31.12.23

Clases del maestro

 

Termino el año con mi segunda lectura de cinco estrellas.

Para ser mi autor favorito llegué a Cortázar muy tarde. No lo tuve entre mis manos hasta que trabajaba, sumido completamente en mi vida corporativa. Resulta extraño dado que leí Pedro Páramo o Cien años de soledad en el instituto y muchas más obras que se podrían encuadrar dentro del realismo mágico sudamericano durante mi estancia en la universidad. Resulta raro sobre todo porque el realismo mágico me gusta mucho y durante algunos años, los últimos de la carrera, estuve leyendo todo lo que pude encontrar de esos autores así como a Borges y otros autores próximos. Incluso estuve buscando y leyendo en ese tiempo a cuentistas de la región anteriores cronológicamente. Sin embargo, Cortázar no llegó a mí hasta que me prestaron uno de sus libros en la oficina.

Recuerdo que la primera antología de cuentos que leí incluía el cuento El perseguidor y que me impactó mucho. No. No lo he expresado adecuadamente. Ese cuento concreto me sacudió profundamente, le dio la vuelta a algunos conceptos importantes en mi mente y su lectura puedo calificarla como catarsis, de hito muy relevante en mi biografía personal. Este cuento larguísimo me hizo reflexionar largamente sobre el concepto de perfección y la inutilidad de perseguirla. Tras leer la historia de Johnny Carter no tuve más remedio que postrarme a los pies del maestro y rendirle pleitesía leyendo todo lo que he podido conseguir a lo largo de los años y casi nunca (excepto por algún cuento temprano de terror, que, como siempre, me ha dejado indiferente) me he sentido decepcionado.

Esta transcripción de unas clases que dio en Berkeley en 1980 (fecha en la que yo, con menos de diez años, andaba perdido en reflexiones sobre la religión, buscando una fe y alcanzando mi fuerte convicción sobre la inexistencia de dios; vivencias que recuerdo vagamente) contiene muchos de las afirmaciones que le he escuchado en otras entrevistas y artículos, incluyendo sus explicaciones de las diferencias entre novela y cuento que ya he mencionado alguna que otra vez, así como se percibe como el cuento que he mencionado fue para él un relevante punto de inflexión en la escritura.

Da gusto escuchar a Cortázar decir que la imitación de aquello que admiras raramente va a generar una obra que persista en la memoria, por mucho que inspirarse en ellos sea razonable o incluso admirable. Yo pienso de forma similar: prefiero mil veces una historia pobre pero personal de alguien, siempre que haya salido de sus entrañas, que un retelling o un fanfic por fascinante o bien escrito que esté. Creo que no hay que copiar, sino devorar, digerir lentamente tus textos favoritos hasta hacer propios a tus maestros y vomitar así tu propia mierda en lugar de apoyarse tanto en el perfume sublime del pasado.

Da gusto escucharle decir que por mucho que le guste divertirse escribiendo o jugar con las historias, el exceso de restricciones técnicas (tipo evitar una vocal en toda una novela o fijar de forma rígida unas reglas arbitrarias) por lo general matarán la intensidad de una obra y seguramente le restarán capacidad para impactar, para dejar una huella persistente en el lector. A mí me interesan las obras cortas creadas como retos, como ejercicios, pero cuando estos planteamientos se transforman en lo importante, en lo central de una obra, también me parece que se trata solo de 'circo', de un 'más difícil todavía' que me interesa mucho menos que un autor que sinceramente intenta expresar lo que lleva dentro. 

Da gusto escuchar cómo le contesta a uno de sus alumnos norteamericanos cuando le pregunta si escribe para un determinado tipo de lector (algo que puedes encontrar en muchos videos y tutoriales como un elemento fundamental para tener éxito en todo esto de escribir: todo ese rollo de 'conoce a tu lector') que él escribe solo pensando en que no escribe solo para él mismo y que si el escritor piensa demasiado en el lector para el que escribe entonces se autolimita o incluso se autocensura. Da gusta escucharlo cuando me han llegado a decir personas a las que aprecio cosas como que no existe eso llamado 'autocensura'.

En definitiva merece y mucho escuchar al maestro cuando habla de literatura, aunque la parte política, que ocupa demasiado parte de estas clases e incluso de la parte final de su obra, haya quedado en casi todo desfasada después de más de cuarenta años.

14.12.23

Algunos podcasts que he estado escuchando

 

Hoy os traigo una lista de recomendaciones de podcasts literarios con una mezcla heterogénea entre creación, reseñas y simples locuras. No dejan de ser los que he estado oyendo últimamente. No consideréis esta lista como la de los mejores, ni siquiera de los buenos o de los que recomiendo. Como ya he dicho no son más que unos cuantos podcasts que suelo escuchar.

Empecemos por el que me parece más serio y completo: Windumanoth. Esta parte de la revista de cuyo nombre nunca consigo acordarme ni pronunciar correctamente es de lo más serios y completos que podrás encontrarte. Los programas son largos o incluso muy largos, con formato de programa de radio tradicional, y los autores tienen el cuidado de posteriormente cortarlos en los tres o cuatro fragmentos temáticos que contienen, de forma que en la misma plataforma pues encontrarte las secciones separadas para que puedas escuchar solo lo que te interesa.  Podrás encontrar en estos programas, como en la revista a la que pertenecen, toda clase de contenidos desde novedades, hasta entrevistas a autores del mundillo, pasando por tertulias temáticas bastante interesantes. La única pega que le encuentro es que últimamente hay muchísimo contenido de terror que, como sabréis ya de sobra los que me leáis, simplemente no me interesa.

El siguiente podcast que merece la pena comentar es el brazo hablado del taller en que participo semanalmente: La Escribiteca de Alicia Pérez Gil. Este podcast que empezó casi como una versión narrada las propias lecciones que Alicia publica en su plataforma de enseñanza, pero hay que reconocer que poco a poco se está volviendo más y más interesante, sobre todo desde que está trayendo al programa a personalidades de ámbitos diferentes, aunque relacionados con esto de la escritura, y que no te vas a encontrar en los otros podcasts que tienen más ambición de revista literaria habitual (o sea que parecen estar vendiendo libros). Además Alicia se toma este contenido con su seriedad habitual cuida la edición y restringe la longitud a la justa y necesaria. Muy recomendable.

Un podcast del que escucho todos los programas (a pesar de su insistencia por el rollo zombi) es el de Otros Mundos, que es el de otra de las escuelas de escrituras a la que atiendo: Phantastica. No hay muchos programas y el contenido es un tanto disperso, pero la edición es cuidada y la longitud muy razonable.

Otro podcast que he estado escuchando muy a menudo este año ha sido Droids & Druids. Este grupo de amigas lleva ya cuatro temporadas en línea, se han ido volviendo más y más populares, han creado una revista en torno al programa y casi un embrión de editorial. En los premios de la Hispacón de este año brillaron con un éxito colectivo y personal de forma evidente y dentro de dos años serán las responsables de la reunión de la asociación. Tengo que reconocer que empecé a escuchar los primeros programas de este podcast con gusto. Se nota y notaba que hacen el contenido con el gusto y la pasión propia de la juventud, pero al final he dejado de seguirlas. El podcast contiene demasiada alegría y gusto por todo de lo que hablan. A ratos me espantaba la inocencia que mostraban al hablar como descubrimientos sorprendentes y apasionantes de temas que son muy viejos y más que conocidos, y sobre todo que todo les pareciera chulo, mono o cuqui. Si esta pasión desaforada no os molesta como a mí (que soy enemigo de Peter Pan y fan de Garfio), el podcast es muy recomendable (con entrevistas muy interesantes) y las chicas que lo llevan van a ser muy relevantes en la comunidad durante los próximos años.

También he intentado escuchar Furia en la Librería pero tampoco es para mí. Donde las chicas de Droids & Druids destilan pasión y amor por lo que hacen, en Furia parece haber demasiado caos como para quedarme a escucharlo.

Finalmente os puedo recomendar un podcast que he empezado a escuchar recientemente: Lectores anónimos. Los programas son de tamaño controlado y habitualmente monotemáticos, lo que es de agradecer. Y las pocas entrevistas que he podido escuchar me han gustado mucho, destacando sobre todo la que le hicieron a Ferran Varela. No es aún del nivel del primer podcast que he comentado, pero podría llegar a estarlo.

12.12.23

Cien libros (I)

 

Este año me había propuesto leer un total de cuarenta libros pero encontré Todo va a mejorar, el libro póstumo de Almudena Grandes, en Audible y la aplicación me ha permitido extender mi objetivo de lectura hasta los cien. Nunca me había planteado escuchar audiolibros por la misma razón que hasta hace muy poco tampoco escuchaba podcasts: me siento más cómodo y tengo la sensación de leer mucho más rápido sobre el texto escrito. La velocidad a la que el podcast o el audiolibro tienen por defecto me parece escasa. El medio oral por lo general me parece cansinamente lento, aunque el audiovisual, los videos que dominan las redes, es aún peor. Me agotan por su extrema parsimonia y el ratio elevadísimo de paja versus fondo. 

En el caso de contenido formativo resulta desesperante.  Cuando me enfrento a un texto técnico o un ensayo puedo leer en diagonal las partes que no aportan nada o que ya conozco, incluso las partes que sé que están equivocadas o caducas, en el caso de un video o de un podcast no me queda otra que tragarme ese sobrante, que, en el caso de los videos, suele además estar acompañado de actuaciones flojas de actor aficionado, sonrisas forzadas y otras pantomimas de lo más básicas. Al menos en los audiolibros puedes poner al narrador a hablar a x1.2 sin perder calidad y los lectores suelen ser actores formados en escuelas de doblaje.

Por otra parte cuando te dedicas a caminar, como yo estoy haciendo todas las mañanas, por eso de acumular kilómetros, gastar calorías y mejorar un poco tu salud, la opción de escuchar obras literarias interesantes mientras caminas resulta más razonable que volver a escuchar de nuevo tus viejas listas de música que tienes más que agotadas o arriesgarte con novedades que están lamentablemente dominadas por el insufrible reguetón. 

Cien libros dan para hablar de muchas cosas y no me gusta publicar entradas muy largas en este blog, así que iré haciendo en los próximos días varias aportaciones para resaltar uno u otro aspecto de mi lista de lecturas de este año (que creo que podréis encontrar en goodreads). 

Empecemos en este primer artículo con los libros a los que he dado mejor puntuación este año.

Cinco estrellas:

Es muy difícil que yo ponga esta calificación en goodreads. Básicamente el texto me tiene que parecer inmejorable, debe además ser original en algún sentido y, finalmente, tiene que haberme llegado a las tripas de forma que, en conjunto, debe tratarse de una obra que vaya a recomendar durante muchos años, que incluso voy a regalar a conocidos. Una obra maestra que me haya, además, alcanzado el corazón.

Este año solo una antología ha alcanzado esta calificación La glándula de Ícaro, de Anna Starobinets. Estos cuentos me ha parecido modernos, inquietantes, relevantes y emotivos. Todo lo que espero encontrar en cuentos de ciencia ficción que se tomen en serio a sí mismos. Jamás hubiese pensado en comprar esta antología dado que la autora es calificada habitualmente como La reina del Terror, incluso por sus editoriales, pero estos relatos no son de terror (cosa que a mí habitualmente me aburre), sino excelente ciencia ficción oscura, situados, además, en nuestra época y tratan temas relevantes en la actualidad. 

Muy recomendable. Ya lo comenté en un artículo anterior de este mismo blog.

A parte de esta antología también califiqué con cinco estrellas un mini ensayo de Ian McEwan, porque lo que decía me pareció increíblemente acertado, aunque luego he podido comprobar leyendo obras suyas que de lo que dice a lo que hace hay muchas distancia y sobre todo un fallo importante en la ejecución.

Cuatro estrellas:

Aunque tengo que reconocer que me cuesta bastante poner cuatro estrellas este año he dado esta calificación a muchas obras. Veamos algunas de las más relevantes:

El lugar de Annie Ernaux: no conocía esta autora hasta este año y me gusta muchísimo. Su prosa desposeída de todo artificio, pero que, sin embargo, tiene la cualidad no solo de atraparme sino de emocionarme profundamente se ha convertido en un ideal a perseguir. De todas las obras y ensayos que le he leído este año sin duda esta novela minúscula, es la que más me ha llegado, hasta el punto de las lágrimas. No puedo recomendarla más. De la misma autora el ensayo La escritura como un cuchillo, también me ha parecido imprescindible para aquellos que quieran escribir algo que no sea mera repetición de fórmulas gastadas.

La hoja roja de Delibes: aunque había leído muchas obras de este autor no había leído algunas de las más famosas ni tampoco esta. Me ha encantado: el artefacto literario de la repetición con variaciones de discursos me ha parecido perfecto para representar el final de la vida de un hombre anciano y retirado y de su criada de baja formación. Muy recomendable. Sin embargo, he abandonado a la mitad la mucho más famosa Cinco horas con Mario, que usa casi el mismo artefacto literario pero que en este caso me parece fuera de lugar, artificioso y que me hace aún más insoportable a esa mujer que no para de hablarme de un mundo que por suerte ya no existe y que debemos intentar que no vuelva a existir votando en contra de los nostálgicos verdes que lo quieren de vuelta.

El despertar del levitán de James Corey: me resulta muy difícil encontrar novelas de ciencia ficción más o menos recientes que me parezcan creíbles e interesantes a la vez. Había visto, evidentemente, la serie que han hecho a partir de estos libros y me había parecido casi toda excelente; pues bien, he decidir que al menos este primer libro (el único que está en español en Audible), me parece incluso mejor que la serie. Muy recomendable.

Las cosas que perdimos en el fuego y Los peligros de fumar en la cama de Mariana Enriquez: me gusta esta autora, me cae bien. En estas dos antologías he encontrado muchos relatos magníficos, particularmente el primero de Las cosas, me pareció excepcional. Incluso los más clásicos de terror, con casas encantadas y demás clichés, aunque me aburrieron un poco, me parecieron excelentes. Además uno de los cuentos que contienen estas dos antologías es el mejor y más divertido cuento de fantasmas que he leído nunca. Muy recomendables ambas. Sin embargo de las dos novelas que le he leído este años, la primera y más famosa, Nuestra parte de la noche, la abandoné tras el primer quinto tras aburrirme hasta la saciedad, y la segunda y más antigua, Bajar es lo peor, la terminé pero sin que me dijese gran cosa. 

Cara de pan de Sara Mesa: esta autora, a la que le he leído varias novelas este año, ha sido otro descubrimiento inesperado. Esta novela en particular me parece muy recomendable. Una novela mucho más inquietante de lo que suelo encontrarme en el género de terror y al tiempo humana y creíble.

Lo que ruge de Izaskun Gracia Quintana: otra antología con relatos que me han llegado, me han parecido sorprendentes y recomendable y que de nuevo no hubiese comprado porque están calificados como de terror.

Un mundo helado de Naomi Novik: me regalaron las navidades pasadas Un cuento oscuro que no me gustó mucho. Me pareció lo que es: un retelling no muy interesante de la Bella y la Bestia, y más concretamente el protagonista me recuerda demasiado a una de las peores Bestias que he visto, la de las películas de Disney. Sin embargo, esta otra novela, que no deja de ser una reinterpretación (más que un retelling: los retelling suelen aburrirme porque acaban apoyándose demasiado en el efecto nostalgia) del cuento de la hilandera de paja, me ha fascinado por el juego de los diversos narradores, personajes femeninos muy diferentes en circunstancias, historia y trama y que sin embargo están hablando del mismo problema y lidiando con sus correspondientes antagonistas masculinos y brutales. Todas ellas se enfrentan a un hombres embrutecidos y que sin embargo son a su vez muy diferentes en historias y tramas. Un juego fascinante que solo se derrite en un clímax que me parece que no está a la altura.

Termino de momento con Lolita obra de la que había leído muchos fragmentos en diversos talleres y cursos, y de la que, claro, había visto varias películas. La obra es fascinante por el juego de espejos al que nos lleva ese narrador odioso, pero sobre todo mentiroso a más no poder, de cuya historia debemos dudar desde el principio hasta el fin, de la que podemos dudar incluso hasta de la existencia de la propia Lolita.

En los próximos post hablaré de mis favoritos de este año en diversos géneros y tipos de obra.

9.12.23

Personas y firmas

 

Va siendo hora de hacer un repaso a las firmas que conseguí durante mis visitas de este año a los festivales literarios y de paso a las personas que he conocido tras ellas.

Empecemos por Ferran Varela. Compré este librito, La danza del gohut, durante la Hispacón en una de las visitas que hice al stand del Transbordador. Acababa de terminar el libro anterior y me puse casi de inmediato con él mientras esperaba en algunas de colas. El principio no me gustó mucho, pero luego la prosa me pareció extraordinariamente trabajada y me recordó mucho al R.R. Martin. Durante la siguiente charla me encontré con que Ferran formaba parte de la mesa, detalle en el que no me había fijado. Me pareció un tipo cercano y mucho más normal que sus tremebundas historias, así que me acerqué y le dije lo que pensaba: que la prosa de esta novela corta me parecía ultratrabajada y que me recordaba al Martin. Me lo agradeció y me dedicó el libro, como podéis ver a la izquierda.

No mucho más tarde tuve la suerte de tomar unas cervezas con la gente de Phantastica y del Transbordador, y Ferran estuvo con nosotros. Me pareció una persona sencilla y amable. Hace no mucho he tenido la oportunidad de escuchar la entrevista (enlazada arriba en su nombre) que le hicieron los de Lectores anónimos y tengo que decir que me siento identificado con muchas cosas de las que dice, especialmente con la idea de que mientras escribo sus historias los personajes me llevan un poco por donde quieren y que el texto en sí muchas veces manda y acaba por crear detalles que incluso cambian el trasfondo.

Este año he tenido la suerte de que me publicasen uno de mis relatos en la primera antología de Historias Phantásticas de la Editorial Transbordador y aún he tenido más suerte al coincidir con muchos de los autores a lo largo de este verano.

A Juan Luis Muñoz Villar autor del relato El pasajero de Atenea me lo encontré en el Celsius donde tuvimos la oportunidad de charlar de varios temas, incluidas algunas reflexiones que me preocupan de la actualidad y el futuro de la ciencia ficción. Me lo volví a encontrar durante la Hispacón donde compartimos cervezas y ceremonia de entrega de premios.

A Gloria T. Dauden autora del relato Circulen. Aquí no ha pasado nada, de relatos y novelas que hace ya tiempo que he estado leyendo tuve la suerte de encontrármela en el centro de Cádiz, en una librería/pastelería y pude compartir con ella, café, tarta y una larga charla sobre literatura y creatividad.


A Neus Martín de Vidales Ortiz autora del relato El aliento del viajero, así como a Virginia Orive de la Rosa autora del relato Aunque sean gilipollas (uno de los que se publicó en Windumanoth) me la encontré en la Hispacón y compartimos cervezas una tarde junto a Juan Luis y otro de los participantes en la antología: Daniel Badosa Moriyama autor de Esa era su voluntad que fue muy amable no solo conmigo sino con mi pobre relato.

Aquella tarde en una especie de terraza/patio pudimos hablar de muchas cosas bajo una lluvia persistente aunque liviana que que amenazaba constantemente con cortar la conversación sin lograrlo no sé si por su timidez o por las ganas que teníamos los presentes de seguir hablando.

También fue especialmente amable con mi relato Susana Vallejo una de las fundadoras de Phantastica y una persona encantadora que he tenido la suerte de encontrarme (junto a Sergi Viciana) en los tres encuentros: Celsius, Hispacón y 42 y que además de haber participado en charlas, o haber hecho de controladora de algunas salas estuvo hablando de sus dos últimos libros: Nueve días en el jardín de Kiev (una novela de ámbito fantástico a caballo entre varios géneros) y La familia Delorean viaja por el tiempo (una novela juvenil).

Durante el Celsius habló de la primera y tuve la oportunidad de preguntarle sobre el final de la novela, que me había parecido algo surgido espontáneamente de la escritura de la misma más que algo premeditado y que ella me dijo que no era así, que siempre lo había tenido en mente. Además en el Celsius tanto Sergi como Susana, cuando me los encontré casi al principio del festival, estaban junto a David Mitchell y por esa casualidad tuve la oportunidad de cruzar un par de palabras con él.

No fue nada buscado, simplemente pasó así: espontáneamente. Durante el Celsius que era mi primer festival de esta clase, he de reconocer que estaba bastante perdido y estuve bien a mucha gente que conocía nada excepto por redes (como a Marina Tena) o de mucho tiempo a atrás como Carlos Sisí, con el que estuve charlando un rato recordando los viejos tiempos de la ficción interactiva o elucubrando de los tiempos próximos por venir, mientras él esperaba a su turno de presentación en la carpa central.

También el Celsius asalté a Lola Robles y a Victor Conde y conseguí el siguiente par de autógrafos.














Y muchos más como los de María Concepción Regueiro Digón, 


O Isabel del Río, que lo petó en el Celsius.


Durante la Hispacón asalté a Alfredo Álamo solo gracias a que Pak me avisó de que estaba justo detrás en su propio stand cuando compre After Punk.


Y por fin en el 42 tuve la oportunidad de pedirle la firma a Marina Tena y de paso tomar unas cervezas con ella y algunos de los otros ganadores de los premios del festival.


Todos estos autores son gente accesible y amable. Me gustó especialmente el trato con Ferran y con Gloria y tengo que reconocer que Marina es puro nervio (suerte que el viejo amigo Santi Eximeno estaba en la misma mesa y es pura tranquilidad zen para compensar).










7.12.23

Un proyecto aparentemente sin objetivo

 

Compré Proyecto Karón durante mi visita al Celsius, tras una presentación de Minotauro. Tengo que reconocer que cada vez me siento más huérfano de obras de ciencia ficción que despierten mi interés y más decepcionado por premios tan relevantes como el de la mencionada editorial. Me temo que este libro es una decepción más a incluir en la creciente lista que voy acumulando.

El libro se presentaba como un libro de futuro cercano, un tanto distópico, un tanto ciberpunk, un tanto de andanzas en la ciberrealidad. Siendo como soy un amante de los mundos de Shirow y en particular de Ghost in the Shell (los manga, los animes y demás películas me parecen flojillos en comparación) y dado que lo que dijo la autora me sonó interesante; nada más terminar la presentación busqué el libro y me lo compré. Fue una de las primeras compras que hice en el Celsius. Es cierto que la presencia de estos temas (ciberpunk, distopía, vivencias en realidad virtual), no son para mí suficientes para asegurar el disfrute de una obra: las descripciones del ciberespacio de Gibson me parecen absurdas, los primeros capítulos de la serie ciberpunk de Netflix me fliparon, pero la abandoné al tercero o así cuando me di cuenta de que no era más que una excusa para la estética de la brutalidad gore, no pasé del primer capítulo de Carbón alterado y me cuesta imaginar una película más detestable que Matrix. Aún así hay muchas obras que me han gustado mucho en este ámbito: Reina de los Ángeles de Bear, Ciudad permutación de Egan, Ubik de K. Dick o las mencionadas obras de Shirow. Así que la compra no parecía mala idea.

El principal problema de esta obra es que no acaba de decidirse. Se trata de una novela construida a partir de capítulos muy cortos (en principio eso me gusta: me atraen las obras fragmentarias o incluso periféricas, descompuestas o deconstruídas). Contiene muchos protagonistas (me gustan mucho las novelas corales) aunque no acaba por decidirse a abrazar un modo anónimo, realmente coral, de narrar la historia. Que supuestamente se cimenta en una exploración sicológica de alguien inconsciente (es decir, la misma premia de la Reina de los Ángeles), pero que acaba usando tal exploración como una excusa meramente estética (es decir la peor opción para mí), con tono de videojuego (es decir, lo malo de la lamentable Ready Player One). La trama se ajusta la tradición de espionaje corporativo que se transforma luego en un asunto político con un toque de 'algo más' (es decir, como muchas obras de Shirow), pero que para mí en este caso queda deslucido porque el asunto político tiene muy poca enjundia, no lleva a ninguna transformación del mundo imaginario y no consigo conectar para nada con todo el asunto. Hay todo un trasfondo de brutalidad sistemática y corporativa alienante, en la mejor tradición ciberpunk, pero como el mundo parece tan lejano y estético como las versiones más flojas del género (pienso en Aeon flux, por ejemplo, que solo era espuma decorativa sin nada de interés real) y ni siquiera es muy coherente ni está explorado con auténtica profundidad, se me queda vacío. Hay además una capa de distopía climática que es de lo más manida: se habla constantemente de sequía (no sé porqué tantos autores transforman cambio climático en absurdas ideas sobre agua tan cara como el petróleo) mientras que al tiempo se describe una sociedad de ricos ultratecnológica en donde no faltan aviones de lujo. Como ya he dicho otras veces, si tienes problemas con el suministro de agua pero tienes energía para seguir moviendo aviones o lanzando cohetes al espacio, resolverías el problema del agua con desaladoras de forma masiva. Así que es un escenario sin sentido.

Al menos es una obra 'dataísta' y se atreve a sugerir una nación gobernada tecnocráticamente por una IA (algo que no me parece improbable), pero la visión de la tal IA directora es tan estética y lejana que la obra en realidad no cuenta nada de todo eso. Lamentablemente coquetea con un discurso antivacunas muy despreciable (sobre todo para una novela tan cercana al 2020) y no está lejos de defender un discurso antidemocrático igual de despreciable (sobre todo cuando sus protagonistas son ricos de mierda, aristócratas, en una sociedad semifeudalista al estilo ciberpunk).

Así que no, no recomiendo esta obra. Y la añado a mi lista de decepciones con el premio Minotauro.

27.11.23

Varias lecturas

Recientemente he terminado tres libros muy diferentes pero que prefiero comentar juntos para dedicar un poco más de tiempo al final del nanowrimo.

Empecemos por Las diez mil puertas de Enero. Para ser totalmente sinceros, jamás hubiese comprado un libro con esta portada. Se ha puesto de moda este tipo de portadas como de inspiración en el siglo XIX, a veces incluso con los dorados que tenían en esa época. Estéticamente están como en el polo opuesto de mis gustos, que se acercan mucho más al minimalismo que a esta nostalgia del barroquismo industrial de Alfons Mucha. A nivel de idea el retorno al XIX literario o incluso el gusto por el Barroco como idea, me espanta. Finalmente la querencia por el objeto frente al personaje, a la flor o el miriñaque, que es habitual también en este tipo de portadas también me hace huir. Finalmente muchas de estas portadas me hacen pensar en la policromía abusiva que durante años han sido habitual en el mercado anglosajón frente a la habitual simplicidad y sobriedad tradicional del mercado hispano, lo que también me toca las narices.

La cosa es que David Mancera me mostró varios cuentos de Alix E. Harrow que no solo funcionaban muy bien, sino que me llegaron y acabé comprando este libro que es el que me pareció más interesante de los que encontré de la autora. He tardado mucho en terminarlo pero por motivos puramente prácticos, concretos, del formato en el que lo he estado leyendo (un kindle que he llevado muy poco conmigo) no por la obra en sí.

La obra me ha gustado mucho, aunque al principio la idea de leerme una historia de lo que parecía la enésima niña rica con perro me espantó un poco. Lo mejor de todo es encontrarme con una obra de fantasía que sí que parece entender que la magia no tiene porqué parecer ciencia, que no es necesario montarse una suerte de hechicería reglada (que acaba siendo incoherente) a los Sanderson. Este libro contiene auténtica magia que se siente como tal. No os la perdáis.

La estructura no me ha acabado de convencer, sobre todo al final, en la que la historia parece terminar más por agotamiento que por auténtica resolución y cuyo final me ha dejado un poco frío, por lo demás es un libro que recomiendo leer.


No había leído nada de Muñoz Molina hasta ahora, aunque había oído hablar mucho de él. Este es mi primer intento y la verdad es que, por mucho que es un libro al que no se le puede poner ni un pero a nivel de técnica literaria, no me ha interesado nada. 

Me ha recordado mucho a los de Javier Marías, supongo que porque el protagonista principal es el p*** Barrio de Salamanca, perdón, quiero decir un p*** de m*****, perdón, quiero decir esa clase social madrileña que dice que ser clase media pero que desde el punto de vista de la mayoría del país son ricachones favorecidos y al tiempo casposos, esa clase social, que tan bien representan las gobernantes madrileñas comenzando por la Espe de antaño y terminando por la ayusil española de bien actual; esa clase social, que piensa que Egpaña es Madriz, porque los madriles son el p*** Barrio de Salamanca y lo único que importa de Egpaña; esa clase social que hace que muchos en el resto del país suframos cuando tenemos que trabajar en aquellas oficinas llenas de p***s de m*****, niños de según que papá, que se han criado en no se qué colegios privados o privados pero pagados por todos gracias a las ya mencionadas gobernantes madrileñas y han jugado ar furbito los unos con los otros y no con esos inmigrantes que llenan los colegios públicos de verdad, esos pijos que se han criado en las calles de Madriz que importan y no en esas que hacen de Madrid una ciudad extranjera, como llega a decir el autor. Esa clase social que hace que en muchas partes se piense que los madrileños son unos siesos y que hace que muchos en España estemos deseando salirnos del país con tal de apartarse de tan casposa capital.

Lo dicho. El libro mezcla dos historias en la cual una no sé que pinta y la otra es una historia de amor cobarde de un niño pijo que se enamora de una pelirroja poco creíble (pelirrojas de ojos azul grisáceo hay pocas), que parece funcionar más como fantasía que como personaje real. Una excusa para hablar de la época, la clase y una de las obsesiones de esa clase social que he observado en persona y que no deja de sorprenderme: todo lo de USA es mejor. Lo que es completamente falso: he tratado con muchos americanos en mi vida laboral, americanos educados en las mejores universidad y a parte de un desorbitado y absurdo orgullo personal y nacional no tienen nada que debamos envidiarles, ni formación ni profesionalidad ni nada. La verdad no entiendo que alguien de Úbeda se dedique a hablar de los señoritos del Barrio de Salamanca que ya tienen sus propios escritores y no son precisamente una clase social que necesite más defensores.

Por resumir: la escritura bien, a ratos muy bien; la historia no me interesa, no me ha dicho nada; los personajes, ya he dicho bastante. 

Compré esta antología porque durante el 42 hubo una Shirleycon, una mañana dedicada exclusivamente a esta autora y durante una de las conferencias una de las autoras invitadas habló con tal fervor del relato titulado La muela, que no me quedaba otra que leerlo, a pesar de que lo poco que había leído de la autora (sobre todo las mil veces que he leído La lotería que aparece todo el tiempo como ejemplo en cursos y libros), me había dejado indiferente.

Con esta colección me ha vuelto a pasar lo mismo. En general el terror, o la literatura de lo inquietante, no me suele llegar y en concreto el cuento central de esta antología, la ya mencionada La lotería, me interesa más por las desaforadas reacciones que produjo (y parece que produce) que por el relato en sí. Pero mejor revisemos los cuentos uno a uno y luego volvamos a lo que parece unirlos, así como la razón para mi indiferencia ante ellos.

El primero es El amante demoníaco, en el que una mujer sale a buscar al hombre con el que dice que se va a casar, o que le ha dicho que se va a casar con ella, pero no lo encuentra en ninguna parte. Todo el cuento está narrado en un tono surrealista, un poco como de realismo mágico, y al poco de empezar a leer parece que es sobre todo una especie de alegoría sobre los hombres que se aprovechan de las mujeres, que les prometen cosas sin cumplirlas, que se acuestan con ellas y huyen. No sé dónde está lo inquietante de esta historia a no ser que te asuste la idea de que haya hombres que prometen hasta que meten. Tal vez en los cincuenta esa idea pudiese dar miedo, no sé.

El segundo es La bruja: de nuevo con el mismo tono surrealista, una historia que parece ir del espanto que produce en una madre el que su hijo pueda crecer y transformarse en un hombre que se comporte de manera misógina, que pueda llegar a ser cruel con las mujeres, machista y demás. Me ocurre lo mismo que con el anterior, me tengo que preguntar si no hay que ser muy inocente como para que tal posibilidad pueda resultar inquietante.

El tercero, Después de usted, mi querido Alphonse, parece tratar más o menos de lo mismo, de una madre asustada porque su hijo masculino está creciendo y parece estar desarrollando capacidad para la brutalidad. En este caso no hay machismo ni misógina en concreto, sino tan solo tendencia al salvajismo sin más. Como en las ocasiones anteriores tienes que tener una intensa fe en que el mundo es ordenado y amable, para que tal posibilidad sea inquietante.

El cuarto, Charles, vuelve a incidir en la misma idea: un niño entra en la escuela y resulta que se despierta en él la vena del abusón de colegio, y no solo eso, sino que engaña a su familia hablando de lo que hace el abusón del colegio como si fuese otro.

El quinto, Siete tipos de ambigüedad, de nuevo, en tono un poco surrealista, nos muestra un ejemplo de alguien que se porta bien con otra persona y la otra persona cuando tiene una mínima oportunidad es malvado con él, por un egoísmo que ni siquiera proviene una necesidad real, un egoísmo que es casi gratuito.

El sexto, La muela, me parece el más interesante del libro, aunque sea un relato puramente alegórico, simbólico incluso. Una mujer que se ha casado con un hombre al que no quiere, dice ir a otra ciudad a que le saquen una muela. En realidad mediante alegorías la autora está narrando un proceso en el que una esposa está abandonando a su marido o se está divorciando de él y acaba con otro hombre, aunque tampoco parece que se esté uniendo a él por que lo desee realmente, sino más bien porque las cosas para las mujeres son así en esa época. Como he dicho es un relato interesante, aunque no entiendo la necesidad de usar el lenguaje metafórico, ni andar hablando de la muela o el dentista para algo que es la historia de una mujer que desea ser ella misma sin nadie a su lado y que llevada por ese deseo huye de un marido al que no ama para caer en brazos de un amante que tampoco parece significar nada para ella.

El séptimo, La lotería, es sobradamente conocido y si no lo habéis leído buscadlo y leedlo pues es ultrafamoso.

Como he dicho en todos los casos, y particularmente en el último cuento, el más comentado, la inquietud procede, aparentemente, de enfrentarse al horror de que el mundo no es amable, estable y/o confiable. Esa idea no me produce inquietud sino aburrimiento. Claro que el mundo es no confiable. Claro que a ratos es espantoso e injusto. Claro. Y no solo eso, al universo no le importamos nada, mañana una tormenta solar puede apagar toda nuestra red eléctrica, puede caer un meteorito o Yellowstone puede iniciar su erupción provocando la caída de la civilización. Que un niño resulte ser un abusón o un machista redomado, traicione la confianza de sus padres o se transforme en un abusador de niñas, es detestable pero tan habitual que no me produce inquietud. Cuando leo La lotería se que estoy leyendo ficción, mi mente se pone en modo lector de ciencia ficción y veo un grupo social con un ritual antropológico salvaje, pero que no me espanta. Las mujeres autoquemadas a lo bonzo de Mariana Enríquez me parecen más inquietantes, puede que no las vea tan alejadas de la realidad.

La única conclusión a la que llego es que Shirley Jackson no es una autora para mí, aunque su prosa es cuidadosa y lo bastante plana como para que pudiese ser de mi gusto.

22.11.23

Unas reflexiones sobre tres afirmaciones literarias que me encuentro a menudo

 

Hay tres afirmaciones que me encuentro a menudo en cursos de escritura, conferencias, videos sobre cómo escribir mejores cuentos o mejores novelas. Tres afirmaciones que no veo que nadie ponga en duda. Tres afirmaciones que incluso se usan como excusas para llegar a otras conclusiones sobre el arte literario. Tres afirmaciones con las que no estoy nada de acuerdo y va siendo hora de hablar un poco sobre ellas.

Probablemente no debería. Probablemente gente mejor formada e informada que yo podrían venir a discutir mis reflexiones al respecto. Probablemente lo que diga sobre estas tres afirmaciones hará que varias personas que conozco y muchas que desconozco me miren un poco peor de lo que ya me miran, pero la verdad es que no quiero seguir aceptando estas tres afirmaciones sin, al menos, quejarme un poco.

Las tres afirmaciones de las que hablo son:
  1. La literatura no realista ya sea de fantasía, terror o ciencia ficción es una herramienta alegórica para hablar de nuestro mundo cotidiano.
  2. Todo está escrito, intentar buscar historias nuevas es una pérdida de tiempo.
  3. Ya lo dijo Arthur C. Clarke «Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia».
Las tres afirmaciones me parecen limitadas, una parte solo de una complejidad mucho mayor y también una escusa para no escribir teniendo el pensamiento crítico a mano, para escribir sin esforzase demasiado en pensar sobre lo que se está escribiendo.

Empecemos por la última.


He llegado a escuchar cómo se recurría a esa cita cuando se hablaba de una explicación muy poco justificada de alguna novela junto con lo de «Lo hizo un mago». Esta afirmación, por muy efectista que sea, por bien que explique la sensación de incredulidad a la que nos enfrentamos ante una tecnología que nunca hubiésemos soñados que podría llegar a hacerse realidad, analizada de cerca se queda en un lema publicitario. La magia, los milagros, los prodigios, son por definición eventos no explicables mediante ninguna teoría consistente con el resto del conocimiento que tenemos del mundo. Habitualmente son producto de la voluntad de algo o alguien, de un hechicero, de una entidad sobrenatural, de un ángel o un dios. Se saltan 'las normas' para lograr algo fuera del curso común de la naturaleza. 

La tecnología es justo lo contrario: utiliza las normas, las reglas de funcionamiento de la naturaleza para lograr un efecto útil, agradable y deseable para la comunidad que la hace aparecer. La tecnología existe gracias al funcionamiento del mundo no a pesar de él. Los supuestos eventos paranormales se consideran por lo general no repetibles, no verificables, no se pueden sujetar a experimentación porque son... magia. Excepciones de la norma. Mientras que la tecnología una vez creada o encontrada podrá ser usada una y otra vez, con los mismos resultados. Es contrastable, verificable, repetible.

Incluso en el caso de tecnologías avanzadísimas, encontradas por legos a partir de restos de una civilización perdida para siempre, si es una tecnología usable: un arma, una impresora de comida, un generador de energía, un aparato de sanación milagrosa, cualquier cosa imaginable, su funcionamiento será analizable, pues se podrá repetir su uso muchas veces, y por lo tanto el método científico podrá buscarle explicación a su existencia paradójica. De hecho así es como hacemos ciencia. La primera vez que alguien encontró magnetita se dio de bruces con algo inexplicable, mágico, pero tras contrastar que sus 'poderes' podían usarse de forma repetida, empezamos a determinar el detalle de su funcionamiento y así hasta llegar a las leyes de Maxwell.

La magia y la tecnología, con suficiente tiempo, siempre son distinguibles y usar el lema efectista de Clarke para no pensar mucho en tu tecnología del futuro o incluso en tu magia sistemática (repetible y explicable por la naturaleza de tu mundo) al escribir es de vagos. Si quieres incluir magia de verdad haz que sea dependiente de la voluntad de algo o alguien, así será verdaderamente un milagro.


La idea de que todas las historias posibles han sido escritas ya, suele invocarse para descartar la búsqueda de ideas originales y ahondar en la importancia de la forma de nuestros relatos, poemas o novelas. Se dicen cosas como la originalidad no importa, lo que importa es la calidad con la que escribes tus historias. También se suele decir en este mismo sentido cosas como que las ideas no importan una mierda, que las ideas son gratis, que lo que importa es el resultado final, el conjunto con todos sus detalles pulidos en su forma poética.

Esta formulación en concreto me molesta sobre manera. Muchos cuentos de K. Dick tienen un acabado más bien pobre y, sin embargo, presentan ideas que me fascinaron. Muchos cuentos de Bradbury tienen una forma poética excelsa y cuidada y, sin embargo, me aburren hasta el vómito por su machacona insistencia en sus mismas obsesiones personales y su visión más bien poco imaginativa del universo. Así que cuando escucho lo de que 'la idea no importa, lo que importa es el acabado' o lo de 'lo importante es la forma, el fondo es lo de menos' me dan ganas de gritar:

¡¡HABLA POR TÍ!!

A mí si que me importan las ideas, el fondo y la originalidad de la historia que los autores traen a mi mesa de lectura. Es más la idea de que todo está ya más que escrito me parece una falacia. ¿Cómo podría haberse escrito 20000 leguas de viaje submarino antes de que se descubriese que la electricidad podía generar movimiento? Me podéis decir que es una historia de venganza, de megalomanía, de lo que queráis pero lo que a mí me flipó siendo adolescente es que era una historia de un submarino eléctrico alimentado por luz solar. ¿Cómo escribir la vuelta al mundo en ochenta días antes de que se inventasen los ferrocarriles? ¿Me vais a decir que se trata de una aventura sin más? ¿Vamos a ignorar que el autor está hablando de que el mundo se ha hecho muy pequeño ya en su época y que va a hacer aún más? ¿Que la globalización ya ha llegado, con los trenes, con los telegramas, con la opinión pública mundial y la pax británica? ¿Podemos imaginar a alguien escribiendo Her hace un par de siglos? ¿Uno sin mecánica cuántica? ¿Farenheit 451 antes del mass media? ¿Ciudad permutación antes del advenimiento de la computación personal? ¿Ciberpunk antes de las multinacionales globalizadas o internet?

A mí me cuesta, la verdad, pero estoy seguro que habrá más de uno que podrá encontrar ejemplos clásicos de griegos, romanos o chinos, en los que aborden historias que se puedan asemejar con todos los ejemplos anteriores. Si generalizas lo suficiente, si ignoras los detalles, si reduces todas las historias a las pasiones más básicas y primitivas de la humanidad, entonces sí, claro. Todo se ha escrito, porque, de momento, seguimos siendo humanos, los mismos antropoides hedonistas y pajilleros de siempre... ¿o no? ¿No somos acaso ciborgs armados con acceso al conocimiento universal en nuestros bolsillos? ¿No somos acaso una colmena de hormigas sincronizadas mediante tweets y reels que comparten convulsiones mundiales a velocidades de cientos de megas por segundo?

Si te pones a generalizar buscando la unicidad el patrón común de todas las historias acabas con algo le pasó a alguien, lo que, por cierto, me parece una restricción excesiva para hablar de literatura, muchos poemas (y algunos cuentos de Bradbury) no encajan con esa limitación, y al tiempo es un patrón tan vago que no deja de ser algo cercano a una tautología. 

A mí no me gustan la generalizaciones (nunca) y sobre todo no las compro si no tienen función práctica demostrable y contrastable. Es decir solo me interesa una categorización cuando me parece útil, en el sentido de 'toda novela negra debe tener estos elementos para que funcione', aunque habitualmente estas generalizaciones suelen demostrarse también arbitrarias. Al menos te pueden servir si no eres un experto en el tema como plantilla inicial.

El mundo es complejo, caótico y está en constante cambio. La literatura que se hace en cada época es una expresión artística de esa época, así que para mí las historias son igualmente mutables, complejas y cambiantes. No acepto que estemos condenados a repetir o solo mejorar las que ya se han escrito antes.

La literatura de género fantástico es alegórica

La idea de que los relatos no realistas sirven para transmitir de forma más eficiente una idea de nuestro mundo mediante herramientas alegóricas, de símil, de metáfora, es algo que me encuentro a menudo en los cursos de escritura. En tales cursos analizan cuentos, normalmente cuentos muy buenos, clásicos, y empiezan a desgranar el conjunto de imágenes incluidas en el cuento y a explicar su auténtico significado. Te dicen que tal o cual personaje se marcha en barco o en tren porque el viaje representa la vida, el transcurrir del tiempo, o tal o cual otra cosa. Esta visión, sobre todo transmitida durante los cursos, para formar futuros escritores me parece limitante.

Un escritor (no solo fantástico), puede introducir significados mediante la simbología, codificando significados, ocultándolos como si estuviese evitando la censura. Por ejemplo en uno de mis cuentos empiezo con:

Hoy el viejo pescador no ha preparado los cebos. Los gusanos, por una vez, se retuercen dentro 
del cubo, perezosos. El palangre permanece enrollado con sus múltiples y amenazantes anzuelos 
sobre su soporte de madera. La barca flota cabeceando sobre las olas, confusa porque no la han 
sacado al mar. Los remos permanecen apoyados sobre el lateral de la cabaña, atónitos y 
envarados, extrañando el agua. Hoy el viejo pescador no ha atendido sus tareas. En lugar de eso 
ha permitido que el sol se le adelante en el día, trepe a lo más alto y lo juzgue desde arriba. 
    No le importa. 
Sentado frente a su caseta, levantada con restos de naufragios, se dedica a quitarle el 
óxido a su viejo arpón de cazar ballenas. Usa una lija de afilar que pensaba que ya no tenía. La 
aplica meticulosamente sobre el metal del arpón, sacando fino polvo rojizo, oscuro como la 
sangre, generando indomables chispas de fuego, que amenazan con prender la hierba seca, con 
iniciar un fuego que el viejo pescador sabe que no podría detener, que, tal vez, no querría 
detener. La madera del mango está vieja, seca, agrietada, como su propia piel, pero no tiene 
forma de repararla, ninguna pintura con que pintarla y tampoco tiene tiempo para intentarlo. 
No queda tiempo. 
    Lo sabe bien.

Y la historia continua hablando de cómo prepara su arpón para enfrentarse al pueblo que viene por la playa dispuesto a matar a la joven amante del pescador: una sirena. El arpón se transforma a lo largo del cuento en un trasunto del miembro viril envejecido del marinero, de un arpón renovado y rejuvenecido por su joven amante. Es un símbolo que se hace evidente en el cuento cuando se señala su existencia, pero que ni siquiera cuando lo escribí lo incluí a propósito, simplemente se deslizó desde mi inconsciente.

En otro cuento una pareja descubre una especie de animal monstruoso que tiene piernecitas, hablan sobre si perdonarlo o no, y se trasluce que en el fondo la pareja  no ha logrado tener hijos y el hombre querría tenerlos. Se trata de un relato alegórico no muy explícito.

También se puede hacer un relato muy explícitamente alegórico: en uno de mis relatos un hombre defiende el derecho a la vida de una serie de inmigrantes del futuro que vienen huyendo de la catástrofe en la que se convertido su mundo. Y dice cosas como:

Esa es la auténtica verdad: los inmigrantes temporales son humanos como cualquiera de nosotros, gente que ha tenido que huir del desastre de su tiempo —un desastre en el que, debemos reconocerlo de una vez, tenemos mucho que ver con nuestro modo de vida descuidado y derrochador—, y que vienen a nuestro siglo en busca de una oportunidad, no para robarnos, ni para conquistarnos. No tienen en mente apoderarse de nuestros gobiernos con su tecnología más avanzada, ni exterminarnos con sus peligrosos patógenos. Son refugiados de un mundo imposible de vivir y solo quieren que les demos una oportunidad.

Evidentemente el relato está hablando de nuestro actual problema migratorio.

Pero también es posible utilizar mecanismos fantásticos, especulativos, imaginarios, para hacer relatos ilustrativos. Relatos en los que simplemente llevamos atravesando un mundo que no es el nuestro al lector hasta darle en las narices con una idea que es posible que no haya pensado, algo que nos parece importante, puede que novedosa, y que simplemente no tenga traslación a nuestro mundo como tal. Se pueden crear estos relatos como advertencia, como reflexión, como reclamo de atención de posibles futuros que se nos hacen insoportables. Y en estas historias no tiene porqué haber una transposición entre elementos del mundo imaginario y el mundo en el que vivimos. No tiene porqué haber una alegoría directa. El mensaje puede pertenecer al mundo imaginado (y con suerte nunca alcanzado). 

¿Cuál es la alegoría de Solaris o de La carretera o de Lo que se espera de nosotros de Ted Chiang?

El mecanismo simbólico, alegórico, el símil, creo que puede ser central en un relato de lo imaginario o no. Puede ser parte de la poética del relato, o simplemente no estar presente. Un relato de lo imaginario puede vivir fuera de nuestro mundo y aún así transmitirnos un mensaje, por ejemplo filosófico, importante. Puede funcionar como koan zen.



19.11.23

Los festivales literarios a los que he ido este año

Este año quería ir por primera vez a algunos de los festivales de literatura de género de los muchos que hay a lo largo y ancho del país. Tenía claro que quería ir a la Hispacón que se celebraba en Zaragoza, que para eso soy miembro de Pórtico desde hace ya bastante. También tenía bastante claro que quería darme una vuelta por el Celsius 232 al que mi amigo David va todos los años. En este caso mi idea era seleccionar un par de días del evento e ir allí solo ese tiempo, pero un defecto que he descubierto que tienen todos estos eventos es que el programa no se hace público hasta muy poco tiempo antes de que arranquen y, al mismo tiempo, el alojamiento resulta imposible de encontrar si se espera hasta el último momento. Total que me resultaba imposible determinar qué días iban a ser más o menos interesantes, así que finalmente opté por ir todos. Lo mismo me pasó en la Hispacón. Un dineral, sinceramente, sobre todo contando con que intento no viajar en avión siempre que es posible (que contamina demasiado) y llegar hasta Avilés en tren desde Cádiz exigió que pasase una noche en Madrid a la ida y a la vuelta. Ya abiertas las compuertas del despilfarro, he acabado el año pasando casi todos los días que duró el 42 en Barcelona.

Lugar

De los tres eventos el lugar más agradable, más proclive a los paseos y a las charlas con cerveza o café, es sin duda el Celsius 232. Avilés es una ciudad pequeña, húmeda, verde, que se puede caminar de extremo a extremo sin dificultad y al que como mucho le falta una playa en la que pasar alguna tarde o mañana. Tenéis restaurantes de todo tipo, en los que daros una panzada de comer, incluso si estáis intentando evitarlo como yo lo estaba. El evento se desarrolla en el mismo centro de la ciudad y no es complicado encontrar un alojamiento relativamente cercano.

La Zaragoza de la Hispacón me gustó mucho. Hacía años que no pasaba por allí, y los ratos libres que me dejó el encuentro, pude aprovecharlos para visitar no solo los monumentos típicos (basílica y demás), sino también los yacimientos romanos que están muy bien organizados, así como para dar largos paseos junto al Ebro. La zona de picoteo del Tubo, también resulta agradable para para comer y para pasar el rato.

El 42 me pareció en este sentido el más flojo. El lugar en el que se celebra está bastante apartado del centro de Barcelona y solo la primera mañana tuve la oportunidad de ir caminando para ver la Sagrada Familia y el Parque Güell. Además en Barcelona hay que pagar (y no barato), para verlo todo. Lo de sentarse para comer o tomar unas cervezas es más complicado que en los otros dos eventos, e incluso la cantina del lugar en el que se desarrolla estaba a menudo demasiado lleno. Finalmente las salas en donde se desarrollan las conferencias y presentaciones tienen una estructura de fábrica, con columnas de hierro que a menudo dificultan la visión.

Organización

Las tres organizaciones estuvieron a la altura. Las tres tenían programas en papel con las charlas o presentaciones según día y hora. En el de Hispacón no tenían las salas en las que ocurrían las charlas, así que no servía de mucho. En el Celsius lo tenían bien organizado con una aplicación que te descargabas en el móvil. En el 42 aunque el programa tenía horarios, días y salas (en catalán eso sí), alguna vez la sala cambió y tuve que irme corriendo al nuevo destino.

Cuartos de baño y demás bien. La zona de las editoriales en el Celsius es la más organizada (con stands separador por editorial), la de la Hispacón el espacio reservado un tanto estrecho, la verdad, y finalmente en el caso del 42, me pareció un poco más flojo.

Los eventos extra más chulos en el Celsius con la ventaja de que tienen un parque enorme donde poder hacerlos. La parte de partidas y demás, estaba mejor organizado en la Hispacón, en el Celsius no me enteré de cómo iba la cosa, mientras que en la Hispacón tenían aplicación y todo para apuntarse a las partidas. En el 42 no había nada de eso.

El mejor firmódromo el del Celsius.

Contenido

La parte que me parece más interesante (a mí, si vas a buscar firmas o beber cervezas con conocidos ya es otra cosa) son las charlas. En ese sentido la Hispacón me pareció el mejor por goleada. Hubo varias charlas que me parecieron interesantes y había muchas menos presentaciones de libros. La mayor parte de las charlas en el Celsius son presentaciones de obras o de escritores. A pesar de que tienen una carpa exclusivamente dedicada a las presentaciones de novedades editoriales, lo cierto es que en el resto de las salas muchas de las 'charlas' eran en realidad presentaciones. Esto me pasó también en el 42 y de hecho allí, en Barcelona, esto me frustró más, no sé si porque ya iba un poco harto de presentaciones de las otras dos o porque muchas de las charlas tenían títulos falsos interesantes, que luego se ignoraban. Por ejemplo la charla de steampunk del 42 se llamaba EL NUEVO BOOM DEL STEAMPUNK: ¿UTÓPICO, DISTÓPICO O UCRÓNICO? tema que me pareció interesante, ya que considero al Steampunk como retrofuturismo y por lo tanto ninguna de las tres cosas, o, como mucho, la última. Durante la charla se habló mucho de Steampunk, pero no se tocó en realidad el tema y sí que se presentaron (incluso con resumen de obra) de los libros de los autores invitados.

A cambio en el 42 hubo unas cuantas charlas muy interesantes, como la inaugural o la de literatura árabe.

En resumen

El Celsius es un buen lugar para ir a conocer autores, obras nuevas o conseguir firmas, además tendrás la oportunidad de conocer Avilés si no has estado nunca. 

La Hispacón de este año ha estado bien, pero cada año va a un sitio diferente, así que irá variando.

El 42 tiene una vocación más seria, las charlas son aparentemente de más enjundia, pero lo cierto es que se dedica demasiado tiempo a presentación de autores y obras.

¿Y el año que viene?

Yo el año que viene solo voy a ir a la Hispacón, que se va a celebrar a un paso de mi casa. El Celsius está bien, pero me pilla muy a trasmano y es demasiado largo. Similarmente me ocurre con el 42. 

Creo que en el futuro me seguiré pasando por las Hispacones y cada cierto número de años me acercaré algunos días del Celius, aunque, si siguen sin publicar con tiempo los programas, resultará imposible.

15.11.23

El libro de las metamorfosis de Anna Starobinets

 

Compré esta antología de relatos (no, no es un fixup) mientras esperaba a que empezase la Shirleycon, una actividad muy específica dentro del Festival 42 (que comentaré en una próxima entrada de este blog). De no haber sido por esas circunstancias no me hubiese hecho con un libro repletos de relatos de lo que han llamado las editoriales la reina del terror ruso. Si algo he asentado definitivamente durante este año tras bastantes intentos es que el terror no es para mí.

La sorpresa es que estos relatos son muy buenos. No. Eso se queda muy corto. La mayor parte de estos relatos son magistrales y no son de terror. Si me viese obligado a clasificarlos en conjunto bajo una etiqueta tendría que decir que son relatos fantásticos (como los que escribía Borges o Cortázar), pero no de género. Sin embargo, si soy totalmente sincero, lo que me pide el cuerpo es decir que muchos de estos relatos son de ciencia ficción, que son excelente cuentos especulativos que apelan tanto a la razón como al sentimiento.

En casi todos los relatos de terror se nota el fango del estilo tétrico, el chorreo de pus gótico, o la ira, no ya contenida, sino podrida. En la mayor parte de relatos de terror hay un gusto por lo puramente estético, por la pose, como si fuesen artistas del cosplay oscuro o como si perteneciesen a la misma tribu urbana a la que le flipan los encajes negros y el maquillaje reducidos a la paleta de una película de los años veinte que ocurre durante una noche sin luna.

Ahora mismo estoy audioleyendo Dientes rojos y a pesar de que reconozco que hay partes muy bien escritas, el tono de realismo sucio que se decanta por el terror más darky ya me tiene hasta las narices. El estilo a lo novela de terror, resulta tan evidente desde el primer capítulo, que me cansa. Me saca de la historia.

Estos cuentos rusos ultramodernos me parecen todo lo contrario. 

El primer cuento, la glándula de Ícaro, es un maravilloso cuento fantástico que no podemos encuadrar exactamente en la ciencia ficción (no existe la mencionada glándula y además es evidente que se trata de una alegoría), pero que puede mirar cara a cara a los mejores cuentos fantásticos de Borges e incluso Cortázar y no desentonarían en una antología de Ted Chiang. Juega además con los textos multimedia, los foros, las consultas a internet, etc... Muy muy recomendable.

Siti, el segundo cuento, es otro estupendo cuento fantástico, uno no especulativo, sino descriptivo. Una maravillosa crítica a las grandes ciudades occidentales, imagino que sobre todo a Nueva York, pero podrías encuadrarlo perfectamente en Londres. Aquí la autora juega a montar una alegoría perfecta aunque alucinada de las experiencias en esas ciudades/países.

El lazarillo es el cuento que menos me interesó, probablemente porque es el que más juega a ser un relato de terror.

El parásito es un cuento especulativo maravilloso, que si quieres verlo como un relato de terror lo puedes disfrutar así y si quieres verlo como ciencia ficción especulativa oscura también.

La frontera es un cuento de ciencia ficción genial, no quiero desvelar nada, pero es sobre viajes en el tiempo y a la vez habla de la muerte.

Delicados pastos es tan bueno que debería tener capítulo propio de Black Mirror.

Y la novela corta final, Spoki, me cansa por la misma razón que me cansan las novelas cortas de Ted Chiang, por su longitud. 

A mí esta autora no me parece una autora de terror, por mucho que sus relatos sean oscuros y chungos, ni siquiera me parece una autora de new weird, me parece una excelente autora de ciencia ficción visceral y despiadada. De hecho en la wikipedia aparece como escritora de ciencia ficción, no de terror.

No os la perdáis.