Día Décimo tercero del mes Sagrado del año
208
La visión de ayer no se ha disipado del todo y eso
me preocupa. Esta mañana, cuando regresaba de mi caminata por el campo, Azfal
estaba charlando con Abdul en el borde del Pozo. Comentaban algo de que el agua
de las Lágrima se había reducido aún al caudal habitual para estas fechas del
año. Me acerqué a saludar, primero porque quería hablar con Abdul sobre la
posibilidad de buscar unas tierras donde asentarme en Yarim – si voy a
considerar la posibilidad de pedir la mano de Djamila, debo conocer en qué
lugar podríamos vivir, ella se merece una casa digna y no muy diferente a las
del resto de las esposas de Yarim- y en segundo lugar porque quería sacar de mi
cabeza de forma definitiva mi visión de ayer. El resultado fue el contrario.
Estaba bastante nervioso, impactado por la visión
de Azfal como el Señor de la Noche, como un demonio, y eso debió influir. Estaba
predispuesto y la ensalada del alma, coge mis miedos y mis predisposiciones y
las pone no sólo en la superficie, sino fuera, enfrente de mí. En cualquier
caso, cuando me paré delante de los dos con intención de saludarlos los ojos de
Azfal me parecieron completamente negros. Sin iris, ni pupila, o como si todo
el ojo fuese una pupila negra como la noche. A punto estuve de desmayarme allí
mismo, suerte que pude contenerme por un poco. Hablé con los dos, e incluso
Azfal me felicitó por la idea de quedarme en el pueblo, mientras hacía toda
clase de bromas desenfadadas. Pero sus ojos no dejaron de ser negros como la
pez en ningún momento. Llegué a pensar que de alguna manera podría ser
‘verdad’, pero Abdul no mostraba ninguna señal de estar viendo nada extraño en
el cantante.
Esta tarde se lo he contado a Massud, que me ha
confirmado que es producto de mi imaginación y mi temor. Me ha recordado que
justo cuando conocí a Azfal fue cuando estuve en el templo que tanto me asustó,
así que mi mente de alguna forma ha decidido proyectar mi miedo en él, el más
raro de los habitantes del Valle de las Ruinas.
Le he preguntado si no podría usar sobre mí mismo
la hipnosis para calmar los temores cuando se vuelven en visiones tan vívidas.
Me ha dicho que no, que no podría, aunque supiese realizar una hipnosis, que no
sé. He insistido un poco y me ha dicho que en cualquier caso la parte de la
hipnosis del tratamiento requiere conocer los rudimentos de una hechicería, la
de Ilusión, y he tenido que reconocer que de hechicería no tengo ni idea.
Creo que por darme gusto hemos pasado el resto de
la tarde, hablando de magia, y en concreto aprendiendo algunos pases de manos
básicos, así como las doce clases de entonaciones simples de mantras de
hechicería. Así he descubierto que no sólo no tengo ni idea de todo eso, sino
que además no se me da muy bien.
Día Décimo sexto del mes Sagrado del año
208
Ahora conozco completamente la fórmula del primer
bebedizo que Massud me dio, y además creo que lo entiendo. La verdad es que resulta
en extremo ingenioso. Varios de los componentes podrían provocar la muerte,
pero están compensados por otras plantas que son justamente los antídotos de
los venenos de las primeras. De esta forma se logra dejar tan sólo el efecto
deseado, que está presente en las plantas venenosas, y en ninguna otra planta.
Una compensación inadecuada en los antídotos,
podría llevar a una muerte segura, o si no al menos en terribles dolores, el
método para lograr este equilibrio es también ingenioso, una última hierba se
usa como indicador en la mezcla durante la cocción. Su papel es simplemente
detectar la presencia activa de los venenos, ya que cambia de color rápidamente
ante un desequilibrio entre el veneno y su antídoto; de forma que la forma que
el doctor, debe estar presente y muy atento a la cocción para requilibrar
durante la misma la cantidad de ambos grupos de plantas.
Jamás había visto un procedimiento como este, y
depende completamente de las hierbas marcadoras. Sólo alguien con una increíble
experiencia podría haber discernido este procedimiento. A mí no se me hubiese
ocurrido nunca.
Como estaba claro que no tenía ni idea del
procedimiento, Massud ha empezado a enseñarme qué plantas se pueden usar como
marcadores en una cocción y porqué. Hay muchísimas más de las que hubiese
imaginado, para detectar gran cantidad de sustancias y su proporción, eso sí,
bajo una paciente y atenta mirada.
Con permiso de Massud he estado apuntado todo lo
que me ha ido enseñando en mi cuaderno sobre hierbas. Al final va a quedar algo
bastante interesante.
Echo de menos a Djamila. A ver si regresa pronto.
Día Décimo séptimo del mes Sagrado del año
208
Hoy he conseguido hipnotizar a una gallina. Massud
dice que es el animal más fácil de hipnotizar, así que me he puesto a intentar
lo que él me había enseñado y efectivamente he podido. Es sorprendente ver a
una gallina completamente paralizada dejándose coger, trasladar, acariciar. Y
sin machacarte a picotazos. Massud dice que haciendo esto es mucho más sencillo
sacrificarlas. Me imagino, pero me sentiría un poco mal. Es como abusar un
poco. Claro que en realidad no he matado muchas gallinas en toda mi vida.
Cuando se lo he dicho, Massud se ha reído y me ha dicho que más me vale casarme
con Djamila en cuanto ella regrese.
Hoy hemos estado un poco vagos, y la tarde la hemos
pasado jugando al djerek. Massud me ha enseñado lo que se llama el ‘juego del
asesino’. La pieza en cuestión me parece demasiado débil, pero Massud me ha
enseñado su verdadera fuerza, como trayéndola y sacándola del tablero, puede
desestabilizar completamente la posición del contrario, mi posición, y abrir
paso a las piezas más importantes justo hasta el centro del campo de
batalla. Muy interesante. El djerek
tiene tantas maneras diferentes de ser jugado, que más bien parece una metáfora
del mundo y una con un secreto bien guardado entre sus piezas.
Está claro que la falta de Djamila me pone
filosófico.
Día Décimo noveno del mes Sagrado del año
208
Hoy cuando me he despertado me ha parecido escuchar
a Djamila en la cocina, en la parte de las mujeres. Sin pensar he asaltado la
cocina, pero no era ella, sino una vecina que tiene una voz parecida. Lo peor
es que con las prisas no me había puesto los pantalones. Se han reído a gusto
de mí. Durante todo el día no han parado los comentarios y las puyas.
Aun así me he quedado en casa. Ayer Massud me subió
la dosis de cactus y me siento un tanto mareado y confuso. Además le prometí
que le llevaría una copia en limpio de mis dibujos del corazoncillo muerto y
entre la vergüenza y el mareo me ha llevado todo el día.
Día Vigésimo del mes Sagrado del año 208
Massud tuvo muchísimas alabanzas para mi trabajo
con los pinceles y las tintas. Siempre se me ha dado bien. ¿Debería haber sido
escriba en lugar de hakin? ¿Pintor tal vez? No pintor no, apenas se ganan la
vida y siempre están a merced de sus mecenas. Pintor no. Pero el oficio de
escriba no está mal. No se corren peligros y los hechiceros siempre están
dispuestos a pagar un buen dinero por una buena copia de un grimorio famoso. De
hecho creo que pagan fortunas por grimorios famosos tanto si son verdaderos
como si no.
Con los intentos de Massud de enseñarme hipnosis ha
quedado claro que no estoy dotado para la magia. ¿Cómo debe sentirse uno
invocando los poderes del mundo mediante la hechicería? Una vez vi a un
hechicero dar un espectáculo con las llamas del fuego de la chimenea de una
taberna allí arriba en el valle. Era un hechicero de poca monta, claro, los
magos de verdad hacen cosas mucho más peligrosas con el fuego; pero aun así
quedé fascinado por la forma en la que las llamas parecían obedecerle
completamente. ¿Qué razón habrá tras la afinidad con la magia? ¿Por qué algunas
personas, sobre todo hijos de otros hechiceros parecen conocer las palabras y
los movimientos casi sin estudiarlos y sin embargo otros como yo parecemos
negados para todo el arte hermético? De nuevo, volvemos a la herencia, a lo que
se pasa de padres a hijos y de estos a los nietos. Hay secretos profundos en
esta herencia que no conocemos y que me gustaría comprender si logro superar
mis treinta años.
Día Vigésimo tercero del mes Sagrado del
año 208
Hoy ha regresado Djamila. Estaba regresando desde
casa de Massud, cuando la he visto caminando por uno de los caminos que llevan
al Pozo junto a Jalal y el resto de los que se habían ido con ellos. No pensé.
Ni siquiera tuve celos de Jalal al verlo junto a ella. Simplemente nada más
verla estaba corriendo por los prados y saltando muretes separadores como si yo
mismo, de tanto vivir entre ellas, me hubiese transformado en una cabra.
He caído sobre ella y, mientras la alzaba en un
abrazo, la he besado en la boca. Creo que ha habido hasta aplausos. Y ella
estaba muy avergonzada, claro. Sólo entonces me he dado cuenta de que la estaba
besando en público y dejando muy claro, si es que aún le quedaba alguna duda a
alguien, que la amo. Yo no soy así. Sinceramente espero que sea todo debido al
amor que siento por ella, y no porque la ensalada del alma me exalta, me pone
todos los sentimientos a flor de piel.
Ella ha intentado disimular un poco, pero me ha
dejado cogerla de la mano y llevarla hasta su casa sin soltársela en todo el
trayecto. Ya en la casa ha habido algo de revuelo, quejas y discusión, pero
todo eso me da igual, ella ha vuelto al fin.
Cuando las cosas se han calmado un poco, ella ha
sacado cosas que ha traído desde el otro pueblo, incluyendo una funda más
bonita para mi ak’jambia, así como vestidos para sus hermanas y un fez para su
madre. Luego ha estado contando todo lo que ha visto en el pueblo, y en el
camino hasta allí. Y sobre todo ha dado muchos detalles sobre el parto y lo
hermoso que era el niño que habían tenido.
Todo lo cual lo recuerdo de forma difusa, porque
sólo podía mirar su increíble pelo, el hermoso color de sus ojos y de su piel y
la forma en la que su cuerpo se insinuaba bajo su thoba. La debía estar mirando
tan intensamente que Jalal, por lo bajo, me ha dicho que ya me valía, que la
iba a desgastar y se volvería rubia de tanto mirarla.
No sé qué me ha dado entonces. De alguna forma la
idea de que debería ser comedido al mirarla me ha parecido inaceptable, y de
ese pensamiento he pasado a la idea de que debería poder mirarla cuándo y cómo
quisiese, y, finalmente, para cierta sorpresa de todos, hasta para mí, me
encontré pidiendo su mano a la viuda.
El resto de las hermanas me miraban como si
estuviesen viendo un loco, y Djamila estaba roja como un tomate. La viuda los
ha hecho salir a todos, hasta a Djamila y nos hemos quedado a solas. Me ha
puesto un vaso de leche fermentada, y por primera vez desde que la conozco, se
ha puesto otro ella misma.
Tras mirarme un rato muy seria, lo primero que ha
soltado es que no tiene para pagar la dote de todos, y que Djamila es la más
pequeña, así que no hay dinero para su dote. Yo le he recordado la mentira de
que en mi tierra es el hombre el que paga. Entonces ella ha ido a lo que de
verdad es un problema y que los dos sabíamos. Me ha dicho a las claras que
aunque yo sea un hombre de provecho, con dinero y buena profesión, estaba claro
que no era un hombre fuerte y que estaba muy enfermo. Me ha dicho que no quiere
que su hija sea una triste viuda joven.
Es difícil argumentar contra algo que simplemente
es verdad, pero le conté todos los planes. Primero le dije que ya había
localizado y medio apalabrado una casa con un prado excelente que podría
sostener un rebaño más que considerable. Que podía pagar esa casa y bastante
más, de forma que incluso en el caso de que yo muriese pronto y ella se quedase
sola, o aún peor, con hijos míos, tendría la casa, el prado y el rebaño. Que no
le costaría encontrar un hombre dispuesto a aprovecharse de todo eso, y que
ella misma podría pagarse una o dos dotes en tal caso. Además le he dicho, que
pondría todo lo que he ahorrado a su nombre, de forma que tras mi muerte mis
familiares del valle no heredarían, sino que lo harían ella y nuestros hijos si
hubiesen. Luego, le he contado cómo Massud opinaba que el tratamiento iba mejor
de lo que esperábamos, y más que una muerte joven pareciera que iba a tener una
vida larga y sana.
Finalmente le dije una gran mentira. Le expliqué
que la enfermedad que me aflige sólo la padecen los varones –lo que es cierto-,
y que debido a mi formación de hakin, conozco las fórmulas y pociones
necesarias para que ella y yo tuviésemos sólo hijas –lo cual es una gran
mentira, pues como en otras muchos misterios, se desconoce por completo qué es
lo que hace que nazca un infante varón o hembra.
La viuda no estaba muy convencida de mi poder para
engendrar sólo niñas, pero sí que estaba convencida de los ‘poderes’ de Massud,
así que si él decía que yo me curaría, me curaría. Dijo que tendría que hablar
con aquel viejo loco de Balidran para estar segura, pero que si era así daría
su permiso para nuestro matrimonio, siempre y cuando yo pasase el convite
también, le buscase a ella unas joyas aceptables y sobre todo hiciéramos todos
los pasos tradicionales en Yarim. Desde la solicitud pública, hasta la noche de
bodas en el campo entre cabras.
Le dije, que a ese respecto quedase tranquila, pues
si me concedía permiso para desposarme con Djamila tenía intención de
convertirme en un yarime con todas las de la ley, que me esforzaría por parecer
tan del pueblo como las blancadas. El chiste de cabras no le hizo ninguna
gracia.
Cuando salimos a donde estaban los demás Djamila
tenía cara de miedo, e hizo ademán de separar a su madre para hablar con ella;
pero la viuda antes de que nadie hablase declaró que aceptaría el matrimonio entre
el flacucho hakin y su hermosa Djamila siempre que se cumpliesen una serie de
requisitos que se habían hablado y que se detallarían en los siguientes días.
La cara de felicidad de mi amada, fue tan clara que de pronto me desaparecieron
los temores y de pronto las visiones provocadas por la ensalada del alma, se
hicieron brillantes y hermosa donde habitualmente eran tristes y tenebrosas. En
ese momento las mujeres se volvieron locas, comenzaron a hablar de toda clase
de cosas y no sé cómo aparecieron por allí muchísimas vecinas, algunas de las
cuales creo que nunca había visto nunca.
Jalal me sacó de la casa. Me dio un codazo en el
brazo y bromeó con que tenía el valor bien escondido. Estaba más que claro que
su sonrisa escondía una profunda envidia. Entonces entendí que por mucho que
fuese un joven apuesto, era demasiado joven, incluso para Djamila y sólo era un
pastor, no era un hakin con dinero como yo. Le di un abrazo de hermano, y le di
las gracias por todo lo que me había ayudado con ella, aunque no recordaba que
me hubiese ayudado nunca en eso. Y entonces le pregunté si estaría dispuesto a
hacer un favor, unas comprar en Al Ossi, que le pagaría bien.
El asintió, a pesar de que estaba claro que lo
estaba separando de allí, y a pesar de que acababa de regresar de un viaje. Así
que pasamos buena parte de la tarde en la única tasca del pueblo, hablando de
cuál sería el vestido de boda más adecuado para ella, así como las joyas de que
debían comprarse. Por supuesto al final del día todos los hombres del pueblo
estaban en la tasca, bebiendo a mi costa, y haciendo chanzas sobre mi
matrimonio. En algún momento hasta vi a Massud entre la gente riéndose con
ganas.
He vuelto borracho y mareado a la casa. He tenido
que meter la cara en la jofaina para aclararme un poco y estaba a medio
desvestir cuando se ha colado en la habitación Djamila cubierta tan sólo con
una túnica muy fina y bastante transparente. Me ha besado en la boca, me ha
dicho que no creía aún que hubiese tenido valor para dar el paso y que estaba
muy contenta. He intentado contestarle, pero ha seguido hablando, diciendo que
iba a hablar con su madre y que no me preocupase que iba a lograr que se
aligerasen las condiciones, que ella no necesitaba tanto, y que tal y que cual,
yo ya no escuchaba, sólo olía y miraba. Entonces me ha vuelto a besar y me ha
dicho que, eso sí, tendríamos que hacerlo bien hasta la boda. Yo le he dicho
que todo lo que ella quisiera, a lo que ella me ha dado las gracias. No me he
dado cuenta hasta que se ha marchado que eso significaba que no estaría en mi
cama esta noche, ni el resto de las noches hasta la boda.
Día Vigésimo octavo del mes Sagrado del
año 208
No tenía ni idea de cuántas cosas son necesarias
para una boda. Pensaba que la única importante era el sacerdote, pero dado el
estado de Rubbah, al parecer esto es lo único que no va a ser necesario.
Para mí lo más importante es asegurar su futuro, y
eso pasa por conseguirle una casa y unos prados que estén a la altura de lo que
he llegado a sentir por ella. La casa que había medio hablado, todos me han
dicho que está muy bien, pero entre Massud y Jalal, han conseguido que me la
rebajen de precio. Al parecer al precio que me estaban pidiendo hubiese sido un
timo.
Finalmente, han sido las hermanas mayores de Djamila
las que han decidido cómo ha de ser el vestido y las joyas, así que Jalal no ha
salido hacia Al Ossi, hasta esta tarde. Por lo poco que he podido entender, no
va a ser muy diferente que otros vestidos de boda, como los que aportan como
ajuar las mujeres de Yarim, es decir bonito, para guardarlo más que para
usarlo, y muy caro.
Ha habido un pequeño lío con el color. Claro, no
soy un Osramán, ni ninguno de los otros apellidos de Yarim, ¿con qué color deberíamos
casarnos? Al final, pensando en las nieves del Valle les he dicho que blanco,
pero se han negado, ya que es el color del luto. Así que al final se ha llegado
a la conclusión que los Ibn Kamaj vestirán del verde de las praderas que tienen
en común estas tierras y las de mi nacimiento.
Al parecer nos casará Abdul, que a falta de Rubbah
es lo más parecido a una autoridad que hay en el pueblo, y todo el mundo ha
estado de acuerdo que debe celebrarse donde la gran higuera, así que había que
negociar también un precio con la joven que es la única heredera del prado en
el que está el árbol, lo que incluía tanto el precio por el alquiler para la
ceremonia, como un dinero extra por si acaso el árbol resultase dañado de
alguna manera.
Y claro, hay que empezar hablar del banquete, al
que todo el mundo parece creer que está invitado, así que estoy teniendo que
considerar cómo dar de comer básicamente a todo el pueblo. Eso sí, de inmediato
han empezado a aparecer montones y montones de corderos y cabras teóricamente a
buen precio. De negociar por la carne del banquete se va a dedicar la viuda,
que ha dejado claro que de comprar comida no tengo ni idea. Se me ocurrió preguntarle
si habría que contratar a alguien para cocinar todos esos platos y casi me echa
de la casa a palos, entre gritos de si se había creído que las mujeres de su
familia eran mancas o ciegas.
Mucho lío, y entre tanto lío tengo el tratamiento
algo descuidado.
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