29.10.23

¿Por qué suelo hacer el nanowrimo?

Llevo muchos años participando en el nanowrimo, sobre todo por mi salud mental. No todos los años he logrado escribir los 50000 palabras, aunque sí muchos: nueve de las once veces; un 80% de éxito que no está nada mal.

Hay muchos grupos de apoyo para animarte a completar el reto y también unos cuantos profesores de escritura que os darán consejos. También se hacen quedadas para escribir juntos o para empezar el nanowrimo, sobre todo en las grandes ciudades. Buscadlos: es interesante probar al menos una vez.

¿Por qué he dicho que por mi salud mental? Porque me resulta liberador. La escritura es, sobre todo, reescritura. Tras la idea inicial, el estallido de creatividad de arrojar la primera versión en blanco sobre negro (o negro sobre blanco según sean tus preferencias), llega la interminable tarea de pulir, cortar, rellenar, reconsiderar, pulir, cortar, rellenar, reconsiderar, pulir, cortar... mientras vuelves al mismo texto una y otra vez. A veces incluso en etapas diferentes separadas por meses de mantener el horror encerrado en un cajón. 

A algunos escritores este trabajo de revisarlo todo línea a línea, de perseguir la palabra exacta, de suprimir cada rebaba infame compuesta por adjetivos y adverbios innecesarios, por verbos huecos y perífrasis descuidadamente abandonadas en mitad del escrito, les resulta no solo aceptable, sino placentero. Les relaja saber que la historia ya está ahí, torpemente contada, pero construida y ahora solo les queda moldearla, alisarla, y disfrutan del sonido del torno y del tacto de una arcilla de letras más lisa en cada vuelta. No es mi caso. Me espanta esa realidad de que con cada regreso al texto siempre encontraré algo mejorable, que con cada corrección realizada con un suave toque de las yemas sobre el barro dejaré una impronta de huella dactilar innecesaria y a veces una grieta indeseada trazada mis torpes uñas.

A cambio el dejarse atrapar por el flujo, el abandonarse al ritmo propio del texto, el zambullirse en la mente de los personajes y sorprenderse al verlos evolucionar, cambiar e incluso crecer, mientras se escapan a menudo de mi control, me permite escapar de mi propia cabeza, alejarme de mis miedos e inseguridades y vivir sin vivir, pensar sin pensamiento como pide el budismo zen.

Podría conseguir el mismo resultado con sesiones de escritura más cortas, menos intensas, a lo largo de todo el año. Transformarlo en rutina (cosa que intento pero en la que suelo fracasar a lo largo del año). En realidad podría lograrlo corriendo, o haciendo meditación, o yoga; o cualquier otra actividad que se pueda hacer solo con el cuerpo, desconectado la mente, pero lo cierto es que la gimnasia diaria de abandono del nanowrimo, y el hecho de que a lo largo del mes se va conformando de la nada una historia, algo parecido a una novela corta, añade ese puntito de orgullo por la labor realizada, que acaba por pintarme la sonrisa en la boca y me da el empuje final para enfrentarme a mi cumpleaños, al fin de año y a la necesaria recapitulación de éxitos y fracasos.

Sé que para muchas personas esta terapia no les funciona. Sobre todo para aquellos para los que la escritura del primer borrador es una labor ardua, tediosa e incluso dolorosa; para aquellas personas que mientras escriben mantienen en todo momento el control, tropiezan con su propia racionalidad a cada paso y están deseando llegar a la etapa de corrección y pulido. Esos escritores probablemente sufran demasiado con este maratón.

Si no lo habéis probado, lo recomiendo. Si lo lográis como mínimo tendréis la satisfacción de demostraros que podéis escribir un montón de palabras en no mucho tiempo y además tendréis una semilla sobre la que trabajar. Por que es importante tener eso claro: del nanowrimo no se sale con una novela, con mucha suerte se sale con un primer borrador, sobre el que habrá que trabajar y mucho. En mi caso, además, suelo arrojar estos borradores al fondo de la carpeta del disco duro y espero seis meses, un año, a veces dos, antes de volver a leerlo antes de decidir si merece la pena rescatarlo y darle una forma más aceptable.

Animaos a probar.


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