29.9.23

El mundo de Yarek de Elia Barceló

Le tenía ganas a este libro del que, de una forma u otra, había oído hablar muchas veces. El mundo de Yarek fue el ganador del premio UPC en el año 1993 y publicado por Lengua de trapo al año siguiente. He seguido con pasión la historia del premio UPC (la verdad, siempre he soñado con ganarlo alguna vez) y conozco a Lengua de trapo porque me han hablado de ella en varios cursos (por ejemplo, he recibido clases de Guillermo Aguirre que recibió el premio de esa editorial en el 2009). Pero no había logrado encontrar ningún ejemplar de la obra (ya casi han pasado 30 años de su publicación), de forma que cuando vi la nueva edición en el stand de cazador durante la Hispacón de este año no dudé ni un segundo en comprarlo.

En un principio la novela empieza en lo que parece ciencia ficción dura de carácter sicológico y filosófico. Un científico más o menos reputado ha cometido un acto que es considerado por su sociedad interplanetaria en un futuro distante como un crimen social (un genocidio por imprudencia o puede que por corrupción). El tipo, Yarek, lo tiene asumido y aunque no está seguro de considerarse completamente culpable de los cargos que le acusan sí que tiene dudas, por lo que no es que tengan que se resista abiertamente a la condena. Condena esta que consiste en 20 años en un mundo habitable pero inhóspito e inhabitado, un mundo de hielos perpetuos, al estilo del Hoth de Star Wars.

Llegado a este punto de la lectura, que es casi el principio, mentiría si dijese que no estaba muy interesado por la novela. ¿Ciencia ficción dura al estilo del Marciano en un mundo inhóspito y solitario en la que un xenobiólogo debe pasar veinte años de condena tan solo con sus pensamientos y su culpa? ¿Un viaje de reconciliación a base solo de introspección? Oh, sí, por favor, sí que lo quiero. Y lamentaba que el libro no fuese más extenso (es muy delgado). El libro comienza así y me gusta mucho, la verdad. Me lo imaginaba siguiendo en ese tono, con el tipo teniendo altibajos de moral, rememorando una y otra vez la misión que provocó su condena, autocontándose diversas versiones de lo que había hecho él mismo y los demás, alucinando, mintiéndose, reconociendo sus errores de evaluación, etc...

Me hubiese parecido un libro maravilloso y muy original. De cinco estrellas sobre cinco. Pero ese tono solo dura unas cuantas páginas. Cuando Yarek sucumbe por primera vez a la soledad y se hiberna unos meses (me resultaría raro que le hubiesen permitido tal opción tratándose de una condena, de una prisión -¿Si puedes dormir una condena qué sentido tiene?-, si no fuese por el final que hace que todas las piezas encajen), y entonces todo cambia tanto el planeta que se encuentra al despertar como el libro, el tema y la forma de tratarlo.

Sin desvelar nada diré que esta segunda parte es ciencia ficción mucho más convencional (mucho menos dura y por lo tanto mucho menos atractiva para mí), hasta el punto de contener elementos muy improbables y poco justificados (aunque no sorprendentes tratándose de la autora de Consecuencias naturales) que nos llevan al terreno de la Space opera.

Y cuando ya había asumido (con tristeza) que se trataba de otro libro ligero más, la obra da un nuevo giro (que no voy a contar), se vuelve mucho más creíble e interesante aunque tal vez demasiado explicativo. 

Me gusta el libro tal y como está y me gusta ese giro final, aunque entiendo que es un mecanismo que mucha gente detesta (a mí también me lo han dicho respecto a Virginis 61), pero es una clase de mecanismo que pienso sinceramente que algunas historias necesitan y que espero que se asuma con normalidad en un futuro en el que este tipo de historias acabarán por ser parte del día a día.

Le he dado un cuatro sobre cinco.
 

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