21.11.22

Adiós, pájaro, adiós...

 

Nunca he sido un tecnoi... digo, un early adopter, de nada y el pájaro no fue una excepción. He trabajado durante muchas décadas en un lugar repleto de tecnoi... early adopters, que poco después de que esta ave, ahora moribunda, rompiese el cascarón hablaban de ella sin parar. Perdón, quiero decir que piaban con ella sin parar. Recuerdo que me insistieron tanto en sus supuestas virtudes, en lo mucho que prometía (y estoy hablando de sus primerísimos principios, antes de la crisis del ladrillo, cuando aún muchos creían que el mundo era jauja y que el futuro no incluía zanahorias presidentes ni el retorno del terror al apocalipsis nuclear), que me hice una cuenta y fisgoneé un rato. Perdón, quiero decir que estuve lurkeando sin piedad. Lo que encontré me espantó: el colmo del narcisismo y la tontería, gente diciendo a los cuatro vientos cosas tan interesantes como que acababan salir de la ducha, o del gimnasio y no siempre en el orden razonable. Recuerdo que incluso llegué a encontrar artículo muy serios, explicando porqué la gente no debería piar que se iba de vacaciones, dando facilidades así a los ladrones. En aquel entonces llegué a preguntarme muy seriamente si alguien (entre los muchos miles de millones que somos) podía ser lo bastante interesante como para que su asaltacasas local estuviese siguiéndola día a día, escuchando atentamente cada vez que entraba o salía de la ducha, hasta descubrir que por fin se había marchado dejando la casa sin sistema de alarma, sin perro ni vecino, ni un mal amigo que fuese de tanto en tanto a regar las plantas. Por supuesto, borré mi cuenta de inmediato.

Un tiempo después el pájaro se convirtió en lo que cabía esperar, una plataforma para que los famosos intentaran hacerse más famosos, contando primero como entraban y salían de la ducha, y luego equivocándose en los momentos más in/oportunos al desvelar un ideario político in/esperado. Más o menos por esos tiempos, llegaron hasta las ramas del pájaro las empresas y con ello quiero decir las corporaciones que, por lo general, son bastante tecnoi... early adopters. Entonces mis jefes, algunos de los cuales habían sido los tecnoi... early adopters originales del asunto, se pusieron bastante pesaditos con la idea de que deberíamos hablar, quiero decir, piar sobre las cosas interesantes que hacíamos o los eventos chulis en los que participábamos, y al final, en uno de esas, intenté reabrir mi cuenta. Por supuesto ya no existía, ni estaba disponible mi nombre, ni ninguno de mis seudónimos habituales. Escogí el más cercano que encontré y así nació mi cuenta del pájaro dedicada a mi trabajo.

No mucho después entré a trabajar en uno de los pocos proyectos que realmente me parecieron interesantes e incluso importantes a lo largo de mi carrera como ingeniero, e hice lo posible por aumentar mis seguidores entre las ramas del árbol de este pájaro. Lo hice de una forma que me pareció honrada y razonable: enlazando lo que me parecía interesante a nivel tecnológico e ingenieril. Lo hice más que nada por ayudar al proyecto, ya que su existencia y futuro, dependía también de algunos de los tec... early adopters antes mencionados. Hacia el final de aquel tiempo feliz, se me ocurrió que bien podría hacerme una cuenta para mis actividades escritoriles, y quién sabe incluso interesar a alguien en mis paranoias personales.

Nunca he sido un usuario demasiado activo. El único hilo que despertó interés (uno sobre las cosas que habitualmente pasan en obras de ciencia ficción y que tienen muy poco de científicas), lo borré porque me cansé de contestar con detalles sobre porqué lo que me estaban contestando no tenía mucho sentido. He recibido algún que otro bloqueo, por bocas, y así he aprendido que sobre muchas cosas es mejor no hablar. Sobre otras he seguido hablando porque no puedo evitarlo. He visto, en los últimos tiempos, como el pájaro encontraba su posición en el diálogo de la redes sociales, y cómo servía para que algunas personas, admirables, intentaban hacerse un huequecillo que probablemente merecen y que no podrían encontrar de otra forma. Pero, ahora que el pájaro parecía encontrar su sentido y su medida, ha llegado el momento de acabar con mi estancia en las ramas azules. 

El plutócrata ha comprado al pájaro, lo anda desplumando de técnicos e incluso ha invitado a la zanahoria a volver a su trino. El plutócrata siempre me ha caído mal, pero últimamente está demostrando que su narcisismo y egolatría es cercana a la de la zanahoria y, la verdad, prefiero no tener nada que ver con todo esto. No creo que tanta gente haga lo mismo como para cumplir el sueño de ver cómo el plutócrata se hubiese gastado una millonada en una burbuja de humo que ha estallado en sus manos, pero sería un sueño bonito y un buen aviso para los plutócratas que hay por ahí, y que, la verdad, empiezan a ser demasiados.

No creo que me vaya a ir a ninguna de las manadas de elefantes que andan por ahí barritando, pero si lo hago ya os lo diré en este mismo blog.

1 comentario:

Incanus dijo...

¡Ay amigo! Yo tampoco he querido saber de la susodicha ave azul porque intuía que los trinos estarían a la altura del cerebro del animal en cuestión ¿prejuicio o lucidez?

Curiosamente, en mi país a la gente boba o que actua estúpidamente se les dice "pajarones". En fin...

Siempre habrá lugares para conversar a la altura (en línea o fuera de ella) con gente que quiera pensar, hablar y en ese orden.

Ánimo y a no desfallecer.

Un abrazo,

[INCANUS]