10.2.23

Las parábolas de Octavia E. Butler

Mi última lectura del año pasado fue La parábola del sembrador de Octavia E. Butler y comencé este devorando La parábola de los talentos. He disfrutado ambos libros y sobre todo lamento que la autora no completase la saga. Los tres libros que había planeado escribir. A estos dos libros le debería haber seguido The Parable of the Trickster, que en español podría haber tenido varios nombres porque la parábola a la que haría referencia también los recibe. La autora decidió no escribirlo y se habla de una especie de bloqueo del escritor que se lo impidió. Un bloqueo que le llevó a pasarse siete años sin escribir una nueva novela. Leyendo el final de La parábola de los talentos, se entiende, pero volveré más tarde a eso.

Cuando leí la antología de relatos que incluye Hijas de sangre en español (horrible portada, por cierto, para un libro estupendo), me encontré dentro del mismo libro reflexiones de la autora calificándose a sí misma como novelista más que cuentista y ya entonces me pareció cierto. Hay muy buenos cuentos en esa antología, como el que le da nombre, pero sobre todo Amnistía cuya primera parte me parece simplemente magnífica; uno de esos escasísimos casos de textos que incluyen seres de otros planetas que no son humanos disfrazados sino algo realmente diferente, algo auténticamente alienígena. Sin embargo, es cierto que, al leer muchos de sus cuentos se sienten como si fuesen un capítulo o el principio, de una novela. Hijas de sangre, es tal vez el único que funciona verdaderamente como cuento independiente, todos los demás dejan el deseo de preguntar: ¿y las otras 250 páginas? Debido a esa sensación que me fueron dejando los cuentos decidí hacerme con alguna de las novelas y terminé escogiendo estos dos libros.

Ver a la autora moverse a sus anchas en su territorio natural, en una extensión que parece mucho más hecha a su medida que la longitud del cuento, te permite descubrir su grandeza. Octavia E. Butler se toma en estas obras un tiempo del que no dispone en los relatos. Se deja llevar, se bifurca, se extiende sin prisa sobre las anécdotas, permite a sus personajes asentarse y evolucionar, sin forzar nada, sin que parezca asomarse en ningún momento la tramoya de la historia, el cartón piedra de la trama. Excepto al final del segundo libro. Pero ya volveremos a eso más tarde.

El primer libro está escrito en forma de diario, con muy poco material adicional. Como corresponde a un diario, uno escrito, además, en circunstancias dramáticas y a ratos peligrosas, es un texto fragmentario, con elipsis, algunas largas y, sin embargo, el primer libro se siente como una narración continuada y lógica. Pausada, no lenta, sino de un ritmo adecuado que nos permite ir descubriendo el mundo en el que vive la protagonista y los personajes que la rodean. En realidad, acaba resultando corto, ya que cuando llega al final que ha escogido la autora, aún la sembradora no ha comenzado a sembrar, tan solo ha llegado hasta el huerto.

La segunda novela es muy diferente. Toda la primera parte es la continuación natural del anterior libro, con el mismo tipo de capítulos, el mismo ritmo, casi los mismos personajes. Se siente casi como si hubiese sido preferible que hubiese incluido todo este material en el primer libro; pero lo cierto es que desde el principio se trata de una novela muy diferente. Nada más comenzar deja claro que el narrador principal ahora es otro, la hija de la protagonista, y da cabida a muchas más voces, otros puntos de vista que se contradicen los unos a los otros. Dando una amplitud de visión que el primer libro no tenía. Es un libro magnífico, hasta que la autora se da cuenta de que le está quedando demasiado largo e introduce un segundo giro repentino, que lo cambia todo. El narrador toma el control en un largo capítulo que es en realidad una elipsis de décadas y lleva —a duras penas—, el tiempo de la narración hasta lo que considera que debería ser el arranque del tercer libro. De hecho la parte que yo hubiese encontrado como más interesante de la historia de la primera protagonista, su esfuerzo y trabajo para llegar a ese final, queda eludido por esa enorme elipsis.

Que no se entienda mal: me han gustado mucho ambos libros, como he dicho antes, y me parece mucho mejor libro el segundo que el primero, pero creo que la autora se equivocó al evaluar la magnitud de lo que se estaba planteando hacer. Probablemente estos libros hubiesen requerido el espacio de una heptalogía. En la biblia hay muchas parábolas del carpintero, así que hubiese tenido títulos de sobra, aunque no sé si le hubiesen encajado.

¿Y por qué?

Da la sensación (no he investigado lo suficiente sobre estos libros como para tener una opinión muy cerrada), que Octavia E. Butler en estas novelas pretendía afrontar un tema que me apasiona: la dificultad que tendrá nuestra emigración a las estrellas, el éxodo (si no fracasamos como especie antes) desde la Tierra hasta otros hogares. Las dificultades van a ser tan enormes que no puedo sino arrugar el ceño cuando me encuentro con relatos demasiado simples, demasiado amables, sobre este asunto. Para que os hagáis una idea Seveneves de Neal Stephenson me pareció demasiado optimista, dado el escenario que dibuja en la obra el resultado final se me antoja poco creíble, y lo mismo me pasó con Vocesen la ribera del mundo de Diana P. Morales. Solo el cuento de Úrsula K. Leguin Paraísos perdidos, me pareció ajustado, creíble. Es por eso que siempre ando rondando el tema, escribiendo sobre los larguísimos viajes interestelares, la desconexión de los viajeros, la casi imposibilidad de tener éxito en estos cometidos. Por eso he escrito y publicado Virginis 61, que toca el tema de forma tangencial pero directa, por eso he escrito una novela corta a tres voces que espero que me publiquen dentro de no tanto tiempo, por eso tengo un buen montón de cuentos con los que intento montar un fixup sobre las diversas colonias que, espero, llegaremos a formar en el futuro lejano. Y por eso creo que la autora se equivocó con la magnitud de lo que se estaba planteando.

Si narrar una historia (forzosamente generacional) de la colonización espacial humana, no fuese un cometido lo bastante complejo y largo, Octavia decidió iniciar el primer libro mucho antes, en el desastre ambiental y social que impulsa a la narradora a crear una nueva fe destinada impulsar y sostener la idea de la colonización extrasolar. Y, claro, consume todo el primer libro antes incluso de que pueda tener su propia iglesia. No logra movilizar la primera nave hasta el final del segundo libro y tan solo porque hace esa elipsis de décadas que he mencionado antes. Seguramente hubiese sido más razonable dejar la primera nave para el tercer libro de siete, al menos al ritmo que ella misma se marca. Maravilloso, detallado, creíble, pero insuficiente para terminar una historia así en solo tres libros de menos de cuatrocientas páginas.

El otro problema que tienen estos dos libros es que la autora sitúa el origen de la catástrofe que impulsa a la protagonista en una serie de desastres medioambientales, encarnados concretamente en una sequía pertinaz que está muy presente a lo largo de todo el primer libro. Al comienzo del segundo libro parece que ya se ha dado cuenta que este problema no le va a ayudar a llegar a las estrellas, por lo que lo obvia casi desde el principio, y queda más claro que antes que en realidad está narrando un colapso, no ya de la civilización industrial, sino de la civilización estadounidense. Los problemas del segundo libro —también presentes en el primero, pero no de forma tan central—, son los problemas de los USA y se descubre que el resto del mundo tampoco está tan mal.

Además la autora decide no destruir completamente el tejido industrial del país —aunque algunas escenas y escenarios, sugieren que las cosas están muy mal, que es un escenario postapocalíptico—, sino que decide retornar a un futuro mucho más tecnificado, ya que a fin de cuentas lo va a necesitar si quiere marcharse de la Tierra. El resultado es que necesita aún más espacio para justificar esa transición desde Mad Max hasta un escenario aún más amable que el de Ready Player One, y eso no ayuda a completar todo el asunto en solo tres libros.

Por resumir un poco me han gustado mucho estas novelas, más la segunda que la primera y espero rescatar otras obras de la autora, pero es una pena que no escribiese la historia completa, aunque le hubiese llevado siete novelas de seiscientas páginas.

He calificado ambas novelas con un cuatro sobre cinco en goodreads.