¿Cómo empezar a construir una ficción interactiva? Pues en realidad hay muchas aproximaciones que se pueden escoger algunas más próximas a la escritura tradicional y otras más alejadas.
Hay incluso sesudos artículos -que podéis buscar y leer- sobre si conviene diseñar completamente la obra antes de ponerse a codificar o más bien es necesario ponerse a codificar cuanto antes y dejar que la propia interacción te guíe sobre cómo debe continuar la historia y por lo tanto qué se debe codificar a continuación. Es una discusión sobre la que en general no puede haber una única respuesta. Incluso en literatura tradicional hay autores que se sientan delante de la pantalla en blanco a 'dejar salir lo que sea', para posteriormente reescribir y reescribir hasta la extenuación, y otros que necesitan tener una caja bastante grande de material de preparado antes de decidirse a escribir la primera línea. No creo que ninguna de las dos cosas sea un error, depende de tus capacidades y de tus gustos -aunque si qué es cierto que cada clase de escritor tiende a engendrar un tipo de obra diferente, más o menos fría/calculada y más o menos embrollada.
En nuestro caso además el texto no sólo es un único hilo que podamos controlar hasta el último detalle sabiendo en cada momento cómo lo va a experimentar nuestro lector, no, ya que de una manera o de otra éste va a escoger buena parte del desarrollo -a no ser que hagamos una obra obvia y extremadamente lineal. Y para acabar de matarnos no sólo vamos a tener que escribir el texto, sino que de alguna manera vamos a tener que darle estructura, y según la herramienta incluso va a haber que 'programar'.
¡¡Horror!!
Como todo en esta vida lo mejor para enfrentarse a todo lo que se nos viene encima es paso a paso. Lo primero será encontrar lo que queremos narrar. Ojo que no hablo de la historia que queremos contar, no, eso es parte del trabajo. La primera elección es sobre qué queremos hablar. En el caso de este tutorial va a ser más sencillo porque lo escribo para la competición sobre la Muerte que acabo de convocar, así que hablaremos sobre algo relacionado con el mundo de los fallecidos.
Una vez que tenemos el tema para que surja la historia de nuevo hay varios caminos. Hay gente más visual o intuitiva que antes de la historia da con 'fotogramas', con escenas sueltas que tienen fuerza, que les emocionan y todo su trabajo consiste en intentar hilar una historia que las contenga. A veces hilar esas escenas simplemente no es posible sin que la historia quede mal, ilógica. Hay gente más fría que parte de un esquema muy básico de la historia, incluso de algún arquetipo de la misma y lo que va haciendo es ir enriqueciéndola de detalles hasta que descubren si pueden dotarla de la fuerza necesaria. A veces simplemente no hay forma de dotar de intensidad una historia demasiado fríamente concebida.
Lo que sí que os recomiendo encarecidamente es que no narréis una historia de cosas de las que no sabéis casi nada. Las mejores historias probablemente surgen de la propia vida de uno, no narrada tal cual, claro, dotada de sentido mediante la literatura. Se nota demasiado cuando un autor se mete a describir cosas de las que no tiene ni idea y de las que además se ha documentado poco. En seguida se percibe la falta de profundidad en los detalles de la historia.
De una forma o de otra tienes que poner en duda a la propia historia. Si te pones a montar la ficción interactiva sin haber verificado su viabilidad y su fuerza, probablemente gastes muchos días para conseguir una obra que ni fú ni fá. Mi recomendación es que empecéis escribiendo al menos un relato corto con lo que queréis narrar. Es una forma de saber si la idea funciona, si tiene algo de fuerza y además te apetece de verdad desarrollarla.
No es que la muerte -y mucho menos sus aspectos más terroríficos- sean lo mío, pero voy a intentarlo. Además a mí me interesan algunos periodos históricos concretos -como el final de la Edad del Bronce- de los que he leído bastante. Mezclando ambas cosas he montado un relato corto que me sirve para verificar si es algo que merezca ser contado.
A mi me ha costado varios días escribir este pequeño cuento sin demasiadas pretensiones. No os asuste tardar varios días en esta fase, en realidad es la más importante.
A mi me ha costado varios días escribir este pequeño cuento sin demasiadas pretensiones. No os asuste tardar varios días en esta fase, en realidad es la más importante.
Huesos -relato corto-:
A ciegas chocó la piedra de chispa con la piedra de sol. Los primeros golpes sólo iluminaron sus viejas manos un instante, pero la paciencia de la anciana le permitió encender la yesca de hilachos carbonizados. Piedra de chispa de las tierras remotas del sur, piedra de sol del remoto norte y yesca que era de andrajos, sí, pero de hilos de la mejor calidad, sacados de su mejor viejo vestido. Lo mejor que había encontrado en su casa, porque nada podía fallar. Lo que tenía que hacer era demasiado importante.
Sopló con suavidad la yesca prendida, hasta que tuvo en su mano encallecida una minúscula llama roja con la que pudo encender la lámpara de aceite. Levantó la luz sobre su cabeza, sintiendo dolor en el hombro que nunca se le había curado del todo. Allí estaban. Unas detrás de las otras, algunas en hileras, la mayor parte amontonadas de forma desordenada. Allí estaban las tinajas con los huesos de los antepasados.
Entre los que no se habían atrevido a penetrar las fronteras de los muertos, y los que lo consideraban una pérdida de tiempo, se había encontrado sola. No sin mucho insistir había conseguido la ayuda de Atten, el hijo del forjador de bronce y sólo para que con su fuerza hiciese rodar el portalón de piedra del túmulo. Era mucho trabajo para una anciana y no sabía cuánto tiempo faltaba para que los campos ardiesen bajo los pasos de lo gigantes rubios del norte. Todos se preparaban para huir, al sur, más allá de las montañas. Al río. A las aguas que fueron de los antiguos reyes del oro y la plata. Huían de los invasores que venían desde tierras frías y lejanas, trayendo consigo la muerte en los filos de sus armas negras. No quedaría nadie en la aldea. Ni los antepasados si ella podía evitarlo.
Apartó las telarañas hasta llegar a la primera tinaja. El betún se había secado hacía mucho y pudo destaparla con facilidad. El olor era aún intenso dentro de la tinaja pero el cuerpo, en este caso sabía que era Belaiska, la mujer de su hermano mayor, muerta de parto, ya sólo eran huesos. Dejó la lámpara sobre la tinaja de al lado y, con cuidado, pero con toda la prisa que podía darse, los introdujo en el primer saco. Por suerte ella había sido pequeña, no ocuparía demasiado, aún así allí había muchos cuerpos que recoger. Todos los muertos desde la fundación de la ciudad.
En casi todas las tinajas había huesos. Fémures, tibias, calaveras, costillas. En algunos ya sólo quedaban astillas, o polvo. No podía llevarse el polvo, el saco no era de tela tan fina como para contenerlo y el antepasado acabaría marcando un camino amarillento detrás de la huída de los vivos. Tampoco cargaba con las cosas que tanto amaron cuando estuvieron vivos. Sus cuchillos de cobre o bronce, sus anillos, sus brazaletes y los broches. Los antepasados tendrían que perdonarla por dejar todas aquellas cosas valiosas a merced de los invasores. Ya sería bastante difícil llevarlos a todos ellos, tendrían que aguantarse sin sus comodidades. La mayor parte habían sido tan pobres como ella misma, que no había llevado ninguna joya excepto en el día de su boda y que no volvería a llevarla hasta que la enterrasen en un túmulo que esperaba que no fuese muy diferente de este. Sí, habían sido pobres así que entenderían que sólo se llevase los huesos. Y los reyes… los reyes que se aguantasen, que para lo que les había servido el rey y todos sus matones contra los invasores. De todos los que partieron a detenerlos sólo uno aterrorizado llegó del collado donde los gigantes de armas negras los despacharon sin mucho inconveniente.
Los dos primeros sacos estaban llenos. Salió con dificultad por el estrecho y bajo pasillo del túmulo hasta la luz del verano. El calor del mundo de los vivos ya le resultaba insoportable. Por su edad, ya se encontraba más cerca del mundo fresco y oscuro del interior del túmulo. Atten se resistió un poco, pero al final accedió a llevar los sacos hasta la aldea mientras ella continuaba con antepasados más antiguos.
Muchos de ellos casi ni existían. Mera arena fina, polvo de talco, con pequeños fragmentos de hueso, mezclados con abalorios antiguos, conchas de mar y piezas irreconocibles verdes de cobre. Seguía sin poder llevarse esos restos, pero a medida que más y más de sus antepasados se los encontraba en ese estado, más le dolía dejarlos allí, así que se esforzaba en meter la mano entre los restos y buscar algo, lo que hubiese, una mandíbula, un pedazo grande del cráneo, lo que fuese. Hasta la tinaja del sacerdote.
Los sacerdotes ya no se enterraban en el pueblo. Vivían apartados, en su propia colina y por lo que ella sabía los enterraban allí mismo, en los cimientos del templo dedicado a Potnia. Pero este estaba allí, y estaba casi entero. ¿Por qué estaba en el túmulo? Su piel estaba seca, como costra salada, pero aún tenía cara, una cara de sonrisa excesiva y amenazadora que le hizo soltar un breve grito al destapar la tinaja. Demasiado entero, era probable que no pudiese ni sacarlo de la tinaja sin tirar de él, y era probable que no tuviese fuerza suficiente para hacerlo. Dejarlo allí tampoco sería adecuado. Había venido a salvar a los antepasados, no podía dejar justamente a un hombre santo a merced de los invasores.
Con algo de temblor se atrevió a tocar la piel del sacerdote. Áspera. Escalofriante. A su edad casi nada le asustaba, pero el tacto del sacerdote le hacía pensar en maldiciones, en enfermedades, en ovejas estériles y cabras de ubres secas, en todo lo negativo que la diosa podía llegar a desatar a los que no respetaban las tradiciones. Con muchísimo cuidado y aún más respeto hizo un intento de tirar de los flacos y secos brazos del sacerdotes, pero la piel estaba quebradiza y frágil. Al primer sonido de desgarro le dio un vuelco el corazón. Palpitaciones y ahogo. No iba a poder hacerlo. No iba a poder.
Entonces se apagó la llama de la lámpara. Toda su experiencia, todo su sentido común acumulado con los años gritaba que simplemente se habría acabado el aceite, o que había sido un golpe de aire. Pero todas sus creencias y todos sus temores le decían que la luz se hace más y más pequeña antes de apagarse cuando se acaba el aceite, y que allí abajo, en el túmulo, no hay corrientes de aire. Ningún viento sopla jamás. La razón le impelía a serenarse, a centrarse y a buscar la lámpara para volver a encenderla, pero las entrañas le recordaban que Potnia era también la Señora de la Luz en la Noche, la que brilla más que ninguna otra estrella en el cielo, nada sería más sencillo para ella que apagar una pequeña lámpara de aceite. ¿Estaría haciendo mal en sacar a los antepasados del túmulo? Este lugar estaba consagrado sí, pero ella sabía lo que harían los gigantes de armas negras, penetrar en el túmulo, destruir las tinajas, saquear a los muertos, tal vez hasta usar los restos para decorar sus terribles altares al impío Esus.
Se dio cuenta de que sumida en sus pensamientos y temores había perdido el sentido de la orientación y la oscuridad se le hizo aún más profunda. Notaba cómo las manos le temblaban de miedo, pero aún así las alargó hacia donde debería estar la lámpara. Por aquí. Estaba aquí, sobre esta tinaja. Pero no estaba allí, en lugar de eso una mano, de piel seca y cuarteada cogió la suya. El frío más intenso que jamás había sentido la rodeó al tiempo que sentía que aquellos dedos esqueléticos apresaban los suyos. Estaba condenada, sin duda abrir la tumba del sacerdote, tocar su consagrada piel había sido un pecado imperdonable y ahora el sacerdote regresaba de entre los muertos para castigarla. Potnia iba a maldecir a todos los suyos hasta que su linaje se extinguiese. No veía nada, pero podía adivinar los ojos del sacerdotes clavados en los suyos mientras se incorporaba en su tinaja sin dejar de cogerle la mano. Casi podía escuchar los leves crujidos de la piel reseca del cadáver al levantarse.
Sacando fuerzas no se sabe de qué recoveco, de qué reserva de valor y vigor logró soltar su mano y huir. Chocando contra tinajas que no deberían estar allí, escuchando lo que sin duda eran los torpes y lentos pasos del cadáver del clérigo, resbalando y cayendo, enredándose con las telarañas, pero sobre todo a ciegas, alcanzó el pasillo de salida del túmulo y guiándose por la tenue luz que prometía, logró regresar al mundo de los vivos.
El sacerdote, que no se había movido de la tinaja, sonrió. No había tenido que hacer casi nada -tan sólo apagar una lámpara- y no tendría que pagar un precio demasiado alto por trastear entre los vivos en aquella ocasión. Sabía que ella ya no regresaría y que para cuando llegasen los hombres de Esus -demasiado pronto ya- la anciana piadosa, estaría lejos y a salvo.
Con esto, ya tenemos un texto sobre el que trabajar. En el siguiente post lo analizaremos brevemente para ver qué partes tienes y pensar sobre como podemos hacer nacer a partir de él una pequeña obra interactiva.
2 comentarios:
No he leído el cuento deliberadamente para luego disfrutarlo en interactivo, si y cuando se haga de esa guisa.
Estoy de acuero con lo que escribes en el artículo... y mi método de escritura de relatos interactivos en InformATE pasaba por una mezcla de escritura y programación, que ciertamente se retroalimentaban.
Con los hiper relatos / libro juegos pasa algo parecido pero la retro alimentación es menor sencillamente porque se programa menos.
Sigo atento a esta serie, que mucho me interesa.
Saludos,
[INCANUS]
En mi único intento serio de escribir una ficción interactiva, no contar con el relato de antemano me costó un crecimiento EXPONENCIAL de los cabos sueltos que volvió el proyecto insalvable desde el punto de vista narrativo.
¡El de Huesos es muy prometedor y me ha gustado mucho! ¡Esperamos la próxima entrega del tutorial!
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