21.12.22

A eso de tres días

 

Faltan tres días para que ya lleve una década en posesión de "el sentido de la vida, el universo y todo lo demás". Una década teniendo ya "todo lo demás" merece una buena celebración y un poco de reflexión, digo yo, ¿no? Es como diez veces "todo lo demás". Si no se festeja un poco estaría faltándole el respeto a los ratones en esta dimensión y muchas otras, y, la verdad, no me parece plan.

Si echo la mirada a atrás una década en este mismo blog me topo con textos deprimentes y solitarios, aunque de entre todos ellos destaca una entrada de octubre de ese año llamada 'Ecos contaminantes' y que incluyen un cuentecillo llamado 'Cuaderno de forro verde'. 

Mola el cuento. Está escrito torpemente, necesita cirugía intrusiva y radical, para pulirlo de sus graves defectos y darle un poco más de brío, pero aún así es de esos cuentos que juegan con el lenguaje de una forma que me gusta especialmente. Podéis echarle un vistazo, aunque tengo que avisar que ahora escribo bastante mejor que eso.

Mi ánimo este año no es tan deprimente ni tan derrotista como el que tenía en ese cuento, que, por cierto, no es de hace diez años, sino que, por lo que dice la entrada del blog, es de hace veinte. Hay muchas cosas que he olvidado de lo que pasaba hace veinte años, otras no. Fueron tiempos complicados, enamoradizos y frustrantes, de mis incipientes treinta. Me llevé muchos chascos y decepciones, pero precisamente esos fracasos me llevaron a retomar la pluma que había dejado olvidada en los cajones de mi adolescencia y eso fue para bien, o eso espero. Ahora, con la magnífica edición que ha hecho Noa de mi novela Virginis 61, en la mano aquellas frustraciones no parecen tan pesadas.

No sé si el libro gustará o no. Sé que puede ser problemático por varias decisiones que tomé al escribirlo. Sé que algunos lo devorarán y a otros se les hará bola. Pero lo que también sé, es que lo he revisado y revisado con la mayor atención y el mayor cariño posible y que he tenido la inmensa suerte de contar con un magnífico corrector, maquetador y una excelente portadista y se lo agradezco a los dos.

Os he dejado arriba la portada 'inspiradora' que usé para motivarme mientras escribía el primer borrador en el año 2019. De esa foto, sobre todo de esa mirada, salió todo.

Aún me falta hacer el resumen de este último año. Otro día os lo hago.

15.12.22

Fusión nuclear está que arde, pero aún no quema

 

Hace unos días la iniciativa de fusión nuclear norteamericana (siempre en competencia con la europea y las demás), anunció que había logrado producir más energía de la que había usado para encender una reacción nuclear. La verdad es que me sonó extraño, no me encajaba muy bien con lo que había leído sobre lo que estaban intentando, pero aún más extraño me pareció el bombo y platillo que muchos medios usaron para publicitarlo. Tal y como lo vendían pareciese que la fusión estaría disponible a la vuelta de la esquina y encima utilizaron terminología claramente tendenciosa para hablar de todo el asunto.
Veamos algunos ejemplos:
  • Expansión decía: EEUU anuncia un logro histórico en la fusión nuclear que es un titular moderado, pero en el interior decía: "[...] producción de una fuente de energía limpia, barata e inagotable que pueda acabar con la dependencia energética del petróleo, el gas y el carbón sin los residuos nucleares de los reactores actuales [...]". Sin duda la energía de fusión será la fuente principal de energía a medio/largo plazo, pero incluso cuando funciones perfectamente ni será ilimitada, ni será completamente limpia. Normalmente para la fusión nuclear se necesita tritio o, al menos deuterio, que habrá que buscar pacientemente en el mar o en la Luna. Y en cuanto a la limpieza del proceso, casi seguro que, sea cual sea, el procedimiento usado generará pequeñas dosis de materiales radiactivos, aunque menores y de materiales de vida mucho más corta que la fisión actual. Por suerte el mismo medio aclara la situación en este otro artículo.
  • Después de la noticia los medios se llenaron de cosas como esta: Manuel Asorey: "Con la fusión del hidrógeno de un vaso de agua, una vivienda tendrá energía durante décadas", que aunque ciertas alientan un tecnoptimismo excesivo y la creencia de que las soluciones al problema energético están aquí mismo.
  • Hubo cagadas como esta El patinazo de un corresponsal de Antena 3 con la fusión nuclear, que efectivamente cuando yo mismo lo escuché me puso los pelos de punta.
La idea de que el fin de los problemas de energía estaba a la vuelta de la esquina corrió por los medios durante un par de días, por suerte las aguas ya están volviendo a su cauce y hoy mismo he visto esto publicado:

"[...] Es un éxito científico porque han metido dos megajulios de energía con el láser y han sacado tres de la fusión, pero para alimentar el láser han hecho falta 300 megajulios. Si echamos las cuentas de todo el ciclo, no nos salen. Es una ganancia como sistema físico, pero no es una ganancia neta de energía [...]"

Aunque la fusión será, probablemente, la respuesta final y hay que dedicar parte de los presupuestos públicos de investigación a ella, sin duda, aún quedan muchos años como para que la fusión nos resuelva nuestros problemas energéticos. El que os venda que no es así, solo está buscando más financiación para su proyecto, lo que me temo que ha sido el caso de estos últimos días.

Ahora es el momento de meter dinero en renovables: solar, eólica, mareomotriz, etc... no de sacarlo de ahí y meterlo masivamente en fusión. Las renovables son una solución real aquí y ahora. Eso y las medidas de reducción del ahorro energético, será lo que nos saque del atolladero en las próximas décadas. La fusión es la promesa de un futuro aún más brillante, no una realidad cercana.

13.12.22

Más de cuarenta libros leídos

 

Este año he me fijé un objetivo de 36 libros leídos en total, es decir, tres por mes. Alcancé el objetivo entre finales de octubre y principios de noviembre y estoy a punto de acabar el año con más de cuarenta libros. 

Algunos son bastante pequeños, incluso muy cortos, así que, siendo sinceros, mi objetivo se ha cumplido pero sin un margen tan alto como para subir el objetivo el año que viene.

¿Y qué he leído? Tengo intención de escribir varios artículos en el blog sobre las lecturas más interesantes de este año, pero empecemos haciendo una lista y un breve análisis.

Los libros que he leído por orden de lectura han sido:
  1. Breve introducción a la teoría literaria (Jonathan D. Culler): un ensayo, con algunas cosas interesantes, pero que no me interesó demasiado.
  2. Piranesi (Susanna Clarke): fantasía, pero muy diferente a lo que habitualmente recibe ese nombre.
  3. Ángel 122 (Francisco J. Jariego, Isabel F. Peñuelas): ciencia ficción, biopunk, de unos amigos. Recomendable sobre todo por lo diferente que resulta a las propuestas habituales.
  4. La Noche del Silencio (Mar Hernández): fantasía, de una conocida de La Escribeteca.
  5. Cero K (Don DeLillo): algo cercano a la ciencia ficción, bastante interesante.
  6. Cincuenta sombras mágicas (Diosdado, Nahikari): fantasía, esto casi no se puede contar como libro, es minúsculo.
  7. Por un bistec. El chinago (London, Jack): antología de relatos. Se nota que está envejecido, aún así interesante.
  8. Voces remotas en Albión (Conde, Víctor): querría decir ciencia ficción, pero no, es cienciasía y de la mala.
  9. La Hermandad de la Noche: Cuentos de Sangre y Oscuridad. La Hermandad de la Noche #1 (Muchos autores): una antología de... no sé si decir terror, la verdad es que creo que no, dejémoslo en que son relatos de vampiros. Algunos bastante interesantes.
  10. Hija de sangre y otros relatos (Butler, Octavia E.): colección de relatos diversos, algunos de ciencia ficción. Muy bueno y recomendables, aunque se nota en ellos que la autora se siente más cómoda en formatos más largos.
  11. Mercado De Barcelo (Almudena Grandes): me gusta mucho esta autora de la que lamentablemente no tendremos ya más obras. Este librito es una recopilación de columnas de periódico. En realidad conforman un fixup de relatos, muchos bastante buenos.
  12. Primera persona del singular (Murakami, Haruki): antología de relatos. No me ha parecido la mejor que le he leído a Murakami, sinceramente.
  13. Mil desiertos (Jurado, Cristina): ciencia ficción, antología. Algunos me han gustado mucho, aunque por lo general los finales me resultan confusos.
  14. Los asquerosos (Lorenzo, Santiago): esta obra me gustó mucho al principio, especialmente por el uso desvergonzado del lenguaje, pero luego se me fue desinflando y acabó por aburrirme.
  15. Degustación de calabazas 2021 (Muchos autores): selección de relatos de los compañeros de La Escribiteca.
  16. SuperSonic #20 (Muchos autores): revista, ciencia ficción, en este número me publicaron 'Maestro de ceremonias', un relato del que me siento bastante satisfecho.
  17. Si una noche de invierno un viajero (Calvino, Italo): sin duda lo mejor que he leído este año. Un fascinante ejercicio de estilo, autoreferencia, postmodernismo, en fin... leedlo y ya.
  18. Las primas (Venturini, Aurora): aunque esta obra ha gustado mucho, no acabé de creerme la voz principal. En lugar de un personaje bien construido veo todo el tiempo a la autora hablando de lo que quiere criticar.
  19. El jardín de infancia (Sacristán Horcajada, Sara): ciencia ficción, distópica. No está mal, pero me resultó bastante convencional. Terreno ya muy visitado.
  20. Rubicón (Mesa, J.G.): querría decir que es ciencia ficción, pero es sobre todo un relato bélico. No consigo encontrar el gusto por este autor.
  21. Llamando a la Tierra (Penalva, Andrea): ciencia ficción. Aunque la idea del personaje principal es atractiva, la trama me resulta muy poco creíble y ignorar durante todo el libro el problema del retardo de las comunicaciones espaciales para mí destruye totalmente el interés por la obra.
  22. One Love (Angulo Ardoy, María): ciencia ficción, la obra resulta lo bastante atractiva como para que escriba un artículo de este blog centrándome en ella. Veo en la obra varios problemas de credibilidad. Hablaré de ello en un artículo. Aún así bastante mejor que otras obras de este estilo que he leído.
  23. Gaugamela (Mesa, J.G.): otra obra bélica del mismo autor que Rubicón.
  24. El arpa de hierba (Capote, Truman): en su momento me gustaron bastante otras obras de este autor y esta la tenía por las estanterías sin leer. Aunque la historia (del medio oeste americano), no puede interesarme menos, me ha gustado bastante cómo rompe y juega con la idea del 'don't tell', ya que lo que haces es mostrar contando, una y otra vez cuenta historias en todas las páginas del libro. Muestra lo que quiere mostrar, contando una tras otra las historias de los personajes que van pasando por allí. Me hace sonreír ese truco que rompe la interpretación más superficial del mantra de moda.
  25. Pollo en pepitoria (Zelada, Andrés): distopismo de provincias. Muchas cosas de las que pasan en el libro son difíciles de creer, pero al menos se lee con una sonrisa y el propio libro no se toma muy en serio a sí mismo, lo que, para mí, siempre es un punto positivo.
  26. Bestiario (Cortázar, Julio): Cortázar es mi autor favorito y esta antología contiene algunos de sus cuentos más reconocidos. No me gusta tanto como la antología de 'Todos los fuegos el fuego', pero como siempre muy bien.
  27. Ojalá tú nunca (Miró, Javier): ucronía, distopía. Aunque la idea es interesante y la forma de narrar parece, a priori, interesante me parece que el final adolece de suficiente fuerza como para montar todo el artificie que la obra usa y el orden de narración no acaba de encajar con capítulos que son mayoritariamente de acción.
  28. El último vuelo de Icarus Flynn (Blanco, Aura): este libro es sobre todo sugerente, el worldbu, la estética, etc... enganchan y uno desearía que se contase más, que la autora dedicase más espacio a los personajes, que narrase con más calma. Tal y como está parece algo verde, a medio cocer, la trama no acaba de ser creíble y todo el conjunto se queda cojo.
  29. Escarcha (Blanco, Aura): la autora me pareció lo bastante interesante como para buscar más obras suyas con la esperanza de que estas fueran más maduras, más consistentes que la de Icarus Flynn, pero no es el caso de esta, que solo es un cuento no muy bien terminado que podéis encontrar en Lektu.
  30. Bienvenidos al Hotel Caronte (Varios autores, incluyendo Aura Blanco): busqué más obras de esta misma autora (como veis sí que me pareció alguien con bastante potencial), y así acabé leyendo esta antología digamos que de terror. Algunos cuentos son bastante buenos y otros mucho más flojos.
  31. Gente que ríe (Chivite, Laura): un fixup que coquetea con la ciencia ficción al principio (no le sale bien, es el relato más flojo), pero que me ha gustado muchísimo. Claramente el segundo mejor libro de los que he leído este año (el primero es el de Calvino). Simplemente no os lo perdáis.
  32. Asuntos de muertos (Mories, Nieves): terror. No conecto con esta autora y sus narradores iracundos, pero sin duda este me parece su mejor libro y el más comedido.
  33. Exilium: Primer impacto (Delgado, Nieves y otros muchos autores): querría decir que es una antología de relatos de ciencia ficción, pero, siendo sinceros, me parecen más bien relatos de terror o bizarros. Compré la antología para leer a Nieves que es una autora que me gusta mucho y que se prodiga muy poco. Me parece que sus relatos son los mejores de toda la antología y, sí, creo que ella entiende mejor que los demás que lo que tienen entre manos es terror y sus dos relatos son estremecedores.
  34. Isla (Duncan, Eva): ciencia ficción, supuestamente distópica. No está mal escrito pero se queda bastante coja como historia. Me sorprende que en un relato distópico, todos los personajes, incluso la protagonista pobre como una rata, disponen de algo equivalente a un móvil y que piensen en liderar la 'revolución' mediante videos y redes sociales.
  35. Escribir ficción: Guía práctica de la famosa escuela de escritores de Nueva York (Steele, Alexander y otros): libro didáctico sobre la escritura, algo convencional, pero algunos capítulos merecen la pena. Recomendable.
  36. El escritor emprendedor: cómo ganarte la vida como escritor (Duque, Ana Gonzalez): mucho contenido de los mantras del pensamiento positivo y mucho rollo de emprendimiento. A mí no me ha aportado nada. Nada recomendable.
  37. La singularidad (Sacristán Horcajada, Sara): el segundo libro de esta autora que he leído este año. Me ha interesado más que el otro, porque es un tema mucho más original, aunque tiene el problema de ser lo que me gustaría llamar 'obra derivativa'. Tal vez escriba un artículo sobre lo que es eso y ejemplos de ello.
  38. Modelo K-75 y otros garabatos: Los modelos son el mensaje (Jariego, Francisco J): la antología de relatos de Paco de este año. En realidad 'relatos' habría que ponerlo entre comillas, ya que en la mayoría de los casos no son cuentos sino entradas de blog, que funcionan bien como eso, pero regular como historia independiente. Aún así hay varios muy interesante y otros tantos bastante divertidos. Recomendable.
  39. El acontecimiento (Ernaux, Annie): me ha encantado este libro. Bajo una apariencia sencilla y una prosa ultraplana, se esconde una obra que narra a cuatro niveles diferentes y transmite la indefensión y la desorientación que sufrió a la perfección. Breve, simple y muy recomendable. Un ejemplo en el que fijarse a la hora de escribir.
  40. Amanecer Verde (Fernández, Marcos): ciencia ficción, crisis pre-greenpunk. Aunque el supuesto es interesante, el libro es muy flojo y construido torpemente.
  41. La parábola del sembrador (Butler, Octavia E.): distopía. Me gusta mucho más la Butler novelista que la cuentista (y eso que algunos de sus cuentos son impresionantes). Esta novela es buena, no se puede negar, pero lo que narra es una historia tan estadounidense que me ha interesado bastante poco.
Hay un par de obras que he abandonado pero que han ocupado muchos días de lectura:
  1. Tiempo de silencio (Luis Martín-Santos): por mucho que reconozco su calidad literaria, no he podido terminarlo. Como me pasa con el Ulises de Joyce, cuando la forma domina demasiado sobre el contenido y parece creada de forma intencional para sorprender y provocar admiración entre académicos, acabo por desvincularme del texto y abandono. Necesito que los textos sean más personales, más emocionales, más viscerales.
  2. Orlando (Virginia Woolf): no he logrado conectar con el protagonista. Lo he intentado en varias ocasiones a lo largo del año y he llegado a leer un tercio de la novela, pero el tufo nobiliario, el profundo desagrado que siento ante este privilegiado que se queja de lo vacío de su vida fácil es superior a mí.
Como casi todos los años, podéis ver que mis lecturas han sido sobre todo ciencia ficción y antologías de cuentos, con algunas visitas a la fantasía y al terror. Es lo que hay. Es lo que soy.

11.12.22

Virginis 61

 

A dos semanas de las Nochebuena, y, por lo tanto, de mi 52 cumpleaños traigo, como viene siendo costumbre, un nuevo libro autopublicado: 

VIRGINIS 61

Escribí la primera versión de esta novela corta (aunque algo más larga de las que suelo crear) durante el nanowrimo de 2019, antes de dejar mi trabajo de ingeniero, pero ya encaminado a hacerlo. Comparto así con el protagonista no solo el nombre, sino el hartazgo por un trabajo que no parece llevar a ninguna parte y el deseo de abandonar la seguridad acomodaticia de la vida burgesa para, simplemente, darse tiempo para vivir. 

Por supuesto esta no es solo la historia de un tipo que deja su trabajo para poder pasarse los lunes (en el caso de esta colonia espacial, el primer día) al sol (o sea, bajo la luz de Vesta) sino que se cruzan en su camino problemas y reflexiones que he considerado que merecen las más de doscientas páginas que tiene la versión impresa del libro.

Sería muy largo enumerar todas las cuestiones que salpican el texto, o que se insinúan bajo sus líneas, pero no está mal hablar de algunas de ellas.

La dificultad de la colonización interestelar

El primer tema que me tiene fascinado y que seguro que vais a encontrar en todas mis obras de ciencia ficción de aquí en adelante, es la casi insuperable dificultad que, en la práctica, va a representar la colonización interestelar. En la mayor parte de las novelas que he leído sobre la presencia de la humanidad en sistemas estelares lejanos, la llegada y asentamiento de colonos resulta sospechosamente simple, demasiado parecida al relato de la dispersión de los colonos europeos en las extensas tierras de América, particularmente a eso que los estadounidenses han dado en llamar 'conquista del oeste' (como si las tierras de los sioux, apaches o navajos, no hubiesen tenido ya propietarios). Incluso autoras que entendían bien el sufrimiento de los nativos como Úrsula K. LeGuin, describen la llegada al planeta de destino en obras como Paraísos perdidos, como algo bastante natural. Muestra a los habitantes de su nave generacional perturbados por estar de nuevo bajo un sol, con tierra real bajo sus pies y un aire no reciclado que respirar. No muestra que las bacterias locales los van a enfermar, que los cultivos terrestres no crecerán en el nuevo suelo, o que la clorofila no será el pigmento más adecuado bajo el nuevo sol. No muestra la dificultad de la vida terrestre para injertarse en una biosfera ya consolidada con una historia evolutiva completamente diferente de la nuestra. 

Por lo general los colonos espaciales se presentan ante nosotros sin escafandra, sin horror por los incomprensibles olores del bioma autóctono, cultivando o alimentándose de la viva local sin que eso les lleve a enfermedades incurables. En otra obra de la misma autora, Planeta de exilio, los terrícolas no solo viven dentro del bioma alienígena, sino que se adaptan a él e incluso llegan a hibridarse con los locales. Aunque ella lo justifica con la idea del Ekumen, es decir, afirmando que todos esos mundos tienen, en el fondo, la misma biología que en la Tierra, a mí todo eso se me antoja demasiado fácil. Casi infantil. Y eso que, junto con Pohl, es mi autora de ciencia ficción favorita. En otros autores la cosa es aún menos creíble, con humanos interactuando sin protección ni cuidado en entornos recién descubiertos o con una plétoras de miles de especies alienígenas (cada una de las cuales cargará con toda su acompañamiento de bacterias y gérmenes diversos de su propio sistema). En el fondo, esa idea de la colonización espacial, es decir, la idea de que podemos vagar por el espacio y simplemente encontrar una tierra fértil donde sacarnos la escafandra y plantar patatas, es una idea de fantasía, de ópera espacial, una idea romántica no muy científica.

Si realmente queremos vivir fuera de la Tierra, tendremos que llevar la Tierra a cuesta con nosotros. 

Solo en nuestras tripas viven millones de bacterias, cuyo contenido genético colabora a que permanezcamos vivos y podamos digerir la comida. De hecho la cantidad de información genética que contienen esas bacterias supera con mucho nuestra propia información genética. Lo mismo pasa con los organismos de nuestra piel. Y si pensamos en el suelo cultivable, la situación se vuelve casi inabarcable. Simplemente no podremos ir a un planeta lleno de plantas alien y vivir de lo que den sus árboles o arbustos. No. Tendremos que coger un planeta muerto, contaminarlo con nuestra biología, transformar las arenas que conformen sus dunas hasta convertirlas en nuevo suelo terrestre antes de plantar la primera patata en él.

Solo la terraformación de Marte llevaría siglos. Algunos calculan 500 años, otros hablan de 1000. Si le añadimos a ese tiempo el necesario para que una nave generacional llegue hasta un potencial planeta extrasolar en la zona habitable de su estrella local, podemos de estar hablando de un tiempo equivalente al que nos separa de Aníbal o Alejandro Magno. ¿Realmente somos capaces de sostener un esfuerzo continuado y coherente tanto tiempo? ¿Realmente estaremos dispuestos a abandonar el calentito y cómodo nido en el que vivimos arropados por millones de años de evolución que nos tratan amablemente?

Ese es uno de los temas de esta obra. La respuesta habitual para que se mantenga un proyecto a tan  largo plazo suele ser la creación de alguna clase de religión artificial que sostenga el esfuerzo de colonización. Yo ofrezco en esta novela una idea diferente (una que tengo que decir, que no es precisamente amable, pero al menos es diferente).

Dataísmo frente a Transhumanismo

En sus obras Sapiens y Homo Deus, Yuval Noah Harari, sugiere que las dos religiones del futuro serán el dataísmo (la idea de que los algoritmos, así como la inteligencia artificial, podrán solventar todos nuestros problemas, arreglar todo lo que hemos estado haciendo mal) y el transhumanismo (la idea de que tan solo sacrificando un poco de lo que nos hace humanos, podemos superar nuestros límites e incluso vivir eternamente). A mí me parece que el dataísmo ya es de facto la religión de este siglo, y que ya creemos firmemente que el asistente de navegación nos llevará siempre hasta nuestro destino por el camino más adecuado para nosotros (por eso frecuentemente hay camiones que encallan en calles demasiado estrechas), o que las redes neuronales artificiales, pronto dibujarán por nosotros, escribirán por nosotros o harán descubrimientos científicos por nosotros. 

Soy ateo. No creo en nada y estas dos nuevas religiones me parecen tan malévolas como cualquier otra, pero puestos a escoger entre las dos me quedo con el dataísmo. El transhumanismo me parece la religión de los ricos que tienen miedo a morir. Pero he intentado, en esta novela, hacer presente las ideas de ambas religiones. Rossy, la jaibit, uno de los personajes, es un exponente evidente del credo dataísta. Frank Six, el gobernador de la colonia, y algún otro personaje, son exponentes claros del transhumanismo.

Así que en la obra podréis ver ambas visiones enfrentadas, conformando el mundo en el que vive Juan Méndez, ingeniero de minas espacial y podréis sacar vuestras propias conclusiones.


Pero que no os asusten todas estas reflexiones sesudas. La obra no deja de ser una peripecia amable, que incluye un romance, un relato de espías y mucha sorna que espero que os guste tanto como me ha gustado a mí escribirla.

21.11.22

Adiós, pájaro, adiós...

 

Nunca he sido un tecnoi... digo, un early adopter, de nada y el pájaro no fue una excepción. He trabajado durante muchas décadas en un lugar repleto de tecnoi... early adopters, que poco después de que esta ave, ahora moribunda, rompiese el cascarón hablaban de ella sin parar. Perdón, quiero decir que piaban con ella sin parar. Recuerdo que me insistieron tanto en sus supuestas virtudes, en lo mucho que prometía (y estoy hablando de sus primerísimos principios, antes de la crisis del ladrillo, cuando aún muchos creían que el mundo era jauja y que el futuro no incluía zanahorias presidentes ni el retorno del terror al apocalipsis nuclear), que me hice una cuenta y fisgoneé un rato. Perdón, quiero decir que estuve lurkeando sin piedad. Lo que encontré me espantó: el colmo del narcisismo y la tontería, gente diciendo a los cuatro vientos cosas tan interesantes como que acababan salir de la ducha, o del gimnasio y no siempre en el orden razonable. Recuerdo que incluso llegué a encontrar artículo muy serios, explicando porqué la gente no debería piar que se iba de vacaciones, dando facilidades así a los ladrones. En aquel entonces llegué a preguntarme muy seriamente si alguien (entre los muchos miles de millones que somos) podía ser lo bastante interesante como para que su asaltacasas local estuviese siguiéndola día a día, escuchando atentamente cada vez que entraba o salía de la ducha, hasta descubrir que por fin se había marchado dejando la casa sin sistema de alarma, sin perro ni vecino, ni un mal amigo que fuese de tanto en tanto a regar las plantas. Por supuesto, borré mi cuenta de inmediato.

Un tiempo después el pájaro se convirtió en lo que cabía esperar, una plataforma para que los famosos intentaran hacerse más famosos, contando primero como entraban y salían de la ducha, y luego equivocándose en los momentos más in/oportunos al desvelar un ideario político in/esperado. Más o menos por esos tiempos, llegaron hasta las ramas del pájaro las empresas y con ello quiero decir las corporaciones que, por lo general, son bastante tecnoi... early adopters. Entonces mis jefes, algunos de los cuales habían sido los tecnoi... early adopters originales del asunto, se pusieron bastante pesaditos con la idea de que deberíamos hablar, quiero decir, piar sobre las cosas interesantes que hacíamos o los eventos chulis en los que participábamos, y al final, en uno de esas, intenté reabrir mi cuenta. Por supuesto ya no existía, ni estaba disponible mi nombre, ni ninguno de mis seudónimos habituales. Escogí el más cercano que encontré y así nació mi cuenta del pájaro dedicada a mi trabajo.

No mucho después entré a trabajar en uno de los pocos proyectos que realmente me parecieron interesantes e incluso importantes a lo largo de mi carrera como ingeniero, e hice lo posible por aumentar mis seguidores entre las ramas del árbol de este pájaro. Lo hice de una forma que me pareció honrada y razonable: enlazando lo que me parecía interesante a nivel tecnológico e ingenieril. Lo hice más que nada por ayudar al proyecto, ya que su existencia y futuro, dependía también de algunos de los tec... early adopters antes mencionados. Hacia el final de aquel tiempo feliz, se me ocurrió que bien podría hacerme una cuenta para mis actividades escritoriles, y quién sabe incluso interesar a alguien en mis paranoias personales.

Nunca he sido un usuario demasiado activo. El único hilo que despertó interés (uno sobre las cosas que habitualmente pasan en obras de ciencia ficción y que tienen muy poco de científicas), lo borré porque me cansé de contestar con detalles sobre porqué lo que me estaban contestando no tenía mucho sentido. He recibido algún que otro bloqueo, por bocas, y así he aprendido que sobre muchas cosas es mejor no hablar. Sobre otras he seguido hablando porque no puedo evitarlo. He visto, en los últimos tiempos, como el pájaro encontraba su posición en el diálogo de la redes sociales, y cómo servía para que algunas personas, admirables, intentaban hacerse un huequecillo que probablemente merecen y que no podrían encontrar de otra forma. Pero, ahora que el pájaro parecía encontrar su sentido y su medida, ha llegado el momento de acabar con mi estancia en las ramas azules. 

El plutócrata ha comprado al pájaro, lo anda desplumando de técnicos e incluso ha invitado a la zanahoria a volver a su trino. El plutócrata siempre me ha caído mal, pero últimamente está demostrando que su narcisismo y egolatría es cercana a la de la zanahoria y, la verdad, prefiero no tener nada que ver con todo esto. No creo que tanta gente haga lo mismo como para cumplir el sueño de ver cómo el plutócrata se hubiese gastado una millonada en una burbuja de humo que ha estallado en sus manos, pero sería un sueño bonito y un buen aviso para los plutócratas que hay por ahí, y que, la verdad, empiezan a ser demasiados.

No creo que me vaya a ir a ninguna de las manadas de elefantes que andan por ahí barritando, pero si lo hago ya os lo diré en este mismo blog.

11.4.22

Fantaciencia y Cienciasía

 

Soy escritor de ciencia ficción y de fantasía. Me gusta leer obras de ambos géneros —cuando están bien escritos— y de tanto en tanto incluso fracaso con el tercer género de la tríada de la ficción especulativa, el terror, lo que completa mi viaje al lado oscuro de la literatura y el frikismo en general. Sin embargo, mentiría si no reconociese que de todos esos géneros mi favorito, con mucha diferencia es la ciencia ficción. ¿Qué es la ciencia ficción y cuáles son sus límites?

Si buscamos en la Wikipedia nos encontramos con:


“[…] Es un género especulativo que relata acontecimientos posibles desarrollados en un marco imaginario, cuya verosimilitud se fundamenta narrativamente en los campos de las ciencias físicas, naturales y sociales. […] Esta acción puede tener lugar en un tiempo pasado, presente o futuro, o, incluso, en tiempos alternativos ajenos a la realidad conocida, y tener por escenario espacios físicos (reales o imaginarios, terrestres o extraterrestres) o el espacio interno de la mente. Los personajes son igualmente diversos: a partir del patrón natural humano, recorre y explota modelos antropomórficos hasta desembocar en la creación de entidades artificiales de forma humana (robot, androide, ciborg) o en criaturas no antropomórficas. […]”


Si hacemos una búsqueda en internet encontramos otras definiciones igual de amplias y difusas, pero, para mí, la ciencia ficción se diferencia netamente de sus otras hermanas de ficción especulativa en que apela directamente a la racionalidad. Toda buena obra de ciencia ficción contiene un elemento al que me gusta llamar novum, que es la semilla del texto, el ¿qué pasaría sí…? del relato. El novum suele presentarse al principio de la obra y todo el texto se articula sobre las consecuencias de dicho elemento. Así en Yo, robot de Asimov antes de exponer ninguna historia nos explica la existencia de los robots y nos presenta las tres leyes, para luego poner a prueba nuestro ingenio explicando, relato tras relato, casos en los que dichas leyes parecen haberse roto sin que sea así realmente. En Ciudad permutación de Greg Egan, nos presenta una intrigante especulación filosófica sobre la ‘continuidad’ de la existencia, la persistencia tras la muerte y nos lleva de la mano hasta las conclusiones inevitables. Otras obras de ciencia ficción presentan un escenario con un novum, pero son más exploratorias que retadoras, como muchas de las obras de Úrsula K. Le Guin, tales como La mano izquierda de la oscuridad con sus hermafroditas o Los desposeídos con su descripción de una civilización anarquista.

El otro elemento que identifica la ciencia ficción es que se basa en el conocimiento más o menos actualizado del conocimiento científico y lo reta proponiendo un único elemento innovador, no lo subvierte. Se plantea preguntas como: ¿y si pudiésemos hacer una máquina del tiempo? ¿y si pudiésemos lograr que todos fuesen igual de ricos? ¿y si todos fuésemos inmortales?, para luego mostrarnos en forma de narrativa los resultados de esa pequeña diferencia. En La ciudad y la ciudad, de China Miéville, todo es exactamente como nuestro mundo, sin magia ni elementos sobrenaturales, excepto que la mitad de una ciudad ha decidido ignorar la existencia de la otra mitad, desde hace siglos. Como si en la Constantinopla recién tomada por los turcos, los bizantinos hubiesen decidido ignorar la conquista, y en la actualidad existiesen Constantinopla y Estambul a la vez, en el mismo lugar, calle junto a calle, con personas de ambas ciudades cruzándose, sin verse ni mirarse nunca. Esa es la clase de especulación que interpela a la mente, a la razón y que hace tan especial a la ciencia ficción.

Siempre se han distinguido subclases dentro del género, tales como: ciencia ficción dura contra blanda, y sobre todo se reconoce como algo diferente el space ópera, o sea la novela de aventuras con marco espacial. Sin embargo, últimamente, están apareciendo muchos libros —también series y películas— que yo personalmente no puedo considerar como ciencia ficción. Distingo dos clases a las que voy a llamar fantaciencia y cienciasía.


La más habitual es la fantaciencia, que consiste en escribir siguiendo las normas de la fantasía —ya sea épica, urbana o de cualquier otra clase—, dándole importancia sobre todo a la componente de aventura, pero usando como trasfondo tecnología muy avanzada casi prodigiosa, a menudo perdida, en lugar de magia o poderes místicos. La fantaciencia es literatura de fantasía, pero revestida con un hálito tecnológico —lo que importa en la mayor parte de esas obras no es la ciencia, una especulación sobre ella o el novum, sino los poderes que nos confiere la tecnología. El papel de las razas no humanas de la fantasía la adoptan aquí los robots o los ciborgs, el papel de la magia la adopta alguna clase de nanotecnología o biotecnología muy avanzada, el papel de los dragones o demonios lo adopta alguna clase de plaga apocalíptica o leviatanes cibernéticos descontrolados. Los protagonistas, como en mucha literatura de fantasía, tienden a ser jóvenes en búsqueda de su madurez, y hay, casi siempre, un enemigo formidable a batir.

Como tal la fantaciencia no me parece mal. Al leerla se percibe similar a novelas de fantasía épica o de los géneros hermanos como el steampunk o el dieselpunk. Como lector de fantasía, la disfruto, como escritor no me importa deslizarme por esa pendiente, aunque pienso que debería sincerarse como género, porque en demasiadas ocasiones la fantaciencia es lo que se oculta tras la etiqueta de ciencia ficción, por lo que acaba siendo decepcionante para un lector que ande buscando el reto de un novum, y el recorrido de una especulación científica o filosófica.


La cienciasía, sin embargo, se me antoja detestable. Obras como El problema de los tres cuerpos de Liu Cixin, se presenta como obras de ciencia ficción, son recomendadas por reconocidos personajes públicos e incluso copan los premios del género —esa obra en concreto ganó el Hugo en 2015 y el Ignotus del 2017—, pero no son ciencia ficción en absoluto.

Estas obras, aunque usan las técnicas narrativas del género y se presentan como tal, no contienen un novum razonable, sino que fantasean con ciencia alternativa, de forma completamente libre e incluso se podría decir que disparatada. Estas obras comenten errores de bulto que no son fruto de una intención especulativa sino de puro desconocimiento o simple desinterés por la ciencia como tal. En la obra mencionada, por poner un ejemplo, se presenta en forma de novum la existencia de una civilización extraterrestre en un planeta que forma parte de un sistema estelar ternario sometido a la irregularidad del mencionado problema de los tres cuerpos. A lo largo de la novela se acaba situando dicha civilización en Alfa Centauri, lo que es en sí mismo un disparate pues —como una investigación de cinco minutos aclara— dicho sistema estelar no se encuentra en un estado errático y aleatorio. Durante el resto de la novela, poco a poco de acumulan errores cada vez más esperpénticos, hasta que se alcanza el sumun con la impresión de un computador en la superficie de un neutrón.

No resulta difícil ver que el autor ha montado un pastiche con elementos matemáticos y científicos que le han parecido chulos para juntarlos en un desparrame conspiranoico, y hacer así una novela de sectas con justificación seudocientífica. Un libro que debería ir a la estantería de los bestsellers de peor calidad junto a las historias sobre los catones, las búsquedas del grial o de la Atlántida; y que sin embargo se ha colado en los Hugos y los Ignotus.

La cienciasía es irrespetuosa con la ciencia y su influjo se siente ya en las series de ciencia ficción, que comentan errores de bulto con cosas como las escalas interplanetarias, los tiempos de transmisión en las comunicaciones, etc. Lo peor de todo es que esta clase de errores de bulto se pueden evitar realizando una investigación que, en nuestro mundo interconectado, no requieren ni una hora de trabajo. Pero lo cierto es que a los autores de cienciasía eso les da igual, porque tienen la mente llena de seudociencia y lo único que les interesa es lo chulo que queda poner frases como alcanzado por un frente de longitudes de onda o interferencia cuántica binaria, tengan o no tengan esas expresiones algún sentido.