5.7.15

Los crímenes de Oxford

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Está terminando ahora mismo en la tele 'Los crímenes de Oxford', película sorprendentemente interesante a mi modo de ver. Para una persona que como yo había leído el Tractatus en el instituto ha quedado fuertemente influido en sus creencia por sus conclusiones -para alguno devastadoras, para mi liberadoras- y, por supuesto por las cosas que mal interpreté; ver que una película se inicia con la mención directa al libro con un profesor universitario sosteniendo el libro en la mano, fue bastante impactante.


La película es en realidad una de estas películas basadas en un supuesto conflicto dialéctico, inteligencia contra inteligencia. Un rollo tipo Death Note. Una clase de dialéctica que es común a las novelas de detectives 'de alto nivel', partiendo del arquetipo evidente de Sherlock, y que ha tenido su última encarnación televisiva en House. Una historia en la que parece que todos intentan ocultar las cartas, cartas que todos los demás deben descubrir. Un Cluedo en definitiva, Pero la película contiene mucho más, en las conversaciones entre el anciano y el joven se tratan de una buena cantidad de los temas que de verdad me apasionan y llenan mis creencias.

En la película se habla del tema de la verdad, de la creencia, de la relación entre estética y realidad.Y en definitiva sobre qué se puede saber, cuándo se sabe algo y cuándo las cosas sólo son opinión. La película juega con toda esa profunda filosofía, al tiempo que la reduce a un decorado, un decorado para una historia de asuntos monstruosos, con monstruosos personajes, esperpénticos a ratos con irracionales motivaciones. La película en definitiva acaba revelándose como una tragedia en la que lo que aparentaba ser un juego, terrible sí, pero racional, acaba resultando ser el resultado de lo único que realmente existe, el puro Caos, el azar terrible y ciego. Por que en definitiva toda nuestra lógica es una fábula, un barniz somero, con el que pretendemos darle sentido a lo que acontece y cuyo único sentido real es que ha acontecido.

A veces me gustaría ser capaz de crear una obra como estos Crímenes, una obra de misterio lógico, con juegos de diálogo entre S y M, entre L y L, entre H y J; y sin embargo me siento incapaz, incapaz de engendrar un duelo de frases que no parezca el de Monkey Island. A ratos siento que no soy lo bastante inteligente como para ponerme realmente en la cabeza de S o de H, a ratos -como cuando me daban los test de inteligencia siendo un crío- me siento como los niños raros que aparecen en la película, percibiendo que las respuestas de las series no son necesariamente las más obvias, sino que hay múltiples respuestas, tal vez todas las respuestas, y si todas las respuestas son válidas... ¿de qué sirve el duelo de inteligencia?

Como al final de la película, en la que, con un poco de reflexión lo único que verdaderamente importa es que Martin está cargando con las fotos decepcionando y en el fondo apartando de él a Lorna. Tras disfrutar del misterio, de las reflexiones filosóficas y de las meta-filosóficas, si todo eso os deja vacío siempre podéis quedaros con la majestuosa verdad, y tal vez la única, que representan lo que Martin deja atrás para condenarse, las curvas completamente reales de la Watling.