29.5.23

El sentir de los árboles

 

Acabo de terminar Nueve días en el jardín de Kiev, de Susana Vallejo. Me ha gustado por varias razones, siendo la principal de ellas que se salta muchas de las reglas que suelen enseñarte en los libros y talleres de escritura. No me han gustado otros aspectos, siendo el más importante que algunas ideas centrales se repiten muchas veces, demasiadas veces. Me ha dado la sensación de que hubiesen bastado cinco días en el jardín, puede que incluso menos, pues la historia y la idea central no me parece que de para tanta extensión como tiene, y aunque hay una cierta justificación en el ritmo marcado, una razón relacionada con el descubrimiento o el redescubrimiento en este caso, una lógica de maduración, que no voy a explicar pues desvelaría demasiados elementos del final, creo que el texto resulta demasiado largo y un tanto repetitivo.

La obra entera está construida entorno a narraciones de otras historias. En eso me ha recordado a El arpa de hierba de Capote, en donde variopintos personajes locales van uniéndose a una extravagante rebelión en una casa árbol. Voces que se van entretejiendo y van contando sus historias, conformando así, el arpa de hierba que canta la música de un determinado EEUU agrario de una determinada época. Esta idea me gusta: narrar a través del contexto y aún mejor, por lo que se cuenta en derredor. Aquí he llegado a pensar, casi me han prometido, que me iban a contar la historia de la postguerra civil rusa, pero al final me han contado otra historia. En esta obra un supuesto niño ucraniano, se encuentra con dos personajes residentes en un abandonado jardín señorial que rodea una mansión que nadie habita, y le van contando de forma alterna cuentos diferentes que realmente son varias historias que a su vez conforman la misma historia central.

Se puede leer la obra en varios niveles y con varias aproximaciones, ya que hay ahí varias tramas entretejidas más que juntas: una historia de amor maldito, una historia de guerras y revoluciones que se adivinan, la historia de reconciliación de un soldado con la vida y sobre todo, un profundo amor por los árboles y los bosques.

Respecto a este último mi instinto crítico que siempre anda buscando incongruencias científicas o referentes a la 'consciencia' se detuvo en este fragmento de la obra (y en otro similares):

[...] Se preguntó cuándo morirían las hojas de los árboles. ¿Justo al desprenderse del pedúnculo que las sujeta al árbol? ¿Un poco antes de caer? ¿O quizá después? 

Empezó a elucubrar: «A lo mejor, unos días antes de caer, dejan de recibir alimento del árbol y entonces es cuando se secan y pierden su color verde, y por eso se desprenden y caen. Y mueren. O puede que sea al contrario: las hojas mueren agarradas a su rama, y entonces el árbol siente que han muerto y es cuando las deja caer». 

En cualquier caso, ¿por qué caían las hojas? ¿Cuándo decidían caer? ¿Lo decidía el árbol o la hoja? ¿Y cuándo sabían que había llegado su momento? 

¿Cómo sabían que era otoño? 

Sergei dirigió la vista hacia el sol. Estaba tan bajo que creaba larguísimas sombras en el suelo. Y pensó:

«Quizá, cuando los árboles sienten que el sol da menos calor, saben que empieza el otoño o que se acerca el invierno porque los rayos les llegan más débiles. Quizá lo sientan en el tronco, en las ramitas, en las mismas hojas que aún no han caído, y entonces saben que ha llegado el momento de desprenderse de las hojas y… ¿Entonces qué? ¿Las raíces dejan de enviarles alimento?». 

Sergei supuso que, con los primeros fríos, el árbol se recogería en sí mismo; las raíces dejarían de crecer y de trabajar con tanta eficiencia, entonces no llegaría el alimento a las hojas, que se acabarían secando y después caerían. Sí, seguramente los árboles se preparaban así para pasar el invierno. Se desprendían de las hojas que no necesitaban en la época fría y, como algunos animales, como Sueño, como los osos, como todos los que hibernaban, los árboles también dormían hasta que los despertase la primavera. «Sí, los árboles también se quedan dormidos, esperando la luz y el sol de la primavera, y el calor y la vida. Y así año tras año», se dijo. [...]

Tras leer estos párrafos mi sistema de alerta me andaba pitando en la cabeza y tuve que detenerme para buscar en internet, algunas cosas tales como: ¿Cómo saben las hojas cuándo deben caer?

Primero tuve que refrescar mi conocimiento sobre lo que se ha descubierto últimamente de la inteligencia vegetal. Hay artículos muy entusiastas a favor de la existencia de esta, por ejemplo este. Hechos bastante sorprendentes como los explicados en este otro artículo. En realidad, no he encontrado una explicación concreta y detallada que responda al fondo real de la pregunta. El mecanismo químico está relacionado con el etileno, que funciona en este caso como hormona vegetal. La explicación más completa que he encontrado es esta:

[...] ¿Cómo se caen las hojas?
Además de mostrarnos esos colores tan deslumbrantes, las hojas en otoño deben caer. Las hojas de otoño no son simplemente arrancadas de los árboles, sino que se separan de las plantas en un proceso altamente controlado. Veamos cuál es. El inicio de la caída de las hojas, también conocida como abscisión, comienzan cuando se forma una capa de células donde la hoja se une al tallo. Esta matriz de células, llamada capa de abscisión, se forma en la primavera durante el nuevo crecimiento activo de la hoja.

A medida que se acortan los días de otoño, esta capa comienza a obstruir las venas que mueven el agua hacia la hoja y la comida hacia el árbol. Una vez que la hoja ha quedado aislada de la rama, la capa se vuelve seca y escamosa y al final la hoja se separa del árbol. Esta transformación está regulada por hormonas, las auxinas, que son una familia de derivados del indol que regulan el crecimiento celular. Veamos como, durante la temporada de crecimiento activo, las tasas de producción de auxina en las hojas son consistentes con el resto del árbol. Mientras estas tasas sean estables, las celdas de la capa de abscisión permanecen conectadas, lo que a su vez mantiene las hojas adheridas. Pero en otoño, las hormonas dentro de los árboles comienzan a cambiar. Dos hormonas vegetales diferentes, etileno y auxinas, juegan un papel mucho más importante. El etileno es el alqueno más simple, es un gas que acelera la maduración del fruto, pero disminuye el crecimiento de las hojas y promueve la abscisión. El etileno se produce a partir del aminoácido metionina a través de una larga cadena de reacciones bioquímicas. Como la oscuridad estimula la biosíntesis de este gas, las plantas aumentan su producción de etileno en otoño e invierno, provocando la caída de sus hojas. [...]

Como podéis ver (leed el artículo para ver todo el detalle), se trata de un mecanismo de equilibrio hormonal. Y esta es la parte importante para mí. Por mucho que ame a la plantas (las amo, me encanta cultivar hortaliza, árboles frutales o tener flores, especialmente rosas), por mucho que admire su capacidad no solo de traer energía a los ecosistemas (son nuestros autótrofos) y su capacidad de crecimiento, su belleza, no creo que sean inteligentes. No en el sentido animal. Aunque haya dudas, aunque haya artículos con posibles impulsos eléctricos, por mucho que se describan extrañas interacciones entre los árboles o entre las raíces. En todos ellos en realidad ocurren intercambios hormonales. Por ejemplo:

[...] Un ejemplo de esta comunicación sería el de las acacias, que cuando son atacadas por rumiantes para alimentarse de ellas, estas emiten etileno, el cual provoca que las acacias cercanas aumenten su producción de taninos, activando así sus sistemas de defensa. [...]

Esto es lo que me parece hermoso de las plantas y lo que me hace pensar que no son inteligentes en nuestro sentido. Son organismos pluricelulares, complejos, de comportamiento sofisticado y adaptable, y que, sin embargo, son muy DISTRIBUÍDOS. Tanto que puedes cortar una rama (o incluso una hoja), plantarla en la tierra y obtener una nueva planta (sería incorrecto hablar de un nuevo ejemplar o individuo). Se llama propagación por esquejes y se puede lograr con árboles o con arbustos como los rosales. 

Y justo eso es lo que me parece tan maravilloso: las plantas no tienen pensamiento individual, ni mente colmena, ni pensamiento grupal, ni... las plantas NO TIENEN PENSAMIENTO. Son sofisticadas, hermosas, autótrofas, la base de nuestros ecosistemas, pueden defenderse de sus atacantes, pueden comunicar un peligro a otras plantas cercanas y todo ello sin pensamiento. Basándose exclusivamente en un mecanismo más básico y que nosotros también tenemos, la comunicación hormonal. Para decirlo claro, el mecanismo capaz de perturbar nuestro pensamiento, ponernos nerviosos, despertarnos, dormirnos o provocarnos amor, pero sin la carga de nuestras mentes de animal.

La idea de que los árboles piensan de alguna forma diferente, es una idea hermosa, pero falsa y eso, para mí, los hace aún más maravillosos, mucho más alien.

18.5.23

Sigue sin gustarme el terror

 

Lo he intentado muchas veces y con muchos autores sin éxito. Lo cierto es que no me llegan los relatos de terror. No es que me gusten o dejen de gustarme, es que me aburren casi siempre. Me dejan frío. Existen excepciones. La antología Lo grotesco del amigo Santiago Eximeno, contiene cuentos que me parecen fascinantes: Nonatos, Tradición o Quilla, por poner un ejemplo, me parece que realmente capturan lo inquietante y lo extravagante de una forma que me puedo creer y, que por lo tanto, puede llegarme. Y especialmente Pajaritos, ese cuento absolutamente increíble, pero, al tiempo, tan realista, en el que se percibe el pálpito constante de la tentación de la muerte rápida, de la atracción por el suicidio. Me encanta. Sin embargo, una de las obras favoritas del mismo autor Umbría, obra a la que se refiere constantemente y que aparece incluso en la cabecera de su propia página web, me aburre. Creo que me aburre por lo convencional que me resulta, por que es fundamentalmente forma, estética y casi no me creo ninguno de los cuentos. Bostezo y me arrastro por sus páginas, por lo demás magníficas.

Con esta antología de Mariana Enríquez me pasa algo parecido. El primer cuento me parece magnífico... No, eso es poco. Es maravilloso. Me llevó de la mano página tras página y acabó en un fascinante y muy creíble final que me resultó a la vez muy inquietante. Solo por ese cuento la antología merecería la pena. Me sorprendió y asombró igualmente el sutilísimo (dentro de su salvajismo), relato de las tres brujas y el precioso relato Tela de araña. La prosa de la autora es magnífica, ágil, cuidada, soberbia en definitiva. Si tengo que buscarle un pero a los relatos es que se percibe un ansia, una tensión, un deseo por irse por las ramas, pero la autora la mantiene controlada en casi todos los momentos, excepto en un par de cuentos en los que se deja llevar por una digresión en forma de flashback, que casi me hace perder el hilo. Incluso cuando el narrador iracundo asoma sus espantosas antenas de cucaracha (siento auténtica repulsión por este narrador repleto de ira y deseos de venganza que me parece hueco y por el que no puedo sentir ninguna simpatía; un narrador que encuentro demasiado a menudo en el terror actual), la autora logra que me resulte aceptable e incluso creíble. Sin embargo, dentro de esta antología hay varios cuentos demasiado convencionales para mi gusto, revisiones de mitos comunes que parecen sostenerse demasiado en la tradición, como el de la casa encantada o el del duende. Esos relatos, como me suele pasar con el terror, me hicieron bostezar.

Hay un regusto amargo y común en muchos de los cuentos: un hastío y un rechazo por los hombres. Casi todas las voces son femeninas, con amigas y confidentes femeninas. Casi todas están hartas de sus parejas, a menudo incluso les desean la muerte o se vuelven iracundas ante las muestras de estupidez o la debilidad de sus hombres (que en los relatos son casi todos inútiles y egocéntricos). Este rechazo a los hombres se cristaliza en el cuento final, el que da nombre a la antología. Normalmente cuando las autoras muestran un rechazo tan simplista y tan plano por lo masculino, tuerzo el gesto y frecuentemente abandono la lectura; pero estos relatos son demasiado buenos para abandonarlos y el particular el último cuento es tan bueno como el primero, y del tipo de terror no formal, no estético, que sí que me llega.

Magnífica antología. No os la perdáis.

15.5.23

Felices marcianos

Hubo un periodo, cuando tenía entre once y quince años, durante el que me leí los supuestos clasicazos del género: Un mundo feliz, 1984, Crónicas marcianas, El fin de la eternidad, Farenheit 451... De eso hace ya como cuarenta años. Había dejado atrás mi época de leer a Julio Verne (porque ya me los había leído todos y era, como sigo siendo, de poco releer). También había leído a Poe, del que solo me había interesado el Pozo y el Péndulo, anticipando mi temprano desencuentro con la literatura de terror y, más o menos en la misma época, leí Siddhartha, el Lobo estepario y completé mi primer abandono de La montaña mágica.

Recuerdo que me impactaron mucho 1984 (que fue la primera de ese grupo que leí), Un mundo feliz y El fin de la eternidad. De Crónicas marcianas me quedaron pocos recuerdos: una vaga sensación de un mundo americano de carreteras y granjas, la idea de que sí que se trataba de ciencia ficción, pero no tan interesante como las otras novelas y eso sí, el recuerdo nítido de las imágenes que me despertó entonces el primero de los cuentos (el de la pareja marciana, en la que un marido celoso mata a los terrestres con los que su mujer sueña). He vuelto muchas veces a ese primer cuento y me recreado en él, así como al cuento llamado 'El marciano', que gusta mucho a las escuelas y talleres de escritura, aunque a mí siempre me ha parecido un tanto soso y evidente.

Son cuarenta años a fin de cuentas, y en ese tiempo que no es casi toda mi vida, pero sí 4/5 partes, los recuerdos de esas lecturas se han ido mezclando con las versiones televisadas o cinematográficas que a su vez se han entretejido con las obras secundarias del mundo audiovisual que se han inspirado o apoyado en ellas. De Crónicas marcianas creo que tengo más recuerdos de la serie de televisión de los ochenta, que de la lectura inicial. De un mundo feliz ni siquiera estoy seguro de si recuerdo la serie o la película de esa época, que además en mi mente se amalgama con los recuerdos de la Fuga de Logan (del 77).

En las últimas semanas, después de un empacho de miles de páginas de Sanderson, he querido rescatar algunos de estos viejos clásicos y me he empapado de un Mundo feliz primero y luego de Crónicas marcianas.

La obra de Huxley es la más antigua de las dos (1932), y sin embargo es la que se siente más fresca, innovadora y acertada. Ambas tienen un tratamiento de las mujeres que dan vergüenza ajena, eso sí: un patriarcado clarísimo y rancio, que tampoco es que me sorprenda, que que ahora en los años veinte del siglo XXI queda más patente y casposo que nunca. Me ha sorprendido la interesante estructura de la obra, que coquetea todo el tiempo con ser un fixup, ya que los capítulos son bastante diferentes entre ellos, casi no parecen parte de la misma obra y en más de una ocasión podría usarse como relatos independientes y autoconclusivos. Cada uno de ellos sirve para mostrar un aspecto de la sociedad que el libro nos describe y sus consecuencias. La verdad es que a pesar de que muchas cosas han envejecido mal (el libro tiene 90 años), otras se sienten muy modernas y acertadas.

La obra de Bradbury, sin embargo, me ha decepcionado bastante. Borges hablaba del estremecimiento que le provocaban estos cuentos. El propio autor decía que este fixup no encajaba bien en la ciencia ficción. Huxley le dijo que era un poeta y que Crónicas marcianas lo demostraba. Todos tenían razón. Este conjunto hilado de supuestos cuentos de la colonización de Marte es poético, hermoso, especialmente lírico en los interludios (que me parecen la mejor parte del libro). Mirados como la obra de ciencia ficción que mi yo de doce años creyó leer, los cuentos son ridículos, un sin sentido científico, y diría que es cienciasía, si no fuese porque en realidad Bradbury no se apoya tanto en el tecnobable hueco y solo en ocasiones se deja llevar por la tentación cienciasíaca de recrearse en secuencia de palabras absurdas por su sonoridad pseudocientífica.

No se puede disculpar al autor por la antigüedad de la obra. Fue publicada en 1950, y por mucho que estuviese en la literatura pulp esta visión de un Marte habitado con canales de agua y aire medio respirable, la realidad ya estaba disponible en artículos científicos de principios del siglo XX. Nadie podía defender un Marte con aire ligero pero respirable, un mundo con vida compatible con nuestra biología, canales llenos de agua y mucho menos colinas azules. Creo que simplemente Bradbury no estaba muy interesado en la realidad marciana.

El libro es muy muy de los USA. Un trasunto de la idea del la conquista del oeste, los pioneros y el desplazamiento de los indígenas, pero con cohetes espaciales (que se describen casi como coches utilitarios al alcance de cualquiera que pertenezca a la clase media, lo que es de un sonrojante pero comprensible retrofuturismo optimista de los cincuenta). No hay en estos cuentos ningún novum que yo pueda tomar en serio o interesante, y se trata más bien de cuentos sicológicos, personales, hermosos y humanos, que sirven como reflejo y reflexión de las cosas que pasaban en la realidad contemporánea del autor. Se habla de cómo los colonos destrozan a los marcianos y a una cultura que se describe como milenaria y superior, aunque, como solo podría ser un señor de los USA, puestos a hacer un paralelismo con la conquista de América recurre a Pizarro en lugar de a ellos mismos (a pesar de que en Sudamérica el porcentaje de mestizos es del 70%, alcanzando el 90% en el caso de la procedencia nativa de las mitocondrias, mientras que en norteamérica la población indígena es del 1% y la de blancos no mezclados de más del 60%). Como en el caso del moderno Hail Mary, que he comentado recientemente, es fácil encontrarse con ejemplos en el libro de señores montando o desmontado cosas con sus propias manos, capaces de transformar un cohete de viaje interplanetario en un ultratípico restaurante de carretera que ofrece hotdogs. También es bastante americano el relato que menos me interesa, el de los dos sacerdotes.

Tal y como el propio autor dice este fixup no es ciencia ficción. Tampoco es fantaciencia, ni ópera espacial, ni nada cercano. Son cuentos fantásticos, que ni siquiera me atrevo a calificar de fantasía (el género tal y como se entiende actualmente), muy pegados a la época en el que fueron escritos y que tanto podrían estar situados en un Marte incorrecto e improbable de nuestra época (como están), como en el Alderaan de una galaxia muy muy lejana de un tiempo remoto, en el antiguo continente sumergido de Mu, o en el lado oscuro de la luna de un planeta gaseoso de 61 Virginis. El escenario es una excusa y en la actualidad probablemente serían publicados como fantasía, situados en alguna época remota antes del imperio acadio e incluidos en el catálogo de literatura general de una gran editorial de ámbito genérico. No me parecen muy diferentes a Olvidado rey Gudú, aunque esta obra de Matute me parece superior en calidad.

Sin embargo, Crónicas marcianas es referido constantemente al hablar de ciencia ficción (yo mismo lo he hecho guiado por mi recuerdo erróneo de mis tierna adolescencia), y en muchos casos referenciado como una obra muy importante en el género. Bueno, pues yo ya no lo haré más. Crónicas marcianas me parece una obra hermosa, interesante, sobre todo desde el punto de vista histórico (pues me parece muy significativa de su época), pero desde luego no se trata de ciencia ficción. 

No hay novum, no hay reflexión, no tiene inclinación ensayística ni intelectual.

 

10.5.23

Gozos

 

Di un par de clases con Azahara Alonso durante el master de escritura creativa en el Hotel Kafka del 2020: aforismo y microrrelatos. Dijo que le gustaron mis microrrelatos, detestó mis aforismos. Normal. Tengo serias dudas de que la filosofía tenga ya algo que aportar al conocimiento o al desarrollo humano a esta alturas de la civilización, así que un aforismo me pareció un microrrelato hinchado de aspiraciones infundadas. Podéis imaginaros los que escribí, casi todos en tono de sorna y espíritu antiaforístico.

Hace muy poco, durante un taller de la misma escuela de escritores, uno de los profesores mencionó esta obra de Azahara y me descargué una versión electrónica desde Amazon. Un gozo. Sinceramente, un gozo este estupendo libro sobre una escapada tan larga como le fue posible a la isla de Gozo. Aunque en algunos titulares se dicen cosas como: Azahara Alonso debuta en la novela con «Gozo», este libro para nada es una novela. En el mismo artículo se puede leer: "[...] Es biografía. Es diario. Es novela. Es ensayo. Es libro de ayuda personal. Es una año sabático. Es crítica a una sociedad deshumanizada, la nuestra, la actual, en la que casi nunca disfrutamos del recorrido, del camino, del paisaje. [...]".

Eso se acerca más. Sin duda es un diario, una biografía entrecortada de un año sabático isleño y aunque puede leerse la crítica, no me parece que lo sea. Más bien percibo una reflexión, o muchas, un abanico disperso de referencias bibliográficos y pensamientos que libremente se mecen a las orillas de la isla pequeña. Pensamientos que casi siempre circunnavegan las ideas de la obligatoriedad del trabajo, su virtud o vicio y sobre todo la necesidad de asumirlo, evitarlo o simplemente ignorarlo. No conozco a Azahara mas que de aquella dos clases pero no logro imaginarla empuñando una bayoneta, ni siquiera metafórica, para asumir la defensa de la ociosidad, o liderar la revolución de la gran renuncia, por mucho que algo parecido asome en algún otro titular. Ella misma en este libro se califica como una exploradora, alguien que de pequeña quería tener todas las profesiones inventadas y por inventar, y que al ir creciendo se le antoja como preferible la idea de transformarse en una alumna perpetua.

La verdad es que el libro se disfruta en cada página. Os lo recomiendo y mucho. Me ha hecho pensar en porqué sufrimos o dejamos de sufrir con el trabajo alimenticio que casi todos hemos tenido que soportar. Yo, ahora que he superado esa parte de mi vida y me he retirado del mercado laboral con lo mínimo, puedo entender perfectamente esta búsqueda que llevó a Azahara a la seca y diminuta Gozo.

En realidad, si lo pensamos calmadamente, nuestro estado natural, aquel en el que hemos vivido la mayor parte de nuestra historia como especie, es el del grupo itinerante nómada y familiar, tal vez mal alimentado, o como mínimo viviendo siempre ante la amenaza de no encontrar mañana algo que comer, mirando con deseo las caderas de alguna prima demasiado cercana y, esto sí seguro, enfermo de alguna cosa (lo más probable de muelas podridas). Eso es para lo que hemos evolucionado como humanos, para caminar y caminar, todos los días, alimentarnos de las pocas frutas del bosque que encontráramos (las que nos dejasen los pájaros e insectos que como agricultor de fresas aficionado os aseguro que no son tantas), raíces que escarbáramos y las pocas presas o carroña que cazáramos o robáramos. Estoy convencido de que cada comida afortunada, cada trago de agua fresca de un riachuelo inesperado, cada rato de descanso a la sombra de una cueva, o cada besuqueo con una de prima cariñosa debía de proporcionarnos una felicidad que ni el más iluminado de los budas sintió jamás. 

Cuando nuestros antepasados domesticaron los cereales y decidieron cambiar la insegura vida del nómada, capaz de disfrutar de cada pizca de suerte, por una vida mucho más previsible pero cansada (y hay pruebas antológicas que demuestran que nuestra salud se resintió al escoger ese camino, nuestra altura se redujo y también nuestra esperanza de vida), hicieron una elección que nos lleva hasta el momento actual. 

Creo que todas estas reflexiones sobre si es virtuoso trabajar o de idiotas, no son más que la añoranza del viejo nómada amante de primas que echa de menos un mundo sin responsabilidades, enorme, casi inacabable, en el que vagar sin rumbo mientras ruega para que mañana haya algo rico que comer y agua limpia que beber. Por eso la felicidad no está en el trabajo, ni en el ocio, ni en ningún mágico equilibrio intermedio, está en sentir que ha pasado un día más y que has logrado una pequeña meta, sea cual sea, porque eso es la vida que esperaban nuestros antepasados: una comida más, una fuente de agua limpia y tal vez un poco de sexo con una chica aunque fuese demasiado parecida al resto de tu familia.

Y no quisiera que eso se entienda como deseo de retorno a lo más básico, solo digo que nuestro cerebro me parece probable que funcione con esos principio básicos. Si quieres ser feliz, plantéate pequeñas metas y cúmplelas, sean cuales sean. 

Y seguramente meterte unos cuantos kilómetros de caminata cada día también ayude. 


9.5.23

Algo de ciencia en la ciencia ficción, por favor

 

Mi percepción habitual en la ciencia ficción nacional navega entre la decepción y la frustración completa. En pocas ocasiones me encuentro con algo que no sea fantasía o, peor aún, cienciasía, por mucho que en la portada hayan puesto una C y una F, o una S y una F. En contadísimas ocasiones me encuentro con un novum bien delimitado, interesante y bien desarrollado hasta sus últimas consecuencias. 

Hay obras que merecen la adscripción al género de la ciencia ficción, como por ejemplo, las de Nieves Delgado; pero es tan raro que ya me conformo con un poco de space ópera que no derrape demasiado, como Lágrimas de luz, alguna ucronía chula como las de Vaquerizo o La locura de Dios, o incluso alguna postapocalíptica que vaya un poco más allá de la aventura de zombis.

Ya no espero obras que me dejen pensando como Ciudad permutaciónSolaris, El hombre bicentenario, u  Homo plus. Ni que me presenten sociedades alternativas como las maravillas de K. LeGuin, o las especulaciones de K. S, Robinson, o de Bradbury. Ni siquiera apasionantes aventuras generacionales como Seveneves o El crisol del tiempo. Y, por mucho que me pese, ni sueño con encontrar alguien que juegue con el género, dándole la maravillosa vuelta de tuerca de hacer relatos en mundos con ciencias que sabemos falsa para mostrarnos cómo serían los universos en los que fuesen verdaderas, que hace el sorprendente y admirable Ted Chiang.

A este último le han hecho una película, la Llegada, que, aunque pierde parte de la magia que tiene el texto de Chiang, con sus tiempos verbales perturbados y divagantes, es una película sobre comunicación con extraterrestres bastante chula. El problema es que el relato original, La historia de tu vida, no va de comunicación con aliens. Su novum es mucho más radical, difícil de escribir (aunque el autor logra salir muy bien parado), y aunque, no voy a desvelarlo, por eso de no reventar el misterio de una excelentísima e imprescindible (a mi modo de ver) antología de relatos; sí que diré que es un novum ya presentado con anterioridad (de hecho muchas veces) y mencionado incluso en obras tan sorprendentes y fascinantes como Matadero cinco.

Aún así sigo comprando autores noveles de aquí o de Sudamérica y libros de editoriales nuevas que se declaren de ciencia ficción. Supongo que no pierdo del todo la esperanza de encontrar, en algún momento, más autores como los he mencionado arriba. Gente que se tome la ciencia en serio y que quiera jugar con un buen novum o una acertada especulación hasta el final de sus lógicas consecuencias.

Hoy, en un taller, he estado a punto de desconectarme de frustración cuando se ha dicho que Proyecto Hail Mary, era una novela de comunicación con extraterrestres y tenía demasiado infodump.  Muy recientemente subí un post indicando las debilidades que encontraba a esta novela, pero no era precisamente el infodump. Y desde luego la novela no es de 'comunicación con extraterrestres'. De hecho el autor pasa bastante de puntillas sobre esa problemática, lo soluciona en un plis plas, y el alien incluso parece un amable humano la mayor parte del tiempo. 

Lo que en el taller se ha llamado infodump para mi es pura caracterización del personaje. Yo simplemente no me creería a ese profesor de ciencias de instituto sin la escena en la que monta un dispositivo improvisado para calcular bajo qué gravedad se encuentra al principio de la novela. A mí, personalmente, las partes en las que hace un detallado análisis científico y me describe como resuelve los problemas espaciales que yo mismo iba viendo que sufriría, me gustaron y mucho. De hecho me parecen la fortaleza de la obra. Es ciencia en funcionamiento, descrito en primera persona desde el prisma de un científico, de uno que, además, se ha pasado años dando clases a chavales de instituto. Si no me cuenta todo eso y con ese tono de orgullo en cada pequeña victoria, simplemente diría que el personaje no está bien dibujado.

Empiezo a pensar que simplemente hay demasiado poco aprecio por la ciencia en el mundo literario, incluso en el de género. Si las personas que seleccionan, escogen y publican las obras nacionales son personas solo con formación humanística, sin duda podrán escoger obras formalmente magníficas y bien escritas, pero no buena ciencia ficción. Supongo que dará igual porque la buena ciencia ficción en realidad no vende lo suficiente, pero la verdad, que le quiten entonces el sobrenombre.

Y que conste que yo mismo consumo, disfruto e incluso escribo, fantasía. No tengo problema con ello, incluso aprecio una buena space ópera (aventuras espaciales), soy un flipado de las naves espaciales, o una fantaciencia bien construida (fantasía que sustituye la magia por tecnología y orcos por robots), pero me encantaría encontrar algunas obras nacionales más con un novum bien planteado y que me deje pensando al terminar la obra.

Solo digo eso. Al final siempre tengo que alimentar mi 'mono' de ficción especulativa interesante con obras extranjeras. No sé, igual no sería mala idea que las editoriales al menos tuviesen algunos asesores científicos (o alguno más si es que ya los tienen), unos asesores que les puedan decir: eh, este novum es la leshe y es hasta creíble.

Supongo que es mucho pedir.




6.5.23

Hail Mary de Andy Weir

 

Acabo de terminar esta novela del autor de El marciano (obra que en realidad no he leído, aunque sí que he visto dos o tres veces la película). Me gusta mucho esa aventura de astronautas olvidados que se las apañan para criar patatas y, la verdad, tras leer cuatro novelones de Sanderson (con sus múltiples problemas de escala y credibilidad) me apetecía leer algo de ciencia ficción, sobre todo si se trataba de una novela que fuese lo bastante fiel a la presencia de la palabra ciencia en el nombre del género. Así terminé consiguiendo una copia de Proyecto Hail Mary.

En términos generales tengo que decir que me ha gustado, incluso podría decir que me ha gustado mucho, aunque contiene algunas cosillas que bueno... derrapan un poco. Las iré comentando a lo largo de este artículo.

ESTE COMENTARIO DE LA OBRA DESVELA PARTES RELEVANTES DE LA TRAMA, ASÍ QUE SI AÚN NO LO HAS HECHO Y PRETENDES LEERLA PIÉNSATELO BIEN ANTES DE CONTINUAR.

Esta novela incluye unos varios novums, más de los que me gustaría, para ser sinceros (el ideal para una novela de ciencia ficción es un único novum auténtico, tal vez respaldado por un puñado más que sean ya terreno común del género). Aún así el número es aceptable:
  1. El primer novum es, por supuesto, los astrófagos en sí: un organismo mono celular capaz de prodigios variados, desde sobrevivir al paso por la corona de una estrella, hasta viajar por el vacío interestelar a velocidades relativistas. Este novum es el menos creíble, por motivos que luego detallaré, pero lo importante es que está compuesto además de algunos subnovums:
    1. Los astrófagos son células no muy diferentes a las presentes en la tierra (se mencionan las mitocondrias repetidamente y el ADN), pero capaces de cerrarse sobre sí mismas hasta el punto de sobrevivir a niveles de calor y radiación altísimos (de hecho absorber toda esa energía para utilidades prácticas), sin recurrir a un recubrimiento gigante (se les puede perforar con una nano jeringuilla). Esta similitud de forma y comportamiento fuerza al escritor a exigir la panspermia a nivel casi galáctico.
    2. Los astrófagos requieren la existencia de un mecanismo biológico improbable que permite no solo la captación de energía lumínica muy eficiente, sino su transformación en una forma de antimateria contenida que pueda reconvertirse con un 100% de efectividad de vuelta en luz. El autor usa en este caso el neutrino que es su propia antipartícula y que por lo tanto puede usarse a la vez como reserva de energía y como reactivo para recrear luz (bueno, más o menos, ya que en realidad tendría que mantenerse alejado cada componente del par, con los problemas correspondientes, pero como no es problema principal, pues no lo consideremos un obstáculo extra en la credibilidad).  Los neutrinos no suelen quedarse 'quietos' así que la idea de que una bacteria espacial los contenga en enormes cantidades es difícil de aceptar. Pero volveremos más tarde a ello.
    3. Para que su relato funcione el autor necesita además que el astrófago provenga de un ecosistema completo y funcional, donde existan depredadores y al tiempo necesita que tales depredadores no compartan algunas de las características más relevantes de sus presas (ni la resistencia a la radiación ni la movilidad a velocidades relativistas), lo que nos lleva a un rarísimo escenario en el que un depredador es esencialmente lento como un caracol y al tiempo caza liebres más rápidas que el rayo. Pero lo analizamos más tarde.
  2. La existencia de una civilización alienígena de misma base biológica (de nuevo el autor exige la panspermia), pero desarrollada en un medio de muy alta gravedad y presión, respiradores de amoniaco. Cuyos individuos son una suerte de estrella de mar con huesos metálicos y corazas articuladas como cuerpo. Organismos que se erigen como la realización de un sueño steampunk, pues se mueven con vapor y sangre de mercurio. Muy chulos. Además el autor tiene el detalle de situarlos en Vulcano, el planeta del Sr. Spock, o al menos en su versión real. La posibilidad de que ese planeta sea habitable, parece escasa, pero no sé si yo mismo me habría resistido a hacer esta referencia a Star Trek.
  3. Una aleación basada en un gas noble (xenón). Aunque parece el más adecuado para postular una aleación así, realmente no entiendo porqué recurre a esta aleación en su relato. No parece necesario ya que dispone de unos aliens que son herreros y soldadores naturales (cuerpos hipercalientes rellenos de mercurio líquido), que probablemente podrían crear con facilidad creaciones metálicas, calentarlas hasta puntos de fusión y moldearlas con 'las manos desnudas'. Luego volveré sobre este asunto.
A nivel de estructura la novela se organiza mediante una única unidad narrativa, pero dividida en dos tiempos. Por una parte tenemos al único superviviente humano de una expedición a una estrella cercana intentando conseguir la información que necesita (al tiempo que lucha con una amnesia brutal que no le permite ni recordar como se llama o quién es al principio), y por otra parte retrocedemos en el tiempo para ir asistiendo al apocalipsis astrófago y a la creación de la expedición que ha llevado al astronauta hasta Tau Ceti. Ambas unidades narrativas (o fragmentos de unidad, ya que en el fondo son la misma historia en dos periodos de tiempo diferentes) son básicamente lineales cronológicamente y podrían haberse estructurado en forma de capítulos alternados de la una y la otra. El principal problema de la obra está justamente aquí. 

El autor hace un intento de presentarnos la línea cronológica del pasado mediante 'flash' de recuerdos que 'asaltan' al protagonista. En realidad se trata de un artilugio tan usado que incluso lo puedo calificar de manido. Yo mismo lo usé en mi relato 'En la fría soledad'. Sin embargo en este caso no funciona, o al menos para mí no funciona, primero porque los recuerdos son ultra detallados: descripciones, actitudes, sentimientos e incluso diálogos con palabras exactas. Cuando yo usé este esquema en el relato mencionado al menos tenía detrás todo una teoría de reconstrucción nanobótica de la personalidad y de los recuerdos que podrían justificar flashes así de detallados, sin embargo en el escenario usado por el autor (problemas de amnesia provocados por drogas y coma inducido muy prolongado), este nivel de detalle en los recuerdos, esta carencia de confusión, sin pizca de surrealismo, parece muy poco creíble. En realidad, se entiende con facilidad que está usando un lenguaje puramente cinematográfico. Lo que el libro contiene parece seguir exactamente la forma que tendría la historia pasándola por el filtro del cine norteamericano. Una pena y una prueba más de que la literatura actual está demasiado influida por los códigos del cine, en particular de la industria audiovisual americana. De hecho en las partes finales el autor prescinde de la excusa del recuerdo y nos vuelca los flashbacks ya desvestidos de justificación, lo que, sinceramente, me resulta más creíble.

Los otros problemas de credibilidad que le encuentro son:
  1. Puedo llegar a imaginar el desarrollo y evolución de vida resistente al vacío interestelar, pero no acabo de entender la necesidad que tendrían de desarrollar la capacidad de moverse a velocidades relativistas. Eso parece muy poco justificado. Todo el asunto parece como una justificación para proporcionarnos a nosotros, los humanos, un medio más o menos simple de obtener capacidad de viaje interestelar.
  2. Incluso imaginando que el astrófago pudiese desarrollarse realmente de forma natural y que la contención de neutrinos fuese realmente posible, hubiésemos detectado su presencia en un comportamiento anómalo en el ciclo de vida de estrellas de distancia media o lejana y no, como se muestra en la novela, de forma 'repentina'. Si el origen fuese artificial todo me rechinaría menos.
  3. No entiendo porqué la insistencia del autor con la panspermia. Todos los datos actuales encajan más bien con la idea de que la vida que conocemos se desarrolló en la Tierra. Los tiempos necesarios y las piezas necesarias parecen encajar. Solo veo razones románticas para imaginar vida con las mismas bases biológicas extendiéndose lentamente por la galaxia.
  4. No me acabo de creer que ante la difusa amenaza de un debilitamiento casi incipiente de la radiación solar el planeta entero se ponga de acuerdo para salvar a sus habitantes. Hay pruebas de sobra sobre el cambio climático y la mitad del mundo pasa completamente del asunto.
  5. Incluso suponiendo que algún habilísimo político los convenza de trabajar juntos en un principio, tampoco me creo que la autoridad que hubiese conseguido se sostuviese a largo plazo, no, al menos, hasta que hubiese habido ya muchos muertos.
  6. Cuando el protagonista se encuentra con el alien de 40 Eridani, decodifican el lenguaje el uno del otro demasiado rápido. Por mucho que los primeros pasos, basados en conocimientos científicos, estén mostrados con gran belleza, el avance posterior es demasiado rápido. Hacen ingeniería juntos y llegan a hablar de radioactividad y de la relatividad general a pesar de que uno de los dos es ciego y percibe el mundo mediante sonido y tacto. Y mejor no comento la idea de que puedan hablar empáticamente y bromear el uno sobre el otro. No me lo creo para nada (aunque sea de los mejores momentos de la obra y de los que más me gustan).
  7. Los dos juntos se las apañan para capturar a un depredador de los astrófagos y logran criarlos en condiciones de laboratorio. Al hablar de esas condiciones se menciona mucho el dióxido de carbono (que usan tanto astrófagos como sus depredadores para construir su masa corporal de carbono), el nitrógeno y otros gases habituales en venus. Por otra parte se ha dicho muchas veces en el libro que la biología es básicamente la misma (ADN, mitocondrias, etc...). Basta con echar un vistazo a la composición química de la vida para que tengamos que pensar en el resto de los componentes, que aunque sean un porcentaje muy bajo son imprescindibles para que haya núcleo atómico, ATP, o mitocondrias. ¿No tienen que considerar tales trazas en los cultivos?
  8. Durante el cultivo de los depredadores se encuentran con un problema con el nitrógeno gaseoso que resulta ser venenoso para esa biología. Esto me ralló muchísimo, dando que el nitrógeno está en todas partes de las moléculas biológicas (incluyendo el ADN que el autor supone común), pero es que además después de trabajar enconadamente en hacer resistente al nitrógeno hasta el porcentaje presente en Venus a estos organismos (un 3%), el protagonista se enfrenta con una 'plaga' de los depredadores en su propia nave. Estos depredadores han tenido que sobrevivir en el interior de la nave con atmósfera terrestre aparentemente sin tener problemas, cuando en la Tierra tenemos un % de nitrógeno del 78%. Eh.... perdone, ¿no les resultaba venenoso?
  9. Una vez que el protagonista se ve forzado a viajar al planeta natal del alien se le muestra allí, en la superficie, viviendo de su propia carne clonada y dando clases a eridanis niños, tal y como hacía en la tierra con sus alumnos. Por mucho que sea una imagen hermosa, no es lógica. El propio autor nos ha dicho que el medio de aquellos alien tiene mucha más presión, calor y una gravedad muy superior. Las dos primeras cosas pueden arreglarse mediante el entorno cerrado que le proporcionan, pero la gravedad demasiado alta no. Hubiese sido igual de aceptable y mucho más creíble un hábitat en órbita que por rotación simulase gravedad de la tierra, y lo cierto es que con el mismo esfuerzo necesario para crear tal hábitat o el que le proporcionan en la superficie, podrían haberlo mandado de vuelta la Tierra. De forma que esa escena final era totalmente innecesaria y solo sirve para restarle credibilidad al relato.
No acabo de entender porqué no se cuidan estos detalles, que en el fondo no tienen nada que ver con la trama principal y se podrían resolver con facilidad. Aún así la novela es perfectamente disfrutable y hay escenas científicas que son un auténtico deleite.

Si no la habéis leído aún os la recomiendo.