Enfrentándose al público
Más o menos en la misma época en
la que andaba en el colegio recitando poesía o cantándola, ocurrió mi segundo
enfrentamiento con el ‘público’ en esta ocasión como autor. Como ya he dicho
llevaba escribiendo toda la vida, pero no dejaban de ser cosas que sólo leía
yo, o yo y mi hermana, creo que ni siquiera llegaron a leerlas mis padres,
aunque ya no estoy seguro de eso. Pero ocurrió que mi madre quería representar
una obra tradicional de guiñol, de esas en las que hay un héroe con una
cachiporra, un malo, una princesa, etc… Mi madre hacía obras con los niños en
el colegio, toda clase de obras, desde danza hasta guiñol y yo le tenía
especial aprecio al guiñol. Cuando éramos muy pequeños la cocina de la casa de
mis padres y el lavadero –había un lavadero de verdad con pila de piedra y
todo, pero ahora sólo hay una lavadora- estaban separadas por una puerta de
madera, que tenía la peculiaridad de tener una ventana incrustada dentro, con
cristal y una tapa de madera. Siendo muy pequeños, o en mi cabeza nos veo muy
pequeños, hacíamos muñecos de guiñol de guante con cabezas de papel maché,
normalmente usando papel de estraza. Recuerdo que pintábamos las cabezas
nosotros mismos y supongo que mi madre cosía los cuerpos. Abriendo la ventana
de la puerta ya teníamos un teatro de guiñol. Nosotros en la habitación del
lavadero y nuestros primos sentados en la cocina. Recuerdo haber improvisado
historias de guiñol absurdas al menos durante mis cumpleaños, supongo que con
mi hermana de acompañante.
Por eso el teatro de guiñol me he
especialmente querido, por eso y por lo que voy a contar y por lo que pasó algo
después, pero ya llegaremos a eso. La cosa es que mi madre quería recrear una
de esas piezas de guiñol de héroes y cachiporras. Ella recordaba más o menos
las claves de cómo eran aquellas obras, despistes, persecuciones, victoria del
héroe, etc… todo muy Propp, esos elementos básicos, casi incivilizados y mucha,
mucha interacción con el público. La cosa es que le dije ‘yo te la escribo’. Y
lo hice. Era una obrilla de muy pocas páginas, en la que el héroe era un tanto
brutote y pensada para que los niños chillaran y participaran a más no poder.
Ya no recuerdo si hubo una versión escrita a mano, la que yo recuerdo eran unas
hojas mecanografiadas con la Olivetti verde de mi padre.
Mi primera obra de verdad,
destinada a ser leída por más gente, destinada a ser representada fue por lo
tanto una obra de teatro, bueno de guiñol, salvaje y fue todo un éxito.
Recuerdo que se representó varias veces a lo largo de los años y que siempre se
escuchaban a los niños chillándole al héroe para que los malos no lo pillasen
desprevenido.
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