9.11.14

Majid. 8

Día Noveno del mes de las Flores del año 208

No pienso dejarlo, así que he vuelto de nuevo allí, sobre todo ya a míralo a la cara. Cuando ha venido Djamila a traerme la comida, le he pedido que no se quedase para dejarle claro a Massud que no estoy aquí para pasar el rato. No se ha ido nada contenta, pero tenía que dejarle claro al viejo que estaba allí sólo para mirarle a él hasta revocar su negativa y nada más. Pero como hasta ahora no he tenido éxito, él se ha limitado a comentar que era tonto por decirle que se marchase, que al menos con ella tenía un poco del calor de una conversación femenina. Yo le he dicho que ya estaba lo bastante caliente por el enfado de verme rechazado por él. Y él se ha encogido de hombros.

No me he quedado hasta tarde. Tantos días con el frío de ahí fuera me han afectado un poco y me sentía algo débil. Además quería regresar y enseñarle a Djamila unas ilustraciones de elefantes que encontré ayer en mis libros. Aunque esto segundo ha sido para nada, la viuda me ha dejado claro que la chica no tenía ningún interés en mis ilustraciones.

En fin, otro día será.

Día Décimo séptimo del mes de las Flores del año 208

Hasta hoy no he tenido fuerza para sentarme y coger la pluma. Debería haber recogido esa capa de blancada cuando Massud me la ofreció. Cuando intenté levantarme el día décimo estaba tan enfermo que no pude dar ni dos pasos en la calle antes de desplomarme. Menos mal que Djamila estaba mirando por la ventana para demostrarme, creo, lo enfadada que estaba conmigo, y me ha visto caer al barro.

El resto lo he vivido medio inconsciente. Las mujeres de la casa me han arrastrado a dentro, a mi cama y creo que me han desnudado y lavado. He dormido mucho. He tomado mucho caldo y luego algunas infusiones. He intentado dar mi propio diagnóstico y pedir mis propias infusiones pero no me han hecho ningún caso. Pero podría reconocer la mano de un hakin en las cosas que me han ido dando, así que sospecho que Massud ha estado atendiéndome aunque sin verme en persona.

Creo que ha sido una gripe. Cuadran casi todos los síntomas, aunque nunca había sufrido una tan fulminante. Sólo espero que se trate de una versión local que he pillado ya aquí, no me perdonaría haberles traído una enfermedad de alguna parte de mis viajes y que hubiese estado incubando. En realidad lo que espero es que se trate sólo de una gripe. A fin de cuenta incluso entre las ruinas de Al Jorath  y Oyara nos atacó aquel zombie solitario de noche y si no llega a ser por la afilada cimitarra de mi guía no lo hubiese contado. Un cuerpo a medio corromper por mucho que camine, sigue siendo una fuente probable de toda clase de enfermedades.

Djamila ha estado por aquí cerca de mi cama casi todo el tiempo. He estado bastante preocupado por ello. Al menos una vez que he estado suficientemente lúcido para pensarlo. Ha estado poniéndome paños húmedos para bajar mi fiebre, me ha dado de comer caldos e incluso ha estado sosteniendo mi mano mientras temblaba por la calentura. Me he acostumbrado un poco a mirar sus ojos de dátil, su tez del color de la arena y su pelo recogido con un fez negro sobre él. Hoy, que ya estoy mejor, no está conmigo y la echo en falta.


Día Décimo octavo del mes de las Flores del año 208

Me levanto sólo para escribir un poco en este diario. Los síntomas de mi enfermedad que ya estoy casi seguro de que es una gripe, aún me dejan desfallecido en cuanto asomo mi nariz a cualquiera de las puertas de la casa. Quién iba a decirme que yo, un hijo de las montañas, iba a verme sometido por el frío de una primavera invernal. Soy algo más enclenque que la mayoría de los Kamaj, pero aun así, he pasado inviernos duros allá en el valle, inviernos en los que la nieve enterraba nuestra casa casi por completo hasta hacerla parecer una colina de nieve y no recuerdo haber estado tan afectado por la tos y los dolores articulares. Al menos no parece que haya contagiado a nadie de la casa. Es un alivio.

Acaba de entrar Djamila con un caldo y unas infusiones. Dejo de escribir que ayer dijimos que íbamos a mirar las ilustraciones de mis libros.


Día Vigésimo del mes de las Flores del año 208

Me encuentro bastante mejor. Estos dos últimos días más que estar convaleciente, han sido días de recogimiento y descubrimiento de Djamila. Primero estuvimos viendo mis libros de medicina, botánica y zoología. Le atrajeron sobre todo los libros de zoología, y preguntó muchísimos detalles sobre los elefantes y sobre las sierpes tronadoras del pantano. Estas segundas le parecieron un animal tan extravagante que simplemente las consideró una invención. Nunca había pensado que una serpiente de la longitud de tres elefantes, tan alta como un burro, decenas de patas, que puede usar tanto para correr veloz como para nadar a aún más velocidad en las aguas cenagosas y que pueda dañar a sus presas con el poder del rayo fuese un animal tan difícil de creer. La verdad es que leyéndolo en lo que acabo de escribir sí que suena un poco a cuento; pero las sierpes del pantano siempre han estado ahí en el borde norte de nuestro reino, así que nadie en Balidram las pone en cuestión, aunque sólo haya visto de ellas, como yo, ejemplares disecados o cráneos. A fin de cuentas un lagarto gigante, volador, acorazado como un guerrero para la batalla y que escupe fuego por la boca es igualmente poco verosímil y, sin embargo nadie cuestiona en el mundo la existencia de los dragones, aunque no hayamos visto ninguno en nuestra vida, al menos de cerca.

Luego estuvimos comparando las hierbas de mis libros de botánica con las hierbas medicinales que se usan en Yarim. Me temo que los conocimientos de Djamila sobre plantas son limitados, conoce los nombres de algunas cuantas, pero ni siquiera supo distinguir las hojas de las que está usando para tratar mi enfermedad, cuando le pedí que me las trajese. Por cierto, que me ha confirmado que el tratamiento que estoy siguiendo es por prescripción del viejo, aunque sólo me ha visto dos veces, en los primeros días de las fiebres cuando yo no estaba consciente. Djamila me ha dicho que el viejo les dijo que se trataba de fiebres de cabras, conozco varias ‘fiebres de cabras’ y lo que tengo no es ninguna de ellas, porque no tengo los dedos engrosados, ni tampoco escamas oscuras en los codos, más bien parece una gripe de nieve, pero también es cierto que en Yarim, donde hay mayor diversidad de cabras que en ninguna otra parte que haya conocido, existan enfermedades relacionadas con las cabras que desconozca. Además si acepto que es una fiebre de cabra, entonces puedo estar tranquilo respecto a la salud de mis anfitrionas, que a buen seguro habrán pasado ya hace mucho esta enfermedad; y las fiebres de cabra sólo se pasan una vez en la vida.

Este último día lo hemos pasado jugando al djerek, un juego que he visto muy poco por nuestro reino, pero que sé que es muy popular en otras partes del imperio.  Ella me ha tenido que explicar dos veces las reglas. Es un juego más complicado de lo que pensaba, sobre todo la parte del uso de los sacerdotes. En casi todas las partidas en las que he estado a punto de ganar con la fuerza de mi infantería y de la caballería, que yo imagino como nuestros elefantes, ella ha logrado subvertir la partida usando inteligentemente a sus sacerdotes sobre mi nobleza. Al final, cuando la tarde ya se había transformado en noche, he ganado por fin una partida y he derrocado a su sultán, pero sospecho que ha sido más bien por pena, o porque ya estaba cansada de tanto ganarme.  Según Djamila muchos yarimes juegan con pasión al djerek, y el viejo es un maestro. Tal vez sea una forma de alcanzar su interés, pero tendré que practicar muchísimo si no quiero simplemente despertar su aburrimiento.

Estoy escribiendo esto a la luz de un candil, y se me fatigan los ojos. Miro la luna llena que ya empieza a transformarse en menguante. Hoy está hermosa, como la diosa Ireya que los nórdicos creen que es. Además hoy sus dos hijos, Cleo y Leyo, la acompañan en el cielo y brillan junto a su madre. Creo que me abrigaré más y dejaré las cortinas algo descorridas para ver la luna en el cielo, es una visión hermosa.


Día Vigésimo Primero del mes de las Flores del año 208

Hoy he salido un rato al medio día al patio de la casa. Es un patio pequeño y he salido muy abrigado, con ropas de lana gruesa que las mujeres me han conseguido, así como completamente cubierto por un poncho de blancada, pero me ha sentado bien ver la poca luz del sol que nos deja el manto de nubes que se resiste a devolvernos la primavera. Mientras estaba en el patio, bebiendo mi segunda infusión del día, he tenido la visita de Abdul Osramán, que, aparte de desearme que me mejorase pronto, me ha estado diciendo que en el pueblo se ha estado discutiendo mucho de mi situación con Massud y que han decidido apoyarme. Que confíe en la gente del pueblo, y muy pronto Massud estará dándome esas clases que tenía comprometidas. Yo no le había contado nada a Abdul, pero supongo que en Yarim, todo se conoce de todos, a fin de cuentas es un pueblo disperso pero muy pequeño. No soy muy buen actor, pero creo que clavé la cara de agradecido y solté un buen montón de alabanzas al pueblo y a los Osramán que no sólo me tenían acogido sino que ahora me iban a ayudar con mi empeño.

Luego estuve jugando un rato al djerek con Djamila, y poco más ha dado de sí el día. En cuanto ha refrescado, me han obligado a meterme de nuevo en mi habitación y no he hecho otra cosa que revisar mis apuntes de estos días. Son ya cuarenta páginas y me doy cuenta de que no sólo no he avanzado en mi propósito, sino que estoy llenando este libro de mis penas personales y en nada aporto a la ciencia, a mi profesión.

Día Vigésimo Segundo del mes de las Flores del año 208

Hoy me he atrevido a vestirme, pero no con mi ropa, que ha resultado poco apropiada para el frío reinante, sino con ropa yarime que me han dado las mujeres de la casa, y he salido acompañado de Djamila hasta el Pozo. La gente me daba ánimos, al pasar, y algunos hombres han comentado que ya iba siendo hora de que me vistiese como un hombre de verdad, pero que me faltaba la jambia. No me veo portando una daga recurvada al cinto y mucho menos la versión enorme que llevan los yarimes; pero tendré que pensármelo si quiero que me sigan apoyando en mis pretensiones.

La actividad de los volcadores me ha parecido cansada, y sin embargo Djamila me ha explicado que ahora hay menos de la mitad de los hombres trabajando de lo normal por estas fechas; porque los campos al norte de las colinas, que deben ser regados normalmente en cuanto llega la primavera están fríos y fangosos –en realidad aún se ven manchones de nieves en el propio desierto- y por lo tanto toda esa agua no era necesaria aún. De todas formas, el trabajo que requiere extraer todo el agua del pozo y sobre todo el trabajo de llevar el agua a cada casa perdida entre las colinas se me antoja inmenso. Allá en Balidram, incluso en nuestro valle de montaña, el agua corre por doquier, como decimos allí, el agua es algo que siempre llama a tu puerta.

El calor de las Lágrimas me han hecho bien, el vapor liviano y agradable que surge del fondo del Pozo ha mejorado mis vías respiratorias. Así que he estado sentado un largo rato junto a él, mirando hacia sus profundidades. Igual que las Lágrimas no dejan de caer en cualquier época del año y siempre con la misma temperatura agradable, es evidente que las aguas allá abajo en el Pozo, no se quedan retenidas. Se las ve moverse en dirección noreste, como si pretendiesen alejarse hacia algún oasis del desierto central. ¿A dónde irán estas aguas en realidad? No hay ríos por aquí, ni en ningún punto desde aquí hasta Akalime. ¿Realmente discurrirán inadvertidas bajo los kilómetros de arena de Al Fartha?

Hoy, por prescripción del viejo, ya he comido algo sólido, y las mujeres lo han considerado como una oportunidad para celebrar un pequeño banquete. Cabrito en caldereta, muchas verduras regadas con la grasa del propio cabrito, y una cantidad enorme de tortas de esta harina yarime oscura que realmente no sé qué contiene pero que tiene un interesante sabor ácido. No he podido terminar todo lo que las mujeres querían que comiesen y han hecho comentarios sarcásticos sobre mi masculinidad, probablemente impulsadas por el kumis, la bebida fermentada de leche de cabra y hierbas que bebieron con generosidad. La próxima vez tendré que esforzarme un poco más en acabarme la ración que me pongan, porque Djamila, al final del banquete me ha dicho discretamente que no pensaba que fuese poco masculino y que sabía que estaba aún convaleciente.

Día Vigésimo Tercer del mes de las Flores del año 208

Hoy he estado trabajando en pos de la ciencia. Al final he decidido, que es mejor separar lo que me está pasando de lo que pueda aportar a la medicina, así que he pagado una cantidad más que generosa a la viuda para que me consiga más tintas de diversos colores y un libro nuevo en el que pondré todo aquello que aprenda de las enfermedades y de la farmacopea local. La viuda ha intentado decirme que es demasiado dinero, pero le he dicho que para nada, y sé que uno de sus sobrino o nieto de una de sus hermanas, ha salido casi al galope hacia Al Ossi a comprar las cosas que les he dicho que me busquen.

Luego, he esparcido las hierbas que me he estado tomando por mi enfermedad y las he separado en sus componentes. Hojas, ramas, flores y raíces. Sin haber visto la planta original era muy difícil saber cuántas plantas diferentes había en estas mezclas, pero Djamila ha estado muy amable y me ha ayudado a clasificarlas. Si no nos hemos equivocado en la infusión hay tres plantas. Una de ellas, de hojas cerosas, se ha usado las hojas y las flores. De otra las ramas. Y finalmente otra ha aportado raíces. La de las hojas cerosas parece una variante de la lengua de buey, una planta recomendada para tratar cuadros griposos. Hemos sido incapaces de clasificar la de las ramas, pero las raíces parecen de raíz de cuerno, aunque en lugar de ser tan naranja como la que usamos allí incluso para cocinar, esta es ligeramente roja. Estos componentes son más bien para tratar una gripe, más que para tratar una fiebre de cabra, que requiere infusiones de semillas de heno de Dacca y guindillas negras, preferiblemente acompañadas de zumos de cítricos. Ojalá pudiese consultar con Massud todas estas cosas.

A Djamila le ha encantado sobre todo el cuidado con el que dibujo las hojas y las flores en mis notas, y dice que quiere aprender a escribir como yo lo hago. En realidad casi no sabe escribir, lo que me parece imperdonable para una mujer de su inteligencia, pero probablemente casi nadie de Yarim sepa escribir más allá de su nombre y dos versos del libro del Sol.


Día Vigésimo Cuarto del mes de las Flores del año 208

Djamila ha llenado mi cuarto de montones de manojos de flores y hierbas secas. Me temo que no sólo son plantas medicinales, sino que muchas son aromáticas, usadas en la cocina, junto con la carne de cabra o junto a los postres de harina frita que están empezando a gustarme cada vez más. No creo que ni una décima parte de todo lo que está ahora cubriendo cada rincón de mi habitación sea de utilidad médica, pero no podía negarme a revisarlos uno por uno en mis libros de botánica y medicina ante la arrolladora pasión que le pone ella.

Así hemos pasado el día, comprobando que el ajonjolí no tiene muchas propiedades medicinales, excepto que se sufra de algunas carencias muy extrañas de minerales o se sea una larva de mariposa azul.

Tras la comida, mucho más ligera que la del otro día, por suerte, hemos jugado en el patio un par de partidas de djerek. Voy cogiendo el tranquillo al juego, aunque lo cierto es que prefiero no usar los medios tan retorcidos que usa Djamila a través de los sacerdotes. Eres demasiado directo, me ha dicho ella, usas sólo el aspecto caballeroso del juego. He decidido tomarlo como un cumplido.

Esta noche, la luna ya oculta una buena parte de su esplendor, y Kleo ha huido de su lado, mientras que el pequeño Leyo, como siempre, permanece fiel a su madre. Es increíble lo hermosas que se ven, estos astros y las estrellas desde aquí cuando las nubes no lo cubren todo. Ojalá llegase de una vez la primavera, o los calores del verano y así descubrir que mis terrores, que todo este viaje, que mi búsqueda no son más que un sueño malo, muy malo, de opio, que estoy teniendo en mi consulta de Balidram. Ojalá.

No hay comentarios: