29.8.24

Reseñas desde la credibilidad científica (RECRE.C I): Monje y robot de Becky Chambers

Durante mi estancia de este año en el Celsius 232, allá al norte, en Avilés, estuve dándole vueltas a mi frustración con la ciencia ficción actual en general y en español en particular. 

En su mayor parte mi frustración proviene del hecho de que me niego a llamar ciencia ficción lo que me parece fantasía con robots o naves espaciales. Como he dicho en varias ocasiones en este blog, para mí la diferencia principal entre ciencia ficción y fantasía es que la primera intenta agitar nuestra razón (mediante la propuesta de un novum que demuestra cómo de frágiles son nuestra creencias o cómo de diferente puede ser el mundo), mientras que la segunda intenta agitar nuestra imaginación y nuestro asombro (provocando fascinación mediante lo sorprendente y extraordinario). El tercer género, el terror, que yo no comprendo demasiado bien ni disfruto casi nunca, entiendo que intenta agitar nuestros miedos, diría nuestras emociones pero entonces tendría que hablar de la romántica que no me parece una literatura demasiado separada de todo esto, pero sería abrir un melón demasiado grande.

Por supuesto estos géneros se pueden hibridar y/o coexistir en una obra: podemos montar una obra de ciencia ficción con un poderoso novum central (digamos la idea de que la gente decide repentinamente abandonar el sistema capitalista y empezar a utilizar una economía alternativa, como la del regalo) y al tiempo, mientras se exploran las consecuencias de dicho novum, (¿se hunde la producción? ¿aparece el hambre? ¿surgen conflictos mucho peores o el cambio deviene en una utopía sosegada?) se pueden incluir imágenes fascinantes (las megalópolis abandonadas y retomadas por la naturaleza, los campos eólicos que cubren miles de kilómetros cuadrados de mar, las cuadrillas de cientos de personas retornadas al campo con sus azadas...) o terroríficas (el hambre, las carencias, las dudas, las agresiones...). Sin embargo, si la obra no se vertebra en la pregunta central, si no es reflexiva, si no está diseñada para retar a la razón, no puedo considerarla ciencia ficción. 

Cuando una obra comienza diciendo que han pasado diez mil años desde la época actual (hipérbole), que la humanidad ocupa gran parte de la galaxia (otra hipérbole) y acaba mostrando una saga familiar repleta de títulos rimbombantes (más hipérboles), una confrontación política compleja plagada de traiciones, así como batallas de cientos de miles de combatientes (más y más hipérboles diseñadas para apelar al asombro), no me parece ciencia ficción, sino fantasía con naves. Y sí, has acertado, estoy pensando en Dune

El otro problema que tengo con la ciencia ficción actual es que muchos autores parecen beber de sus series o novelas favoritas y no de la ciencia real. Por mucho que los tripulantes de Star Trek lleven desde los años sesenta explorando planetas habitables sin escafandras, encontrándose con cientos de habitantes humanoides, cuya comida pueden comer, su aire respirar, con una morfología sexual compatible y con los que incluso pueden tener  hijos, eso no es una posibilidad científica muy creíble, sino más bien una alegoría norteamericana sobre la necesidad de igualdad entre razas, sobre la fraternidad universal y la bondad de la empatía y la aceptación. Soy un trekkie redomado pero lo que se ve en esas series no suele ser ciencia ficción especulativa medianamente seria, la mayor parte de los capítulos son space opera de aventuras (una vez más una forma de fantasía). Aunque es cierto que hay algunos capítulos de ST con excelente especulación científica y, sobre todo, política o sociológica.

Si la obra recurre a terminología científica o tecnológica, pero la usa incorrectamente o muy descuidadamente solo porque suena bien y le parece muy sugerente al autor estaríamos hablando de algo que me gusta aún menos: la cienciasía (por ejemplo, si un autor sugiere que Alfa Centauri, por ser un sistema de tres soles está en un estado caótico correspondiente a un famoso problema matemático clásico, está usando la ciencia incorrectamente solo porque le parece fascinante; está mintiendo; y sí, estoy pensando en el Problema de los tres cuerpos). Es decir obras de fantasía, centradas en el asombro, que se aprovechan del tecnobable, o de la especulación científica seria solo para deslumbrar aún más a sus lectores a costa de mentir o tergiversas (en los peores casos incluso propagar ideas conspiranoicas).

¿Y por qué han de preocuparnos estas inexactitudes o errores científicos en las obras que, a fin de cuentas, son ficción? Desde mi punto de vista deberían preocuparnos y mucho en un mundo en el que existen movimientos sociales (casi políticos) que defienden que la tierra es plana o los pájaros son drones de espionaje. La realidad es de por sí suficientemente compleja, fascinante y épica, como para permitirnos hacer literatura asombrosa y especulativa sin mentir a nuestros lectores sobre lo que la ciencia da actualmente por correcto (novum a parte). Un viaje a otro sistema solar, por cercano que sea, es tan difícil, tan cercano a lo imposible, que narrar sus dificultades ya da para una narración tan épica como las epopeyas griegas. Efectos como la dilatación temporal, el efecto túnel, el entrelazamiento y otras muchas son tan diferentes a nuestra experiencia diaria dan como para crear dramas únicos y conmovedores sin necesidad de inventarnos una bacteria capaz de devorar estrellas, aceptar sin más que el código del ADN es universal a lo largo de todas la galaxias o creernos que las plantas tienen memorias asimilables por un cerebro humano. Y sí, estoy pensando en obras concretas más o menos famosas para cada uno de esos ejemplos.

Debido a todo lo anterior he decidido emprender varias iniciativas para apoyar a la vertientes más científicas y/o más verosímiles de la ciencia ficción. La primera de dichas iniciativas es un conjunto de reseñas en las que además de hacer un breve análisis de alguna obra que me haya interesado incluiré un análisis no demasiado extenso sobre las partes menos y más problemáticos de la corrección científica de dicha obra, así como un análisis más profundo de lo que me parezca que contenga la obra en una segunda lectura.

Esta sección 'desde la credibilidad científica' (la voy a llamar RECRE.C: REseñas desde la CREdibilidad Científica) la inicio hoy con Monje y robot de Becky Chambers.

FICHA
Obra: Monje y robot
Tipo: Recopilatorio de dos novelas cortas
Publicación: 2021 y 2022 en el original, 2023 en español
Editorial: Crononauta
Géneros: ¿Ciencia ficción?, Solarpunk, Utopía post post apocalíptica
Páginas (en edición española): 261
Premios: Hugo 2022 (varias nominaciones más en 2022 y 2023)
Puntuación actual en goodreads: 4.2/5
Mi puntuación: 4/5.
Mi opinión: Muy recomendable.

SINOPSIS:
Le hermane Dex nunca ha escuchado el canto de los grillos.

Aunque lleva una vida plena y tranquila en su monasterio, esa ausencia comienza a asfixiarle y su obsesión termina destapando un deseo mucho más profundo: convertirse en monje del té itinerante, dejar atrás la urbe y las tierras que heredó la humanidad tras el fin de la Edad de las Fábricas y adentrarse en la naturaleza salvaje. Es allí donde, según las crónicas, habitan los robots que tomaron conciencia y se liberaron del yugo humano. 

Pero Dex no tarda en descubrir que los robots siguen ahí, cuando uno sale a su encuentro con una misión que cumplir, buscando la respuesta a una simple pregunta: «¿Qué necesitan los seres humanos?».

BREVE RESEÑA
Ante todo hay que decir que estas dos novelas me parecen excelentes, más la primera que la segunda, por las razones que daré más adelante. La prosa es cómoda, limpia, agradable de leer y aún así la autora demuestra aquí y allá que sabe escribir con párrafos como este:

El suelo de un bosque, como sabían les aldeanes de la Foresta, es algo vivo. Inmensas civilizaciones viven en ese mosaico de tierra: laberintos de himenópteros, habitaciones del pánico de roedores, vivificantes conductos de ventilación abiertos por el tráfico de gusanos, cabañas de caza de arañas esperanzadas, albergues para escarabajos nómadas, árboles entrelazan sus dedos tímidos con otros árboles. Allí era donde se encontraba el ingenio de la podredumbre, la plenitud de los hongos.

Un texto corto y preciso. Una maravillosa descripción de la malla de relaciones que llamamos ecosistema y al mismo tiempo una acertada descripción indirecta de le protagoniste que es espiritual, ecologista, pero no experte en biología, ni en botánica ni en equilibrios naturales, una protagonista que lo percibe humanizándolo y sintiendo empatía por todo. A ese párrafo sigue un canto a la permacultura y más ecologismo maravillosamente expresado en muy pocas frases. La autora, sin embargo, sabe contenerse y usa estas construcciones más literarias solo lo justo y necesario, permitiendo que la narración fluya y ofreciendo la mayor parte del protagonismo a los diálogos, que a fin de cuentas son el núcleo de la obra.

Por que estas dos obras son una reflexión que se presenta en la forma de diálogos entre un humano y un robot, una reflexión sobre el sentido de la vida, o, usando las palabras de la propia obra: el propósito. Por que, sobre todo la primera obra, es eso la historia de une humane que siente (como todos) que la vida no tiene ningún sentido (que no la tiene) y en lugar de simplemente aceptarlo y vivir (como sugiere el robot en alguno de los diálogos del primer libro), decide abandonar su profesión y buscar sentido primero en un cambio de oficio y luego en un retorno a un imaginado primitivismo dorado de la naturaleza virgen.

La primera novela (la que recibió nominaciones y premios) tiene una estructura clara y cerrada: le protagoniste se siente vacíe al darse cuenta que nunca ha escuchado grillos, sale a la carretera buscando un sentido y como en Siddhartha descubre varias veces que el sentido no está dónde lo busca, y sigue cambiando y moviéndose, hasta que encuentra un no humano que la confronta (muy suavemente) primero y luego amablemente la ayuda a escuchar los grillos (de forma alegórica).

La segunda novela no tiene una estructura tan clara. Primero la autora parece haber intentado darle la vuelta a la primera, llevando a la pareja hacia el mundo humano e intentando que ahora la maestra sea le humane y el que duda el robot. No me parece que funcione y la obra se queda en un conjunto de escenas que bien podrían ser cuentos independientes (creo que hubiese sido mejor así) con un final, desde mi punto de vista muy pobre por manido y muy poco creíble (sobre todo dado que uno de los protagonistas es un robots que el primer libro se muestra libre de prejuicios y excepcionalmente directo y racional, un protagonista que desde el primer momento está rozando el no-pensamiento budista).

LO QUE MÁS ME GUSTA Y LO QUE MENOS
Lo que más me gusta es la simplicidad del texto, la amabilidad que rezuma. Sin grandes aspavientos ni melodramas consigue que te intereses por la crisis existencial de le protagoniste y revisites las reflexiones sobre el sentido de la vida humana.

Lo que menos me gusta es la presencia de la religiosidad, aunque sea de bajo nivel, que me sobra completamente.

ANÁLISIS DE CREDIBILIDAD
Hay elementos puramente práctico que rompen un poco la credibilidad de la obra. El principal es el carromato en el que le protagonista vive y viaja. No solo porque lo dice la autora, sino por los espacios que describe y el contenido que requieren las escenas parece demasiado grande para ser arrastrado por solo una bicicleta eléctrica, especialmente cuando se interna por las viejas carreteras camino a lo salvaje. Que un carromato así sea movido solo por una única bicicleta eléctrica parece poco probable. He estado mirando qué hay en el mercado ahora mismo en cosas parecidas y he encontrado cosas como estas, que sí parecen lógicas:


Mientras que la autora en el libro describe algo como esto:


Ya que incluso habla de dos pisos. No resulta muy creíble, incluso en un futuro distante, que algo así sea movido por una única bicicleta eléctrica, y más aún considerando el escenario de regresión tecnológica voluntaria en el que los protagonistas viven.

Pero el problema principal de credibilidad científica no es solo de esta obra sino en general de todo el movimiento del green/solarpunk. Leed el manifiesto que contiene perlas como:

Somos solarpunks porque nos han arrebatado el optimismo 
y estamos tratando de recuperarlo.

¿Les han arrebatado el optimismo? ¿Quién les ha arrebatado el optimismo? ¿Cómo? ¿El peligroso y malvado sistema? ¿Los oligarcas? ¿Quién? Yo estoy convencido de que no hay nadie al mando del sistema (ese es el drama principal, no que alguien nos esté fastidiando a propósito, sino que no hay nadie al volante y probablemente nunca lo hubo o lo habrá).

En su núcleo, el solarpunk es una visión de un futuro que encarna 
lo mejor que la humanidad puede lograr: un mundo post-escasez
post-jerárquico y post-capitalista donde la humanidad 
se ve como parte de la naturaleza y 
las energías limpias sustituyen a los combustibles fósiles.

Vale: respeto por la naturaleza, ecologismo, energías limpias, ok; buscar alternativas al capitalismo financiero que solo funciona mediante la absurda idea del crecimiento ilimitado, ok; buscar alternativas más anarkas, más horizontales, genial; pero... ¿¿¿post-escasez??? Me suena a una idea infantil, al deseo inocente de que si lo hacemos bien no nos faltará de nada. :(. Tendremos que pasarnos a las energías limpias, tendremos que reconsiderar la economía y molaría reconsiderar la política, pero si crees que puedes hacer todo eso sin conflictos, sin que haya que reducir nuestro nivel de consumo, nuestro nivel personal de uso de energía, yo que sé, sin renunciar a nuestros viajecitos globales de vacaciones, estás cayendo en un tecno-utopismo de la peor clase y eso son ideas del siglo XIX.

El solarpunk tiene que ver con encontrar maneras de hacer 
nuestra vida más maravillosa ahora mismo y 
también la de las generaciones que nos seguirán.

¿Más maravillosa? Hay muchos estudios e indicadores que indican que estamos MEJOR QUE NUNCA. Vivimos más, más sanos, con mayor libertad y con más igualdad que nunca antes en toda la historia humana. La historia humana ha sido siempre un campo de injusticias flagrantes, de hambre, de mortandad infantil, de incultura, de sangre y violencia. Si lo que esperas es que salvando a la naturaleza no solo mantengamos todo lo que tenemos sino que las cosas vayan aún mejor, te estás engañando. Hay muchas cosas mal, muchas cosas que arreglar y muchas cosas que tendremos que intentar que no se estropeen, pero esperar que vayan increíblemente mejor con un par de cambios tecnológicos aquí y allá  es pecar de inocencia.

El solarpunk tiene que ver con la cultura maker de la juventud, 
las soluciones y las redes energéticas locales, 
las formas de crear sistemas autónomos que funcionan. 
Tiene que ver con amar el mundo.

Abrazar la cultura maker como una de las soluciones de nuestro exceso de producción es autoengañarse. Yo estuve trabajando varios años en un laboratorio en el que hacíamos prototipos con la aproximación maker. Entiendo a los que piensan que usando unas impresoras 3D y demás herramientas de esta cultura, generaríamos solo lo que se necesita y no muchos de los residuos salidos de los excedentes. Eso es simplemente falso. Todas esas herramientas son maravillosas para generar prototipos rápido, pero no barato ni a coste energético bajo. Todas esas herramientas son mucho menos eficientes que las plantas de fabricación industrial, acabas desechando muchos de los objetos que creas porque no resulta nada fácil acertar con pocos intentos y el resultado final no es tan duradero ni bonito como lo que sale de las fábricas. La cultura maker puede hacer prototipos y puede hacer apaños rápido, es una idea maravillosa para los colonos que enviaremos a otros planetas, pero si transfiriéramos nuestra producción actual de las fábricas a núcleos de impresoras 3D o similares sería un desastre ecológico, gastaríamos mucha más energía y generaríamos mucho más residuos y objetos inútiles que nunca.


Veamos ahora el mundo de la obra. La autora nos sitúa en futuro potencialmente remoto, aunque muy parecido al mundo del s.XXI. Nos lleva también a un lugar hipotéticamente distante: una luna de un gigante gaseoso. No se indica si es aquí en nuestro sistema solar o en uno distante, aunque muchos de los elementos que se usan llevan a pensar en humanos descendientes de nosotros. Supuestamente en ese mundo los robots hacían el trabajo de las fábricas hasta que alcanzan alguna clase de autoconsciencia benévola y deciden abandonar sus puestos de trabajo para que los humanos reflexionen y abandonen su carrera de producción cada vez mayor y de contaminación de los ecosistemas. Sorprendentemente los humanos le hacen caso. Generaciones más tarde los humanos han adoptado un sistema de producción solarpunk y un sistema político del que solo se dan unas pocas pinceladas pero que parece una suerte de anarquismo algo místico, con un sistema de moneda en forma de intercambio de favores que solo puede funcionar si todo el mundo es buena gente y un uso mayoritario de la permacultura en la parte de producción de alimentos.

La parte de la permacultura también se me hace un poco cuesta arriba. El paso desde una agricultura industrial a una permacultura ultra respetuosa con el medio ambiente, cuando los medios de producción (los robots) desaparecen de la noche al día parece improbable sin que provoque una grave crisis de alimentos. A largo plazo los cultivos de permacultura funcionan, incluso mejoran el rendimiento de tierras extensas (aunque con mucho más esfuerzo por parte de los agricultores), pero al principio es otro cantar. Además en la obra se supone que han sustituido todos los productos de fabricación habitual (no solo los plásticos), por materiales sostenibles que necesariamente tienen que provenir de esos mismos campos de cultivo en permacultura.

La parte en la que se indica que los robots no construyen más de ellos sino que canibalizan los componentes de unos a otros para crear unidades nuevas es más o menos creíble (aunque requiere que algunos de esos robots sean ingenieros mecánicos y electrónicos excelentes). La parte en la que misteriosamente el modelo nuevo tiene ecos de recuerdos de los modelos de los que lo conforman es tan absurdo como pensar que vas a cambiar de personalidad porque te trasplanten el corazón de otra persona. Los robots descritos se parecen a los que tenemos ahora, no son conglomerados de nanocitos, ni nada parecido. Puedes montar un robot usando las piezas adecuadas de otro sí, pero o le dejas la memoria (y por lo tanto la personalidad e identidad) de uno de los que partes, o lo tienes que reiniciar para que el nuevo sujeto sea funcional, para que los circuitos funcionen y los programas puedan asumir el nuevo cuerpo.

Otra parte difícil de creer es que disponen de GPS y de internet global vía satélite. Es decir, que estos humanos que voluntariamente han regresado a un estadio artesanal equivalente al siglo XVIII en sus procesos, de alguna forma mantienen en órbita suficientes satélites como para que la geolocalización funcione bien y puedan disponer de comunicaciones de banda ancha. La locura actual del plutócrata de X va a requerir decenas de miles de satélites. ¿Cómo logran mantener en órbita aunque sea unos pocos miles? ¿Con impresoras 3D y permacultura? No parece muy creíble.

CONCLUSIONES
Esta obra es agradable y cómoda de leer. Como dicen ahora te puede dejar el corazón calentito y con esperanza, pero el escenario a nivel científico es solo medio creíble, y en realidad no se trata de una obra de ciencia ficción en el sentido de explorar un novum concreto (no explora, por ejemplo, cómo lograron hacer la transición hacia la utopía descrita, ni cómo logran hacer funcionar una economía que permitiría a un puñado de malintencionados saquear a sus vecinos), sino que es más bien una reflexión filosófica sobre el sentido de la vida en forma de un relato de fantasía futurista utópica.

Y, sí, la recomiendo leer, aunque no si lo que buscas es el reto intelectual del novum.

28.8.24

Varias lecturas de fantasía: Babel, El arcano y el jilguero, y Tras la muerte, al fin, paz

 

En esta ocasión os traigo tres breves reseñas de libros de fantasía que he leído recientemente. Los tres libros son de estilos diversos, de longitudes muy diferentes y de autores distintos. No tienen en común más que el hecho de su coincidencia temporal en mi lista de lectura y, tal vez, un poco de oscuridad. En unos tiempos en los que el mercado de la fantasía parece dominado por lo cómodo y agradable de leer (creo que lo llaman cozy y feelgood), o por un hopepunk un tanto naif que me pone nervioso con su confianza en el prójimo, o por tramas de fantasía asfixiadas por líos románticos que me interesan cero (romantasy), o por el tropo de moda de la comunión de las mentes y la almas que tan mal sabor de boca me deja (a mí un conflicto resuelto mediante una colectivización del pensamiento o la unión voluntaria a una mente colmena no me parece agradable sino una pesadilla más chunga que una película de Freddy Krueger), leer unos cuantos libros oscurillos (aunque no sean tanto como dicen) resulta refrescante. A los tres libros le he dado tres estrellas sobre cinco en goodreads, aunque los tres merecen más bien 3,5/5 y los considero por encima de muchas de las otras lecturas de tres estrellas de este año. 

Revisemos del más largo al más corto.

Babel es una novela de R. F. Kuang, autora de Amarilla que (excepto el final) disfruté mucho los primero meses de este año. Tras terminar la mencionada obra, empecé la trilogía de Guerra de las amapolas con la primera de las novelas, del mismo nombre, y, aunque la obra es más o menos imaginativa y se deja leer, la encontré un tanto irregular. Vi que Babel tenía más revisiones y que parecía una obra más interesante y la añadí a mi lista de pendientes.

Esta novela es una obra extensa (muy) y lenta (bastante), en la que la magia casi no está presente. En el prólogo la autora insiste en repetir que la obra no es histórica, que se la debe considerar una obra de ficción, que no pretende ser fiel a la realidad de Oxford ni actual ni de la época en la que está situada. Me extrañó tanta insistencia al leerlo, pero tras terminarla ya no. La obra se aparta tan poco de nuestra realidad que fácilmente se podría pensar que se trata de una ficción histórica con alguna concesión a la fantasía, y el lector que llegase a tales conclusiones podría sentirse engañado al final de la misma. No solo es que la ciudad, el país, las costumbres sean equivalente a las de nuestro mundo (de aquella época), sino que incluso se respetan los nombres de las personalidades relevantes.

Hay magia, sí, un poco, pero tan sutil que casi no funciona como tal. Aunque se parte de la concepción de arcana más antigua y básica, la magia simpática, la que llevó a nuestros remotísimos antepasados a pintar animales en las cuevas para atraer manadas o buena suerte en la caza, y que llevó a los sacerdotes a creer que el nuevo invento, la escritura, tenía tanto poder como esas pintura, a creer que la palabra es la cosa y que la creación es verbo; en este caso la autora le da la vuelta explorando las dificultades de la traducción de lenguas. El sistema de magia es interesante y atractivo: dado que al traducir se pierde parte del significado por las sutiles diferencias etimológicas y de nube semántica entre las lenguas, la autora indica que la plata tiene la capacidad de adquirir y materializar esas fracciones de significado que se pierden al traducir. Así, escogiendo adecuadamente dos lenguas cuyas palabras diverjan justo en el efecto que se quiera producir, es posible romper las reglas de la física plata mediante. Gracias a esto la autora nos muestra una Inglaterra en pleno proceso de revolución industrial potenciada gracias a la plata cargada de significados perdidos durante las traducciones.

Aunque el sistema en sí sea interesante, y podría devenir en una exploración casi de ciencia ficción, o en un complejo entramado de hechicería (no quiero ni pensar lo que haría Sanderson con esta idea, ampliando de los nombres o verbos a los que se limita la autora a frases completas, párrafos y hasta libros enormes de filosofía natural traducido en gigantescas barras de plata en varios idiomas), la autora no lo desarrolla en demasía, no explora las consecuencia de este novum, y deja el mundo casi idéntico al nuestro. De forma que su plata encantada, se transforma en una especie de alegoría y solo en eso. El final demuestra que es justo eso.

¿Una alegoría de qué? He escuchado a varias personas darme varias explicaciones que van desde el colonialismo al opio, pero creo que la plata hechizada en este libro funciona como alegoría de... la plata. 

:)

Me explico. La idea de que el dinero debe estar respaldado por un patrón de metales preciosos y que la nación que controle tales metales (es decir la plata) es la que domina sobre los demás era la más aceptada teoría económica durante la época de los descubrimientos (véase el concepto de mercantilismo), alguna de las ideas, como el respaldo en metales preciosos de la moneda de curso, tardó mucho en dejar de ser relevante y a nivel popular aún no está descartada del todo. En el mundo de la obra esta idea es totalmente real, ya que la plata es un recursos escaso que mueve la revolución industrial, no metafóricamente, sino de forma absoluta. La Inglaterra del libro necesita absorber toda la plata posible, para mantener sus fábricas, sus trenes, sus telégrafos en funcionamiento. Así la plata se torna en alegoría del capitalismo, del colonialismo y el final del libro en un deseo de que tales cosas hubiesen acabado siglos atrás.

El libro está bien y recomiendo su lectura. La parte que menos me ha gustado es el protagonista, que me resulta difícil de creer. Se supone que es un hombre joven y en las muchas páginas del libro no aparece ni una sola vez una atracción física ni un deseo sexual. Una suerte de interés romántico gay sí, pero nada sexual. Evidentemente el personaje puede considerarse asexual, pero en general todas sus reacciones parecen demasiado cerebrales y distantes. Me cuesta creerlas.

Voy a comentar no solo El arcano y el jilguero, sino también las Historias de Hann una antologías de cuentos del mismo mundo y autor que he leído inmediatamente después. Cuando me encontré (sin buscarlo) en una conferencia con el autor durante la última Hispacón estaba justo leyendo La danza del Gohut y me estaba gustando tanto que no pude sino acercarme a felicitarlo y pedirle que me lo firmase (aunque no era el momento ni el lugar). Hace ya mucho un amigo me hizo leer el inicio del Arcano, que no le había gustado para preguntarme que me había parecido. No me pareció mal, pero no había leído el resto de la obra. A él no le gustaba nada porque le parecía que lo planteado por Ferrán no tenía mucho sentido, no lograba creérselo. Me parece que Ferrán funciona mucho mejor en longitud de cuento que en longitud de novela. Su prosa es poética, florida, y en el Arcano los momentos en el que el protagonista actúa haciendo de lo suyo, o sea de Batman, de uno salvaje y gore, funcionan muy bien. Luego la trama no se sostiene demasiado bien. Igual que a mi amigo no le convencía nada lo que se contaba al principio, hay muchas conexiones en la trama del libro que resultan muy difíciles de creer. El personaje se habla a sí mismo todo el tiempo, pero no es particularmente listo, es pobre como una rata (aunque sea un oficial imperial), no tiene juguetes mágicos ni tecnológicos, no parece que el imperio quiera ayudarlo mucho en su trabajo, no es demasiado hábil con su única arma (una daga grande) y en general me recuerda más al Rorschach de Watchmen que a Batman o al Geralt de Rivia (de hecho el final parece muy de tal personaje). Sé que se supone que es Grimdark y eso, pero me cae simpático, como el personaje de Watchmen, es un inútil empeñado en hacer lo que considera que es lo correcto, dentro de lo que cabe es bastante positivo (nada que ver con los horrores de Martin).

En general me ha gustado (bastante más que otras lecturas de esta primera mitad del año), aunque la trama resulta no muy creíble y algo deslavazada, y creo que si el autor le hubiese dado la forma de un fixup (como el primer tomo del brujero), alguno de esos problemas hubiesen desaparecido. Por ejemplo, las Historias de Hann en el mismo mundo, me han gustado mucho más. Son cuentos excelentes, el último de ellos muy buenos y los recomiendo encarecidamente.

Esta novela corta de Virginia Orive de la Rosa, aunque me la vendieron como fantasía oscura y en la web de su editorial han incluido ese tag y el de grimdark, sinceramente creo que solo la podemos considerar tal en el contexto actual plagado de fantasía muy blanca, muy optimista, en el contexto del dominio del hopepunk. Si hay lo que parecen nigromantes, fantasmas, muertos y guerras, sí; pero los protagonistas no están más que intentando sobrevivir e incluso ayudar. No acaba muy bien, sí, pero no porque ninguno de ellos opte por hacer el mal para salvar su propio culo, enriquecerse o lograr poder. Incluso todo el escenario se plantea como una reinterpretación de Los siete samuráis (aunque luego no se desarrolla en esa dirección). No me parece una obra muy oscura.

Los personajes están bien, las descripciones y los diálogos funcionan, el escenario atrapa el interés, y el sistema de magia promete (si realmente acaban publicándose más partes) muchas posibilidades. En general es una obra que merece la pena leer, aunque a mí me ha sabido a poco.



10.4.24

Las dos mejores lecturas en lo que llevo de año

 

Las dos últimas obras que he leído me han parecido, con diferencia, lo mejor del año. La primera, Amarilla (por cierto el título en inglés Yellowface es mucho más atinado, pero no sabría traducirlo mejor de lo que lo han hecho), me ha parecido una maravillosa sátira del mundo editorial, de las redes sociales en general y especialmente de la mierda en la que se ha ido transformando la actual red social del plutócrata. La segunda es un fixup de cuentos fantásticos (en el sentido de cuentos borgianos, de Quiroga o de Buzzatti) que me ha emocionado, sorprendido y que voy a recomendar que no os perdáis aunque le veo un par de problemas que comentaré más adelante.

Amarilla de R.F. Kuang trata de una escritora de realismo mágico (más o menos), caucásica, estadounidense blanca y demás arquetipos de persona no racializada y perfectamente integrada, que tiene muy poco éxito y que sufre tanto el síndrome del impostor como la realidad de tener una amiga/conocida/compañera de universidad de origen chino y que tiene todo el éxito que pueda desear y más. Los celos de la protagonista por el éxito de su amiga son evidentes y el sentimiento de fracaso por comparación que siente también. Por un accidente (o supuesto accidente, solo escuchamos en la obra la voz de la protagonista y tenemos razones de sobra para pensar que se trata de un narrador no fiable), la amiga de origen chino muere y la protagonista se queda con el manuscrito secreto, no publicado, ni totalmente depurado de su amiga. Eso nos lleva a un trepidante (y para mí divertido) viaje de éxito, miedo, sentimiento de impostor, angustia y finalmente locura, que recorre la protagonista a la vez que la autora nos muestra una parodia de los entresijos editoriales y la ferocidad desalmada de la redes sociales (y en particular la visión estadounidense de todo esto). Me ha encantado, excepto el final.

Veo dos problemas principales en esta obra. Primero todo está muy acelerado. Tanto la protagonista como la amiga a la que le roban la obra son jovencísimas (lo cual es razonable dado que la autora es de 1996) y me cuesta aceptar que tengan éxito tan pronto. Pero, sobre todo, los tiempos desde que la protagonista roba el borrador hasta que se lo publican, etc... son cortísimos. Todo pasa en dos años escasos. Conozco muchos casos (propios, ajenos y narrados en podcast) de obras con tiempos de publicación tan largos como media década (y a veces mucho más). El segundo problema es el final. La protagonista hacia el final está escribiendo una obra que parece el mismo libro que estamos leyendo y dice que ninguno de los posibles finales de la obra le parece suficiente (por razones que no explicaré), y casi parece que la autora real se haya enfrentado al mismo problema, porque, de pronto, el libro (cuando parece que se aproxima a alcanzar una meditación filosófica y personal muy relevante) se precipita a las profundidades de un thriller muy convencional, casi una película de sobremesa y acaba resolviéndose de forma tan floja que casi no deja poso.

Aun así recomiendo que no os perdáis esta obra y su aguzada crítica al mundo editorial, a la redes sociales y, sobre todo, a nuestros propios sentimientos de envidia y síndrome del impostor.

En cuando a Canto yo y la montaña baila de Irene Solá, es un fixup que, a mi modo de ver, demuestra que esta forma narrativa representa el futuro de la literatura, que la forma novelística ya está superada y que el retorno al conjunto de cuentos es casi ineludible. Aquí se puede ver cómo un conjunto de cuentos desestructurado, sin una auténtica trama continua y única (como ya dije de Farándula), incluso sin un tema central claro, puede tener no solo la fuerza de una novela, sino superarla y dejar un impacto emocional mayor. Muchos de estos cuentos no solo tienen elementos fantásticos en su interior, sino que son la expresión de lo lógico que puede ser lo irracional. Muestran que la suma de experiencias no relacionadas ni claramente enlazadas ni perfectamente causales ni siquiera bien ordenadas en el tiempo (a la manera de un poemario) pueden tener todo el sentido y conmover más que una historia perfectamente hilada.

Veo dos problemas y medio en esta obra: primero no acabo de pillar un tema central bien delimitado que haga de esta obra un canon perfecto del fixup (este problema es más bien la falta de cumplimiento de un deseo propio) y el otro es que las voces son bastante parecidas de un cuento a otro: son voces primitivas, primarias, casi infantiles, y esta voz funciona muy bien con los cuentos que adoptan la forma de fábula, pero no tanto en los que son de corte cotidiano. El medio problema es que (como en Farándula) se abusa un poco de las listas de conceptos y de aliteración.

No os perdáis esta maravilla.


15.3.24

Conocimiento fractal versus conocimiento sedimentario

 

Este breve artículo forma parte esencial de mis creencias, de las conclusiones que he ido alcanzando a lo largo de los años. Como lo son también este, este, este, este, este, este, esteeste, este, este, este y este.

Con el advenimiento de los LLM, la nueva vuelta de tuerca de la IA no general, que, sinceramente, son bastante entretenidas de usar (la ilustración de la izquierda es de una de ellas, con la que he tenido que estar hablando un rato para que me generase una imagen medio razonable), se pone de nuevo sobre la mesa la cuestión de la intuición versus razonamiento y la más importante aún de cómo se alcanza la verdad o, al menos, el conocimiento.

Una creencia (nunca mejor usada esta palabra) muy común es que se alcanza el conocimiento mediante la experiencia repetida a lo largo del tiempo. Por poner un ejemplo muy claro: si todas las mañanas sale el sol a pesar de que cada noche se pone, uno llega a la conclusión de que el sol aparece todos los días, que nunca dejará de aparecer y que tendremos muchas horas de luz aseguradas para siempre. La mayor parte de la gente considerará que la aparición del sol por el horizonte de Levante cada mañana es un conocimiento asegurado, una verdad. Bueno, en realidad no lo es. 

Hace cientos de años muchas culturas sacrificaban personas, les arrancaban el corazón, con tal de asegurarse que el sol siguiese brillando en el cielo, así que no estaban muy seguros. Eso es por que creían en misticismos sin sentido, dirán algunos. Bueno... la cercanía de alguna otra estrella puede afectar al funcionamiento de las órbitas, parece que ya ha pasado alguna vez. Una perturbación mayor podría cambiarlo todo. A fin de cuentas la Luna, que también vemos cada noche en el cielo, se va alejando lentamente de nosotros a ritmo de 4 centímetros al año. Nada es permanente. Puede que los aztecas tuviesen algo de razón al temer que el sol no resurgiera tras el invierno.

El acto de aceptar que algo es verdad porque parece ocurrir muchas veces se llama inducción. Y en realidad no demuestra nada. Por mucho que a lo largo de tu vida solo hayas visto cisnes blancos, no impide a la maldita realidad contener cisnes negros. El hecho que la mayoría de los mamíferos sean no voladores, no impide que existan los murciélagos. El razonamiento inductivo solo nos sirve para plantear modelos, imaginar las explicaciones probables como hace el método científico.

El procedimiento del método científico (lo tenéis a la izquierda), propone las siguientes fases:

  1. Enfrentarse a un misterio.
  2. Observarlo con detenimiento.
  3. INVENTARSE una hipótesis, un modelo de cómo funciona esa cosa misteriosa.
  4. Buscar qué pruebas podrían demostrar que tal hipótesis es falsa. Si no puedes encontrar una prueba que pueda demostrar que el modelo es incorrecto, tienes que descartar la explicación y empezar de nuevo.
  5. Realizar todas las pruebas posibles, hasta encontrar una que demuestre que estás equivocado o quedarte sin ideas.
  6. Revisar con compañeros y mucho cuidado las pruebas que has hecho.
  7. Aceptar el modelo que has hecho como LA MEJOR EXPLICACIÓN QUE SE TE HA OCURRIDO.
Véase que he dicho: INVENTARSE una explicación y LA MEJOR EXPLICACIÓN QUE SE TE HA OCURRIDO. No he dicho, la realidad, ni la verdad, ni nada parecido. Porque la ciencia NO PROPORCIONA VERDADES. El método científico no puede decirte qué es correcto. Solo puede descartar lo que es incorrecto. Solo te permite descartar explicaciones que se contradicen con la realidad experimental. Luego, ya llegaremos los ingenieros, asumiremos que lo que no han descartado los científicos es la verdad y construiremos aviones con eso. Pero eso no es porque hayan alcanzado la verdad, sino porque los ingenieros somos unos atrevidos de narices.

¿Cómo que el conocimiento científico no es la verdad? No lo es. Es lo menos falso que hemos podido encontrar hasta la fecha. Como en el copo de nieve de Koch, si coges un punto cualquiera del plano no puedes decir si forma parte de la curva de Koch (necesitarías un tiempo infinito dibujando triángulos), pero sí que puedes concluir, en muchos casos, que NO está dentro en ella (por ejemplo todos los puntos DENTRO del triángulo inicial no pueden estar en la curva, porque esta solo crece 'hacia fuera').

El método científico funciona parecido. No puede decirte que algo sea la verdad, solo puede decirte que hasta el momento no se ha encontrado que sea falso. Por eso el conocimiento científico empiezo a llamarlo últimamente conocimiento fractal: es lo que nos queda a medida que vamos recortando espacios de falsedad.

¿Es la única clase de conocimiento que manejamos? La verdad es que no: está el tautológico (que en este caso sí que se trata de verdades absolutas, pero que no nos dicen nada de la realidad) y el que últimamente estoy llamando sedimentario. ¿Qué diablos es el conocimiento sedimentario? Pues empecemos con el método científico. Como he dicho antes una de las fases del mismo es:

Revisar con compañeros y mucho cuidado las pruebas que has hecho.

A esta parte se la suele llamar 'revisión por pares' (no de dos en dos, :), sino de gente que está al mismo nivel). La idea es que cuando estás ya muy convencido de tus conclusiones lo sacas al mundo (¡¡lo regalas, mierda que locura de socialistas, estos malditos científicos regalando conocimiento!!) para que vengan todos los pejigueras del planeta a tocarte las narices y decirte en qué te has equivocado. Es una parte esencial del avance de la ciencia. Para simplificar la labor de los trolls el artículo que publicas con tus conclusiones tiene que ser detallado y repleto de referencias a todas la fuentes de información que has usado en tus conclusiones, hipótesis y experimentos, tienes que mostrar en los hombros de qué gigante te has subido.

Vale, la gente del método científico hace eso, comparte información y llena los artículos de referencias. Por desgracia, en los tiempos modernos, la carrera de un científico depende de este procedimiento, de forma que tendrá más o menos éxito según, no ya de las posibles verdades que haya encontrado, sino del número de otros artículos que lo señalen a él como uno de los gigantes sobre cuyos hombros merece la pena subirse.

Eso en realidad es un disparate, pero es como están ahora mismo las cosas.

¿Y aquello que no puede probarse en un laboratorio? La respuesta es simple y la he dicho antes: si no puedes rechazar una hipótesis mediante una prueba no puedes decir ni siquiera si es falsa, por lo tanto ni es una hipótesis ni es nada, no es científica y como decía Wittgenstein en el Tractatus logico-philosophicus.

Sobre lo que no se puede hablar hay que callar.

Pero no lo hacemos. Ojalá, pero no. En lugar de eso la gente que trata con cosas que ni son medibles, adopta la misma medida de éxito: si mucha gente referencia mis escritos, mis opiniones y creencias, mis explicaciones, entonces será que tengo razón. Es lo que llamo conocimiento sedimentario: la idea de que si mucha piensa que alguien tiene razón y lo argumenta con pilas y pilas de estratos de documentos diciendo que tiene razón, será que es verdad. Una verdad sedimentada por capas y capas de creencias compartidas.

No tienen ninguna manera de demostrar que esto eso sea 'real', y, sin embargo, ahí están imponiendo sus creencia por el simple peso de la tradición. En el fondo es el 'es que siempre se ha hecho así' o aún peor, 'es que es intuitivo'. ¡Leches fritas! Siempre me he rebelado ante el principio de autoridad. Desde mi más tierna infancia siempre que alguien me ha dicho 'esto es así', inmediatamente he preguntado '¿Por qué?' y si la respuesta no me convencía he ignorado a tal persona y me he puesto a investigar por mí mismo.

Mucha gente acepta las cosas simplemente porque parecen 'intuitivas', pero la intuición no es nada mágico, la intuición no es más que el razonamiento por inducción, transformado en carne. No es más que nuestras redes neuronales blanditas entrenadas por nuestra experiencia vital. Los LLM que seguramente ya habéis probado son intuición codificada en bits y ya veis como van. La intuición no tiene porqué estar en lo cierto, frecuentemente no lo está y de hecho la ciencia se ha encontrado con muchas realidades contraintuitivas que, de momento, no ha logrado demostrar que sean falsas.

Pues de la misma forma que no deberíamos fiarnos de la intuición para perseguir la verdad, tampoco deberíamos aceptar nada del conocimiento sedimentario. NADA. Lo que de nuevo me lleva a mi lema:

Aunque en los números no esté la verdad, sin números no hay ninguna verdad.

Sin experimentos realizables, cualquier cosa que os digan, por muchos estratos de documentos que sabios bien intencionados del pasado hayan puesto bajo esa afirmación, no es más que una opinión

Y, la verdad, hay mucho conocimiento sedimentario, lamentablemente, en las teorías narrativas: como  las afirmaciones de Aristóteles o de Campbell. Consideradlas como lo que son: opiniones de sabios del pasado que puede que tengan razón, o puede que no. 

Mirad ese 'conocimiento' a la cara y creéoslo solo si os convence a vosotros.




14.3.24

La escolomancia de Naomi Novik

El año pasado leí un par de libros de Naomi Novik: un cuento oscuro (que me regalaron por navidad) y un mundo helado

El primero, un cuento oscuro, me pareció flojillo. Siendo sincero el comienzo me gustó mucho, pero a medida que se me fue haciendo más evidente que se trataba de una suerte de retelling de la bella y la bestia, y que él, en concreto, parecía un calco a nivel de personalidad de la bestia más sosa de todas (la de Disney), fui perdiendo el interés. Cuando el libro cambia drásticamente al viajar la protagonista a la corte (y empezar ella a transformarse en Mary Sue), mi interés se precipitó a las profundidades de la indiferencia.

Tras esa decepción pregunté si ese libro era lo mejor de la Novik (me habían estado hablando mucho de la Escolomancia) y la opinión mayoritaria fue que Un mundo helado era seguramente lo mejor de la autora. Lo compré y, sí, sin duda es muy superior. 

Un mundo helado me parece un libro fascinante, que juega con tres personajes, tres narradores y dos mundos, para hablar de la violencia masculina sobre las mujeres, la sumisión del género femenino que de una manera u otra intenta la masculinidad no solo tóxica sin gañán provocar. Cada una de las tres protagonistas es de una extracción social diferente, tienen visiones del mundo y de lo que pueden aspirar diferentes, lenguajes diferentes y soluciones diferentes. Sin embargo, el libro habla, en las tres historias, del mismo problema. Además logra entrecruzar las tres historias magistralmente a la vez que juega con la coexistencia de los dos mundos en escenas que da gusto leer. Todo es fascinante en este libro, excepto el final, que es muy flojo.

La cualidad más potente de esta autora es la facilidad, la agilidad, con la que se lee su prosa. Aún no sé a qué se debe esta cualidad, pero es innegable. Sus libros se leen como si bebieses agua incluso cuando se pone más poética o rebuscada. Su defecto principal es que se le dan fatal los finales, o para ser más específico, los clímax. Tras llevarnos de la mano por toda la historia de manera fácil y agradable, cuando llega el enfrentamiento final, sea de la naturaleza que sea, la Novik se vuelve confusa y a menudo decepcionante. Creo que la propia autora es consciente y intenta reducir el clímax a la mínima expresión. Lo retrasa lo que puede y luego salta por encima si puede permitírselo.

Lo mismo pasa con los tres libros de la Escolomancia. La prosa muy legible de la autora está presente de forma indudable en estas mil doscientas páginas. Los personajes son más o menos creíbles (aunque la protagonista se vuelve Mary Sue en el segundo libro y lo es de forma demasiado palpable en el tercero). El trasfondo es muy interesante, de hecho es lo más interesante de todo. 

Detengámonos un momento en él.

El mundo de la Escolomancia, parte de unos principios muy similares a los presentados en el juego de rol Mago: La ascención de Mundo de tinieblas. Es decir, la idea de que la realidad es según cree la mayoría de las personas que es. De forma que los magos se dedican a hacer creer a la población (y al universo en general), que las cosas con como les apetece que sean y si lo logran entonces las cosas se tornan así. A esos principios se añaden los de racionalidad/irracionalidad del Aquelarre de Ricard Ibañez. De forma que cuando los mundanos (los no magos) están presentes imponen su no-creencia en la magia y los hechizos se vuelven imposibles o complicados de realizar, y los monstruos se vuelven animales normales y corrientes. Pero lo más interesante, para mí, es que la Novik tiene la inteligencia de mostrar las conclusiones del Planeta prohibido: la idea de que si proporcionas a una mente normal un poder ilimitado, entonces su subconsciente, sus temores, sus anhelos inconfesables, se tornarán reales y nos matarán a todos.

Cuando la magia no se torna un trasunto de ciencia (con sus reglas absurdas, como en los libros de la Rowling, los de Rothfuss o los de Sanderson), sino que se mantienen como consecuencia del poder de la voluntad del mago, la conclusión de que el horror está a la vuelta de la esquina es casi ineludible. La Novik en la Escolomancia muestra todo eso de manera clara y maravillosa. El mundo se vuelve horrible porque los hechiceros lo vuelven horrible, y lo hacen con la mejor intención todo el tiempo o por miedo. Cuando tus deseos pueden hacerse realidad lo hacen y regresan a devorarte por las noches.

Durante el primer libro la autora se recrea en ese horror. Te muestra un internado en el que los niños magos intentan sobrevivir sin supervisión adulta mientras una incontable legión de monstruos intenta matarlos. Ella insiste que la situación no es la de El señor de las moscas, pero lo es y no sé como no podría serlo. Mola, aunque cansa un poco tanto horror. Al ochenta por ciento del libro, cuando parece que todo se va a quedar en una larguísima presentación del mundo y de los personajes, la autora mete el acelerador, muestra un conflicto más claro y... lo resuelve en un plis, porque,  como he dicho, parece que odia enfrentarse a los clímax. Entonces plantea un cliff hanger que, la verdad, te deja con buen sabor de boca.

El segundo libro se me hizo muy pesado. Es básicamente una película de esas de instituto americano centrado en la chica impopular, que coquetea con la maldad de las populares y finalmente sale victoriosa cuando se desvela su auténtico potencial. Mucha política de instituto de peli americana y poco más. Como en el anterior libro justo al ochenta por ciento se desvela el conflicto real y se resuelve de una manera que ya se podía adivinar al principio del libro. 

El tercer libro es muy diferente y, para mí, peor. En este libro la autora intenta resolver todos los misterios con los que ha ido salpicando la saga, le da un sentido concreto a todo lo que pasa y proporciona hasta tres clímax que podrían ser conclusión de la saga. Los tres cortos, demasiado 'Deus ex machina' para mi gusto y que, sobre todo el último, saben a poco.

Uno de los problemas que le veo a la saga es que creo que la autora podría escribir incluso buena ciencia ficción de novum, pero se queda a medias. Parece más que capaz de asomarse a las tenebrosas profundidades de la conclusión lógica de una magia volitiva desatada: el horror del enfrentamiento de nuestras tinieblas, el abrazo tenebroso de la sombra de Ged. Pero en lugar de eso intenta (y desde mi punto de vista fracasa) mantener la idea de que su saga es fantasía urbana y que por lo tanto la magia es la excepción y que el mundo mundano, debe permanecer exactamente como lo vemos por la ventana. Necesita encontrar una explicación de porqué todo sigue igual a pesar de estar desatando poderes cósmicos de enorme magnitud. Y en ese trasunto, los conceptos se ponen zancadillas a sí mismos, tartamudean sus explicaciones y acaban contradiciéndose. 

Un ejemplo: la explicación de porqué hacen lo que hacen para crear los enclaves es que hace falta una mente única para hacerlo y, sin embargo, en dos de los clímax del tercer libro se muestra claramente cómo logran hacerlo gracias al esfuerzo colectivo. Desde el primer momento se dice que el maná (el bueno, el que no se roba) procede del esfuerzo, pero a menudo en el libro se indica que proviene del malestar y del sufrimiento (la propia narradora dice que ha logrado generar más maná haciendo calceta porque odia hacerla). A ratos sugiere que en los enclaves, con la concentración de magos, el maná se multiplica a niveles astronómicos y al mismo tiempo sugiere que el maná de esos enclaves siempre es robado. Finalmente, los hechiceros pueden cambiar la realidad parece que casi a voluntad, y sin embargo el dinero real sigue siendo importante (¿y eso?). Al mismo tiempo se dice que se pueden establecer lugares fuera del mundo para habitar en ellos y unas páginas más allá se indica que los enclaves solo pueden sacar espacio robándolo de la realidad (¿en qué quedamos?

En fin, un montón de inconsistencias que solo se entienden bien aceptando como realidad la religión que entiendo que empieza a ser la dominante en el país de residencia de la autora: el pensamiento positivo liberal. La idea de que si deseas y te esfuerzas logras cualquier cosa, aunque el dinero es absolutamente real y no una invención del sistema. Esa creencia cuadra bien con el maná que fluye con el esfuerzo, al tiempo que sigue habiendo élites ricas y muchedumbres pobres como ratas.
 

23.2.24

Un poco de placer lector. Cita con Rama.

Llevo todo el comienzo del año sufriendo decepciones lectoras. He leído desde novelas de los tres géneros hasta clásicos muy reconocidos del s.XX e incluso del s.XIX, y abandonando muchas de esas lecturas, en la mayor parte de los casos por aburrimiento. Mis dos intentos de lecturas de ciencia ficción, han sido decepcionantes por motivos diferentes: una porque resultó ser fantasía (tenéis un artículo sobre ello) y la segunda porque era más bien una historia de supervivientes de un apocalipsis (uno original, al menos), muy cercana al género de zombis. Iba tocando volver a alguno de los clásicos de la ciencia ficción, para darme un respiro en mi frustración, y me he decidido por Cita con Rama.

A Arthur C. Clarke no le he leído casi nada. No tengo muy claro porqué, tal vez porque mi experiencia con alguno de sus cuentos más famosos me resultó decepcionante en su momento, cuando los leí hace más de treinta años. Me parecieron muy flojos en comparación con los relatos de Asimov o Pohl. Tal vez, porque tengo muchos problemas con las leyes que llevan su nombre, en particular con la tercera que me parece no solo falsa, sino problemática por lo mucho que la aprecian los autores de cienciasía. No. Apreciarla es decir poco. Los autores de cienciasía la adoran, les da la justificación para escribir los desastres que escriben y les ayuda a que no se les caiga la cara de vergüenza. Sea cual sea la razón llevo casi cuarenta año postergando la lectura de la trilogía de Rama. Ya iba siendo hora de hacerlo.

La primera novela de la trilogía, Cita con Rama, fue publicada en 1972, es decir cuando yo tenía dos años, puede que uno, y lo ganó... en fin, todo, en los años siguientes. Es por lo tanto cinco años anterior al magnífico Pórtico, de Pohl, tres a Los desposeídos, de K. LeGuin; aunque posterior al estreno de 2001, la película por la que más se conoce el trabajo del autor. Es algo posterior a los pronósticos del Club de Roma, y se adelanto por un poco a la primera crisis energética del planeta, que el dicho club había predicho. Estamos en cualquier caso en ese contexto de primera consciencia fehaciente de los límites del crecimiento humano, que luego será tan visitado en la obra de Pohl. La obra que hoy tratamos aún se sustenta en el tecnooptimismo de crecimiento infinito de los cincuenta, pero ya anuncia algunos destellos del pesimismo de obras como Pórtico, sin zambullirse en el nihilismo punk que acabará cristalizando en el ciberpunk, de los años ochenta. Creo que sería una obra muy adecuada para estas generaciones de lectores jóvenes que parece que buscan mensajes positivos (desde mi punto de vista erróneamente), en las nuevas obras, imagino que cansados de haber nacido en una época en la que el desastre parece ya inevitable.

Debido al esmero que el autor pone en el realismo científico, la obra no ha envejecido mal, aunque peca de optimismo en cuanto a la exploración y colonización espacial, y resulta naïf en cuanto al tratamiento de los problemas de los límites del crecimiento humano. Es sorprendente que hable de que están intentando mantener la población mundial por debajo de los mil millones cuando ya en la época e la publicación de la obra rondaban los cuatro mil millones. Como siempre la obra fracasa al no imaginar los massmedia de nuestra época (internet, redes sociales y demás) o posteriores, la evolución de las corporaciones internacionales y demás detalles 'feos' de nuestra realidad, pero por lo demás se siente aún bastante creíble.

Me sorprende, y preocupa, que una obra tan cuidadosa en lo científico les quite a los astronautas sus escafandras. ¿Por qué esa manía en poner en peligro a las tripulaciones exponiéndolas a un aire alienígena de un millón de años? Es un asunto que se repite demasiado. Casi todas las series de televisión acaban cayendo en lo mismo e incluso los autores más serios de novela de CF también. ¡Dejad las escafandras puestas! Incluso cuando el interior de Rama despierta y se verifica su naturaleza biológica los integrantes de la expedición siguen respirando el aire de allá dentro.

También se apunta un novum muy difícil de creer (la acción sin reacción), por mucho que los tecnobobos, digo, los tecnooptimistas insistan una y otra vez en buscarlo como los idiotas que intentan construir las máquinas de movimiento perpetuo. En cualquier caso, ese novum, no es el principal que es simplemente la existencia de una nave intergaláctica.

A cambio tiene detalles buenísimos, como el hecho de que todos los astronautas estén esterilizados para evitar que la radiación del espacio provoque el nacimiento de bebés deformes o mutados y sus gametos están preservados por congelación.

Un placer disfrutar de un poco de lectura de ciencia ficción dura, aunque esté un poco envejecida y aunque haya un mucho de 'contar' en lugar de 'mostrar' de ese que ahora parece inaceptable para muchos lectores y editoriales (que, sin embargo, aceptan las tonterías de la cienciasía, como la detestable 'el problema de los tres cuerpos', sin pestañear).

Muy recomendable.

22.1.24

¿Tres historias, una historia o ninguna historia?

 

He leído estas últimas semanas un libro y medio de la trilogía de la Tierra fragmentada. Lo que, a tenor de lo que he leído, es como la mitad de un libro muy grueso que forma la trilogía en su conjunto, porque, sinceramente, el primer libro no me ha funcionado como obra independiente. Luego explicaré porqué.

Me recomendaron esta obra como ciencia ficción (la trilogía ganó tres años consecutivos los Hugo), compré el primer libro hace bastantes años y tras leer la primera escena me sentí estafado y lo abandoné. La clasificación del primer libro como ciencia ficción es simplemente incorrecta. No sé si de la trilogía completa, ya que no la he terminado ni creo que la termine nunca. La entrada de la wikipedia en español se debate entre calificar el primer libro de ciencia ficción o no  y usa expresiones tan absurdas como 'ciencia ficción fantástica'. La entrada de la wikipedia en inglés la llama science fantasy, que podría ser tanto fantaciencia como cienciasía (aunque esta obra concreta no se ajusta a ninguna de mis dos definiciones).

Por mucho que se quiera invocar la ley de Clark (el rollo ese de la tecnología indistinguible de la magia) con la que no estoy de acuerdo como ya dije en algún post anterior, si intento ver lo descrito en el libro como una tecnología remotísima (tendría que ser muy remoto ya que la idea misma de manipular la corteza de un planeta hasta el nivel de activar o desactivar volcanes tiene una escala tan brutal, que los niveles de energía involucrados son casi impensables y dejarían en ridículo al generador que muestra la película el Planeta prohibido), la cosa tampoco cuadra con la ciencia ya que se dice que 'extraen energía' del calor para transformarlo en energía mecánica (en cantidad absurda), lo que no solo tiene la dificultad de la escala sino que viola la segunda ley de la termodinámica al transforma energía de alta entropía en resultados ordenados de baja entropía (Para ver una novela de fantasía que intenta respecta la conservación de la energía y respetar la segunda ley de la termodinámica, es mejor leer 'El nombre del viento', que tampoco es ciencia ficción, pero al menos procura no ignorar la segunda ley).

Personalmente me parece que el primer libro es fantasía y aceptablemente buena. Toda la obra relata mediante lenguaje mineral y geológico. No hay elfos, ni enanos ni dragones, ni discurre en un entorno medieval, lo que es muy de agradecer.  Se muestra un escenario postapocalíptico en una fase muy posterior de la crisis inicial, lo que tampoco es nada frecuente y esa fase no es un rollo a lo Conan ni a lo Princesa de Venus, lo que también es de agradecer. La autora hace un gran esfuerzo en dibujarnos una especie de futuro de la humanidad y de nuestro planeta, después de que éste se haya vuelto tectónicamente inestable. Un escenario en el que los 'eventos de extinción', se producen de forma aleatoria y repetitiva (a la manera de 'El crisol del tiempo' una de mis novelas de ciencia ficción favoritas). 

El escenario de la supervivencia de la civilización y la especie en un escenario imposible, es fascinante. Otra novela que lo explora aceptablemente bien aunque peca muchísimo de optimista es Seveneves, la obra que he mencionado antes es más creíble y tiene la ventaja de que sus protagonistas no son humanos. El problema es que la autora se debate claramente entre abrazar la ciencia ficción de verdad y empezar a ofrecernos resultados lógicos pero inesperados de un escenario así, y la necesidad de mantenerse en una sociedad reconocible para los géneros que maneja (es decir la fantasía). Para mí no logra ninguna de las dos cosas. 

Echo de menos la religiosidad en un escenario tan cruel. No me creo que la humanidad no monte mil religiones organizadas para explicar el desastre en el que viven. Echo de menos (tras los miles de años de desastres que dicen haber vivido así) las transformaciones sociales radicales, los reservorios genéticos, los cultivos submarinos, las ciudades flotantes/sumergibles, el canibalismo aceptado de forma convencional, el avance hacia una sociedad de hormiguero en la que se ponga muy en duda (o se descarte totalmente) el valor de cada individuo particular y muchas otras cosas que se me antojan inevitables en el escenario que pinta la autora. 

También me extraña mucho que la autora (racializada ella misma), dedique tanto esfuerzo y texto a las diferencias entre las supuestas diversas razas que viven su mundo. Al tiempo, a pesar de que todo el rato está sugiriendo que sus personajes investidos de poder obtienen sus capacidades por ventajas genéticas, no acaba de decidirse a ir en dirección al rollo nazi de Dune con castas separadas y un programa de selección genética humana estandarizada y centralizada. 

Y, en general, hay muchos detalles que no me cuadran, tales como que dejen a dos poderosos mutantes orogenéticos campar a sus anchas sin que los acompañe en su viaje todo el tiempo algunos de los poderosos 'guardianes'.

En general me parece que se trata de una obra de fantasía bastante original a la que merece la pena echar un vistazo, pero que no está del todo pulida (sé que es duro decir eso de una obra que ganó tres Hugos seguidos), que, sorprendentemente, no tiene conflicto central (supongo que la trilogía completa sí, pero el libro y medio que he leído no, no sé a qué se enfrentan los personajes ni qué persiguen), pero lo peor es que la autora parece dudar todo el tiempo de la calidad de lo que está escribiendo, de la potencia de su escenario (como si no fuese dramático a niveles colosales) y se empeña en lanzar escenas demasiado forzadas y detalles (como unas ballenas que pasan por ahí y sin buscarlo ni beberlo acaban congeladas) destinado aparentemente a darle más 'dramatismo' a todo.

Dadle una oportunidad, creo que a mucha gente les ha gustado esta trilogía, y si os pasa como a mí y no conseguís creérosla, pues abandonadla como abandonaríais un resort turístico tras el aviso de sumani.