28.8.24

Varias lecturas de fantasía: Babel, El arcano y el jilguero, y Tras la muerte, al fin, paz

 

En esta ocasión os traigo tres breves reseñas de libros de fantasía que he leído recientemente. Los tres libros son de estilos diversos, de longitudes muy diferentes y de autores distintos. No tienen en común más que el hecho de su coincidencia temporal en mi lista de lectura y, tal vez, un poco de oscuridad. En unos tiempos en los que el mercado de la fantasía parece dominado por lo cómodo y agradable de leer (creo que lo llaman cozy y feelgood), o por un hopepunk un tanto naif que me pone nervioso con su confianza en el prójimo, o por tramas de fantasía asfixiadas por líos románticos que me interesan cero (romantasy), o por el tropo de moda de la comunión de las mentes y la almas que tan mal sabor de boca me deja (a mí un conflicto resuelto mediante una colectivización del pensamiento o la unión voluntaria a una mente colmena no me parece agradable sino una pesadilla más chunga que una película de Freddy Krueger), leer unos cuantos libros oscurillos (aunque no sean tanto como dicen) resulta refrescante. A los tres libros le he dado tres estrellas sobre cinco en goodreads, aunque los tres merecen más bien 3,5/5 y los considero por encima de muchas de las otras lecturas de tres estrellas de este año. 

Revisemos del más largo al más corto.

Babel es una novela de R. F. Kuang, autora de Amarilla que (excepto el final) disfruté mucho los primero meses de este año. Tras terminar la mencionada obra, empecé la trilogía de Guerra de las amapolas con la primera de las novelas, del mismo nombre, y, aunque la obra es más o menos imaginativa y se deja leer, la encontré un tanto irregular. Vi que Babel tenía más revisiones y que parecía una obra más interesante y la añadí a mi lista de pendientes.

Esta novela es una obra extensa (muy) y lenta (bastante), en la que la magia casi no está presente. En el prólogo la autora insiste en repetir que la obra no es histórica, que se la debe considerar una obra de ficción, que no pretende ser fiel a la realidad de Oxford ni actual ni de la época en la que está situada. Me extrañó tanta insistencia al leerlo, pero tras terminarla ya no. La obra se aparta tan poco de nuestra realidad que fácilmente se podría pensar que se trata de una ficción histórica con alguna concesión a la fantasía, y el lector que llegase a tales conclusiones podría sentirse engañado al final de la misma. No solo es que la ciudad, el país, las costumbres sean equivalente a las de nuestro mundo (de aquella época), sino que incluso se respetan los nombres de las personalidades relevantes.

Hay magia, sí, un poco, pero tan sutil que casi no funciona como tal. Aunque se parte de la concepción de arcana más antigua y básica, la magia simpática, la que llevó a nuestros remotísimos antepasados a pintar animales en las cuevas para atraer manadas o buena suerte en la caza, y que llevó a los sacerdotes a creer que el nuevo invento, la escritura, tenía tanto poder como esas pintura, a creer que la palabra es la cosa y que la creación es verbo; en este caso la autora le da la vuelta explorando las dificultades de la traducción de lenguas. El sistema de magia es interesante y atractivo: dado que al traducir se pierde parte del significado por las sutiles diferencias etimológicas y de nube semántica entre las lenguas, la autora indica que la plata tiene la capacidad de adquirir y materializar esas fracciones de significado que se pierden al traducir. Así, escogiendo adecuadamente dos lenguas cuyas palabras diverjan justo en el efecto que se quiera producir, es posible romper las reglas de la física plata mediante. Gracias a esto la autora nos muestra una Inglaterra en pleno proceso de revolución industrial potenciada gracias a la plata cargada de significados perdidos durante las traducciones.

Aunque el sistema en sí sea interesante, y podría devenir en una exploración casi de ciencia ficción, o en un complejo entramado de hechicería (no quiero ni pensar lo que haría Sanderson con esta idea, ampliando de los nombres o verbos a los que se limita la autora a frases completas, párrafos y hasta libros enormes de filosofía natural traducido en gigantescas barras de plata en varios idiomas), la autora no lo desarrolla en demasía, no explora las consecuencia de este novum, y deja el mundo casi idéntico al nuestro. De forma que su plata encantada, se transforma en una especie de alegoría y solo en eso. El final demuestra que es justo eso.

¿Una alegoría de qué? He escuchado a varias personas darme varias explicaciones que van desde el colonialismo al opio, pero creo que la plata hechizada en este libro funciona como alegoría de... la plata. 

:)

Me explico. La idea de que el dinero debe estar respaldado por un patrón de metales preciosos y que la nación que controle tales metales (es decir la plata) es la que domina sobre los demás era la más aceptada teoría económica durante la época de los descubrimientos (véase el concepto de mercantilismo), alguna de las ideas, como el respaldo en metales preciosos de la moneda de curso, tardó mucho en dejar de ser relevante y a nivel popular aún no está descartada del todo. En el mundo de la obra esta idea es totalmente real, ya que la plata es un recursos escaso que mueve la revolución industrial, no metafóricamente, sino de forma absoluta. La Inglaterra del libro necesita absorber toda la plata posible, para mantener sus fábricas, sus trenes, sus telégrafos en funcionamiento. Así la plata se torna en alegoría del capitalismo, del colonialismo y el final del libro en un deseo de que tales cosas hubiesen acabado siglos atrás.

El libro está bien y recomiendo su lectura. La parte que menos me ha gustado es el protagonista, que me resulta difícil de creer. Se supone que es un hombre joven y en las muchas páginas del libro no aparece ni una sola vez una atracción física ni un deseo sexual. Una suerte de interés romántico gay sí, pero nada sexual. Evidentemente el personaje puede considerarse asexual, pero en general todas sus reacciones parecen demasiado cerebrales y distantes. Me cuesta creerlas.

Voy a comentar no solo El arcano y el jilguero, sino también las Historias de Hann una antologías de cuentos del mismo mundo y autor que he leído inmediatamente después. Cuando me encontré (sin buscarlo) en una conferencia con el autor durante la última Hispacón estaba justo leyendo La danza del Gohut y me estaba gustando tanto que no pude sino acercarme a felicitarlo y pedirle que me lo firmase (aunque no era el momento ni el lugar). Hace ya mucho un amigo me hizo leer el inicio del Arcano, que no le había gustado para preguntarme que me había parecido. No me pareció mal, pero no había leído el resto de la obra. A él no le gustaba nada porque le parecía que lo planteado por Ferrán no tenía mucho sentido, no lograba creérselo. Me parece que Ferrán funciona mucho mejor en longitud de cuento que en longitud de novela. Su prosa es poética, florida, y en el Arcano los momentos en el que el protagonista actúa haciendo de lo suyo, o sea de Batman, de uno salvaje y gore, funcionan muy bien. Luego la trama no se sostiene demasiado bien. Igual que a mi amigo no le convencía nada lo que se contaba al principio, hay muchas conexiones en la trama del libro que resultan muy difíciles de creer. El personaje se habla a sí mismo todo el tiempo, pero no es particularmente listo, es pobre como una rata (aunque sea un oficial imperial), no tiene juguetes mágicos ni tecnológicos, no parece que el imperio quiera ayudarlo mucho en su trabajo, no es demasiado hábil con su única arma (una daga grande) y en general me recuerda más al Rorschach de Watchmen que a Batman o al Geralt de Rivia (de hecho el final parece muy de tal personaje). Sé que se supone que es Grimdark y eso, pero me cae simpático, como el personaje de Watchmen, es un inútil empeñado en hacer lo que considera que es lo correcto, dentro de lo que cabe es bastante positivo (nada que ver con los horrores de Martin).

En general me ha gustado (bastante más que otras lecturas de esta primera mitad del año), aunque la trama resulta no muy creíble y algo deslavazada, y creo que si el autor le hubiese dado la forma de un fixup (como el primer tomo del brujero), alguno de esos problemas hubiesen desaparecido. Por ejemplo, las Historias de Hann en el mismo mundo, me han gustado mucho más. Son cuentos excelentes, el último de ellos muy buenos y los recomiendo encarecidamente.

Esta novela corta de Virginia Orive de la Rosa, aunque me la vendieron como fantasía oscura y en la web de su editorial han incluido ese tag y el de grimdark, sinceramente creo que solo la podemos considerar tal en el contexto actual plagado de fantasía muy blanca, muy optimista, en el contexto del dominio del hopepunk. Si hay lo que parecen nigromantes, fantasmas, muertos y guerras, sí; pero los protagonistas no están más que intentando sobrevivir e incluso ayudar. No acaba muy bien, sí, pero no porque ninguno de ellos opte por hacer el mal para salvar su propio culo, enriquecerse o lograr poder. Incluso todo el escenario se plantea como una reinterpretación de Los siete samuráis (aunque luego no se desarrolla en esa dirección). No me parece una obra muy oscura.

Los personajes están bien, las descripciones y los diálogos funcionan, el escenario atrapa el interés, y el sistema de magia promete (si realmente acaban publicándose más partes) muchas posibilidades. En general es una obra que merece la pena leer, aunque a mí me ha sabido a poco.



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