24.12.20

El año cincuenta


Hoy cumplo los cincuenta años, así que va tocando el habitual repaso anual de resultados. ¿Qué he hecho este año a parte de cumplir cincuenta años?

Lo más importante que he hecho, sin duda alguna, es dejar el trabajo de ingeniero. Me dieron la oportunidad de dejar el puesto que tenía en mi empresa a cambio de una indemnización considerable y cogí la oportunidad. Desde marzo estoy de vuelta en San Fernando, disfrutando de una paz que incluye escribir varias horas a diario y cultivar mis propias hortalizas. Hay algo mágico en recoger los huevos de tus gallinas o hacer un arroz de verduras usando el ajo, las habichuelas y las zanahorias que tu mismo has plantado, regado y cuidado. ¡Y saben mejor! También hay algo mágico en lo de sentarse cada mañana (después de un desayuno preparado con tus propias manos y disfrutado relajadamente, sin prisas) a poner en palabras una historia que nunca antes ha existido, a darle vida a unos personajes que tan solo existían en mi cabeza.

Supongo que lo segundo a resaltar sería que, por fin, este año he autopublicado Cuentos de Hierro y Pólvora, la primera entrega del universo de los Colonos de Tulgia. Le tengo especial cariño a este mundo y a estos personajes. Tanto a los que aparecen en estos cuentos como a Héctor el Inquisidor, que ha surgido como el reflejo interactivo de las Viejas Tierras de Sisebuto Sáez, Suyán Flores o Jenere Ágeva de Castro. El proceso de preparar esta primera entrega de Tulgia ha sido complejo. No solo he tenido que buscar a los profesionales que me han ayudado a darle forma con las correcciones, maquetaciones e ilustraciones, sino que he tenido que obligarme a imaginar con cuidado y detalle, muchos aspectos de aquel mundo que eran poco más que nieblas informes en mi mente. Ahora tras los cuentos hay todo un elaborado conjunto de historias, desde el punto Jonbar escogido, hasta la genealogía de cada personaje, así como la línea histórica detallada de esa dimensión paralela. Todo lo cual, por supuesto, no está en los cuentos, pero que espero que disfrutéis, ahora que aquellos relatos frutos del nanowrimo de 2015, tras cinco años, son un libro de verdad con sus tapas y sus ilustraciones internas.

Hay una segunda noticia editorial con relatos míos en su interior. Bubok nos ha escogido como parte de sus proyectos de publicación, y, muy recientemente, ha puesto en línea una nueva versión de Ni en un millón de años. Nos han hecho una revisión interesante de los cuentos así como una nueva maquetación que, sinceramente, creo que ha quedado francamente bien. Ahora los mensajes que reciben mis tripulantes del Agni Kalpa se ven bien chulos y resaltados. Esta gente de Bubok se ha portado bien con nosotros y ha soportado nuestras indecisiones sobre la portada (no ha quedado mal con el careto de Elisa, ¿no?). Además se han currado bastante la distribución, y ahora, además de poder encontrarlo en la página de Bubok, podéis encontrarlo en Amazon o en la Casa del libro. Creo que incluso se va a poder encontrar en alguna librerías, pero no tengo el detalle de en cuáles o cuándo. ¡Los que no tuvieseis la versión previa espero que disfrutéis con esta renovada versión! Es muy recomendable. Son un buen montón de cuentos de ciencia ficción de autores con los que estoy teniendo la suerte de compartir muchas tardes de charlas y reflexiones. Tal vez muy pronto os traigamos más noticias interesantes desde este frente.

He escrito muchas más cosas durante este año sobre todo para diversas convocatorias. Hagamos un repaso. Lo primero que escribí fueron 'Aguas verdes', un relato para la convocatoria de Bajo las aguas de Dorna. No gustó lo bastante. No me extraña, tenía bastantes defectos. Tal vez salga en otra antología una nueva versión en la que estoy trabajando el año que viene. Eso sí mi amigo David lleva un excelente relato en ella, ¡no dudéis en echarle un vistazo! Después escribí 'Juntos en el fuego' para la buena gente de la PAE y en esta ocasión quedé finalista. Los estupendos libros que me han mandado de premio ya están en mis estanterías. Para el visiones mandé 'Lo normal', una historia sobre lo que consideramos inaceptable y cómo lo tratamos, en tono de cyberpunk ligero o ciencia ficción social de futuro cercano.

Para ediciones el Transbordador escribí 'Puerta de caracol', que, sinceramente, me parece la cosa más bonita que he escrito este año. Una novelette que transcurre a finales del siglo XXI, pero que podría transcurrir ahora mismo o en un pasado no muy lejano. Me gusta tanto que aunque no fue seleccionada ya la he mandado a otra convocatoria y si no queda seleccionada seguiré intentándolo una y otra vez. Es una obra que creo que merece aparecer en alguna parte aunque sea poca cosa.

Para el Domingo Santos escribí un relato gamberro titulado 'Echo de menos las medianoches'. Para el de Mitopoiesis mandé una versión revisada de 'La rendición de Innana'. He mandado cuentos a varias convocatorias más, así como microrelatos y una novelette más a otra convocatoria que no voy a decir título ni tema ya que aún no han salido los resultados.

Y como estoy así de loco no solo estoy apuntado al taller de Alicia y al master de escritura narrativa del Hotel Kafka, sino que encima me metí en un reto de nanowrimo este año y en él he escrito otra novelette más: 'Un informe sobre María'. Ahora mismo la estoy revisando con los betas, así como con el maravilloso Noa que siempre recomendaré para lo que sea que necesitéis de lectura, revisión o corrección. ¡No dudéis en contratarlo! 

Entre una cosa y otra estoy escribiendo entre dos y tres cuentos semanales, y para colmo de males hasta me estoy atreviendo a escupir poemas que Planseldom seguro que encontraría desastrosos. 

Me falta explicar porqué Layna está en la foto de cabecera. Sí es Layna, sí. Por fin he sacado del cajón sus cuentos y les estoy dando forma. No tiene mala pinta, creo que a finales del 2021 tendré una versión aceptable que ella podría considerar dignos de ser leídos. Si ella leyese algo, claro. Con suerte en el 2022 tal vez tengáis con vosotros relatos de la cyborg más borde y sus camaradas, relatos nuevos y, espero, que más fundidos y destripantes.

23.12.20

Cinco décadas y cinco lustros (5)

 

Para cuando empezó esta última década, pensaba que había encontrado un nuevo equilibrio. Me había acostumbrado a caminar al menos una hora, cada vez lo hacía más rápido y todos los viernes me cruzaba Madrid desde el trabajo hasta mi casa: unos veinticuatro kilómetros. Ya ni siquiera tenía que pararme a descansar después de hacerlo. Cruzaba la ciudad y tras una ducha rápida salía a hacer la compra de la semana. Empecé a hacer planes a más largo plazo, en los que estaban incluidos esos viajes que nunca había hecho (aún estás pendiente Santorini, ya veré las laderas de Atlantis, ya las veré) y me permití hacerme ilusiones con nuevas personas. Incluso llegué a quedar con las viejas ilusiones del pasado para bromear de las cicatrices que el amor había dejado.

La empresa y la oficina seguía en plena reconversión, pero, al menos, estaba tirando líneas de código de nuevo (lo que siempre me ha ayudado, crear me da la vida, ya sea una novela, un juego o un programa corporativo) y trabajando en temas de innovación con gente que merecía la pena. Hicimos un proyecto que me pareció importante para la compañía (que, por supuesto, cerraron sin contemplaciones) y luego creamos el germen de una herramienta que no me pareció tan interesante, pero que se ha quedado ahí, y sigue dando servicio a una parte de la empresa después de diez años. A lo largo de mi carrera profesional he estado en la semilla de varias de esas herramientas y algunas se han quedado ya como parte de la compañía. Me satisface pensar que varias de ellas siguen funcionando y ayudando tras cinco lustros.

La cosa se torció primero en la parte personal. Cabía esperar. En aquellos momento estaba bastante ilusionado con una antigua amiga. Nos llevábamos (creía yo), cada vez mejor, la conversación fluía y pensé que esta vez... Me pareció que aquello podía funcionar. Cuando me enteré de que había roto con su pareja (una relación de muchos años que parecía bastante fuerte), la llamé y estuvimos hablando bastante. Yo estaba en ese momento en Cádiz, así que no pude hacer por verla, y para cuando llegué a Madrid descubrí que había dejado su relación anterior, sí, pero que ya se había unido a otra persona. Me sentó bastante mal y empecé a comer. Intenté controlar el peso manteniendo el esfuerzo físico, incrementándolo, pero lo que logré fue joderme la rodilla primero y luego los tobillos.

El trabajo volvió a cambiar y aunque tuve un pequeño periodo de brillantez (sospecho que mi cima en la compañía), ni dos años más tardes la compañía se volvió a revolver y en esta ocasión todo apuntaba ya hacia el final de la única empresa en la que he querido estar. La cosa no pintaba nada bien y la báscula me devolvía cifras cada vez más aterradoras.

Me salvó la escritura. A finales de la década anterior ya me había apuntado al Nanowrimo del 2009 para forzarme a terminar una vieja historia que me interesaba particularmente (Mundo de Cenizas) y desde entonces esta cita anual con la creación desaforada me ha ido dando la vida.


Muchos de estos libros, en particular los del desierto nevado, no creo que vean nunca la luz, pero han servido para que, poco a poco, me acostumbre a un ritmo continuado y firme de escribir, para que lime las asperezas de mi prosa y descubra lo que me gusta o sé escribir.

El periodo del 2014 al 2016 ha sido mi último periodo de felicidad. En esos tiempos volví a un laboratorio de innovación, de la mano de un jefe-amigo, un tipo excepcional y rodeado del olor al estaño de soldadura. Un tiempo genial con una gente maravillosa, creativa y currante a más no poder. Creamos muchas cosas nuevas e interesantes en ese tiempo, y por supuesto para finales del 2016 la compañía ya lo había chapado. Al menos de ese tiempo he sacado Cuentos de Hierro y Pólvora, lo mejor que he publicado, creo, hasta el momento. Desde entonces todo ha ido a peor hasta el principio de este año. 

Me he estado arrastrando este último lustro, esperando a que algo cambiase y sintiéndome muy atrapado.  No todo fue malo, estuvieron las Sillyberrys, pero me supo a poco a muy poco, y ni siquiera la comunidad de ficción interactiva parecía ni remotamente interesada en ellas.

Hace dos años murió mi padre por un cáncer cerebral que se lo llevó en pocos meses, y eso me dio una perspectiva nueva de todo. Empecé a echar cuentas y en cuanto la compañía me dio la oportunidad de marcharme a cambio de una considerable compensación, acepté sin pensarlo más.

He dejado atrás Madrid, mis fracasos amorosos, mis horas eternas de oficina, la frustración de sentirme de poca utilidad en este último lustro y ahora estoy de vuelta a mi ciudad de nacimiento. Escucho el silencio por la ventana. Siento de nuevo la amigable fiereza del Levante en mi cara. Siembro hortalizas en el patio de atrás. Hago repostería. Y, sobre todo, escribo. Todos los días, más de tres horas, y por fin siento que podría estar haciendo esto durante el resto de vida. 

Los cinco lustros que quedan.



22.12.20

Cinco décadas y cinco lustros (4)

Hice esta foto a pocos meses de que ocurriese el 11-S. Estuve arriba del todo de una de las torres e incluso compré en una tienda de allí una camisa de tela vaquera que aún está en mi armario. Como muchos turistas me tumbé en el suelo con la cámara para tomar inmortalizar mi visitan sin imaginar que no mucho después estarían ardiendo por un atentado.

Habíamos ido en modo ultra-barato (cuatro por habitación, en cama realmente estrechas de dos en dos) y con el dinero justo en el bolsillo. Moló mucho, sobre todo la vista nocturna de la ciudad, la misa gospell y la inolvidable sensación de no estar en una ciudad de humanos, sino de gigantes. La vista de Central Park con los rascacielos sobresaliendo como si en lugar de estar en un parque de una ciudad estuviésemos en un estrecho valle rodeado de acantilados, nunca saldrá de mi cabeza.

Pero siendo sinceros no fui para ver la ciudad, fui porque iba una mujer menuda, de piernas bellas y faldas cortas, que me traía loco desde el primer instante que la vi. Una mujer que ya me había rechazado y que estaba con otra persona. Sí, soy bastante imbécil para estas cosas, sobre todo hace veinte años. 

Esta década, la cuarta, no fue muy buena; pero fue fundamental en mi vida. Me pasé la década trabajando demasiado, enamorándome de forma no correspondida como un poseso en serie, y acabé la década con una crisis de los cuarenta de campeonato, una calvicie repentina y toda clase de problemas médicos (sobrepeso brutal, alta tensión, dermatitis galopante, etc...). La verdad es que fue una década de currar como un gilipollas y una constante duda sobre lo que era y lo que quería. Sentía que todos mis planes habían fracasados, que me quedaría solo para el resto de mi vida y que todo lo que hacía, por mucho que alcanzase éxitos profesionales, no servía para nada.

Pero las crisis tienen cosas buenas. Las dudas y la sensación de vacío me hicieron volver a la ficción interactiva: me volqué de nuevo en la comunidad, escribí Casi Muerto e intenté crear muchísimas librerías, extensiones, ejemplos, para ver si la comunidad despegaba (no lo hizo, claro). Monté un concurso que me decepcionó un poco, pero que al menos sirvió como mi primer contacto con el maestro Santiago Eximeno

Por otra parte el dolor del nuevo amor no correspondido, me hizo volver a escribir literatura. Con la absurda ilusión de interesar al torbellino de piernas bonitas, me dio por escribir cuentos improvisados a todo el grupo y el que a muchos de ellos les gustase (ella no mostró ni el más mínimo interés), me hizo pensar en tratar de escribir algo más largo. Así fue como nació Anexo Personal. Recuperando un personaje no jugador de una partida de rol y su contexto, monté una historia a caballo entre ciencia ficción y el space opera, sobre una oficial militar, demasiado joven para el cargo que le han asignado, que hace de jefe de policía en una colonia humana de frontera. Una colonia con una ocupación principal realmente peculiar: las carreras de naves monoplaza gravíticas.

Lo cierto es que le eché muchas horas y mucho cuidado. Cuando la terminé intenté llevarla a varios concursos que me gustaban y no logré ningún éxito. Aquello me desanimó un poco, pero la semilla ya estaba plantada. Ya no podía dejar de escribir alguna cosa cada año, hubo varios intentos de fantasía épica y acabé escribiendo Ríos de Rhyan que es una historia de cyberpunk suave y el núcleo del libro de los Cuentos Fluidos. Por aquel entonces la autopublicación en Amazon estaba arrancando y me dio por ahí. Ríos de Rhyan acabó publicado en Amazon con una maquetación pobre y una corrección que merece una revisita. A todo hay que aprender.

Esos diez años fueron un penduleo constante. Entrando y saliendo del modo workalcoholic una y otra vez. Teniendo recaídas una y otra vez en las rodillas de la mujer del traje amarillo. Viendo a la gente a mi alrededor cambiar, hacer familias, casarse, buscarse un proyecto personal, mientras que yo me sentía descabezado, con éxito profesional, sí, pero sin interés en lo que hacía, y me iba 'escondiendo' en viejos proyectos de una naturaleza o de otra según me iba cansando o frustrando con los otros proyectos.

Hubo algunas cosas creativas interesante, como Layna o Hierba tras el cristal; cosas que no acabaron de cristalizar en libros ni en ninguna otra clase de producto del que me sintiese realmente orgulloso. La última parte de la trilogía del Anillo, por ejemplo, fue algo que me consumió mucho tiempo, esfuerzo y ánimo pero que quedó a medio camino y su repercusión en el mundillo de la ficción interactiva fue más bien pequeño. De nuevo intenté hacer extensiones que cayeron en saco roto y en general la vida me parecía cada vez más absurda.

Para colmo de males, las últimas piezas que me quedaban de seguridad, el trabajo y el roleo, se tambalearon cuando me acercaba a los cuarenta. Las partidas se complicaron y la empresa entró en esas fechas en un periodo de reconversión que doy al traste con todo lo que había ido asegurando poco a poco con los años. Nos llevaron al norte, aún más lejos de mi casa, y cuando acababa esta década la revisión médica me puso en el brete de mejorar de vida o morir joven. 

Al menos acabé la década con un triunfo auténtico: a base de andar y dieta logré mejorar bastante mi salud, así como bajar treinta kilos en pocos años. Eso fue lo mejor que logré en esta década, aunque, por supuesto, lo dilapidé nada más empezar la siguiente.






Cinco décadas y cinco lustros (3)

 

Mi tercera década (los años noventa) fue un periodo 'dividido', dual, partido entre la cara y la cruz. Para empezar el primer lustro y el segundo fueron muy diferentes. En segundo lugar todo el tiempo sentí que me encontraba separado de mi lugar natural y que sólo vivía a ratos (cuando bajaba a Cádiz), siendo mi estancia en Madrid más bien una obligación, un castigo. Finalmente fueron los años de dos enamoramientos, los más importantes de mi vida, cada uno en un lado de mi vida, cada uno en una ciudad, ambos igual de fracasados.

Al principio de la década me mudé de San Fernando, Cádiz, a Madrid, para estudiar la carrera. Había decidido hacer Telecomunicaciones más que nada por presión social. Mi cabeza estaba llena en ese momento de informática y mi corazón suplicaba por hacer matemáticas, pero en aquel entonces la carrera de teleco estaba de moda y todo el mundo pensaba que allí estaba el futuro, la pastuza, la vida buena, así que cuando saqué la media más alta de la provincia en la selectividad, todo el mundo, hasta los viejos conocidos que me encontraba por la calle, me animaba a hacer una ingeniería. Mi vida hubiese sido muy diferente si no hubiese cedido y hubiese optado por matemáticas. Algunas veces pienso que hubiese sido mejor, no lo sé. Sin duda estaba más cerca de lo que de verdad deseaba.

Sacar los primeros años de carrera fue complicado, pero lo peor eran los fines de semana, en los que me encontraba muy fuera de lugar y bastante solo. Llené mi vida con varias cosas. Primero estaba todo el asunto de las aventuras conversacionales: tras participar en el concurso de microhobby con relativo éxito, me volqué en el asociacionismo, tuve una intensísima correspondencia y creé un parser

En segundo lugar iba mucho al cine, llegando a aficionarme al circuito de versión original en aquellos años. Fueron los años en los que descubrí mis películas favoritas tales como Azul o Before the rain

En tercer lugar me aficioné a mirar en tiendas de libros de segunda mano, mercadillos de libros viejos y cosas similares. En esas visitas fue cuando hice mi colección de libros de ciencia ficción. Así descubrí muchos autores como Clarke, Heinlen, Bear, K. LeGuin, Herbert y sobre todo Frederick Pohl. El primer libro que cayó en mis manos de Pohl fue Pórtico (el de la imagen de cabecera) y me fascinó. Como este libro había ganado 'los premios', fue el que inició mi costumbre de revisar los que ganaban cada año tales premios y comprar muchos de ellos. Mis gustos han ido cambiando y ahora soy más de Úrsula que de Frederik, pero tengo que agradecerle a Pohl que orientase mi lectura hacia este género.

En cuarto lugar la década se inició con el rol. En el 89 llevé a San Fernando la caja roja de D&D y el éxito fue fulgurante. En los siguientes años cada visita a mi ciudad era una excusa para encerrarme con amigos, conocidos y hasta desconocidos para echar o dirigir una partida. He sido y seguiré siendo feliz improvisando partidas, viendo a los jugadores disfrutar, reír o sufrir.

A mitad de la carrera (superada la parte difícil, ya terminando tercero), tuve una profunda crisis de identidad. Cuando las asignaturas empezaron a ser 'de ingeniero' de verdad, me di cuenta lo muy poco que me interesaban las antenas o las impedancias, y estuve a punto de mandarlo todo a la mierda, buscar mi cambio a matemáticas o, al menos, a informática. No lo hice porque estaba desesperadamente enamorado de una mujer que no me correspondía y apartarme de ella completamente me resultó intolerable. Seguramente debí hacerlo. Aquella época fue confusa, dividido entre dos lugares, dos personas, dos vidas... y sufriendo con Kimagure Orange Road para redondear la cosa. Me salvó un poco retomar el teatro. Acabé siendo socio fundador de No es culpa nuestra.

El segundo lustro se inició perdiendo ambas mujeres, tanto la de Madrid, como la de Cádiz. Seguramente nunca hubo correspondencia hacia mí por parte de ninguna de las dos. Casi prefiero quedarme con la vida. Una de ellas escogió a otra persona y la otra escogió quedarse con nadie. Yo me volqué en el curro, y comenzó mi descenso a las jornadas inacabables entre líneas de código y olor a estaño de soldadura.

En esta segunda parte de la década, casi perdí toda mi capacidad creativa, a excepción del rol, que se quedó ahí para rescatarme de la vida de ingeniero, aunque fuese solo dos veces al año, en las vacaciones, que desde entonces me parecieron muy cortas. Incluso en mi capacidad de creación interactiva estuve como muerto hasta el año 2000. Bueno, no del todo, hice algunas cosas interesantes en el mundo de juegos masivos y de tablero, pero eso mejor lo cuento en otra ocasión.

La década, sicológicamente, se acabó con dos cosas: un nuevo amor que entró como un relámpago con un vestidito muy corto amarillo y la entrada del euro en el 2002. Recuero haberme levantado ese 1 de Enero muy temprano para ir hasta un cajero y sacar los primeros euros que circularon en San Fernando. Fui feliz entonces con la esperanza de una Europa Unida en mi bolsillo.

Cinco décadas y cinco lustros (2)

 

Al principio de mi segunda década (ya en los ochenta) pusieron Galáctica Estrella de combate en la tele. No sé si fue así, pero la recuerdo como un 'evento de verano'. Algo que duró muy poco tiempo, pero que también me dejó marcado. Durante años tuve a los cylons metidos en la cabeza y aparecen también en muchos otros cuadernos o dibujos esquemáticos del principio de esta época. Más frikismo espacial.

Esta segunda época estuvo dominada por la tensión entre las ciencias y las letras. Por una parte en casa estábamos suscritos a Círculos de Lectores, lo que obligaba a mis padres a comprar algunos libros periódicamente. A través de esa vía entraron en casa un montón de libros de literatura juvenil (tipo Los Cinco), pero también los libros de Ende, de Tolkien y finalmente las primeras series de fantasía épica rolera del tipo Dragonlance.

De todos aquellos libros el que más me impresionó fue Momo. Es un libro mágico, incluso más que La historia interminable. Aunque esta segunda fue un éxito universal de la que se hizo película (horrorosa a mi modo de ver) y a pesar de que mi edición es maravillosa (con el auryn en la portada, el doble coloreado, etc...) no me parece algo tan personal, tan orgánico, tan simple como la historia de la niña, la tortuga y el barrendero. Lo recomiendo siempre que surge la oportunidad, especialmente si alguien está pensando en un regalo para niños. Es uno de esos libros que hay que leer.

En esa misma época me leí El Hobbit, El Señor de los Anillos y El Silmarillion. Recuerdo que cuando leí las obras de Tolkien las bebí con pasión, pero me gustaron más el primero y el último, que la obra central. Me gusta el tono de cuento infantil de El Hobbit y me flipa muchísimo el inmenso trasfondo que muestra el último. Frikismo de worldbuilder.

También fue la época en la que leí a Poe, casi todo Asimov, y muchas otras obras más serias. Resaltan en mi memoria dos libros: El señor de las moscas y Siddharta. Del primero me atrajo enormemente no solo la reflexión sino también la abundancia de diálogos, lo que adelanta mi pasión actual por los diálogos. El segundo coincidió con mi última etapa de reflexión espiritual: toda esa búsqueda interior que había empezado en la década anterior y que finalizó en esta con una confirmación de mi ateísmo.

Pero no solo leía historias y novelas. Ya entonces empezó mi noviazgo con la ciencia. Esta década incluyó la lectura de mucha física, incluyendo el Feyman bilingüe. Recuerdo que aquel libro me resultaba bastante más claro que lo que me explicaban los profesores en clase y también recuerdo mi perplejidad ante la física cuántica. Hubo noches de insomnio frente al desagrado que me producía la interpretación de Copenhage. La parte de la onda-corpúsculo y todo lo que entendía de De Broglie, me parecía claro, incluso hermoso, sin embargo, lo imaginado de Bohr, sobre todo lo referente a la intervención de un ente consciente me resultaba intolerable. No puedo olvidar la felicidad que me embargó cuando, leyendo una revista de divulgación científica en la biblioteca (creo que un Investigación y Ciencia), me topé con la interpretación de Everett. ¡Aquello lo hacía encajar todo y sin exigir que los humanos sean nada especial! Mi oposición al antropocentrismo era radical entonces y ahora lo es aún más. Finalmente opté por tomar el bachillerato de ciencias y eso ha determinado mi vida desde entonces.

Mi confianza en la ciencia, así como mi ateísmo practicante, el rechazo que siento ante la idea de la existencia de dios, o de cualquier cosa mística, desde la astrología hasta el alma o el libre albedrío, determina mucho de lo que soy y de lo que escribo.

En esta época empecé a hacer teatro. Todo empezó en EGB por un rollo de empollón de gafas de culo de vaso. Estábamos en el gimnasio (mis odiadas clases de atletismo) y dijeron que querían voluntarios para unas clases de teatro, y como era un empollón bien mandado dije que sí. Me pasé muchas, muchas, horas ensayando, tomando clases de expresión corporal, de canto y hasta de danza; así como representando recitales de poesía y obras en barriadas o colegios de San Fernando. Se lo recomiendo a todo el mundo. Mi mínima formación teatral, el enfrentarse a mis miedos, al público, cambió completamente mi vida. Lo que te hacen en teatro, cuando se hace bien, te hace crecer como persona. 

En aquellos tiempos hubo algunas películas (espaciales, claro) que me influyeron decisivamente, como Atmósfera cero. Cabe destacar una peli que vi durante un viaje de verano, en un cine de pueblo, uno de reposiciones: Naves misteriosas. Es una peli antigua, de los setenta, pero yo no la vi hasta aquel verano de los ochenta. Esta peli, por alguna razón, me impactó muy profundamente y aún ocupa mi mente casi cuarenta años después. Por supuesto vi las mismas que todos los demás: Cazafantasmas, Regreso al futuro, etc... pero Naves misteriosas es la que más me define.

Me falta explicar algunas cosas: ya en EGB empecé a escribir más en serio. Durante el viaje de fin de curso a Lisboa empecé a rellenar un cuadernito con cuentos de terror que escribía a ratos y que me granjeó cierta popularidad entre las chicas, cuando los leí delante de todos. En ese mismo cuaderno empecé a escribir la historia de Ganki, mi primer intento de hacer una novela, que resultó ser una extraña mezcla de fantasía épica oriental con restos tecnológicos post-apocalípticos. Tengo una carpeta repleta de mapas, worldbuilding y versiones manuscritas y mecanografiadas de este intento de novela.

Fueron estos escritos los que me llevaron a hacer un juego que apuntaba a lo que luego descubriría que eran los juegos de rol. Al mismo tiempo con el dinero que había ido ahorrando y con algunos premios de ajedrez me compré yo mismo un Spectrum de los primeros y comencé a programar.

Al final de la década, recién llegado a Madrid, empecé (en colaboración con mi hermana) la segunda novela, de nuevo fantasía épica, pero en este caso más tradicional, con elfos, enanos, etc. Allí, al final del primer año de universidad, topé con la caja roja de D&D, la de Dalmau.


Cuando traje, en el verano, esta caja a mi casa en San Fernando, Cádiz. Todo cambió.




Cinco décadas y cinco lustros (1)

 

No recuerdo mucho de mi primera década de vida, aunque podemos afirmar que ya por entonces era bastante friki. Mi madre dice que, ya a muy temprana edad, me gustaba una serie con 'naves' y rollo espacial: Thunderbirds. Yo no tengo ningún recuerdo de ella, pero algo debe haber de todo eso porque tenemos en casa un álbum de la serie con todos los cromos pegados. He estado buscando en qué época se emitió en España (o se reemitió) y no he logrado encontrarlo. Es imposible que la hubiese visto en la época de su emisión inglesa porque no había nacido.

Sí que tengo recuerdos de Espacio 1999 (aunque en mi cabeza era algo como Luna 1999), una serie que por lo que he podido encontrar se emitió aquí a mediado de los setenta. Es posible que no tuviese ni siete años cuando la emitieron y aún así se quedó muy marcada en mi memoria. La imagen de la base lunar (la que he puesto en la imagen de cabecera) está nítida en mis recuerdos, aunque en blanco y negro. Por alguna razón aquellos personajes y en particular Maya, la síquica, tienen un lugar persistente en mi memoria.

No mucho después parece que empezaron a emitir Mazinger Z, del que también tengo recuerdos nítidos. Claro que este frikismo es mucho más común que el de aficionado de Espacio 1999 o Thunderbirds. Recuerdo haber jugado con mi hermana al rollo de 'puños fuera' y esas locuras de la primera serie de mechas que tuvo éxito por estos lares. No creo que casi nadie haya olvidado al robot gigante con cejas rojas en el pecho o al barón Ashler. Mis cuadernos de dibujo infantiles que se han conservado están llenos de mechas que son puro calco de este.

Y es que, ya en aquella época, me 'autoeditaba'. Como podéis ver en la foto de debajo llegué a hacer tres cuadernillos cosidos a mano con mis locuras e incluso con un logo y un nombre de editorial (Editorial Flecha).


Dentro hay mapas estelares y esquemas detallados de naves o bases estelares. También ha descripciones de plantas y animales alienígenas, lenguas inventadas y alfabetos. Se ve que por aquel entonces lo del worldbuilding ya me gustaba. En la portada del cuaderno rojo hay una pegatina de 1978, así que ese cuaderno debe ser de cuando tenía ocho años.

Otro recuerdo muy vívido de aquella época es la Guerra de las Galaxias. Creo que la vimos con toda la familia muy tarde un día de otoño o de invierno, que salimos de noche del cine e iba bastante flipado con todo aquello cuando salí. Lo que no estoy del todo seguro es si es un recuerdo de esta primera década. Aunque la peli es del 77, no sé cuando la pusieron en los cines de España y no creo que fuésemos al poco de estrenarla. De todas formas en mi memoria me veo bastante canijo, así que probablemente si que es adecuado añadirla a esta década. Fuese el año que fuese, queda claro que las aventuras de Skywalker y sobre todo de Han Solo y Chebacca, también son una influencia clara en mi imaginario infantil.

Por lo demás recuerdo vagamente haber jugado en la parcela (el campo) de mi padre, la bici de ruedas blancas y gordas, haber jugado muy mal al fútbol muy brevemente (hablo de días), ser una especie de niño resabido que prefería la compañía de los adultos a la de otros niños y, claro, los problemas de salud. Recuerdo las vacunas para la alergia el polvo, los zapatos para arreglarme los pies planos y los hierros de Forrest Gump para enderezarme las piernas. Demasiadas visitas a los médicos que me dejaron una sensación de desasosiego e intranquilidad que me sigue bloqueando a veces cuando me toca ir a ver algún doctor.

La mejor parte de mi infancia eran los viajes veraniegos que mis padres hacían. Pillaban parte del dinero que habían ahorrado ese año, lo metían en la guantera y salíamos a la aventura. Sin tener alojamiento ni destino prefijado. Así es como he conocido la mayor parte de las provincias de España, siguiendo a mis padres en un coche sin cinturones de seguridad ni aire acondicionado, durmiendo en hostales baratos de carretera.

En cuanto a lecturas sé que me marcaron sobre todo los libros de Verne, sobre todo aquellos en los que aparecía el Nautilus y el capitán Nemo, que me los leí varias veces.

Lo que queda claro es que ya por aquel entonces adoraba el rollo espacial, la ciencia ficción (o al menos la space opera) y leer. Ya en aquellos años sentía enorme fascinación por los libros, por los atlas y por los lugares distantes.






17.12.20

Cinco décadas y cinco lustros (0)

 

Estoy a pocos días de cumplir cinco décadas. Por si no te salen las cuentas sí, nací en el setenta, concretamente en la nochebuena de 1970. Así que sí, soy generación X, esa franja de edad que no sale en las guerras entre boomers y millenials, y de la que ya no se habla mucho, aunque hubo libros, pelis y de todo. Aunque soy un X un tanto lamentable: ni tengo hijos Z, ni me embarga la nostalgia de los 80 ni la de los 90, ni nada de nada de lo que se supone que caracteriza a los de mi generación.

Cinco décadas. Se dice pronto. Son muchas cosas vividas y al tiempo demasiado pocas. Entre cobardías, momentos inadecuados, fracasos y otras zancadillas, el tiempo parece acortarse y siempre te queda la sensación que se podías haber hecho suficiente, o al menos, más. Mucho más. Si te pones a pensar detalladamente todo lo que no has aprovechado o las decisiones incorrectas que tomaste te salen demasiadas cosas. Una montaña de ellas. Por suerte, soy bastante desmemoriado, y no solo no tengo nostalgia de décadas concretas, sino que en general siempre ando pensando en el futuro mucho más que en el pasado. Gracias a ellos todas esas oportunidades perdidas no me lastran tanto como podrían.

También han sido cinco lustros de trabajar como ingeniero. Me gusta que quede tan redondo. Cumplo cinco décadas, he trabajado muchas horas en cosas que ya no me importan durante cinco lustros, y teniendo en cuenta mis antecedentes familiares tendré suerte si me quedan de vida otros cinco lustros. 555. No sé si tiene algún significado kabalístico. Busquemos en internet, ahora que podemos. Cuando empecé a currar no teníamos google. A ver... en una de las webs me encuentro con una especie de youtuber de la numerología esotérica que me dice que el 555 es un mensaje de los ángeles, sobre un cambio, sobre un momento importante de mejora si se le dedica la suficiente atención y dedicación. ¡Mola! En otra web, una de esas de memes veo que creen que significa ¡grandes cambios! En otra dice lo mismo: que el cinco es la libertad, el cambio y la creatividad. 

¡Qué positivo todo! Si creyera en estas cosas molaría, ¿eh? No creo en ellas, pero cuando salen lecturas positivas siempre se pueden usar para reforzar lo ya que habías decidido, ¿no os parece? En mi caso ya escogí que fuese un momento de cambio: dejé mi trabajo de oficina en Marzo y desde entonces no he hecho otra cosa que escribir. Me gusta, me paso todas las mañanas al teclado, disfrutándolas y pienso que sería una buena opción para pasar los siguientes cinco lustros. 

Pero antes de encarar mi cincuenta cumpleaños y luego el nuevo año (2 + 0 + 2 + 1, ¡anda! ¡otro cinco!), creo que es buen momento para pensar un poco en el pasado. Tengo la intención de escribir un breve artículo con cada una de mis cinco décadas. Cinco artículos sobre lo que recuerdo de ella, (poco, que soy un desmemoriado), y sobre todo contaros las cosas que me marcaron, aparentemente, y que conforman el sustrato de lo que voy a poder escribir estos cinco lustros que me quedan.

Mañana empezaré con la primera.




8.8.20

Caballero Verde y la parte tenebrosa de la naturaleza

He de reconocer que la primera vez que me topé con la idea de que la naturaleza podía representar no solo la vida, sino también la muerte; que podía verse no solo como prosperidad y fertilidad sino como un enemigo, salvaje,  oscuro y brutal, un agente destructor del orden y la civilización, fue muy tarde: en 1990, a punto de cumplir los veinte, en un tebeo de la Marvel UK me topé con la versión del Caballero Verde que he puesto a la izquierda. No es un personaje importante, ni creo que saliese en muchos más tebeos que aquellos de los noventa, pero nunca se fue de mi cabeza.

Creo que para entonces ya había leído los monstruos inhumanos de Lovecraft, pero no me habían resultado ni remotamente tan extraños y alienígenas como este personaje. Crecí rodeado de animales y plantas. Pasé muchas tardes en la parcela de mi padre, ayudando a regar, cosechando tomates, pimientos o habichuelas y siempre había visto a la 'naturaleza' (así, en abstracto), como algo positivo, como algo bello. Plantas una semilla, la riegas y surge del suelo, una planta que se llena de flores y te acaba dando frutos, que te regala alimento y muchas más semillas. ¿No es eso una fuerza positiva extraordinaria? ¿La promesa de la regeneración y la prosperidad?

Pero ahí estaba este caballero verde, destructor, enfermo de polución, inhumano y enloquecido. En el 92, cuando comencé a dirigir mi campaña más longeva, Akaram, incorporé este concepto y los dioses y espíritus de la naturaleza adquirieron ese halo tenebroso, inhumano, que creo que ha ayudado a hacer de esa campaña algo maduro, interesante y único. O no tan único. 

En estos treinta años he visto representado este mismo concepto muchas veces. Ahí están los terribles seres faéricos de Hellboy, o los del Laberinto del fauno, o mis favoritos: los de la Princesa Mononoke.


Cuando, pocos años después de empezar con Akaram, tuve la suerte de ver esta película en el cine quedé fascinado y encantado. Ahí estaba todo lo que había estado volcando en mi campaña de rol, refinado y depurado. Me gusta muchísimo esta película, el que no haya malos ni buenos claros, el que el conflicto entre civilización y naturaleza no pueda (si se piensa con cuidado) ser resuelto amablemente, el que los humanos no puedan prosperar sin que se extinga algo mayor, más poderoso y posiblemente más puro que ellos. Es triste y hermoso. Esa película me estremece. Me llega muy profundo.

Hay un poco de todo esto en 'Cuentos de hierro y pólvora'. Ya lo estaba en la campaña rolera que sirvió de inspiración (ya lo expliqué en este otro post). Ya estaban ahí las hadas inhumanas, las sacerdotisas sometidas a la diosa solar, modificadas en alma y carne por el poder que les confiere, ya estaban los colonos 'europeos' y los nativos del Nuevo Mundo, el olor a pólvora y la sensación de abandono, de fracaso. Pero si habéis jugado a rol ya sabréis que una partida no es como un relato o una novela. Lo que ocurre, el momento concreto vivido por los jugadores ocupa el centro y desdibuja el escenario, enturbia los mensajes con escenas de acción y jarras de la bebida alcohólica local. Llevaba años desean volver a estos temas, contarlos de nuevo y lo he hecho.

Con esta primera entrega de los 'Colonos de Tulgia' espero haber hecho mucho mejor homenaje a ese Caballero Verde de la Marvel UK, ese personaje oscuro y extravagante que tanto me afectó cuando iba a cumplir veinte años.


7.7.20

Cuento del cuarto de hora - Transnoche de ventilador

Esta mañana caliente, pastosa, transnoche de ventilador encendido y pátina de sudor seco, comienzo escuchando a Sabina, pero acabo deslizándome hasta Billie Holliday. Esta mañana de promesa de viento de levante en calma, me arrastro hasta el teclado sin saber si ya he desayunado. Esta mañana de poniente demasiado cálido, se me mezclan los recuerdos como canciones en una lista de reproducción desafinada. Miro el cielo demasiado azul sin entender cómo es posible que realmente haya escapado. Miro el cielo sin reconocerlo. ¿No debería ser gris atasco? ¿No debería ser marrón de Castilla? ¿Por qué me llega desde la ventana el rumor de las gaviotas? 

Tal vez nunca me marché. Sería bonito. Me levanto de mi silla de escribir, mientras me pregunto por qué es tan enorme, tan de gordo, y, mirando por la ventana, veo que no ha cambiado nada en mi calle. Tal vez sea verdad que aún no me marché, que los noventa aún no han empezado y que no he gastado décadas en cosas sin alma. Tal vez no he pasado la vida dedicado a abandonarme, a abandonarte, a buscarte a pesar de haberte encontrado. Tal vez no te he conocido, ni te he anhelado, tal vez no te perdí antes de conocerte, tal vez no haya llorado sin tener una razón.

Las gaviotas lo confirman. Chillan que no llegué a marcharme, que el mar siempre ha estado a mi lado. Una, que pasa muy bajo, como buscando, me dice que no acabé secándome, que las historias aún me habitan, que me sumerja en la bahía y juegue con las sepias, con los caballitos de mar, con los pulpos. Que me deje arrastrar por la marea y que permita que mi piel cambie de color según sople el viento.

Miro la pantalla en blanco y sé que deseo hacerles caso, a la gaviota, al viento que no sopla, a la transnoche, a Billie Holliday. Sé que las naves del viento, las canciones de piratas y los héroes fracasados esperan mis manos para poder vivir. Pero las veo viejas y gordas, resecas como si me hubiese ido durante décadas a un lugar demasiado seco para contener navíos y piratas, como si mis manos hubiesen pasado demasiado tiempo lejos del mar.

5.7.20

El viaje que llevó a Tulgia


El proceso que me llevó a escribir Cuentos de hierro y pólvora ha sido bastante largo. La semilla de toda esta locura se encuentra en unas partidas de rol que tuve el placer de dirigir hace más de viente años, unas partidas a las que llamamos Historias del Condado Gordiano. Mi grupo y yo llevábamos para entonces bastantes años con campañas típicas, campañas repletas de humanos de diversos tamaños, colores y tipos de orejas  —aunque en el fondo todos tan iguales a cualquier humano que nos olvidábamos frecuentemente de que no lo eran. Una de esas campañas tradicionales, repletas de ruinas antiguas, trolls y dragones que como director de juego ya me cansaban.

Les propuse intentar algo diferente y ellos aceptaron. Cambiamos de época y nos imaginamos una suerte de segundo continente, un remedo de las Américas de nuestro mundo. Lo poblamos con hadas y una colonia abandonada por su metrópolis, hicimos que la magia cambiase físicamente a los hechiceros y a los sacerdotes a medida que avanzaban en su arte. Les dimos pólvora y acero para que se enfrentasen a un enemigo armado de nigromancia. Fueron partidas intensas, repletas de acción, de las que atesoro un grato recuerdo. Partidas que, por supuesto, abandoné en uno de mis muchos cajones de olvido.

Muchos años después, mientras trabajaba en el ambiente motivador de un laboratorio de Internet de las Cosas, mis conversaciones con otro miembro del equipo, Alejandro, sobre Venezuela y sus tepuis me hicieron pensar en reforjar aquellas historias. El embrión de lo que ahora es el primer volumen de Colonos de Tulgia, lo escribí de corrido durante el nanowrimo de 2015, hace ya más de cuatro años. Los cuentos fluyeron de mi cabeza como el agua que cae por el Salto del Angel. Allí estaban los colonos abandonados, las hadas, la pólvora y el acero, incluso la sugerencia de la nigromancia, pero pronto descubrí que no quería situarlos en un mundo de fantasía a cuya explicación tuviese que dedicar ni una línea de texto. Por una vez quería que los cuentos fuesen sobre todo de los personajes y sus emociones, no del escenario. Descubrí que quería que estuviesen en nuestro mundo, pero también en un mundo que no fuera nuestro, y así acabé con la extraña ucronía que son las Colonias de Tulgia, Mientra escribía tuve la sensación de que había encontrado algo diferente, algo personal y extravagante a la vez. El resultado quemaba en mis manos, me pedía publicación. Aún así seguí mi política habitual de dejarlo reposar varios años y tras una mínima revisión inicial, dejé aquellos cuentos en el cajón de fermentar.

No los saqué de allí hasta mediados del 2018, en un momento en el que mi vida laboral me parecía particularmente desesperante y mi vida personal no mucho mejor. Me bastó una lectura rápida para descubrir que efectivamente allí había algo que merecía la pena. Algunos de los cuentos incluso me hacían llorar. Así que dediqué los escasos ratos que mi vida profesional me dejaba libre a revisar todo el material, a reescribir algunos cuentos y a engarzar un poco mejor unos con otros. Entre tanto intenté averiguar qué debía hacer para que tuviesen un acabado digno, sobre todo porque sentía que merecían la pena. Así fue como acabé contactando con la gente de Lyra, y con Cecilia para la portada y los dibujos interiores. Luego llegaron los anexos, el Punto Jonbar y todos los aditamentos que creo que enriquecen el libro.

Yo ya lo he tenido en mis manos. Con un poco de suerte pronto lo tendréis en las vuestras.

2.7.20

El desconfinamiento de un blog

He tenido este blog muy abandonado. Ha sido por buenos motivos, o, al menos, por motivos que a mí me han parecido buenos.

Antes del confinamiento dejé mi trabajo alimenticio —diría que ya lo conté en otra entrada, pero por si acaso lo vuelvo a decir— porque me dieron esa oportunidad, porque me apetecía y porque tenía libertad financiera más que suficiente, y me he dedicado desde entonces a una de las cosas que de verdad me llena: crear historias. Me gustaría decir escribir, pero tal vez es un poco pronto para usar esa palabra y crear historias es el núcleo de lo que amo de escribir. 

Cuando dejé el trabajo algunos me decían que me iba a aburrir, que tendría que coger otra cosa de lo mío en seguida para tener algo que hacer en ese contexto lo mio se supone que sería algo de programación o de ingeniería—, pero no. La realidad es que me han desaparecido manchas de la piel, que la sequedad del codo, que llegó a ser un problema serio, casi no se nota, que he perdido peso y que me siento relajado. Casi en paz. Faltaría que regresase el pelo a mi cabeza, pero eso sería más bien cosa milagrosa y no creo que los dioses se dediquen a hacer favores a los ateos practicantes y proselitistas como yo.

En este tiempo he dedicado todas las mañanas entre tres y cuatro horas a la escritura, aunque no solo a escribir. He estado leyendo artículos, libros y blogs sobre cómo escribir. En toda clase de ámbitos: desde normas básicas de uso de las comas, hasta reflexiones muy abstractas sobre ritmo o estructura de los relatos. He intentado hacer cursos, pero te ponen tareas y, de momento, eso de tener tareas me recuerda demasiado a trabajar. 

Además he estado escribiendo lentamente, cuidadosamente, reflexivamente aunque como veis no siempre evito la repetición, ni los superadverbios que bien usados me parecen supersvarios relatos para diversas convocatorias, más como ejercicio y reto que con auténticas esperanzas de resultar seleccionado. Creo que estoy aprendiendo bastante. Las últimas cosas que he escrito me parecen más sólidas, con mejor ritmo, y, para ser sinceros, con menos cagadas. 

O algo parecido. Soy muy de meter cagadas, que le vamos a hacer, pero ahora estoy intentando usar bien a los lectores iniciales me niego rotundamente a llamarlos betas, eso de beta lo dejo para mi vida previa de programador y estoy pillando buenos correctores para que me de un repaso a los textos antes de mandarlos a la convocatorias. 

También podría decir que estoy explorando/desarrollando mi estilo, pero mentiría. Algo se está fraguando, a mi pesar, preferiría ser un escritor que cambiase con cada historia y cuyo estilo no fuese reconocible. ¿Es tal cosa posible? No estoy seguro, pero me gustaría.

Yendo a lo práctico muy pronto estará 'Cuentos de hierro y pólvora', el primer volumen en este caso de cuentos, aunque conforman un todo unificadodel mundo ucrónico y de fantasía que he llamado 'Colonos de Tulgia'. Espero que en pocos días podáis disfrutarlo, se ha hecho con todo el cariño que he sido capaz. Y ahora que he desconfinado el blog, espero manteros informados sobre los siguientes proyectos que tengo entre manos.


19.4.20

Hasta las estrellas y más acá

Acabo de ver 'Ad Astra'. Una superproducción de Hollywood con un presupuesto de cien millones de dólares, y como casi todas las pelis de supuesta ciencia ficción de los últimos tiempos me ha decepcionado mucho. Desde el inicio ya empiezas a sospechar que toda la historia va de una única cosa: un niño abandonado por su padre, recorre un largo camino para reconciliarse con la idea de que realmente está solo y eso no es tan malo. Acaba uno por pensar que es algo que le pesó mucho a los guionistas o al director y tenía que contarlo para recorrer ellos mismos la misma tortuosa senda de aceptación. 

No sé, me parece mucho gastar cien millones para eso. 

La estética de la película es bastante correcta, los diálogos se ven forzados en algunas escenas, y en la parte más importante (las conversaciones entre el padre y el hijo en Neptuno), se quedan cojas, titubeantes. Da la sensación de que el guionista o el director se debate entre culpabilizar al padre y perdonarle, entre hacerle un tipo impresentable obsesionado con la idea de la búsqueda de vida inteligente y hacerle un padre que al final decide sacrificarse por su hijo.

En la trama y en el contenido 'científico' hay muchos problemas inexplicables, veamos unos cuantos:
  1. La Humanidad ha logrado construir una antena tan alta que se sale de la atmósfera (es donde empieza la película y la foto que he elegido para acompañar a esta entrada del blog). Sin embargo no ha construido un ascensor espacial, lo que queda claro porque las naves despegan en todos los casos mediante propulsión química como en la actualidad. ¿Ey? A ver, en la película se muestran conflictos, con corsarios incluidos, producto de las explotaciones mineras de la luna, o sea que la minería espacial es un asunto que da mucho dinero, al menos en la luna, y ¿¿se ha decidido gastar miles de millones en construir una antena para el proyecto SETI (algo que, la verdad, tiene muy poca probabilidad de éxito) en lugar de invertir en facilitar la minería espacial con un ascensor espacial??
  2. En la película se tarda desde la Luna a Marte 19 días, lo que es realmente rápido. Actualmente pensamos en más bien medio año, así que la nave es bastante rápida. La cosa es que la misma nave, que no parece haber cambiado nada es enviada a Neptuno y tarda 90 días. Eh.. A ver, la distancia entre la Tierra al Sol es de 1 UA, a Marte es de 1.52, a Neptuno es de 30,06 UA... o sea que hay como 60 veces más distancia entre las órbitas de la tierra a marte que desde marte a Neptuno. Incluso suponiendo que los planetas se encontrasen en los puntos más adecuados, parece sorprendente que sólo se tarde 3 veces más en llegar de Marte a Neptuno que desde la Luna a Marte.
  3. El padre del protagonista se ha pasado treinta años en Neptuno, aún ignorando lo que dice de que la fuente de energía de la nave anda fallando (todo ese tiempo??). ¿Con qué se ha alimentado? ¿Qué aire ha respirado? ¿Y el agua? La nave del proyecto lima parece demasiado pequeña para tener plantaciones hidropónicas y tampoco se muestran en la película. Tampoco se muestra un ingente tanque de agua del que pueda sacar oxígeno, ni un sistema de minería de hielo o algo parecido... 
  4. La fuente de energía y propulsión de la nave del Proyecto Lima, dicen que es antimateria, y que está provocando oleadas de ¿rayos cósmicos? que afectan a la Tierra. ¡¡Vaya un pedazo de reactor si sus 'escapes' pueden provocar tanto efecto!! Por otra parte el plan para acabar con el asunto es generar una enorme explosión nuclear. ¿¿Ey?? A parte de que bastaría con abrir el contenedor magnético de la antimateria para que todo explotase (no hay porqué llevar una nuclear allí), si pequeños 'estallidos' tienen tantos efectos en la Tierra, ¿¿qué efecto va a tener la aniquilación de toda la antimateria acumulada??
  5. El prota recibe un 'impulso' usando la explosión. Se ve que el guionista ha visto unos cuantos capítulos de Star Trek, claro que allí lo que hacen es deformar (supuestamente) el campo deflector (el escudo de la nave) para darle forma de cono o de torbera y capturar parte de la energía de la explosión. ¿La nave de Brad Pitt tiene un escudo semejante? Porque por lo que puedo imaginar pegarse a una enorme explosión nuclear-antimateria en el espacio dentro de una lata de refresco sólo le va a provocar cáncer terminal.
En fin, se puede hablar de otros muchos problemas que contiene la película, pero no merece la pena. Me ha quedado la idea de que alguien ha gastado cien millones de dólares para adornar con parafernalia espacial una historia sobre un niño abandonado por su padre.

12.4.20

Juegos reusados: La escalera Renorfiana

"El Gran Dalmuti" es un juego que puede ser realmente divertido si lo juegas por un buen montón de gente dispuesta o un pelín achispada; pero en las circunstancias actuales de confinamiento difícilmente vais a reunir a gente suficiente en torno a la mesa, así que te traigo una manera de usar la baraja para entretenerte con un juego que se puede usar incluso con dos personas: la Escalera Renorfiana.

La Escalera Renorfiana (también llamada 'Dinastías Renianas'), nació durante una de mis muchas partidas de rol: el personaje de uno de mis jugadores era un tahúr, así que buena parte del tiempo de juego requería describir y/o simular partidas de 'pueblo' en los que se jugase dinero. Tras mucha tirada de dados poco descriptiva cogí una baraja que estaba por allí (que resultó ser el Dalmuti) y creé un juego que es el que ahora os traigo. 

Si no tenéis esta baraja en casa os la podéis crear  vosotros mismos. No puede ser más fácil, contiene:
  • 12 cartas con el número 12 en las esquinas llamadas 'Peasants'
  • 11 cartas con el número 11 en las esquinas llamadas 'Stonecutter'
  • 10 cartas con el número 10 en las esquinas llamadas 'Shepherdess'
  • 9 cartas con el número 9 en las esquinas llamadas 'Cook'.
  • 8 cartas con el número 8 en las esquinas llamadas 'Mason'
  • 7 cartas con el número 7 en las esquinas llamadas 'Seamtress'
  • 6 cartas con el número 6 en las esquinas llamadas 'Knight'.
  • 5 cartas con el número 5 en las esquinas llamadas 'Abbess'.
  • 4 cartas con el número 4 en las esquinas llamadas 'Baroness'.
  • 3 cartas con el número 3 en las esquinas llamadas 'Earl Marshal'.
  • 2 cartas con el número 2 en las esquinas llamadas 'Archbishop'.
  • 1 carta con el número 1 en las esquina llamada 'Great Dalmuti', a la que nos referiremos en adelante como 'La corona'.
  • 2 cartas llamadas 'Jester' sin números en las esquinas, que pueden sustituir a cualquier carta en casi todos los casos, incluyendo la corona, siempre que vaya en una escalera o acompañada por otra carta del valor declarado.
Si os la hacéis vosotros procurad imprimir o dibujar sobre cartulina o papel muy grueso para que puedan usarse como cartas reales. 

La Escalera Renorfiana

El objetivo del juego es crear escaleras (es decir, secuencias de cartas con números consecutivos) lo más largas posibles y con las cartas más bajas posibles. Cada partida de este juego se le conoce como dinastía, y en las reglas con premio (ver abajo)  se suele jugar a tres dinastías o más. El juego se detiene cuando un jugador completa la 'Escalera Real Renorfiana' (es decir, cuando se logra tener una secuencia de todas las cartas desde el 12 hasta el 1), cuando se levanta la última carta del mazo o cuando se realiza una 'jugada ganadora' que no se contrarresta.

Preparación de la partida

Se separan del mazo la corona, los dos 'Archbishop', los tres 'Earl Marshal' y se dejan aparte. Se mezclan bien el resto de las cartas y se da a cada jugador 7 cartas (si hay más de 3 jugadores repartir sólo 5 cartas), se pone en la mesa cuatro cartas.  Se mezclan en el mazo las cartas apartadas, se baraja bien y se pone el mazo en la mesa al alcance de todos.

El jugador que haya ganado la última partida comienza a jugar y luego se juega en la dirección contrarias a las agujas del reloj.


Jugadas

En cada turno el jugador puede hacer alguna de las siguientes jugadas:
  • Poblar: sacar una carta de la parte superior del mazo y ponerla sobre la mesa, si se trata de un 'Jester' se lo puede quedar. Si se trata de cualquier otra carta tendrá que dejarla en la mesa.
  • Escalar: cambiar cualquier número de cartas iguales (se puede usar 'Jester' como una de ellas), para coger una carta de número inferior. Con dos cartas se puede coger una de un número inferior, con tres una carta con dos números menos, con cuatro con tres números nuevos. Así por ejemplo, es posible cambiar (dejar) dos 12, por un 11 (retirar de la mesa), o tres 7 por un 5. Esta es la forma de lograr cartas de valor más bajo.
  • Descender: es posible cambiar una carta de un número inferior por tres o más cartas de números superiores. Si sólo las separan un número, se cogen tres cartas, si los separan dos números, cuatro cartas y así. Por ejemplo, sería posible dejar sobre la mesa un 11 para coger tres 12, o un 10, para coger cuatro 12, o un 4 para coger tres 5 o cuatro 6, o cinco 7. Esta es la forma de ir aumentando la mano.
  • Impuestos: un jugador puede poner la corona (1) en la mesa, a cambio cada jugador debe darle dos cartas de su mano. Excepto si el jugador tiene tres cartas o menos, ya que entonces está exento. 
  • Revolución (jugada ganadora): si se dispone de doce 12s y algún miembro de la iglesia (5 o 2), se pueden poner sobre la mesa para declarar una revolución. A no ser que otro jugador deje sobre la mesa dos 'Knights' (6), el jugador que declara una revolución gana la partida. Si se aborta la revolución todas las cartas usadas se quedan en la mesa.
  • Coronación (jugada ganadora): un jugador puede colocar sobre la mesa un miembro de la iglesia (5 ó 2), un noble (3 ó 4), y cuatro 'Knights' (6), con lo que ganaría la dinastía excepto si un jugador deja sobre la mesa un 'Archbishop' (2) en respuesta. En caso de ser abortada la coronación deben dejarse todas las cartas sobre la mesa, excepto el noble que puede recuperarse.
  • La Gran Confusión (jugada renovadora): si un jugador coloca los dos jesters sobre la mesa junto con un miembro de la iglesia (5 ó 2), un noble (3 ó 4) y tres 'seamstress' (7), la dinastía queda anulada y debe comenzarse de nuevo desde el principio.
Los jugadores no pueden pasar, así que si no pueden hacer ninguna otra jugada (o no quieren) deben poblar forzosamente.

Final de dinastía

La dinastía se acaba cuando alguien logra hacer una de las dos jugadas ganadoras o la jugada renovadora, o cuando alguien logra completar la 'Escalera Real Renorfiana' (todas las cartas de 1 a 12), o cuando se destapa la última carta del mazo. En este último caso el jugador ganador es el que presente la escalera más larga. En caso de empate el que tenga en la escalera la carta más pequeña, y en caso de empate el que sume menos puntos entre todas sus cartas.

Variante con premio

Se dispone en la mesa el premio (la última cerveza que quede, la última magdalena o algo parecido). Se juegan dinastías hasta que alguien gane tres dinastías o logre completar la 'Escalera Real Renorfiana'. El que lo logre será el ganador del premio.

Variante con castigo

Se acuerda el castigo (como hacer los baños, o lavar los platos). Se juega como la variante con premio, pero el ganador escoge quién 'sufre' el castigo.




10.4.20

El problema de soportar tres cuerpos

No sé porqué, desde que vi por primera vez "El problema de los tres cuerpos" en un gran almacén tuve reticencias a comprarlo. He comprado muchos Hugos y muchos Nébulas a lo largo de mi vida simplemente por serlo, y la mayor parte de las veces ha sido un acierto. Sin embargo, con este libro con sólo hojear algunas páginas algo me rechinaba. Tenía razón, debí hacerle caso a mi intuición y no leerlo.

La lista de premios de esta 'novela' es impresionante, incluyendo nuestro nacional Ignotus y la lista de personas que lo recomiendan es aún más impresionante. Sin embargo, como digo, siempre he sido reacio a comprarlo. Hace unas semanas vi en Netflix la película de 'La tierra errante' y quedé asombrado de que fuese una sarta de disparates tan enorme que no podía creer que saliese la idea original de un ganador de tantos premios, así que finalmente me lo compré y lo descargué a mi libro electrónico.

He de reconocer que me ha costado, mucho, terminarlo, y creo que es la primera vez que puntúo con una estrella en goodreads. El comienzo, bueno, no está mal, cosas de la Revolución Cultural con algún discurso que suena estentóreo y planfetero, pero, bueno, aceptable, y así conocemos un poco de la historia reciente china. Lo malo es que luego no hace sino empeorar.

Lo que ocurre después me hizo pensar que aunque se vendiese como ciencia ficción (en la ficha de la wikipedia inglesa dice 'dura', la verdad, me parto pensando en calificar esto de 'hard') empezaba a parecer horror cósmico. Nunca me ha dicho mucho ese género (aunque he leído todo lo de Lovecraft y amigos, e incluso algún artículo sesudo sobre lo que significa y por qué se popularizó), así que en esa parte empecé a perder interés, pero lo malo es que lo que viene después es mucho peor. Se inicia una especie de thriller policíaco de sectas y venganzas turbulentas muy poco creíbles, que intentan justificarse con una larga historia sobre un eremita americano muy rico. Luego el libro se termina con una extensa explicación de lo que 'pasa en realidad' que me ha puesto los pelos de punta por lo increíblemente absurda que es.

No se trata de que sea poco respetuoso con la ciencia que conocemos, ni que use cosas que son seudociencia, es peor. No sé ni cómo calificarlo, es 'cientificuchismo'. Se usan elementos de la ciencia reales como mera decoración de una historia que a duras penas se sostiene y que a cada paso parece necesitar una nueva vuelta de tueca, un nuevo Deus ex Machina para sostenerse. Esto no es ir más allá de la ciencia actual, ni es especular con lo que pasarías si cambiases una de sus reglas (todo lo cual es legítimo e incluso interesante), es ignorar la ciencia en pos del espectáculo superficial.

El mejor ejemplo de ello es el propio 'Trisolaris' que el autor sitúa en Alfa Centauri. La ficha de la novela en wikipedia enlaza con la ficha del sistema solar y, oh, vaya, es cierto que es un sistema de tres estrellas, pero no es un sistema caótico que se corresponda ni con la formulación del problema clásico de los tres cuerpos ni con lo que el autor describe en el libro. No, el sistema es un sistema binario estable, con una tercera estrella orbitando bastante lejos al rededor de las otras dos. En estos tiempos que corren averiguar eso cuesta diez minutos. El autor podría haber situado a los trisolarianos en algún sistema distante de tres estrellas, pero ha decidido usar nuestro sistema vecino, no sé muy bien por qué, porque le parecería más molón; supongo. (Por cierto, imaginar cómo el polvo interestelar puede colapsar en forma de un sistema ternario con planetas, pero caótico es realmente difícil. Si tenía una configuración de tres núcleos de masa, ¿¿no es mucho más probable que acaben chocando dos y formen un sistema binario no caótico?? Claro que eso implica pararse a leer cómo se forman los sistemas estelares).

La obra está repleta de chapuzas de ese calibre en cada capítulo: si la civilización que describe puede hacer lo del 'sofón' y bloquear por completo la radiación de su planeta tan sólo para hacer lo que hacen, ¿por qué no viven simplemente en el espacio en estaciones remotas? ¿O, ya puestos, por qué no usan ese bloqueo de radiación que generan en un momento dado del proceso para proteger al planeta en los momentos de calor abrasador? Queda claro que serían capaces de movilizar cantidades ingentes de energía (según el libro mediante antimateria, eso también habría que hablarlo largamente), pero supongo que la idea de que se apañen allá mismo en su sistema o en el espacio no mola tanto como montar una complicada invasión (que no sé de qué les va a servir, la verdad, dado que han evolucionado allí, tanto les valdría la Tierra como Marte, y incluso Venus para vivir). 

Por cierto, los sofones los construyen ignorando el modelo estándar (en el modelo estándar el protón sería puntual, así que lo que dicen de que pueda transformarse en un agujero negro... ah, parece que tampoco ha leído sobre lo que es un microagujero negro ni lo que durarían... en fin) y sin embargo 'se comunican' usando el entrelazamiento (que, por cierto, es una de las cosas que el entrelazamiento no permite hacer, la comunicación más rápida que la luz, pero para qué agobiarse leyendo un poquillo a fondo de las cosas que vas a escribir). Como he dicho antes, parece que el autor ha decidido hacer una obra de fantasía, pero la ha salpimentado de términos científicos que ha leído en alguna revista de divulgación sin prestar demasiada atención.

Al libro no le salvan tampoco los personajes, que no me resultan nada creíbles (en muchos casos los diálogos son simplones y carentes de interés), ni la trama que como he dicho parece recurrir constantemente a conejos sacados de una chistera para seguir adelante. Y mejor no hablar de lo muy humanos que parecen los aliens trisolarios cuando el libro se centra en ellos, hay libros en los que la vida no humana está muchísimo mejor retratada.

Sinceramente, no sé que le ven los que lo recomiendan. Yo no lo recomiendo para nada, y no creo que lea nada más de este autor.