31.12.23

Clases del maestro

 

Termino el año con mi segunda lectura de cinco estrellas.

Para ser mi autor favorito llegué a Cortázar muy tarde. No lo tuve entre mis manos hasta que trabajaba, sumido completamente en mi vida corporativa. Resulta extraño dado que leí Pedro Páramo o Cien años de soledad en el instituto y muchas más obras que se podrían encuadrar dentro del realismo mágico sudamericano durante mi estancia en la universidad. Resulta raro sobre todo porque el realismo mágico me gusta mucho y durante algunos años, los últimos de la carrera, estuve leyendo todo lo que pude encontrar de esos autores así como a Borges y otros autores próximos. Incluso estuve buscando y leyendo en ese tiempo a cuentistas de la región anteriores cronológicamente. Sin embargo, Cortázar no llegó a mí hasta que me prestaron uno de sus libros en la oficina.

Recuerdo que la primera antología de cuentos que leí incluía el cuento El perseguidor y que me impactó mucho. No. No lo he expresado adecuadamente. Ese cuento concreto me sacudió profundamente, le dio la vuelta a algunos conceptos importantes en mi mente y su lectura puedo calificarla como catarsis, de hito muy relevante en mi biografía personal. Este cuento larguísimo me hizo reflexionar largamente sobre el concepto de perfección y la inutilidad de perseguirla. Tras leer la historia de Johnny Carter no tuve más remedio que postrarme a los pies del maestro y rendirle pleitesía leyendo todo lo que he podido conseguir a lo largo de los años y casi nunca (excepto por algún cuento temprano de terror, que, como siempre, me ha dejado indiferente) me he sentido decepcionado.

Esta transcripción de unas clases que dio en Berkeley en 1980 (fecha en la que yo, con menos de diez años, andaba perdido en reflexiones sobre la religión, buscando una fe y alcanzando mi fuerte convicción sobre la inexistencia de dios; vivencias que recuerdo vagamente) contiene muchos de las afirmaciones que le he escuchado en otras entrevistas y artículos, incluyendo sus explicaciones de las diferencias entre novela y cuento que ya he mencionado alguna que otra vez, así como se percibe como el cuento que he mencionado fue para él un relevante punto de inflexión en la escritura.

Da gusto escuchar a Cortázar decir que la imitación de aquello que admiras raramente va a generar una obra que persista en la memoria, por mucho que inspirarse en ellos sea razonable o incluso admirable. Yo pienso de forma similar: prefiero mil veces una historia pobre pero personal de alguien, siempre que haya salido de sus entrañas, que un retelling o un fanfic por fascinante o bien escrito que esté. Creo que no hay que copiar, sino devorar, digerir lentamente tus textos favoritos hasta hacer propios a tus maestros y vomitar así tu propia mierda en lugar de apoyarse tanto en el perfume sublime del pasado.

Da gusto escucharle decir que por mucho que le guste divertirse escribiendo o jugar con las historias, el exceso de restricciones técnicas (tipo evitar una vocal en toda una novela o fijar de forma rígida unas reglas arbitrarias) por lo general matarán la intensidad de una obra y seguramente le restarán capacidad para impactar, para dejar una huella persistente en el lector. A mí me interesan las obras cortas creadas como retos, como ejercicios, pero cuando estos planteamientos se transforman en lo importante, en lo central de una obra, también me parece que se trata solo de 'circo', de un 'más difícil todavía' que me interesa mucho menos que un autor que sinceramente intenta expresar lo que lleva dentro. 

Da gusto escuchar cómo le contesta a uno de sus alumnos norteamericanos cuando le pregunta si escribe para un determinado tipo de lector (algo que puedes encontrar en muchos videos y tutoriales como un elemento fundamental para tener éxito en todo esto de escribir: todo ese rollo de 'conoce a tu lector') que él escribe solo pensando en que no escribe solo para él mismo y que si el escritor piensa demasiado en el lector para el que escribe entonces se autolimita o incluso se autocensura. Da gusta escucharlo cuando me han llegado a decir personas a las que aprecio cosas como que no existe eso llamado 'autocensura'.

En definitiva merece y mucho escuchar al maestro cuando habla de literatura, aunque la parte política, que ocupa demasiado parte de estas clases e incluso de la parte final de su obra, haya quedado en casi todo desfasada después de más de cuarenta años.

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