23.2.24

Un poco de placer lector. Cita con Rama.

Llevo todo el comienzo del año sufriendo decepciones lectoras. He leído desde novelas de los tres géneros hasta clásicos muy reconocidos del s.XX e incluso del s.XIX, y abandonando muchas de esas lecturas, en la mayor parte de los casos por aburrimiento. Mis dos intentos de lecturas de ciencia ficción, han sido decepcionantes por motivos diferentes: una porque resultó ser fantasía (tenéis un artículo sobre ello) y la segunda porque era más bien una historia de supervivientes de un apocalipsis (uno original, al menos), muy cercana al género de zombis. Iba tocando volver a alguno de los clásicos de la ciencia ficción, para darme un respiro en mi frustración, y me he decidido por Cita con Rama.

A Arthur C. Clarke no le he leído casi nada. No tengo muy claro porqué, tal vez porque mi experiencia con alguno de sus cuentos más famosos me resultó decepcionante en su momento, cuando los leí hace más de treinta años. Me parecieron muy flojos en comparación con los relatos de Asimov o Pohl. Tal vez, porque tengo muchos problemas con las leyes que llevan su nombre, en particular con la tercera que me parece no solo falsa, sino problemática por lo mucho que la aprecian los autores de cienciasía. No. Apreciarla es decir poco. Los autores de cienciasía la adoran, les da la justificación para escribir los desastres que escriben y les ayuda a que no se les caiga la cara de vergüenza. Sea cual sea la razón llevo casi cuarenta año postergando la lectura de la trilogía de Rama. Ya iba siendo hora de hacerlo.

La primera novela de la trilogía, Cita con Rama, fue publicada en 1972, es decir cuando yo tenía dos años, puede que uno, y lo ganó... en fin, todo, en los años siguientes. Es por lo tanto cinco años anterior al magnífico Pórtico, de Pohl, tres a Los desposeídos, de K. LeGuin; aunque posterior al estreno de 2001, la película por la que más se conoce el trabajo del autor. Es algo posterior a los pronósticos del Club de Roma, y se adelanto por un poco a la primera crisis energética del planeta, que el dicho club había predicho. Estamos en cualquier caso en ese contexto de primera consciencia fehaciente de los límites del crecimiento humano, que luego será tan visitado en la obra de Pohl. La obra que hoy tratamos aún se sustenta en el tecnooptimismo de crecimiento infinito de los cincuenta, pero ya anuncia algunos destellos del pesimismo de obras como Pórtico, sin zambullirse en el nihilismo punk que acabará cristalizando en el ciberpunk, de los años ochenta. Creo que sería una obra muy adecuada para estas generaciones de lectores jóvenes que parece que buscan mensajes positivos (desde mi punto de vista erróneamente), en las nuevas obras, imagino que cansados de haber nacido en una época en la que el desastre parece ya inevitable.

Debido al esmero que el autor pone en el realismo científico, la obra no ha envejecido mal, aunque peca de optimismo en cuanto a la exploración y colonización espacial, y resulta naïf en cuanto al tratamiento de los problemas de los límites del crecimiento humano. Es sorprendente que hable de que están intentando mantener la población mundial por debajo de los mil millones cuando ya en la época e la publicación de la obra rondaban los cuatro mil millones. Como siempre la obra fracasa al no imaginar los massmedia de nuestra época (internet, redes sociales y demás) o posteriores, la evolución de las corporaciones internacionales y demás detalles 'feos' de nuestra realidad, pero por lo demás se siente aún bastante creíble.

Me sorprende, y preocupa, que una obra tan cuidadosa en lo científico les quite a los astronautas sus escafandras. ¿Por qué esa manía en poner en peligro a las tripulaciones exponiéndolas a un aire alienígena de un millón de años? Es un asunto que se repite demasiado. Casi todas las series de televisión acaban cayendo en lo mismo e incluso los autores más serios de novela de CF también. ¡Dejad las escafandras puestas! Incluso cuando el interior de Rama despierta y se verifica su naturaleza biológica los integrantes de la expedición siguen respirando el aire de allá dentro.

También se apunta un novum muy difícil de creer (la acción sin reacción), por mucho que los tecnobobos, digo, los tecnooptimistas insistan una y otra vez en buscarlo como los idiotas que intentan construir las máquinas de movimiento perpetuo. En cualquier caso, ese novum, no es el principal que es simplemente la existencia de una nave intergaláctica.

A cambio tiene detalles buenísimos, como el hecho de que todos los astronautas estén esterilizados para evitar que la radiación del espacio provoque el nacimiento de bebés deformes o mutados y sus gametos están preservados por congelación.

Un placer disfrutar de un poco de lectura de ciencia ficción dura, aunque esté un poco envejecida y aunque haya un mucho de 'contar' en lugar de 'mostrar' de ese que ahora parece inaceptable para muchos lectores y editoriales (que, sin embargo, aceptan las tonterías de la cienciasía, como la detestable 'el problema de los tres cuerpos', sin pestañear).

Muy recomendable.