30.8.23

Intermnemosis de Celia Corral-Vázquez

 

Cuando he leído sobre los procesos de la memoria en nuestro cerebro me he encontrado de tanto en tanto con una hipótesis 'molecular', es decir, ante la idea de que la memoria a largo plazo estaría guardada de forma persistente en alguna clase de molécula situada dentro de la neuronas o algún mecanismo similar. 

Siempre me ha parecido rara esa idea por varias razones. Primero porque un recuerdo es un 'contenido' multisensorial, que incluye incluso estados de ánimo internos, por lo que codificarlo en forma 'molecular', implicaría moléculas o secuencias de moléculas muy grandes, largas y complejas, además de una nueva forma de codificación probablemente más compleja que el ADN o ARN, así como un orgánulo 'lector' en el interior de las neuronas que no existiría en el resto de las células del cuerpo. Además, dado el funcionamiento distribuido del cerebro, lo lógico sería que cada 'fragmento' del cerebro, cada neurona, guardase un pedacito del recuerdo y cuando rememorásemos... ¿cómo se las apañaría el cerebro para activar o juntar todos esos pedazos a la vez? Parece demasiado esfuerzo para que la evolución hubiese escogido ese camino.

Siempre me ha parecido una idea improbable que requeriría de la aparición de un nuevo código bioquímico complejísimo, que en el fondo no es necesario. La plasticidad del tejido neuronal, capaz de crear caminos sinápticos nuevos, tras estímulos importantes o repetidos, parece mecanismo suficiente para soportar la memoria a largo plazo. Es decir, siempre me ha parecido suficiente confiar en la propia topología de las conexiones neuronales, para conformar nuestros recuerdos. Hay muchos artículos al respecto, por ejemplo, este es un estudio concreto y muy detallado que podéis leer. Aunque su título sea: Bases moleculares de la memoria y su relación con el aprendizaje en realidad lo que explica es la conformación de sinapsis nuevas.

Si queréis un ejemplo más cercano que refuerce la idea de que es suficiente con la topología sináptica para disponer de recuerdos a largo plazo, podéis considerar los modelos lingüísticos recientes, como el famoso ChatGPT, que 'solo' son topología sináptica y que, sin embargo, dan el pego en cuanto a disponer de memoria a corto, medio y largo plazo.

¿De dónde sale la idea de la memoria con base molecular? Pues principalmente de un estudio con gusanos del año 1955, que este artículo explica bastante bien. Si leéis el articulo veréis que la 'evidencia' científica sobre la posibilidad de transferencia de memoria no está nada clara en este caso. En el año 2018 esta idea se renovó con un estudio sobre babosas marinas, este artículo lo explica. Esta transferencia de recuerdos reencontrada en el 2018, también ha sido discutido. Como muestra véase este artículo.

La parte más relevante de esta crítica es:

"[...] En primer lugar, lo que se transfirió aquí no era un recuerdo en el sentido habitual de la palabra. Es simplemente un aumento en la sensibilidad de un conjunto de neuronas, una única vía refleja . Esta "memoria" no es específica de ningún estímulo particular. El entrenamiento consistió en escandalizar a los animales, lo que los hace más propensos a retirarse en respuesta al contacto, no a golpes, sino a cualquier toque. Es solo "subir el dial" en ese reflejo. Es difícil ver cómo esto se relaciona con los tipos de memoria mucho más complejos en los humanos.


En segundo lugar, la transferencia reivindicada por inyección de ARN parece biológicamente inverosímil. Este no es mi campo, pero por lo que sé por biología molecular, no se puede simplemente inyectar ARN en el flujo sanguíneo de un animal (o hemocelular en este caso) y esperar que entre en las células. El ARN (o ADN) "desnudo" es una molécula grande y las moléculas grandes no atraviesan las membranas sin ayuda, tal como yo lo entiendo. [...]"

La verdad es que tengo los mismos reparos sobre que sea posible esta clase de transferencia de recuerdos (y en general me parece muy improbable que sea posible ninguna transferencia de recuerdos práctica en cualquier futuro cercano).

El novum de esta obra de Celia es justamente la existencia de esta Intermnemosis, aunque la autora va mucho más allá. No solo extrae recuerdos de un individuo a otro de la misma especie (digamos que como en la 'fusión vulcana' de Star Trek, o como en la novela 'Solo nos llevamos los recuerdos' de Sara García Rizzotto), sino que muestra una transferencia entre dos especies diferentes, de dos biologías diferentes (una humana y un alien), siendo la morfología del cerebro alien completamente diferente a la nuestra (la propia autora habla de la disponibilidad de dos 'capas' de cerebro en lugar dos hemisferios con redundancia completa entre las dos capas).

Eso hace aún más difícil de creer la base de la obra, pero, bueno, hay cuentos maravillosos de Ted Chiang en los que el autor en lugar de usar la cosmovisión científica actual usa la de los sumerios, o la mecanicista del siglo XIX, o la geocéntrica, y los cuentos no solo funcionan sino que son fascinantes, así que aceptemos la Intermnemosis presentada como válida. Aún así la obra me resulta complicada de creer por otras razones (y no solo porque recurre a gravedad artificial y FTL, sin que vea una auténtica necesidad para ello).

Se nos presenta un futuro en el que la humanidad ha llegado a las estrellas, parece capaz de viajar de un mundo a otro con cierta facilidad, dispone incluso de gravedad artificial (si puedes generar gravitones a voluntad, ¿no puedes extraer energía directamente de la gravedad y resolver cualquier problema energético que se te plantee?), pero aún así parece que el planeta está a punto de colapsar (y eso representa un problema dramático para la humanidad. Supongo que las colonias en Marte, la Luna o los cinturones no pueden lograr que la humanidad sobreviva al colapso de la Tierra por alguna razón). La naturaleza del colapso no se nos cuenta, sin embargo, la organización a la que pertenecen las protagonistas consideran que encontrar un nuevo hogar es la solución.

Por muy tópico que resulte esta (y lo americano que es, porque la idea de salvarse viajando a tierras vírgenes, en el fondo, es una revisita a la conquista del oeste) es tan común (el primer premio Ripley, asume la misma solución por poner tan solo un ejemplo), que a pesar de los miles de problemas que encuentro a la idea de que podamos viajar por la galaxia hasta encontrar un planeta de hierba verde y aire fresco compatible con la vida humana, supongo que podemos aceptar esta parte también como válida. A fin de cuentas es prácticamente un lugar común (como la innecesaria gravedad artificial).

Ignoremos también que la autora acaba usando otros tópicos demasiado habituales en la ciencia ficción actual: pensamientos compartidos, o sea telepatía que parece que aparece al consolidarase los recuerdos de la alien en la humana; mutación no solo genética sino corporal; y viaje FTL mediante... ¿la mente?, a lo Dune.

Aceptemos todo eso. 

Aún así encuentro un problema de credibilidad más grave en la novela: supuestamente las protagonistas forman parte de un grupo ecoterrorista; han robado una nave de investigación carísima; han secuestrado a la única experta en todo el planeta capaz de realizar la Intermnemosis y han escogido a una de las suyas para que funda su mente con los recuerdos de un alien, lo que para mí implica probablemente la destrucción de la mente de la voluntaria, es decir, un sacrificio humano. Pues, a pesar de todo ello, hablan entre ellas con amabilidad, como colegas, en un tono que me hace pensar en una residencia de estudiantes universitarias y no en un grupo terrorista desesperado.

Esta parte sí que me resulta casi imposible de creer y por eso voy a darle tres estrellas sobre cinco en goodreads. Y es una pena, porque la autora sabe escribir, la prosa es fluida, y el breve intento de explicar el funcionamiento del procedimiento de transferencia de memorias es detallado y bastante creíble.

Esta discrepancia entre las circunstancias declaradas de las protagonistas y su comportamiento impiden que pueda creerme la historia, pero en realidad sí que recomiendo leer la novela. Seguramente esta discrepancia no sea un problema para muchos de vosotros.

24.8.23

Las edades de Itnis de Salvador Bayarri

 

Este es uno de los libros del montón que me he traído y (casi leído) del Celsius 232 de Avilés. Estuve revoloteando por los puestos de las editoriales para hacerme una idea de cuáles tenían un catálogo de ciencia ficción y me traje algunas novelas de Premium y otras de Apache. De las de la primera editorial esta es la que más me atrajo, y el vendedor de la caseta (no sé si editor), me dijo que era de lo mejor que tenían en catálogo.

Leo en la solapilla que Bayarri es doctor en Física y licenciado en Filosofía. Buena señal. Empiezo a leer y empiezo a disfrutar. Tres voces que se van alternando para contar una misma historia. Mi tema favorito: colonización de planetas remotísimos. Una nave de colonización con tripulantes hibernados, a la que ha precedido una primera oleada de robots autoreplicantes que deberían haber construido un ascensor espacial e iniciado el trabajo pesado, el no biológico de la terraformación. ¡Genial! Exactamente como yo mismo lo imagino en mi Náufragos en el mar de hierba, novela sin publicar. Al llegar descubren que algo ha ido rematadamente mal con la primera oleada, lo que es lo más probable, la verdad, y los tripulantes van a tener que apañarse con lo que hay, de nuevo como como en mi novela mencionada. Además Bayarri da tiempos de viaje creíbles: doscientos años locales en la nave y miles de años en la colonia matriz. ¡Genial! Y los tripulantes comienzan haciendo lo que necesitan hacer: revisar la lista de mensajes que han recibido durante el viaje, exactamente como hacen mis viajeros del Agni Kalpa en el relato que abre nuestra antología Ni en un millón de años. ¡Genial! Los tripulantes de la Argos son pocos, pero disponen de clones que conservan los mismos recuerdos, es decir, que disponen de copias que pueden irse despertando a medida que los anteriores mueran por un motivo u otro. Se les llama 'decisores' y tienen la función de acompañar a la terraformación a lo largo de los más que probables siglos, como maestros directores que sirvan de anclaje y recuerdo de la misión original. Eso es una variación biológica, no tan efectiva a mi modo de ver, pero válida, del concepto de fundador que muestro en mi novela corta Virginis 61. ¡Genial! 

Es decir, todo tiene muy buena pinta. Hay otros elementos muy acertados como la idea de que una evolución alienígena no tiene porqué generar una biología que se parezca a la nuestra, ni elementos básicos que sean reconocibles por nuestras sondas o instrumentos. O el detalle de que cuando uno de los personajes piensa en que lo que está viendo sea un producto de las bacterias terrestres sembradas evolucionadas en aquel entorno lo descarte rápidamente porque solo han pasado unos dos mil años, un tiempo ridículo para casi cualquier evolución desde bacteria a organismo pluricelular. Incluso llegan a comentar que cualquier virus de existir no podría infectarnos porque los mecanismos celulares no les serían de utilidad (un placer leer estas cosas en un mundo que se ha acostumbrado a pensar que un parásito alien puede crecer rápidamente dentro de las tripas de un humano, aunque sea un alien basado en silicio y con sangre de ácido). Por no hablar de la expansión colonial exponencial que describe, con colonias que intentan generar 'semillas' coloniales lo antes posible y así continuar avanzando por la galaxia. Probablemente la única manera de extender la presencia humana en una galaxia.

En esta primera parte ya hay algunas rarezas. Resulta extraño que los tripulantes se comporten un poco como obreros especializados, con un tono que recuerda los pilotos comerciales del Nostromo (Alien). Eso no tiene mucho sentido. Un esfuerzo colonial como el descrito requiere un plan a largo plazo que es difícil que se sostenga sin alguna clase de mística, de confianza absoluta en el destino 'manifiesto' o algo similar. Probablemente estos pilotos deberían tener algo de 'sacerdotes'. También es raro que la revisión de los mensajes de la colonia original (casi tres mil años de desarrollo cultural), sean tan neutrales y no hayan pasado cosas muy raras o fascinantes en ella (en este aspecto en mi Agni Kalpa hice un desarrollo más interesante). Tampoco parece muy creíble que el objetivo de tal expansión sea obtener recursos minerales destinados a los 'mundos centrales'. Nunca tendrá sentido (sin viajes FTL) ninguna clase de comercio entre colonias.

Después de ochenta páginas de descripciones acertadas y con un escenario de colonización que habría que reiniciar, con un conjunto de clones disponibles para sostenerla durante siglos (y con el nombre del libro en mente), me dispuse emocionado a vivir algo parecido a mi amado Crisol del tiempo y asistir al apasionante paso de los siglos, a los vaivenes de las personalidades de los tres tripulantes, cambiantes hasta su muerte y ser reiniciadas. Me preparé gustoso para asistir a las mil crisis que imaginaba en su futuro y entonces todo se volvió mucho más convencional.

*** DESDE ESTE PUNTO HAY SPOILERS ***

En ese punto los tripulantes se encuentran con una civilización nativa. Jo.

Al menos se trataba de una civilización autótrofa, como los de la novela mencionada antes. El libro se transforma así primero en un asunto de desencuentro con alien, uno que se resuelve demasiado pronto y demasiado fácil. Por que luego la cosa decae más, cuando los aliens muestran capacidades telepáticas (ains), logran integrar a los tripulantes en sus mentes colmenas (jo), aparecen militares malévolos (jopetines) llevando a la trama hacia el demasiado visto 'el nombre del mundo es bosque', 'avatar', etc..., pero que resulta que son viajeros en el tiempo (mierda) y bueno... todos lo que podáis imaginar hasta llevar a la novela a una mucho más tópica de lucha con el status quo, justicia con los aliens, etc... 

Como si una terraformación o la evolución de una colonia durante siglos no fuese material suficiente y fascinante.

En fin. No voy a hablar sobre la enorme improbabilidad de que nos entendamos con aliens, y la infinitesimal posibilidad de que exista la telepatía sin tecnología avanzadísima o el detalle de que si una especie tuviesa tal capacidad pueda usarla para entender la mente de otra especie. 

En finssss.

En cualquier caso la novela está bien, sobre todo en su inicio, y aunque sea solo por haber podido disfrutar de algo de sentido común en ese principio y por el acierto de las tres voces le voy a dar cuatro estrellas sobre cinco en goodreads.

22.8.23

Farándula de Marta Sanz

 

Hace unos días leí Monstruas y centauras, un ensayo de esta misma autora del que había oído hablar mucho. Me decidí a leerlo después de terminar Una habitación propia de Virginia Woolf. 

Ninguno de los dos ensayos me ha llenado demasiado. Los dos comparten el ser ensayos que se ramifican, que disparan en demasiadas direcciones, me gustan más los ensayos que anuncian rápidamente una tesis concreta y luego buscan, mediante ejemplos y contraejemplos, asegurar o, al menos, justificar la tesis del autor. Son más cercanos a mi manera de pensar que la aglomeración de datos o hechos más o menos cercanos a la hipótesis central sin acabar de afinar el discurso en una afirmación concreta. La acumulación de datos, de hechos, de anécdotas, o la mera reflexión sobre las mismas, no me parece que expliquen o demuestren nada. Tal vez estoy demasiado entregado al método científico con sus etapas de observación, invención de un modelo hipotético y la búsqueda sistemática de contraejemplos que lleven a la aceptación o rechazo de dicho modelo. Otras formas de proceder, como esta de acumular datos, reflexionar de forma no sistemática sobre ellos, esperando encontrar alguna claridad, alguna explicación, alguna revelación en tal proceder, se me antojan erráticas y poco fructíferas. Además en el caso del ensayo de Virginia Woolf tengo que reconocer que tampoco sintonizo con la autora. El primer capítulo de Una habitación propia me resultó soporífero por mucho que pudiese entender su intención ilustrativa.

El caso es que después de terminar el ensayo de Marta Sanz topé con esta obra de la misma autora, me la compré en forma de audiolibro y he encontrado algo mucho más interesante. Farándula, premio Herralde de novela 2015, se vende y tiene una sinopsis (la podéis leer en el enlace), de novela pero me parece algo más rompedor, más refrescante y para mí, que me siento atraído como una polilla en esa dirección, inmensamente más atractivo que una novela. Sobre todo al principio.

La estructura de esta novela es la de un conjunto de fotografías, la de un retablo de escenas, cortísimas aunque exploradas en profundidad, de un reparto coral de actores en diversas épocas de su carrera laboral y con diversos grados de éxito. No hay en este conjunto de fotos o de películas brevísimas, un juego excesivo del artificio literario (gracias a los inexistentes dioses), un gusto artificial por la pirueta literaria, aunque sí mucha... en algunas reseñas he leído ironía, pero yo diría que se trata más bien de mala baba. Al empezar a leer me preocupó que fuese un ejemplo más, hay demasiados, de narrador iracundo, de texto cargado de rabia y frustración, de ansiedad armada de martillo pilón, pero no se trata de eso sino de boca agria y mala leche fermentada en un rico requesón amargo.

Lo mejor de todo, sobre todo al principio, es que estas escenas, simples pero labradas con bisturí de precisión sobre carne trémula, están en sucesión temporal pero no conforman realmente un devenir, no confluyen en una trama propiamente dicha. La obra se zafa del cansino corsé de presentación, nudo y desenlace, se deshilacha en relatos rotos, que suenan a presentaciones, a inicios, y demuestra que la trama en sí solo es una herramienta expresiva más y que extirpándola de un texto literario, o desmenuzándola en fragmentos deshilvanados, no tiene porqué perderse nada de la fuerza de la obra. El ejercicio de la autora en esta obra va más allá de una novela con elipsis, analepsis y/o prolepsis. Farándula se entrega más bien al abrazo del fixup, que es, actualmente, mi forma literaria favorita, pero va más allá dado que sus fragmentos ni siquiera son exactamente cuentos, es decir (gracias a los inexistentes dioses), no tienen una auténtica trama interna con sus cansinos presentación-nudo-desenlace, sino que son fotogramas estáticos en el tiempo, o, por mantenernos en la nube semántica de la obra, momentos de intenso trabajo de expresión corporal, estatuas humanas sumidas en una tormenta atemporal de sentimientos contradictorios. 

En esta obra se demuestra que volcar las fotos de una vida sobre una camas, mostrarlas juntas pero desordenadas, puede ser tan intenso y emotivo como organizar una cuidadosa exposición recopilatoria aderezada con pequeñas cartulinas explicativas y títulos cuidadosamente escogidos.

Me encanta.

En la parte mala hay, tal vez, un exceso en el uso de las listas, de la aglomeración de elementos demostrativos, figura esta que sin duda cuadra con el espíritu general de la obra y con su forma global, pero que precisamente por ello me resulta un tanto repetitivo. Adicionalmente la parte final, que rompe la separación entre obra y autora y se vuelve algo meta, algo autoficcional, me sobra, me aburre un tanto, pero es cierto que a mí lo autoficcional explícito siempre me aburre. Aunque leyendo las reseñas parece que es una de las cosas que más ha gustado. A fin de cuentas estamos en los tiempos de la autoficción.

En cualquier caso, muy muy recomendable.