5.10.23

Rebelión roja de Lucía G. Sobrado y Cristina Prieto Solano

Cristina Prieto (Nana Literaria) tiene presencia habitual en Instagram que ahora que he huido de la red social del plutócrata es mi red social más habitual. Así que tenía ganas de leer algo suyo. Escogí esta novela porque por la clasificación de la editorial (cuyas portadas siempre me hacen pensar en romántica) y tipografía escogida en la portada pensé que al menos se trataría de space opera (aunque sin perder la esperanza de encontrarme con una obra de ciencia ficción; tal vez no de novum, pero...).

Bastante pronto resulta evidente que la obra no solo no es una obra cienciaficcionaria en el sentido de especulación a través de novum, sino que tampoco se sostiene demasiado como ópera espacial: no hay casi ninguna mención a los retardos de comunicaciones, ni a las diferencias de gravedad entre la Tierra y Marte (ni cuando la terrícola va a Marte ni cuando el marciano pasa un tiempo en la tierra). 

Se sitúa la acción en un futuro en una fecha indeterminada de naturaleza distópica bastante convencional, con una tierra agotada, contaminada de forma exagerada, con cielos pardos dónde cae ceniza y órbitas repletas de chatarra espacial. O sea, un futuro que parece sacado de la película Wall-E, un mad max urbano, las metrópolis de juez Dredd o la serie de mangas Alita Ángel de Combate. Sin embargo en esta situación tan extrema y desesperada (como en otras muchas ocasiones se recurre como prueba de la gravedad de las circunstancias a una carencia exacerbada del agua) la protagonista (a penas una adolescente), dispone de una nave interplanetaria para comerciar entre los dos planetas. Un particular, con una nave remendada, una piloto que no llega a los veinte años con apenas agua para lavarse, cruza los más de 200 millones de kilómetros entre un planeta y otro varias veces al año para ganar algo de dinero como para sobrevivir ella misma y ¿alimentar a su familia?

Esto... Solo para despegar de la Tierra te hace falta una cantidad ingente de recursos, combustible, propelentes, aire respirable, etc... no es un proyecto barato y mucho menos para un particular. Podemos imaginar escenarios de futuros alejados o de distancia media en el tiempo, en donde se haya generalizado el uso de un ascensor espacial, o alguna clase de catapulta electromagnética, como para hacer de los viajes espaciales un asunto barato. Incluso podríamos imaginar un escenario distópico en los que la sociedad terrestre haya colapsado por completo y haya dejado atrás infraestructuras abandonadas pero aún funcionales, de forma que nuestra protagonista tenga la suerte de vivir justo a la sombra del ascensor espacial o de las catapultas de riel; podemos imaginar así una joven casi adolescente que se presta en misiones suicidas para ser literalmente lanzada al espacio y conducir viejas y poco fiables cápsulas cuyo funcionamiento casi nadie entiende (me viene a la memoria el maravilloso Pórtico de Pohl, que en el fondo no está tan alejado de todo este escenario); podríamos imaginar todo eso como explicación, pero lo cierto es que las autoras no cuentan nada que nos haga pensar en todo eso. Hablan de combustible y de pilas de energía. Nada más.

Lo mejor es asumir cuanto antes de que no estamos ante una obra de ciencia ficción más allá de la parte formal de que hay naves y parte de la acción ocurre en Marte en un supuesto futuro. ¿Qué nos queda entonces? Nos queda una peripecia de dos jóvenes que se ven arrojados a una revuelta colonial marciana y que se sienten atraídos el uno por el otro aunque sean, supuestamente, muy diferentes. O sea, un peli de acción del tipo 'Total recall' y una novela romántica.

He de reconocer que me costó bastante avanzar por los primeros capítulos hasta darme cuenta de que mi problema estaba en los dos narradores: dos primeras de presente pero que no son de acción, sino que a ratos parecen terceras de pasado reflexivos, con comentarios sobre sentimientos y demás. Me he descargado varios fragmentos de novelas románticas de las más vendidas en Amazon y me he encontrado con el mismo tipo de narrador. A mí me chirría, pero entiendo que es habitual en el género. Una vez superada la disonancia con los narradores, la novela se lee bien, aunque se me ha hecho algo larga y la verdad es que la historia no me ha interesado. 

Pero no soy lector de romántica, así que no me atrevo a calificar esta novela.

Me interesa más la extrañeza de encontrarme con un mundo fuertemente distópico (en la Tierra descrita no podría cultivarse, habría millones de muertos de hambre, guerras constantes a lo mad max, etc...) al tiempo que las autoras me cuentan una historia de protagonistas jovencísimos que incluso disponen de una nave interplanetaria y capacidad de actuar de manera más o menos directa en la Historia con H mayúscula. Algo que he encontrado en otras obras de autores de más o menos la misma edad (me viene a la memoria Isla de Eva Duncan (1990) o Último tren a la Tierra de Irene Robles (1992) y que me produce un contraste extremo al enfrentarlo en mi mente con obras como la mencionada Pórtico de Pohl (1919) o La parábola del sembrador de Butler (1947). Como Gen X que se crio con los horrores distópicos de películas de los sesenta y setenta (cosas como Naves Misteriosas), que a su vez nacieron de las novelillas postatómicas y de mutantes de los cincuenta, la idea de que el mundo pueda descender a ese nivel de degradación y al tiempo haya espacio para el 'emprendimiento personal' me resulta imposible de creer.
 

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