Durante mi estancia de este año en el
Celsius 232, allá al norte, en Avilés, estuve dándole vueltas a mi frustración con la ciencia ficción actual en general y en español en particular. En su mayor parte mi frustración proviene del hecho de que me niego a llamar ciencia ficción lo que me parece fantasía con robots o naves espaciales. Como he dicho en varias ocasiones en este blog, para mí la diferencia principal entre ciencia ficción y fantasía es que la primera intenta agitar nuestra razón (mediante la propuesta de un
novum que demuestra cómo de frágiles son nuestra creencias o cómo de diferente puede ser el mundo), mientras que la segunda intenta agitar nuestra imaginación y nuestro asombro (provocando fascinación mediante lo sorprendente y extraordinario). El tercer género, el terror, que yo no comprendo demasiado bien ni disfruto casi nunca, entiendo que intenta agitar nuestros miedos, diría nuestras emociones pero entonces tendría que hablar de la romántica que no me parece una literatura demasiado separada de todo esto, pero sería abrir un melón demasiado grande.
Por supuesto estos géneros se pueden hibridar y/o coexistir en una obra: podemos montar una obra de ciencia ficción con un poderoso novum central (digamos la idea de que la gente decide repentinamente abandonar el sistema capitalista y empezar a utilizar una economía alternativa, como la del regalo) y al tiempo, mientras se exploran las consecuencias de dicho novum, (¿se hunde la producción? ¿aparece el hambre? ¿surgen conflictos mucho peores o el cambio deviene en una utopía sosegada?) se pueden incluir imágenes fascinantes (las megalópolis abandonadas y retomadas por la naturaleza, los campos eólicos que cubren miles de kilómetros cuadrados de mar, las cuadrillas de cientos de personas retornadas al campo con sus azadas...) o terroríficas (el hambre, las carencias, las dudas, las agresiones...). Sin embargo, si la obra no se vertebra en la pregunta central, si no es reflexiva, si no está diseñada para retar a la razón, no puedo considerarla ciencia ficción.
Cuando una obra comienza diciendo que han pasado diez mil años desde la época actual (hipérbole), que la humanidad ocupa gran parte de la galaxia (otra hipérbole) y acaba mostrando una saga familiar repleta de títulos rimbombantes (más hipérboles), una confrontación política compleja plagada de traiciones, así como batallas de cientos de miles de combatientes (más y más hipérboles diseñadas para apelar al asombro), no me parece ciencia ficción, sino fantasía con naves. Y sí, has acertado, estoy pensando en
Dune.
El otro problema que tengo con la ciencia ficción actual es que muchos autores parecen beber de sus series o novelas favoritas y no de la ciencia real. Por mucho que los tripulantes de
Star Trek lleven desde los años sesenta explorando planetas habitables sin escafandras, encontrándose con cientos de habitantes humanoides, cuya comida pueden comer, su aire respirar, con una morfología sexual compatible y con los que incluso pueden tener hijos, eso no es una posibilidad científica muy creíble, sino más bien una alegoría norteamericana sobre la necesidad de igualdad entre razas, sobre la fraternidad universal y la bondad de la empatía y la aceptación. Soy un trekkie redomado pero lo que se ve en esas series no suele ser ciencia ficción especulativa medianamente seria, la mayor parte de los capítulos son
space opera de aventuras (una vez más una forma de fantasía). Aunque es cierto que hay algunos capítulos de ST con excelente especulación científica y, sobre todo, política o sociológica.
Si la obra recurre a terminología científica o tecnológica, pero la usa incorrectamente o muy descuidadamente solo porque suena bien y le parece muy sugerente al autor estaríamos hablando de algo que me gusta aún menos: la
cienciasía (por ejemplo, si un autor sugiere que
Alfa Centauri, por ser un sistema de tres soles está en un estado caótico correspondiente a un famoso problema matemático clásico, está usando la ciencia incorrectamente solo porque le parece fascinante; está mintiendo; y sí, estoy pensando en el
Problema de los tres cuerpos). Es decir obras de fantasía, centradas en el asombro, que se aprovechan del
tecnobable, o de la especulación científica seria solo para deslumbrar aún más a sus lectores a costa de mentir o tergiversas (en los peores casos incluso propagar ideas conspiranoicas).
¿Y por qué han de preocuparnos estas inexactitudes o errores científicos en las obras que, a fin de cuentas, son ficción? Desde mi punto de vista deberían preocuparnos y mucho en un mundo en el que existen movimientos sociales (casi políticos) que defienden que
la tierra es plana o l
os pájaros son drones de espionaje. La realidad es de por sí suficientemente compleja, fascinante y épica, como para permitirnos hacer literatura asombrosa y especulativa sin mentir a nuestros lectores sobre lo que la ciencia da actualmente por correcto (novum a parte). Un viaje a otro sistema solar, por cercano que sea, es tan difícil, tan cercano a lo imposible, que narrar sus dificultades ya da para una narración tan épica como las epopeyas griegas. Efectos como la
dilatación temporal, el efecto túnel, el entrelazamiento y otras muchas son tan diferentes a nuestra experiencia diaria dan como para crear dramas únicos y conmovedores sin necesidad de inventarnos una bacteria capaz de devorar estrellas, aceptar sin más que el código del ADN es universal a lo largo de todas la galaxias o creernos que las plantas tienen memorias asimilables por un cerebro humano. Y sí, estoy pensando en obras concretas más o menos famosas para cada uno de esos ejemplos.
Debido a todo lo anterior he decidido emprender varias iniciativas para apoyar a la vertientes más científicas y/o más verosímiles de la ciencia ficción. La primera de dichas iniciativas es un conjunto de reseñas en las que además de hacer un breve análisis de alguna obra que me haya interesado incluiré un análisis no demasiado extenso sobre las partes menos y más problemáticos de la corrección científica de dicha obra, así como un análisis más profundo de lo que me parezca que contenga la obra en una segunda lectura.
Esta sección 'desde la credibilidad científica' (la voy a llamar RECRE.C: REseñas desde la CREdibilidad Científica) la inicio hoy con Monje y robot de Becky Chambers.
Obra: Monje y robot
Tipo: Recopilatorio de dos novelas cortas
Publicación: 2021 y 2022 en el original, 2023 en español
Géneros: ¿Ciencia ficción?,
Solarpunk, Utopía post post apocalíptica
Páginas (en edición española): 261
Premios: Hugo 2022 (varias nominaciones más en 2022 y 2023)
Mi puntuación: 4/5.
Mi opinión: Muy recomendable.
SINOPSIS:
Le hermane Dex nunca ha escuchado el canto de los grillos.
Aunque lleva una vida plena y tranquila en su monasterio, esa ausencia comienza a asfixiarle y su obsesión termina destapando un deseo mucho más profundo: convertirse en monje del té itinerante, dejar atrás la urbe y las tierras que heredó la humanidad tras el fin de la Edad de las Fábricas y adentrarse en la naturaleza salvaje. Es allí donde, según las crónicas, habitan los robots que tomaron conciencia y se liberaron del yugo humano.
Pero Dex no tarda en descubrir que los robots siguen ahí, cuando uno sale a su encuentro con una misión que cumplir, buscando la respuesta a una simple pregunta: «¿Qué necesitan los seres humanos?».
BREVE RESEÑA
Ante todo hay que decir que estas dos novelas me parecen excelentes, más la primera que la segunda, por las razones que daré más adelante. La prosa es cómoda, limpia, agradable de leer y aún así la autora demuestra aquí y allá que sabe escribir con párrafos como este:
El suelo de un bosque, como sabían les aldeanes de la Foresta, es algo vivo. Inmensas civilizaciones viven en ese mosaico de tierra: laberintos de himenópteros, habitaciones del pánico de roedores, vivificantes conductos de ventilación abiertos por el tráfico de gusanos, cabañas de caza de arañas esperanzadas, albergues para escarabajos nómadas, árboles entrelazan sus dedos tímidos con otros árboles. Allí era donde se encontraba el ingenio de la podredumbre, la plenitud de los hongos.
Un texto corto y preciso. Una maravillosa descripción de la malla de relaciones que llamamos ecosistema y al mismo tiempo una acertada descripción indirecta de le protagoniste que es espiritual, ecologista, pero no experte en biología, ni en botánica ni en equilibrios naturales, una protagonista que lo percibe humanizándolo y sintiendo empatía por todo. A ese párrafo sigue un canto a la permacultura y más ecologismo maravillosamente expresado en muy pocas frases. La autora, sin embargo, sabe contenerse y usa estas construcciones más literarias solo lo justo y necesario, permitiendo que la narración fluya y ofreciendo la mayor parte del protagonismo a los diálogos, que a fin de cuentas son el núcleo de la obra.
Por que estas dos obras son una reflexión que se presenta en la forma de diálogos entre un humano y un robot, una reflexión sobre el sentido de la vida, o, usando las palabras de la propia obra: el propósito. Por que, sobre todo la primera obra, es eso la historia de une humane que siente (como todos) que la vida no tiene ningún sentido (que no la tiene) y en lugar de simplemente aceptarlo y vivir (como sugiere el robot en alguno de los diálogos del primer libro), decide abandonar su profesión y buscar sentido primero en un cambio de oficio y luego en un retorno a un imaginado primitivismo dorado de la naturaleza virgen.
La primera novela (la que recibió nominaciones y premios) tiene una estructura clara y cerrada: le protagoniste se siente vacíe al darse cuenta que nunca ha escuchado grillos, sale a la carretera buscando un sentido y como en Siddhartha descubre varias veces que el sentido no está dónde lo busca, y sigue cambiando y moviéndose, hasta que encuentra un no humano que la confronta (muy suavemente) primero y luego amablemente la ayuda a escuchar los grillos (de forma alegórica).
La segunda novela no tiene una estructura tan clara. Primero la autora parece haber intentado darle la vuelta a la primera, llevando a la pareja hacia el mundo humano e intentando que ahora la maestra sea le humane y el que duda el robot. No me parece que funcione y la obra se queda en un conjunto de escenas que bien podrían ser cuentos independientes (creo que hubiese sido mejor así) con un final, desde mi punto de vista muy pobre por manido y muy poco creíble (sobre todo dado que uno de los protagonistas es un robots que el primer libro se muestra libre de prejuicios y excepcionalmente directo y racional, un protagonista que desde el primer momento está rozando el no-pensamiento budista).
LO QUE MÁS ME GUSTA Y LO QUE MENOS
Lo que más me gusta es la simplicidad del texto, la amabilidad que rezuma. Sin grandes aspavientos ni melodramas consigue que te intereses por la crisis existencial de le protagoniste y revisites las reflexiones sobre el sentido de la vida humana.
Lo que menos me gusta es la presencia de la religiosidad, aunque sea de bajo nivel, que me sobra completamente.
ANÁLISIS DE CREDIBILIDAD
Hay elementos puramente práctico que rompen un poco la credibilidad de la obra. El principal es el carromato en el que le protagonista vive y viaja. No solo porque lo dice la autora, sino por los espacios que describe y el contenido que requieren las escenas parece demasiado grande para ser arrastrado por solo una bicicleta eléctrica, especialmente cuando se interna por las viejas carreteras camino a lo salvaje. Que un carromato así sea movido solo por una única bicicleta eléctrica parece poco probable. He estado mirando qué hay en el mercado ahora mismo en cosas parecidas y he encontrado cosas como estas, que sí parecen lógicas:
Mientras que la autora en el libro describe algo como esto:
Ya que incluso habla de dos pisos. No resulta muy creíble, incluso en un futuro distante, que algo así sea movido por una única bicicleta eléctrica, y más aún considerando el escenario de regresión tecnológica voluntaria en el que los protagonistas viven.
Pero el problema principal de credibilidad científica no es solo de esta obra sino en general de todo el movimiento del green/solarpunk. Leed el
manifiesto que contiene perlas como:
Somos solarpunks porque nos han arrebatado el optimismo
y estamos tratando de recuperarlo.
¿Les han arrebatado el optimismo? ¿Quién les ha arrebatado el optimismo? ¿Cómo? ¿El peligroso y malvado sistema? ¿Los oligarcas? ¿Quién? Yo estoy convencido de que no hay nadie al mando del sistema (ese es el drama principal, no que alguien nos esté fastidiando a propósito, sino que no hay nadie al volante y probablemente nunca lo hubo o lo habrá).
En su núcleo, el solarpunk es una visión de un futuro que encarna
lo mejor que la humanidad puede lograr: un mundo post-escasez,
post-jerárquico y post-capitalista donde la humanidad
se ve como parte de la naturaleza y
las energías limpias sustituyen a los combustibles fósiles.
Vale: respeto por la naturaleza, ecologismo, energías limpias, ok; buscar alternativas al capitalismo financiero que solo funciona mediante la absurda idea del crecimiento ilimitado, ok; buscar alternativas más anarkas, más horizontales, genial; pero... ¿¿¿post-escasez??? Me suena a una idea infantil, al deseo inocente de que si lo hacemos bien no nos faltará de nada. :(. Tendremos que pasarnos a las energías limpias, tendremos que reconsiderar la economía y molaría reconsiderar la política, pero si crees que puedes hacer todo eso sin conflictos, sin que haya que reducir nuestro nivel de consumo, nuestro nivel personal de uso de energía, yo que sé, sin renunciar a nuestros viajecitos globales de vacaciones, estás cayendo en un
tecno-utopismo de la peor clase y eso son ideas del siglo XIX.
El solarpunk tiene que ver con encontrar maneras de hacer
nuestra vida más maravillosa ahora mismo y
también la de las generaciones que nos seguirán.
¿Más maravillosa? Hay muchos estudios e indicadores que indican que estamos
MEJOR QUE NUNCA. Vivimos más, más sanos, con mayor libertad y con más igualdad que nunca antes en toda la historia humana. La historia humana ha sido siempre un campo de injusticias flagrantes, de hambre, de mortandad infantil, de incultura, de sangre y violencia. Si lo que esperas es que salvando a la naturaleza no solo mantengamos todo lo que tenemos sino que las cosas vayan aún mejor, te estás engañando. Hay muchas cosas mal, muchas cosas que arreglar y muchas cosas que tendremos que intentar que no se estropeen, pero esperar que vayan increíblemente mejor con un par de cambios tecnológicos aquí y allá es pecar de inocencia.
El solarpunk tiene que ver con la cultura maker de la juventud,
las soluciones y las redes energéticas locales,
las formas de crear sistemas autónomos que funcionan.
Tiene que ver con amar el mundo.
Abrazar
la cultura maker como una de las soluciones de nuestro exceso de producción es autoengañarse. Yo estuve trabajando varios años en un laboratorio en el que hacíamos prototipos con la aproximación maker. Entiendo a los que piensan que usando unas impresoras 3D y demás herramientas de esta cultura, generaríamos solo lo que se necesita y no muchos de los residuos salidos de los excedentes. Eso es simplemente falso. Todas esas herramientas son maravillosas para generar prototipos rápido, pero no barato ni a coste energético bajo. Todas esas herramientas son mucho menos eficientes que las plantas de fabricación industrial, acabas desechando muchos de los objetos que creas porque no resulta nada fácil acertar con pocos intentos y el resultado final no es tan duradero ni bonito como lo que sale de las fábricas. La cultura maker puede hacer prototipos y puede hacer apaños rápido, es una idea maravillosa para los colonos que enviaremos a otros planetas, pero si transfiriéramos nuestra producción actual de las fábricas a núcleos de impresoras 3D o similares sería un desastre ecológico, gastaríamos mucha más energía y generaríamos mucho más residuos y objetos inútiles que nunca.
Veamos ahora el mundo de la obra. La autora nos sitúa en futuro potencialmente remoto, aunque muy parecido al mundo del s.XXI. Nos lleva también a un lugar hipotéticamente distante: una luna de un gigante gaseoso. No se indica si es aquí en nuestro sistema solar o en uno distante, aunque muchos de los elementos que se usan llevan a pensar en humanos descendientes de nosotros. Supuestamente en ese mundo los robots hacían el trabajo de las fábricas hasta que alcanzan alguna clase de autoconsciencia benévola y deciden abandonar sus puestos de trabajo para que los humanos reflexionen y abandonen su carrera de producción cada vez mayor y de contaminación de los ecosistemas. Sorprendentemente los humanos le hacen caso. Generaciones más tarde los humanos han adoptado un sistema de producción solarpunk y un sistema político del que solo se dan unas pocas pinceladas pero que parece una suerte de anarquismo algo místico, con un sistema de moneda en forma de intercambio de favores que solo puede funcionar si todo el mundo es buena gente y un uso mayoritario de la
permacultura en la parte de producción de alimentos.
La parte de la permacultura también se me hace un poco cuesta arriba. El paso desde una agricultura industrial a una permacultura ultra respetuosa con el medio ambiente, cuando los medios de producción (los robots) desaparecen de la noche al día parece improbable sin que provoque una grave crisis de alimentos. A largo plazo los cultivos de permacultura funcionan, incluso mejoran el rendimiento de tierras extensas (aunque con mucho más esfuerzo por parte de los agricultores), pero al principio es otro cantar. Además en la obra se supone que han sustituido todos los productos de fabricación habitual (no solo los plásticos), por materiales sostenibles que necesariamente tienen que provenir de esos mismos campos de cultivo en permacultura.
La parte en la que se indica que los robots no construyen más de ellos sino que canibalizan los componentes de unos a otros para crear unidades nuevas es más o menos creíble (aunque requiere que algunos de esos robots sean ingenieros mecánicos y electrónicos excelentes). La parte en la que misteriosamente el modelo nuevo tiene ecos de recuerdos de los modelos de los que lo conforman es tan absurdo como pensar que vas a cambiar de personalidad porque te trasplanten el corazón de otra persona. Los robots descritos se parecen a los que tenemos ahora, no son conglomerados de nanocitos, ni nada parecido. Puedes montar un robot usando las piezas adecuadas de otro sí, pero o le dejas la memoria (y por lo tanto la personalidad e identidad) de uno de los que partes, o lo tienes que reiniciar para que el nuevo sujeto sea funcional, para que los circuitos funcionen y los programas puedan asumir el nuevo cuerpo.
Otra parte difícil de creer es que disponen de GPS y de internet global vía satélite. Es decir, que estos humanos que voluntariamente han regresado a un estadio artesanal equivalente al siglo XVIII en sus procesos, de alguna forma mantienen en órbita suficientes satélites como para que la geolocalización funcione bien y puedan disponer de comunicaciones de banda ancha. La locura actual del plutócrata de X va a requerir decenas de miles de satélites. ¿Cómo logran mantener en órbita aunque sea unos pocos miles? ¿Con impresoras 3D y permacultura? No parece muy creíble.
CONCLUSIONES
Esta obra es agradable y cómoda de leer. Como dicen ahora te puede dejar el corazón calentito y con esperanza, pero el escenario a nivel científico es solo medio creíble, y en realidad no se trata de una obra de ciencia ficción en el sentido de explorar un novum concreto (no explora, por ejemplo, cómo lograron hacer la transición hacia la utopía descrita, ni cómo logran hacer funcionar una economía que permitiría a un puñado de malintencionados saquear a sus vecinos), sino que es más bien una reflexión filosófica sobre el sentido de la vida en forma de un relato de fantasía futurista utópica.
Y, sí, la recomiendo leer, aunque no si lo que buscas es el reto intelectual del novum.