5.9.23

Mis reflexiones sobre los géneros de lo imaginario

 

Hace unos meses la gente de Futures Factory me pidió que escribiese una parte del curso sobre ciencia ficción que querían dar. Un tanto frustrado por mis últimas lecturas traigo partes de este curso a mi blog, aderezado aquí y allá con nuevas reflexiones, algunas modificaciones y algo de material extra. Eso sí, sin la segunda parte que intentaba recorrer la historia del género.

Soy, o intento ser, escritor de ciencia ficción y de fantasía, de ambos subgéneros, pero para mi son tan claramente diferentes y con objetivos tan separados, que quiero que se entienda mi posición.

Pero ¿qué es eso de la ciencia ficción?

Para la mayor parte de la gente la ciencia ficción es cualquier narración de índole fantástica. Si le preguntáramos a la gente «normal» nos contestarían cosas diversas, las más de las veces algo parecido a «lo de las naves y los robots» o «cosas de esas de marcianos». Es posible que alguno te conteste «las pelis como Matrix o Star Wars», y unos pocos frikis te hablarán de Star Trek —eso sí, te hablarán apasionadamente de ello. Pero ¿qué es la ciencia ficción?

Tampoco lograrás aclararlo del todo si vas a buscar información en la red o en los libros sesudos del tema. La Wikipedia llega a reconocer que no se ha podido llegar a un consenso completo sobre lo que es la ciencia ficción, aunque al tiempo que se queja de que se trata de una mala traducción del inglés y que deberíamos llamarla ficción científica. Lo que sí queda claro, para casi todo el mundo, es su encuadre entre los géneros no realistas, junto con la fantasía y el terror. Sinceramente, lo de «no realistas» no me convence y usaré como alternativa géneros de lo imaginario.

En la web de la Biblioteca Nacional, en la página introductoria a la ciencia ficción dice:

“[…] La ciencia ficción es un género narrativo que sitúa la acción en unas coordenadas espacio-temporales imaginarias y diferentes a las nuestras, y que especula racionalmente sobre posibles avances científicos o sociales y su impacto en la sociedad. […]”

La primera parte no me parece muy diferenciador, porque hay infinidad de novelas que podemos llamar de fantasía separables de la ciencia ficción, que ocurren en lugares diferentes al nuestros o en tiempos remotos o aún por venir. La segunda parte “que especula racionalmente”, sin embargo, creo que da en el clavo.

En una web editorial encabezan la sección de introducción a la ciencia ficción con esta explicación:

“[…] La ciencia ficción es un género de la narrativa de ficción en el que están presentes avances científicos y técnicos, ya sea en el futuro o en el presente, que afectan e intervienen en la sociedad y en la vida de los individuos. […]”

Esta idea de que para que sea ciencia ficción debe concurrir elementos científicos o tecnológicos, la he encontrado muy frecuentemente, hasta el punto que bastantes personas me han dicho que es el requisito, el elemento diferenciador. A mí no me convence mucho porque no me parece muy diferente a lo de decir «lo de las naves y los robots». Y, sobre todo, hay obras de autores de ciencia ficción que creo que podemos clasificar dentro del género como Exhalación de Ted Chiang, El planeta del exilio de Úrsula K. LeGuin o, uno de mis favoritos, El crisol del tiempo de John Brunner, que no soportan demasiado bien la exigencia de contener ‘avances científicos y técnicos’.

¿Cuál es, entonces, la característica definitoria de la ciencia ficción? Al menos para mí.

La ciencia ficción y los demás géneros de lo imaginario

Hay cursos en los que se denominan a los ‘tres géneros hermanos’ literatura no mimética, nombre que proviene, entiendo, de la Poética de Aristóteles. Sin embargo, si uno busca qué es eso de la mímesis, que un género sea mimético o no parece depender del contenido más o menos fantástico, más bien de la forma: así hablan de no miméticos cuando hablan de ensayo, crítica literaria, o de obras con forma de cartas y similares.

El término género no realista, podría ser mejor alternativa excepto porque la ciencia ficción más interesante intenta mantenerse lo más cerca posible de la realidad. Otro término interesante es el de ficción especulativa que en la Wikipedia española está definida como:

“[…] Ficción especulativa en literatura es una denominación general que engloba los géneros de ficción con mayor grado de fantasía e imaginación, y, específicamente, ciencia ficción, fantasía, terror, ficción utópica y distópica, ficción apocalíptica, y ucronía. […]”

Que no deja de ser una definición por extensión —una extensión que parece incluir más géneros que el terror, ciencia ficción y fantasía, pero que, sin embargo, deja fuera otros como el realismo mágico— y en la inglesa la describen como:

“[…] is a broad category of fiction encompassing genres with elements that do not exist in reality, recorded history, nature, or the present universe. […]”

Lo que tampoco parece ser muy diferenciador. O, al menos a mí, no me lo parece. Elementos que no existen aquí y ahora tienen muchas obras que consideraríamos realistas. A fin de cuentas, la mayoría de los personajes que aparecen en obras realista son, eran y serán inexistentes. Remedos o remezclas de personas que existieron o podrían existir en nuestra realidad o en la del momento de la escritura de la obra, pero que estrictamente hablando nunca existieron.

Parece más bien que el grupo de géneros en el que se engloba la ciencia ficción, los géneros de lo imaginario, está más bien caracterizado por usar VOLUNTARIAMENTE elementos no reales. Es decir, cuando en una obra de fantasía se recurre a un dragón, a un hechicero o a un demonio, el autor y el lector ya saben que esos elementos no existen, ni podrían existir, ni existirán nunca, pero aceptan usarlos para explorar alguna dimensión diferente a la realidad en la que viven (o de la realidad en la que viven mediante una metáfora).

En las epopeyas antiguas como la de Gilgamesh, o las de Homero, aparecen toda clase de fuerzas sobrenaturales, dioses, semidioses o elementos similares, pero, por lo que sabemos, los escritores y lectores de aquellas épocas no las consideraban fantásticas, en el sentido anterior, es decir voluntariamente incluidas a pesar de su inexistencia, sino que las consideraban parte de la realidad. Sus dioses de alguna forma existían e influían realmente en sus vidas, así que desde su punto de vista eran obras realistas.

Más allá del uso de elementos no reales voluntariamente para crear una historia, para explorar algún aspecto de nuestra realidad mediante una aproximación lateral, común a todos, ¿cómo podemos clasificar, entonces los géneros de lo imaginario? Pues lo que parece más acertado es pensar en aquello que apela principalmente:

-        En el caso de la fantasía, el autor apela principalmente a la imaginación, a la maravilla, a lo diferente, al asombro. Le presenta al lector escenarios y elementos inexistentes para llevarle por sendas que nunca ha visitado y que le dejen fascinado. Busca sobre todo despertar la imaginación del lector, dejarlo con la boca abierta.

-        En el caso del terror, el autor apela principalmente a los sentimientos, casi siempre al espanto, al miedo y busca dejar al lector intranquilo. Suele presentar sus historias en mundos que se parecen mucho al nuestro para incrementar el efecto de los perturbador, lo diferente o imposible que incluye. Busca sobre todo perturbar al lector.

-     Finalmente, en el caso de la ciencia ficción, el autor apela principalmente a la razón, al intelecto. Nos presenta mundos que podrían ser el nuestro, tal vez ahora, tal vez en un futuro lejano, pero cuyas reglas internas son coherentes con las que conocemos de nuestro mundo excepto algunas muy concretas divergencias. El autor cambia voluntariamente un elemento (o varios, pero pocos), y nos lleva, a través de una historia, a explorar los efectos de ese cambio. Nos plantea los resultados, frecuentemente inesperados, de esa modificación para enfrentarnos intelectualmente a ellos, y, en el fondo, para forzarnos a un cuestionamiento de nuestras creencias. Llamaremos a esta modificación frente a las reglas del mundo ordinario el novum y hablaremos más delante de él.

Personalmente creo que hay que hablar de un cuarto género, aunque muy cercano a la fantasía, que es el realismo fantástico, que como la fantasía lleva al lector a enfrentarse a lo diferente, a la maravilla, pero en este caso usa escenarios cotidianos, cercanos, casi idénticos a nuestro mundo excepto que incluye algún elemento sobrenatural o imposible. En esto es similar al terror y a la ciencia ficción, excepto que en el caso del terror la intención es sobrecoger, perturbar, y en la ciencia ficción es provocar una reflexión, mientras que en este género la intención es tan solo maravillar. Es decir, tiene el mismo objetivo que la fantasía pero con una aproximación más realista.

El novum y su importancia

Como hemos visto en las anteriores secciones la literatura de ciencia ficción es un género de lo imaginario, en el que la separación con la realidad proviene de la introducción de un elemento diferenciador, el novum. Esta modificación es voluntaria y tiene la intención de explorar las consecuencias de este cambio, así como provocar alguna clase de reflexión en el lector.

El novum es el motor de la obra de ciencia ficción, su justificación y su motivo. No tiene porqué ser una innovación tecnológica o científica, aunque puede serlo. En El hombre invisible, de H.G. Wells la invisibilidad de una persona es la diferencia y el autor explora sus consecuencias. En El hombre dorado de K. Dick, se nos presenta una criatura casi humana, sin inteligencia, pero capaz de ver unos cuantos minutos del futuro y reaccionar de forma instintiva para asegurar su propia existencia y asegurarse descendencia. Aquí K. Dick juega con dos novums, entrelazados: la existencia de un mutante sin raciocinio, y la capacidad de ver unos pocos minutos del futuro, para desarrollar luego sus tesis sobre la importancia o no de la inteligencia humana. En este segundo caso, es posible defender que se trata de una innovación científica o tecnológica, pero hay que retorcer bastante el concepto para hacerlo. Se trata más bien de un accidente natural y de las consecuencias que tiene. En sus relatos Ted Chiang a menudo toma como auténticas visiones cosmológicas ya descartadas, arcaicas, como el mundo según lo imaginaban los sumerios en La torre de Babilonia, o el maravilloso Setenta y dos letras, en el que toma por cierto una visión cabalística de la realidad y desarrolla el tema del golem y los homúnculos. En estos casos el autor le ha dado la vuelta a las herramientas de la ciencia ficción y el novum es el mundo entero en el que se desarrolla la historia, es decir, todas sus reglas, sin embargo hace exactamente lo mismo que hace un buen relato de ciencia ficción, explorar su innovación hasta las últimas consecuencias y provocar en el lector un tambalearse de sus convicciones, o, al menos una reflexión.

Por esta razón creo que el novum, que en la mayoría de las ocasiones es presentado en las primeras páginas de la obra —en el caso de Yo Robot de Asimov, se va más allá y se plantean las tres leyes justo al comenzar la antología—, ya que lo importante realmente no es el descubrimiento de esta variación, sino las consecuencias que provoca. Casi todas las ucronías comienzan mostrando el punto Jonbar que es el novum de esta clase de obras.

Recordemos que el comienzo de Un mundo feliz, de Huxley es:

“Un edificio gris, achaparrado, de sólo treinta y cuatro plantas. Encima de la entrada principal las palabras: Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres, y, en un escudo, la divisa del Estado Mundial: Comunidad, Identidad, Estabilidad. […]”

Tras lo que nos presenta directamente la sala de fecundación.

En resumen

Para mí una obra de ciencia ficción es una obra literaria especulativa, que, al tiempo que nos cuenta una historia con todos los elementos de cualquier otra obra literaria (trama, personajes, tema, etc...), está centrada, o más bien articulada, en torno a un punto de diferencia con nuestro mundo ordinario y destinada a sacudir intelectualmente el lector al mostrar aspectos que damos por supuestos (e inamovibles) de nuestras vidas.

Por eso cuando en una obra de ciencia ficción se acumulan demasiados novums, se amontonan elementos imaginarios que no refuerzan la reflexión central, la experiencia se deteriora o, si queréis, muta, se deviene en fantasía.

Una obra de ciencia ficción no tiene porqué llenar sus páginas de términos o conceptos científicos y tecnológicos (de hecho, si lo hace perderá a bastantes lectores), pero sí que debería ser cuidadosa con los que incluye. Así si durante una obra articulada en torno al efecto que tendrá para nosotros la futura y probable omnipresencia de la IA ejecutadas sobre ordenadores cuánticos, las mentes cuánticas de muchos de mis relatos, trasladamos la acción mediante un viaje FTL hasta Sirio, estaremos desviando la atención del lector introduciendo un novum probablemente innecesario (la tecnología FTL). Si al llegar a Sirio el autor la describe como una gigante roja (cuando es blanca o azul), o si la describe solitaria e ignora sus compañera estelares, denotará haber sido un descuidado o un vago (se tarda diez minutos encontrar y leer la página de la wikipedia) y nos estaremos adentrando en el mundo de la cienciasía. Si, finalmente, resuelve la trama mostrando que la IA de abordo ha desarrollado misteriosos poderes telepáticos debido a su naturaleza cuántica, además de estar incurriendo en un Deus ex machina de manual, habremos abandonado el campo de la ciencia ficción y abrazado el de la fantasía de baja calidad. En ese punto si en la portada dice que es una novela de ciencia ficción, o si lo hace la fajilla del libro, o el nombre de la colección, le pondré un dos sobre cinco, por muy conseguidos que estén los personajes, por cuidada que sea la prosa, o fascinante que sea la trama. Me sentiré estafado y lo puntuaré en sintonía con ese sentimiento.

No se puede ser experto en todo, pero se puede preguntar a expertos y, en un mundo como el que vivimos, los aspectos básicos de casi todo están a dos clicks de distancia, a veces en forma de un amable videotutorial. Resulta muy fácil saber si lo que estás escribiendo se ajusta a la realidad o es una completa invención. Ah, y no te fíes de lo que has visto en tu serie de ciencia ficción favorita, últimamente parece que los guionistas han decidido ignorar la ciencia, incluso la más básica.

El universo y la ciencia están repletos de hechos fascinantes, de realidades contraintuitivas y paradójicas, no uséis elementos inventados simplemente porque os parezcan molones y si no podéis evitarlo, escribid fantasía, y sobre todo, poned en la portada que se trata de una obra de fantasía y no de ciencia ficción.

Me parece importante que el escritor de ciencia ficción sea mínimamente cuidadoso con esto, ahora que parece que buena parte del mundo ha decidido ser anticientífico y creer disparates absolutos como que la tierra es plana o que el calentamiento global no se debe a nuestra actividad industrial.


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