29.9.23

El mundo de Yarek de Elia Barceló

Le tenía ganas a este libro del que, de una forma u otra, había oído hablar muchas veces. El mundo de Yarek fue el ganador del premio UPC en el año 1993 y publicado por Lengua de trapo al año siguiente. He seguido con pasión la historia del premio UPC (la verdad, siempre he soñado con ganarlo alguna vez) y conozco a Lengua de trapo porque me han hablado de ella en varios cursos (por ejemplo, he recibido clases de Guillermo Aguirre que recibió el premio de esa editorial en el 2009). Pero no había logrado encontrar ningún ejemplar de la obra (ya casi han pasado 30 años de su publicación), de forma que cuando vi la nueva edición en el stand de cazador durante la Hispacón de este año no dudé ni un segundo en comprarlo.

En un principio la novela empieza en lo que parece ciencia ficción dura de carácter sicológico y filosófico. Un científico más o menos reputado ha cometido un acto que es considerado por su sociedad interplanetaria en un futuro distante como un crimen social (un genocidio por imprudencia o puede que por corrupción). El tipo, Yarek, lo tiene asumido y aunque no está seguro de considerarse completamente culpable de los cargos que le acusan sí que tiene dudas, por lo que no es que tengan que se resista abiertamente a la condena. Condena esta que consiste en 20 años en un mundo habitable pero inhóspito e inhabitado, un mundo de hielos perpetuos, al estilo del Hoth de Star Wars.

Llegado a este punto de la lectura, que es casi el principio, mentiría si dijese que no estaba muy interesado por la novela. ¿Ciencia ficción dura al estilo del Marciano en un mundo inhóspito y solitario en la que un xenobiólogo debe pasar veinte años de condena tan solo con sus pensamientos y su culpa? ¿Un viaje de reconciliación a base solo de introspección? Oh, sí, por favor, sí que lo quiero. Y lamentaba que el libro no fuese más extenso (es muy delgado). El libro comienza así y me gusta mucho, la verdad. Me lo imaginaba siguiendo en ese tono, con el tipo teniendo altibajos de moral, rememorando una y otra vez la misión que provocó su condena, autocontándose diversas versiones de lo que había hecho él mismo y los demás, alucinando, mintiéndose, reconociendo sus errores de evaluación, etc...

Me hubiese parecido un libro maravilloso y muy original. De cinco estrellas sobre cinco. Pero ese tono solo dura unas cuantas páginas. Cuando Yarek sucumbe por primera vez a la soledad y se hiberna unos meses (me resultaría raro que le hubiesen permitido tal opción tratándose de una condena, de una prisión -¿Si puedes dormir una condena qué sentido tiene?-, si no fuese por el final que hace que todas las piezas encajen), y entonces todo cambia tanto el planeta que se encuentra al despertar como el libro, el tema y la forma de tratarlo.

Sin desvelar nada diré que esta segunda parte es ciencia ficción mucho más convencional (mucho menos dura y por lo tanto mucho menos atractiva para mí), hasta el punto de contener elementos muy improbables y poco justificados (aunque no sorprendentes tratándose de la autora de Consecuencias naturales) que nos llevan al terreno de la Space opera.

Y cuando ya había asumido (con tristeza) que se trataba de otro libro ligero más, la obra da un nuevo giro (que no voy a contar), se vuelve mucho más creíble e interesante aunque tal vez demasiado explicativo. 

Me gusta el libro tal y como está y me gusta ese giro final, aunque entiendo que es un mecanismo que mucha gente detesta (a mí también me lo han dicho respecto a Virginis 61), pero es una clase de mecanismo que pienso sinceramente que algunas historias necesitan y que espero que se asuma con normalidad en un futuro en el que este tipo de historias acabarán por ser parte del día a día.

Le he dado un cuatro sobre cinco.
 

18.9.23

Un par de obras de Víctor Conde

 

Víctor Conde es una de las personalidades más importantes del mundo de ciencia ficción en España. Ha ganado varias veces el premio Minotauro, ha quedado varias veces finalista de este mismo premio y también tiene el Ignotus. Si miramos la entrada de la Wikipedia veremos que entre el 2002 y la actualidad (21 años), hay como cuarenta obras publicadas. Es decir, a un ritmo de al menos dos por año. Un ritmo de publicación prodigioso. Por comparar: Rafa Marín, el autor de Lágrimas de luz, tiene más o menos esa producción pero con una carrera que se inicia en 1984, es decir casi el doble de tiempo. A pesar de todo esto mi primer contacto con su obra (una novela corta de Cerbero llamada Voces remotas en Albión) me pareció un horror. El libro está lleno de afirmaciones que no se sostienen desde el punto de vista científico, es más, son anticientíficas dando pábulo a las conspiranoias y miedos atávicos sobre los campos magnéticos que nos enferman, o la radiación telefónica que nos produce cáncer. Cosas no solo incorrectas sino irresponsables dado que hay gente que no solo se las cree sino que sufre por creerlas. Además el libro está profusamente sazonada de palabros seudocientíficos, de expresiones que suenan muy bien pero que no tienen ningún concepto real detrás. Puro adorno. O dicho más claramente pura cienciasía.

Del Celsius de este año me traje unos cuantos libros, entre ellos el Ojo de Atropos, por ver si lo soportaba, ;) (la verdad no sé si este juegos de palabras estaba en alguna de las aventuras de AD, me suena, así que es posible, es el tipo de juegos de palabras tonto que le gustaba a Samudio). La cosa es que el libro empieza bien, con una presentación de una IA bastante razonable, o al menos del tono del Homine ex machina de Carlos, pero la cosa empieza a desbarrar pronto. 

La novela nos presenta un escenario similar al de The Expanse, tal vez un poco demasiado pronto (justo el final de este siglo), en el que hay empresas mineras recogiendo las capa superficiales de la atmósfera de Venus (eh... no sé qué recogen, dada la mezcla de gases que tiene, dióxido de carbono tenemos de sobra y tendremos más en el futuro, así que no sé... el autor tampoco lo aclara, por cierto), en ese contexto ocurre algo sorprendente (sería más adecuado decir milagroso) y eso lleva a que los protagonistas hagan un viaje allí. 

Aquí ya empiezan los problemas. Se menciona la aceleración de la gravedad (por cierto, como velocidad en metros por segundo y no como aceleración: metros por segundo al cuadrado), se dice que parte del viaje se hará con una aceleración algo superior a esta y luego que se desacelerará similarmente. Y se dice que se llegará en cuatro semanas. En este punto me saltaron las alarmas. Un poco más adelante el autor aclara que solo se acelerará/desacelerará así una semana, quedando en medio dos semanas en gravedad cero. Vale, aceptemos que se acelera de forma continua una semana e incluso concedamos una aceleración menor, justo de 1g, en lugar de la indicada por el autor. Hagamos una cuenta simple, la velocidad alcanzada tras una semana a esa aceleración es de:

       9,8 m/s^2 * 1 semana = 9,8 m/s^2 * (7*24*60*60 s) = 9,8 m/s^2 * 604.800 s = 5.927.040 m/s

Es decir:
   
       5.927 km/s 

Ignorando el espacio recorrido esa primera semana y multiplicando por dos semanas tenemos:

        5.927 km/s * 2 * 7 * 24 * 60 * 60 = 5.927 km/s * 2 * 604.800 s = 7.169.347.584 km

Es decir, más de 7 mil millones de kilómetros. Eh... parece mucho, veamos la distancia de Venus a la Tierra. Pues resulta que de media hay unos 40 millones de kilómetros y una distancia máxima de 261 millones de de kilómetros. Así que nos hemos pasado mucho y eso sin contar con la semana de aceleración y la desaceleración que añadirían otros miles de millones de kilómetros. ¿Hasta dónde nos llevaría un viaje de cuatro semanas con estas aceleraciones?

Marte no nos vale: está a 225 millones de kilómetros. Júpiter a 587 millones. Saturno a 1300. Urano a 2721. Neptuno a 4351. Uf... se nos acaba el sistema solar. Esa distancia nos lleva hasta el cinturón de Kuiper y, en realidad, si le añadimos la distancia recorrida durante la aceleración y desaceleración casi estaríamos fuera de la helioesfera, es decir, casi nos habríamos salido de la influencia del sol en un mes.

Como casi siempre es un problema de escala. Una aceleración de más de 1g durante toda una semana es mucha aceleración. Casi todos los ingenios que hemos mandado ahí fuera han acelerado un puñado de minutos. 

Hagamos la cuenta inversa, si tenemos que alcanzar Venus en cuatro semanas acelerando a 1g algo de tiempo e incluso ignorando la distancia recorrida durante la aceleración y desaceleración, ¿cuánto tiempo necesitamos encender los motores?

    40 millones de kilómetros en 4 semanas implica una velocidad de 10 millones de km/semana, es decir, 1,4 millones de kilómetros por día, 59523 km/h, o sea 16 km/s, 16000 m/s. A una aceleración de 9,8 m/s^2. Necesitamos acelerar: 1687 segundos, es decir, algo así como media hora. Repasad las cuentas si queréis. Si tienes motores capaces de acelerar tu nave a 9,8 m/s^2 solo tienes que encenderlos media hora para llegar a Venus en cuatro semanas.

Si no estamos hablando de un viaje interestelar, acelerar durante semanas no tienen sentido y Venus está como a seis minutos luz de distancia. De donde, por cierto, sale otro problema.

Venus está a una distancia de retardo de comunicaciones de seis minutos ("solo"). Es muchísimo tiempo para una teleoperación o para mantener una videoconferencia (entre pregunta y respuesta habría que esperar un cuarto de hora), pero es un tiempo relativamente muy corto como para introducir datos a un ordenador masivo y recibir el análisis (se podrían mandar datos y recibir conclusiones relevantes cuatro veces por hora). En el libro se lleva a la experta en ordenadores en el viaje y SE DEJA A SU ORDENADOR INTELIGENTE EN LA TIERRA. Es la peor de la opciones. La experta (en este caso la 'promptera') se lleva hasta Venus a correr riesgos, donde tendrá que esperar 12 minutos desde que pregunta a su IA hasta que esta le conteste. ¿Para qué? No tiene sentido. Por supuesto el autor ignora (como casi todos los autores), el retardo en la mayoría de las comunicaciones y el IA parece contestar en tiempo real. En fin...

Estos defectos son solo la superficie del problema. Más adelante el novum se vuelve mucho más loco, con incoherencias flagrantes internas (y una evidente no comprensión de lo que implica la expansión del universo o de la teoría de la relatividad general) que no voy a comentar porque sería spoiler. 

En definitiva, si considero este libro como ciencia ficción de novum, más o menos dura, no me queda más remedio que calificarlo de muy flojo. Más interesante me parece que en una conversaciones entre los personajes se hace referencia a Barsoom y a los escritos de Burroughs. Me di cuenta en ese momento de que el autor parece querer escribir es esta clase de ciencia ficción primitiva, pulp, de aventuras, de salvajes y princesas, y, la verdad, no sé porqué no se lanza a escribir simplemente eso. Seguro que hay público de sobra para un neopulp.

Con esa idea en la mente he buscado entre las primeras obras de Víctor Conde y llevo un 20% escuchado de Los relojes de Alestes. Está clasificada de steampunk y no sé porqué, de momento. Hasta lo que llevo escuchado es una novela de aventuras a la manera de Verne, como la Isla de Bowen de Mallorquí, que se clasifica como de aventuras y juvenil. Yo, de momento, no veo el punk por ninguna parte: nada de deshumanización, descarnalización, transhumanismo ni nada parecido. En cualquier caso lo que en general me parecen debilidades de este autor en esta obra, de momento, parecen fortalezas, sobre todo cuando usa como narrador la voz de una jovencita mimada con aspiraciones de poeta en cuya mano las palabras grandilocuentes y excesivas parecen más que justificadas.

No sé. Si lo que este autor quiere escribir son estas novelas de aventuras neovernianas o neopulp, por favor, que lo haga. Yo mismo las disfrutaré encantado.

5.9.23

Éxodo de David Luna

Si esta obra estuviese clasificada como de fantasía, si en la portada pusiese 'biblioteca de fantasía en español', si hubiese ganado un premio de novela de fantasía, la aplaudiría a rabiar. Diría cosas como:

"[...] Fascinante. Este libro tiene un ritmo trepidante y presenta un tipo de mundo que nunca había encontrado antes en una obra de fantasía. Los ziguratianos sorprendentes criaturas a caballo entre el humano y el insecto social se enfrentan por su supervivencia en un mundo brutal, que pone a prueba su resistencia personal y social. Un fabuloso recorrido por lo que sería una colmena de abejas humanoides [...]"

Pero no es así. Como podéis ver varias veces en la portada se trata de un libro de ciencia ficción que ha ganado uno de los más prestigiosos premios de ciencia ficción de este país, el mismo año que quedó de finalista 'Jinetes de la tormenta' que he podido leer en la edición de Cerbero y que me pareció un libro raro pero muy interesante. Analicemos pues este libro como obra de ciencia ficción.

Veamos primero el novum: una comunidad humana (ojo, humanos de la tierra no alguna clase de humanoides extraterrestres, ni siquiera humanos manipulados en forma de experimento como en los libros de K. LeGuin) en una colonia particularmente difícil de habitar ha evolucionado hasta formar una especie de colmena, al estilo de los insectos. Como novum suena de lo más interesante, la verdad. ¿Qué es eso de los insectos sociales y cómo funciona?

Echemos un vistazo a la realidad. Me gustaría que el proceso que lleva a los insectos a formar colonias gigantescas se llamase 'colmenización', no sé, me parece un nombre chulo, pero en realidad es algo parecido a 'eusocialización'. Los insectos eusociales, como puede verse en varias fuentes (enlazo solo la wikipedia), pasan por varias fases en su evolución hasta que:
  1. Los adultos cuidan de las crías.
  2. En un nido viven dos o más generaciones.
  3. Los miembros están divididos en casta reproductora “real” y en casta no reproductora “obrera”.
Consiguen de esta forma disponer de una especialización que lleva a una mayor eficacia de la comunidad en su conjunto, y finalmente a una mejora en las posibilidades de supervivencia del nido (aunque no del individuo). Es un proceso que no solo se da entre los insectos, sino que se ha visto en crustáceos, e incluso varias especies de mamíferos parecen estar yendo en esa dirección.

¿Podría darse en humanos? No veo porqué no. Los humanos son una especie fuertemente social, nuestra supervivencia depende de la comunidad, nacemos muy desamparados y mediante la tecnología nos estamos comenzado a dar sistemas de 'coordinación' globales, equivalentes al estado de ánimo químico de las feromonas de las colmenas de insectos. De momento solo sirve para mover 'memes' tontos y contagiarnos la mala leche o la indignación, pero es un comienzo.

Véase que la 'eusocialización' no es una 'mente colmena' que, como bien explica el artículo enlazado, solo existe en la ficción, es un invento humano no presente en la naturaleza. Las colmenas más desarrolladas como los hormigueros han llegado a tal grado de simplificación de sus individuos y a tal nivel de comunicación química que muestras rasgos globales de 'personalidad'. Casi se puede tratar a la colmena en sí como un individuo nuevo, que nace, crece, se reproduce, tiene 'personalidad' y muere, como se relata en un estupendo libro llamado 'Sistemas emergentes' de Steven Johnson.

El proceso de la 'eusocialización' creo que es frecuente en la naturaleza, como la 'carcinización', es un camino tan exitoso que se repite una y otra vez. De hecho, teniendo un poco de manga ancha, se puede decir que tú mismo, que estás leyendo esto, eres la auténtica mente colmena que ha emergido de un gigantesca colonia de células de la misma especie, donde la especialización ha llegado hasta tal nivel que algunas se especializan en pensar, otras en la reproducción y no pocas a almacenar grasa para el futuro, como las amables hormigas melíferas. Cuando se dio el paso desde un mundo vivo lleno de protozoos independientes a organismos pluricelulares, ¿no es acaso lo que ocurrió un proceso de 'colmenización'? Yo diría que sí.

Es más, las propias células que te componen, las eucariotas (ojo, mismo prefijo), ¿qué son a su vez sino una colmenas de diversas bacterias que se unieron simbóticamente, se especializaron y cedieron su capacidad de reproducción a una 'reina' llamada 'núcleo'? Las bacterias siguen ahí dentro de cada célula en forma de orgánulos, de partes diferenciadas con diversas funciones. Sabemos casi seguro que como mínimo las mitocondrias y los cloroplastos fueron en algún momento bacterias independientes que se unieron o fueron absorbidas y acogidas dentro de las células 'modernas'. Algunos animales pluricelulares están siguiendo un camino simbiótico similar para adquirir capacidad fotosintética (bueno, algo parecido).

Así que sí, el proceso de 'eusocialización', sigo prefiriendo 'colmenización', es algo habitual en la naturaleza, tal vez el camino más habitual y sería lógico que los animales lo siguiesen para formar superorganismos gigantes, incluyendo, ¿por qué no?, los descendientes de los humanos. 

Aunque no es el único camino. Véase el caso del blob, una gigantesca ameba que es como el representante perfecto de bacteria que ha decidido no seguir el camino del 'pluricelulismo' y aún así no es diminuta. Y no es una sola criatura, hay una grupo entero de ellas.

Así que la 'colmenización' de la raza humana... ¿Es un novum interesante? Sí. ¿Creíble? En principio sí. Pero veamos los detalles.

Los protagonistas de la obra viven en una colonia remota, bajo un sol rojo, que dicen que es moribundo, con una alternancia extrema de estaciones, viéndose obligados a emigrar cada año entre una especie de colonia base que se hiela cada invierno, y una región meridional que se transforma en una suerte de infierno cada verano. Durante la emigración anual se enfrenta a monstruos gigantescos que ponen en peligro su existencia. 

Hasta aquí todo bien, con algunas dudas sobre porqué habitan en ese lugar horrendo. El narrador, que es el protagonista, nos dice que aún mantienen contacto con la Tierra porque solo llevan en el planeta 500 años. ¿Perdón? ¿En 500 años se han transformado social e incluso físicamente, hasta el punto de tener una única reina que pare a todos los colonos y cuyos hijos crecen a velocidad gigantesca (en pocos días)? ¿En 500 años? Debe tratarse de un proceso artificial, un experimento como los de K. LeGuin, pensé, veamos de qué va la cosa. Pero el protagonista dice literalmente y de inmediato que se trata de una evolución natural, menta a Darwin, e incluso, intenta justificarlo por su sol moribundo y rojo (no sé si por las referencia al sol rojo de Krypton o qué). A parte de que para justificar una evolución tan rápida debería invocar a Lamarck y no a Darwin, esto me empieza a chirriar. 

Lo miro y como imaginaba las estrellas rojas no solo son más frías (por mucho que sean gigantes), sino que como están más hinchadas y las reacciones atómicas ocurren sobre todo en el centro, debería salir menos radiación de alta energía de ellas (de hecho la radiación de las estrellas rojas cae más rápido que en las demás a mayor es la frecuencia y esa es la razón de que sean rojas). Así que la fuente posible de las mutaciones extra (la aceleración 'natural' de la evolución), una mayor radiación, probablemente no esté presente, aunque... 

Vamos a darle una oportunidad. Dado que la estrella es muy antigua, el planeta también lo será, por lo que su actividad magmática puede haberse reducido a casi nada, haber perdido su campo magnético y tener su superficie muy bañada de la poca radiación de alta energía que su estrella puede emitir. Ok.

Aunque... un mundo sin campo magnético habitualmente se queda sin atmósfera, como le pasó a Marte, así que... de nuevo... 

Vamos que encaja regular. A parte de que si se trata de un planeta con un ecosistema muy antiguo, y siguiendo el tema que plantea el libro, ¿no sería más interesante mostrarnos un planeta repleto de colmenas de todas clases en lugar de enormes monstruos de tamaños bíblicos? 

Aún así el novum sigue sonando interesante y el escenario seguro que nos lleva a situaciones dramática y épicas, ¿no? Venga, veamos qué nos cuenta el autor de lo que le ha pasado a la humanidad sometida un proceso de 'eusocialización'. 

Eh... pues resulta que casi no nos cuenta nada. Hay una reina. Los niños crecen a toda velocidad. ¿Cómo aprenden lo que tienen que aprender dado que sí que tienen tecnología? No lo explica. ¿Por qué hay casi un mismo número de varones y de hembras en lugar de un montón de hermanas y algún pobre varón que solo sirve para procrear como en hormigas y abejas? No lo explica. ¿De dónde viene la tecnología que usan si viven tan precariamente? De un misterioso centro tecnológico que no tiene que emigrar, que se oculta en alguna suerte de colonia subterránea permanente. ¿Por qué no hacen lo mismo todos los demás? No lo explica. ¿Por qué solo comen 'ámbar' que es un trasunto del néctar de las flores en lugar de tener hidropónicos transportables? No lo explica. ¿De dónde salen las drogas que toman para cambiar de estado de ánimo, disponerse para la batalla, etc... del mismo centro tecnológico? No lo explica. ¿Y los materiales que usan para proteger a la reina? No lo explica. ¿Por qué usan para desplazarse unos jetpacks en lugar de naves de verdad? No lo explica.

No lo explica. No lo explica, No lo explica.

En la obra no se explica nada. No se explora en profundidad nada. Al final todo se reduce a mostrarnos abejas (porque todo parece un símil de lo que sufren nuestra abejas melíferas, sí, incluso hasta los parásitos que las han estado reduciendo en número), a dibujarnos un escenario bélico contra monstruos titánicos y, no sé porqué, hablar un poco de dios.

En definitiva la obra entera no es más que una alegoría de la vida de las abejas (es decir, ni siquiera es un ejercicio de imaginación) y el tránsito que tienen que hacer cuando mueven a una reina para fundar una colonia, como se ve en la foto.
 

Eso sí la obra tiene un ritmo frenético, me parece bien escrita, te la acabas en un par de tardes y las escenas bélicas no está mal. Como he dicho al principio, si me la presentan como obra de fantasía con unos humanoides llamados 'ziguratianos', la aplaudiría, como obra de ciencia ficción, como historia especulativa, me parece muy floja.


Mis reflexiones sobre los géneros de lo imaginario

 

Hace unos meses la gente de Futures Factory me pidió que escribiese una parte del curso sobre ciencia ficción que querían dar. Un tanto frustrado por mis últimas lecturas traigo partes de este curso a mi blog, aderezado aquí y allá con nuevas reflexiones, algunas modificaciones y algo de material extra. Eso sí, sin la segunda parte que intentaba recorrer la historia del género.

Soy, o intento ser, escritor de ciencia ficción y de fantasía, de ambos subgéneros, pero para mi son tan claramente diferentes y con objetivos tan separados, que quiero que se entienda mi posición.

Pero ¿qué es eso de la ciencia ficción?

Para la mayor parte de la gente la ciencia ficción es cualquier narración de índole fantástica. Si le preguntáramos a la gente «normal» nos contestarían cosas diversas, las más de las veces algo parecido a «lo de las naves y los robots» o «cosas de esas de marcianos». Es posible que alguno te conteste «las pelis como Matrix o Star Wars», y unos pocos frikis te hablarán de Star Trek —eso sí, te hablarán apasionadamente de ello. Pero ¿qué es la ciencia ficción?

Tampoco lograrás aclararlo del todo si vas a buscar información en la red o en los libros sesudos del tema. La Wikipedia llega a reconocer que no se ha podido llegar a un consenso completo sobre lo que es la ciencia ficción, aunque al tiempo que se queja de que se trata de una mala traducción del inglés y que deberíamos llamarla ficción científica. Lo que sí queda claro, para casi todo el mundo, es su encuadre entre los géneros no realistas, junto con la fantasía y el terror. Sinceramente, lo de «no realistas» no me convence y usaré como alternativa géneros de lo imaginario.

En la web de la Biblioteca Nacional, en la página introductoria a la ciencia ficción dice:

“[…] La ciencia ficción es un género narrativo que sitúa la acción en unas coordenadas espacio-temporales imaginarias y diferentes a las nuestras, y que especula racionalmente sobre posibles avances científicos o sociales y su impacto en la sociedad. […]”

La primera parte no me parece muy diferenciador, porque hay infinidad de novelas que podemos llamar de fantasía separables de la ciencia ficción, que ocurren en lugares diferentes al nuestros o en tiempos remotos o aún por venir. La segunda parte “que especula racionalmente”, sin embargo, creo que da en el clavo.

En una web editorial encabezan la sección de introducción a la ciencia ficción con esta explicación:

“[…] La ciencia ficción es un género de la narrativa de ficción en el que están presentes avances científicos y técnicos, ya sea en el futuro o en el presente, que afectan e intervienen en la sociedad y en la vida de los individuos. […]”

Esta idea de que para que sea ciencia ficción debe concurrir elementos científicos o tecnológicos, la he encontrado muy frecuentemente, hasta el punto que bastantes personas me han dicho que es el requisito, el elemento diferenciador. A mí no me convence mucho porque no me parece muy diferente a lo de decir «lo de las naves y los robots». Y, sobre todo, hay obras de autores de ciencia ficción que creo que podemos clasificar dentro del género como Exhalación de Ted Chiang, El planeta del exilio de Úrsula K. LeGuin o, uno de mis favoritos, El crisol del tiempo de John Brunner, que no soportan demasiado bien la exigencia de contener ‘avances científicos y técnicos’.

¿Cuál es, entonces, la característica definitoria de la ciencia ficción? Al menos para mí.

La ciencia ficción y los demás géneros de lo imaginario

Hay cursos en los que se denominan a los ‘tres géneros hermanos’ literatura no mimética, nombre que proviene, entiendo, de la Poética de Aristóteles. Sin embargo, si uno busca qué es eso de la mímesis, que un género sea mimético o no parece depender del contenido más o menos fantástico, más bien de la forma: así hablan de no miméticos cuando hablan de ensayo, crítica literaria, o de obras con forma de cartas y similares.

El término género no realista, podría ser mejor alternativa excepto porque la ciencia ficción más interesante intenta mantenerse lo más cerca posible de la realidad. Otro término interesante es el de ficción especulativa que en la Wikipedia española está definida como:

“[…] Ficción especulativa en literatura es una denominación general que engloba los géneros de ficción con mayor grado de fantasía e imaginación, y, específicamente, ciencia ficción, fantasía, terror, ficción utópica y distópica, ficción apocalíptica, y ucronía. […]”

Que no deja de ser una definición por extensión —una extensión que parece incluir más géneros que el terror, ciencia ficción y fantasía, pero que, sin embargo, deja fuera otros como el realismo mágico— y en la inglesa la describen como:

“[…] is a broad category of fiction encompassing genres with elements that do not exist in reality, recorded history, nature, or the present universe. […]”

Lo que tampoco parece ser muy diferenciador. O, al menos a mí, no me lo parece. Elementos que no existen aquí y ahora tienen muchas obras que consideraríamos realistas. A fin de cuentas, la mayoría de los personajes que aparecen en obras realista son, eran y serán inexistentes. Remedos o remezclas de personas que existieron o podrían existir en nuestra realidad o en la del momento de la escritura de la obra, pero que estrictamente hablando nunca existieron.

Parece más bien que el grupo de géneros en el que se engloba la ciencia ficción, los géneros de lo imaginario, está más bien caracterizado por usar VOLUNTARIAMENTE elementos no reales. Es decir, cuando en una obra de fantasía se recurre a un dragón, a un hechicero o a un demonio, el autor y el lector ya saben que esos elementos no existen, ni podrían existir, ni existirán nunca, pero aceptan usarlos para explorar alguna dimensión diferente a la realidad en la que viven (o de la realidad en la que viven mediante una metáfora).

En las epopeyas antiguas como la de Gilgamesh, o las de Homero, aparecen toda clase de fuerzas sobrenaturales, dioses, semidioses o elementos similares, pero, por lo que sabemos, los escritores y lectores de aquellas épocas no las consideraban fantásticas, en el sentido anterior, es decir voluntariamente incluidas a pesar de su inexistencia, sino que las consideraban parte de la realidad. Sus dioses de alguna forma existían e influían realmente en sus vidas, así que desde su punto de vista eran obras realistas.

Más allá del uso de elementos no reales voluntariamente para crear una historia, para explorar algún aspecto de nuestra realidad mediante una aproximación lateral, común a todos, ¿cómo podemos clasificar, entonces los géneros de lo imaginario? Pues lo que parece más acertado es pensar en aquello que apela principalmente:

-        En el caso de la fantasía, el autor apela principalmente a la imaginación, a la maravilla, a lo diferente, al asombro. Le presenta al lector escenarios y elementos inexistentes para llevarle por sendas que nunca ha visitado y que le dejen fascinado. Busca sobre todo despertar la imaginación del lector, dejarlo con la boca abierta.

-        En el caso del terror, el autor apela principalmente a los sentimientos, casi siempre al espanto, al miedo y busca dejar al lector intranquilo. Suele presentar sus historias en mundos que se parecen mucho al nuestro para incrementar el efecto de los perturbador, lo diferente o imposible que incluye. Busca sobre todo perturbar al lector.

-     Finalmente, en el caso de la ciencia ficción, el autor apela principalmente a la razón, al intelecto. Nos presenta mundos que podrían ser el nuestro, tal vez ahora, tal vez en un futuro lejano, pero cuyas reglas internas son coherentes con las que conocemos de nuestro mundo excepto algunas muy concretas divergencias. El autor cambia voluntariamente un elemento (o varios, pero pocos), y nos lleva, a través de una historia, a explorar los efectos de ese cambio. Nos plantea los resultados, frecuentemente inesperados, de esa modificación para enfrentarnos intelectualmente a ellos, y, en el fondo, para forzarnos a un cuestionamiento de nuestras creencias. Llamaremos a esta modificación frente a las reglas del mundo ordinario el novum y hablaremos más delante de él.

Personalmente creo que hay que hablar de un cuarto género, aunque muy cercano a la fantasía, que es el realismo fantástico, que como la fantasía lleva al lector a enfrentarse a lo diferente, a la maravilla, pero en este caso usa escenarios cotidianos, cercanos, casi idénticos a nuestro mundo excepto que incluye algún elemento sobrenatural o imposible. En esto es similar al terror y a la ciencia ficción, excepto que en el caso del terror la intención es sobrecoger, perturbar, y en la ciencia ficción es provocar una reflexión, mientras que en este género la intención es tan solo maravillar. Es decir, tiene el mismo objetivo que la fantasía pero con una aproximación más realista.

El novum y su importancia

Como hemos visto en las anteriores secciones la literatura de ciencia ficción es un género de lo imaginario, en el que la separación con la realidad proviene de la introducción de un elemento diferenciador, el novum. Esta modificación es voluntaria y tiene la intención de explorar las consecuencias de este cambio, así como provocar alguna clase de reflexión en el lector.

El novum es el motor de la obra de ciencia ficción, su justificación y su motivo. No tiene porqué ser una innovación tecnológica o científica, aunque puede serlo. En El hombre invisible, de H.G. Wells la invisibilidad de una persona es la diferencia y el autor explora sus consecuencias. En El hombre dorado de K. Dick, se nos presenta una criatura casi humana, sin inteligencia, pero capaz de ver unos cuantos minutos del futuro y reaccionar de forma instintiva para asegurar su propia existencia y asegurarse descendencia. Aquí K. Dick juega con dos novums, entrelazados: la existencia de un mutante sin raciocinio, y la capacidad de ver unos pocos minutos del futuro, para desarrollar luego sus tesis sobre la importancia o no de la inteligencia humana. En este segundo caso, es posible defender que se trata de una innovación científica o tecnológica, pero hay que retorcer bastante el concepto para hacerlo. Se trata más bien de un accidente natural y de las consecuencias que tiene. En sus relatos Ted Chiang a menudo toma como auténticas visiones cosmológicas ya descartadas, arcaicas, como el mundo según lo imaginaban los sumerios en La torre de Babilonia, o el maravilloso Setenta y dos letras, en el que toma por cierto una visión cabalística de la realidad y desarrolla el tema del golem y los homúnculos. En estos casos el autor le ha dado la vuelta a las herramientas de la ciencia ficción y el novum es el mundo entero en el que se desarrolla la historia, es decir, todas sus reglas, sin embargo hace exactamente lo mismo que hace un buen relato de ciencia ficción, explorar su innovación hasta las últimas consecuencias y provocar en el lector un tambalearse de sus convicciones, o, al menos una reflexión.

Por esta razón creo que el novum, que en la mayoría de las ocasiones es presentado en las primeras páginas de la obra —en el caso de Yo Robot de Asimov, se va más allá y se plantean las tres leyes justo al comenzar la antología—, ya que lo importante realmente no es el descubrimiento de esta variación, sino las consecuencias que provoca. Casi todas las ucronías comienzan mostrando el punto Jonbar que es el novum de esta clase de obras.

Recordemos que el comienzo de Un mundo feliz, de Huxley es:

“Un edificio gris, achaparrado, de sólo treinta y cuatro plantas. Encima de la entrada principal las palabras: Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres, y, en un escudo, la divisa del Estado Mundial: Comunidad, Identidad, Estabilidad. […]”

Tras lo que nos presenta directamente la sala de fecundación.

En resumen

Para mí una obra de ciencia ficción es una obra literaria especulativa, que, al tiempo que nos cuenta una historia con todos los elementos de cualquier otra obra literaria (trama, personajes, tema, etc...), está centrada, o más bien articulada, en torno a un punto de diferencia con nuestro mundo ordinario y destinada a sacudir intelectualmente el lector al mostrar aspectos que damos por supuestos (e inamovibles) de nuestras vidas.

Por eso cuando en una obra de ciencia ficción se acumulan demasiados novums, se amontonan elementos imaginarios que no refuerzan la reflexión central, la experiencia se deteriora o, si queréis, muta, se deviene en fantasía.

Una obra de ciencia ficción no tiene porqué llenar sus páginas de términos o conceptos científicos y tecnológicos (de hecho, si lo hace perderá a bastantes lectores), pero sí que debería ser cuidadosa con los que incluye. Así si durante una obra articulada en torno al efecto que tendrá para nosotros la futura y probable omnipresencia de la IA ejecutadas sobre ordenadores cuánticos, las mentes cuánticas de muchos de mis relatos, trasladamos la acción mediante un viaje FTL hasta Sirio, estaremos desviando la atención del lector introduciendo un novum probablemente innecesario (la tecnología FTL). Si al llegar a Sirio el autor la describe como una gigante roja (cuando es blanca o azul), o si la describe solitaria e ignora sus compañera estelares, denotará haber sido un descuidado o un vago (se tarda diez minutos encontrar y leer la página de la wikipedia) y nos estaremos adentrando en el mundo de la cienciasía. Si, finalmente, resuelve la trama mostrando que la IA de abordo ha desarrollado misteriosos poderes telepáticos debido a su naturaleza cuántica, además de estar incurriendo en un Deus ex machina de manual, habremos abandonado el campo de la ciencia ficción y abrazado el de la fantasía de baja calidad. En ese punto si en la portada dice que es una novela de ciencia ficción, o si lo hace la fajilla del libro, o el nombre de la colección, le pondré un dos sobre cinco, por muy conseguidos que estén los personajes, por cuidada que sea la prosa, o fascinante que sea la trama. Me sentiré estafado y lo puntuaré en sintonía con ese sentimiento.

No se puede ser experto en todo, pero se puede preguntar a expertos y, en un mundo como el que vivimos, los aspectos básicos de casi todo están a dos clicks de distancia, a veces en forma de un amable videotutorial. Resulta muy fácil saber si lo que estás escribiendo se ajusta a la realidad o es una completa invención. Ah, y no te fíes de lo que has visto en tu serie de ciencia ficción favorita, últimamente parece que los guionistas han decidido ignorar la ciencia, incluso la más básica.

El universo y la ciencia están repletos de hechos fascinantes, de realidades contraintuitivas y paradójicas, no uséis elementos inventados simplemente porque os parezcan molones y si no podéis evitarlo, escribid fantasía, y sobre todo, poned en la portada que se trata de una obra de fantasía y no de ciencia ficción.

Me parece importante que el escritor de ciencia ficción sea mínimamente cuidadoso con esto, ahora que parece que buena parte del mundo ha decidido ser anticientífico y creer disparates absolutos como que la tierra es plana o que el calentamiento global no se debe a nuestra actividad industrial.