27.11.23

Varias lecturas

Recientemente he terminado tres libros muy diferentes pero que prefiero comentar juntos para dedicar un poco más de tiempo al final del nanowrimo.

Empecemos por Las diez mil puertas de Enero. Para ser totalmente sinceros, jamás hubiese comprado un libro con esta portada. Se ha puesto de moda este tipo de portadas como de inspiración en el siglo XIX, a veces incluso con los dorados que tenían en esa época. Estéticamente están como en el polo opuesto de mis gustos, que se acercan mucho más al minimalismo que a esta nostalgia del barroquismo industrial de Alfons Mucha. A nivel de idea el retorno al XIX literario o incluso el gusto por el Barroco como idea, me espanta. Finalmente la querencia por el objeto frente al personaje, a la flor o el miriñaque, que es habitual también en este tipo de portadas también me hace huir. Finalmente muchas de estas portadas me hacen pensar en la policromía abusiva que durante años han sido habitual en el mercado anglosajón frente a la habitual simplicidad y sobriedad tradicional del mercado hispano, lo que también me toca las narices.

La cosa es que David Mancera me mostró varios cuentos de Alix E. Harrow que no solo funcionaban muy bien, sino que me llegaron y acabé comprando este libro que es el que me pareció más interesante de los que encontré de la autora. He tardado mucho en terminarlo pero por motivos puramente prácticos, concretos, del formato en el que lo he estado leyendo (un kindle que he llevado muy poco conmigo) no por la obra en sí.

La obra me ha gustado mucho, aunque al principio la idea de leerme una historia de lo que parecía la enésima niña rica con perro me espantó un poco. Lo mejor de todo es encontrarme con una obra de fantasía que sí que parece entender que la magia no tiene porqué parecer ciencia, que no es necesario montarse una suerte de hechicería reglada (que acaba siendo incoherente) a los Sanderson. Este libro contiene auténtica magia que se siente como tal. No os la perdáis.

La estructura no me ha acabado de convencer, sobre todo al final, en la que la historia parece terminar más por agotamiento que por auténtica resolución y cuyo final me ha dejado un poco frío, por lo demás es un libro que recomiendo leer.


No había leído nada de Muñoz Molina hasta ahora, aunque había oído hablar mucho de él. Este es mi primer intento y la verdad es que, por mucho que es un libro al que no se le puede poner ni un pero a nivel de técnica literaria, no me ha interesado nada. 

Me ha recordado mucho a los de Javier Marías, supongo que porque el protagonista principal es el p*** Barrio de Salamanca, perdón, quiero decir un p*** de m*****, perdón, quiero decir esa clase social madrileña que dice que ser clase media pero que desde el punto de vista de la mayoría del país son ricachones favorecidos y al tiempo casposos, esa clase social, que tan bien representan las gobernantes madrileñas comenzando por la Espe de antaño y terminando por la ayusil española de bien actual; esa clase social, que piensa que Egpaña es Madriz, porque los madriles son el p*** Barrio de Salamanca y lo único que importa de Egpaña; esa clase social que hace que muchos en el resto del país suframos cuando tenemos que trabajar en aquellas oficinas llenas de p***s de m*****, niños de según que papá, que se han criado en no se qué colegios privados o privados pero pagados por todos gracias a las ya mencionadas gobernantes madrileñas y han jugado ar furbito los unos con los otros y no con esos inmigrantes que llenan los colegios públicos de verdad, esos pijos que se han criado en las calles de Madriz que importan y no en esas que hacen de Madrid una ciudad extranjera, como llega a decir el autor. Esa clase social que hace que en muchas partes se piense que los madrileños son unos siesos y que hace que muchos en España estemos deseando salirnos del país con tal de apartarse de tan casposa capital.

Lo dicho. El libro mezcla dos historias en la cual una no sé que pinta y la otra es una historia de amor cobarde de un niño pijo que se enamora de una pelirroja poco creíble (pelirrojas de ojos azul grisáceo hay pocas), que parece funcionar más como fantasía que como personaje real. Una excusa para hablar de la época, la clase y una de las obsesiones de esa clase social que he observado en persona y que no deja de sorprenderme: todo lo de USA es mejor. Lo que es completamente falso: he tratado con muchos americanos en mi vida laboral, americanos educados en las mejores universidad y a parte de un desorbitado y absurdo orgullo personal y nacional no tienen nada que debamos envidiarles, ni formación ni profesionalidad ni nada. La verdad no entiendo que alguien de Úbeda se dedique a hablar de los señoritos del Barrio de Salamanca que ya tienen sus propios escritores y no son precisamente una clase social que necesite más defensores.

Por resumir: la escritura bien, a ratos muy bien; la historia no me interesa, no me ha dicho nada; los personajes, ya he dicho bastante. 

Compré esta antología porque durante el 42 hubo una Shirleycon, una mañana dedicada exclusivamente a esta autora y durante una de las conferencias una de las autoras invitadas habló con tal fervor del relato titulado La muela, que no me quedaba otra que leerlo, a pesar de que lo poco que había leído de la autora (sobre todo las mil veces que he leído La lotería que aparece todo el tiempo como ejemplo en cursos y libros), me había dejado indiferente.

Con esta colección me ha vuelto a pasar lo mismo. En general el terror, o la literatura de lo inquietante, no me suele llegar y en concreto el cuento central de esta antología, la ya mencionada La lotería, me interesa más por las desaforadas reacciones que produjo (y parece que produce) que por el relato en sí. Pero mejor revisemos los cuentos uno a uno y luego volvamos a lo que parece unirlos, así como la razón para mi indiferencia ante ellos.

El primero es El amante demoníaco, en el que una mujer sale a buscar al hombre con el que dice que se va a casar, o que le ha dicho que se va a casar con ella, pero no lo encuentra en ninguna parte. Todo el cuento está narrado en un tono surrealista, un poco como de realismo mágico, y al poco de empezar a leer parece que es sobre todo una especie de alegoría sobre los hombres que se aprovechan de las mujeres, que les prometen cosas sin cumplirlas, que se acuestan con ellas y huyen. No sé dónde está lo inquietante de esta historia a no ser que te asuste la idea de que haya hombres que prometen hasta que meten. Tal vez en los cincuenta esa idea pudiese dar miedo, no sé.

El segundo es La bruja: de nuevo con el mismo tono surrealista, una historia que parece ir del espanto que produce en una madre el que su hijo pueda crecer y transformarse en un hombre que se comporte de manera misógina, que pueda llegar a ser cruel con las mujeres, machista y demás. Me ocurre lo mismo que con el anterior, me tengo que preguntar si no hay que ser muy inocente como para que tal posibilidad pueda resultar inquietante.

El tercero, Después de usted, mi querido Alphonse, parece tratar más o menos de lo mismo, de una madre asustada porque su hijo masculino está creciendo y parece estar desarrollando capacidad para la brutalidad. En este caso no hay machismo ni misógina en concreto, sino tan solo tendencia al salvajismo sin más. Como en las ocasiones anteriores tienes que tener una intensa fe en que el mundo es ordenado y amable, para que tal posibilidad sea inquietante.

El cuarto, Charles, vuelve a incidir en la misma idea: un niño entra en la escuela y resulta que se despierta en él la vena del abusón de colegio, y no solo eso, sino que engaña a su familia hablando de lo que hace el abusón del colegio como si fuese otro.

El quinto, Siete tipos de ambigüedad, de nuevo, en tono un poco surrealista, nos muestra un ejemplo de alguien que se porta bien con otra persona y la otra persona cuando tiene una mínima oportunidad es malvado con él, por un egoísmo que ni siquiera proviene una necesidad real, un egoísmo que es casi gratuito.

El sexto, La muela, me parece el más interesante del libro, aunque sea un relato puramente alegórico, simbólico incluso. Una mujer que se ha casado con un hombre al que no quiere, dice ir a otra ciudad a que le saquen una muela. En realidad mediante alegorías la autora está narrando un proceso en el que una esposa está abandonando a su marido o se está divorciando de él y acaba con otro hombre, aunque tampoco parece que se esté uniendo a él por que lo desee realmente, sino más bien porque las cosas para las mujeres son así en esa época. Como he dicho es un relato interesante, aunque no entiendo la necesidad de usar el lenguaje metafórico, ni andar hablando de la muela o el dentista para algo que es la historia de una mujer que desea ser ella misma sin nadie a su lado y que llevada por ese deseo huye de un marido al que no ama para caer en brazos de un amante que tampoco parece significar nada para ella.

El séptimo, La lotería, es sobradamente conocido y si no lo habéis leído buscadlo y leedlo pues es ultrafamoso.

Como he dicho en todos los casos, y particularmente en el último cuento, el más comentado, la inquietud procede, aparentemente, de enfrentarse al horror de que el mundo no es amable, estable y/o confiable. Esa idea no me produce inquietud sino aburrimiento. Claro que el mundo es no confiable. Claro que a ratos es espantoso e injusto. Claro. Y no solo eso, al universo no le importamos nada, mañana una tormenta solar puede apagar toda nuestra red eléctrica, puede caer un meteorito o Yellowstone puede iniciar su erupción provocando la caída de la civilización. Que un niño resulte ser un abusón o un machista redomado, traicione la confianza de sus padres o se transforme en un abusador de niñas, es detestable pero tan habitual que no me produce inquietud. Cuando leo La lotería se que estoy leyendo ficción, mi mente se pone en modo lector de ciencia ficción y veo un grupo social con un ritual antropológico salvaje, pero que no me espanta. Las mujeres autoquemadas a lo bonzo de Mariana Enríquez me parecen más inquietantes, puede que no las vea tan alejadas de la realidad.

La única conclusión a la que llego es que Shirley Jackson no es una autora para mí, aunque su prosa es cuidadosa y lo bastante plana como para que pudiese ser de mi gusto.

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