entre las montañas además de éstas y del Pozo Putrefacto. Él cree que el volcán
está muy cerca o justo debajo de ese charco apestoso. El charco expulsa grandes
cantidades de azufre y de alguna forma las plantas de justo ese pequeño trozo
de tierra se han adaptado a todo ese azufre. Le he preguntado que cómo es eso
posible y me ha dicho que no lo sabe, pero que muchas de las plantas que allí
crecen no existen, que él sepa en ninguna otra parte de este mundo, por lo que
las cualidades medicinales de estas son únicas.
Le he preguntado que qué pasaría si entonces ardiese
la pradera allí y me ha dicho que esas cualidades se perderían para siempre. Le
he dicho que me resultaba extraña la idea de unas plantas que sólo existiesen
en un lugar, en un lugar pequeño, que cómo sería posible que Dios se hubiese
parado a crear este lugar en concreto, tan único y tan frágil. Y ahí ha
empezado la conversación más interesante que he tenido en años. Él ha
reconocido que tampoco cree que eso sea posible, y que debe haber otras formas
en la que los animales y las plantas hayan cambiado, tal vez para adaptarse a
las condiciones del contexto en el que viven, después de la creación. Una idea
bastante herética, desde luego, pero que para ambos tenía sentido. Hemos
discutido con mucho detalle de cuáles podrían ser los mecanismos en la que
estos cambios acontecerían y a lo único que hemos llegado es a que no sabemos
lo suficiente de cómo las características de cada planta o animal cambian, o se
heredan.
Mi padre y sus hermanos eran fuertes, y yo no lo
soy. Ahora estoy intentando mejorar mi salud, mi forma física, ¿heredarán estas
mejoras mis hijos si llego a tenerlos con Djamila? Es un tema que me interesa y
mucho. Aquellos que se dejan atrapar por la dejadez, por la vagancia, o por las
drogas, ¿perjudican a sus descendientes? ¿Es posible que mis antepasados me
hayan legado el mal por sus faltas? Y de ser así, ¿cuáles de mis antepasados?
¿Tal vez el mismo fundador, el héroe destructor del dragón?
Me cuesta imaginar al poderoso Kamaj, conquistador
del Valle, asesino del monstruo, luego dejarse llevar por los vicios hasta
legarnos esta maldición.
Al regresar a la casa he sufrido de una intensa
alucinación muy desagradable. Había una fiesta en una de las casas, creo que
era una petición de mano. Se escuchaba música y había muchos candiles decorados
en el pasto de la casa. Me he acercado a ver quién era y he visto a Azfal,
salir tal vez para aclararse la garganta, o para refrescarse. Iba a ir a
saludando, cuando ha girado la cabeza para mirarme en la oscuridad y entonces
mi mente ha imaginado sus ojos brillando como los de un animal, como los de los
lobos, pero de un rojo fuego. Mi corazón se ha acelerado recordando la
pesadilla del otro día y entonces la alucinación ha ido a peor. Me ha parecido
que en la sombra su cabeza se ha alargado, le han surgido cuernos altos de
macho cabrío.
He huido corriendo y no he parado hasta estar
encerrado en mi habitación. Tengo que aprender a controlar mis reacciones a
estas alucinaciones.
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