14.3.24

La escolomancia de Naomi Novik

El año pasado leí un par de libros de Naomi Novik: un cuento oscuro (que me regalaron por navidad) y un mundo helado

El primero, un cuento oscuro, me pareció flojillo. Siendo sincero el comienzo me gustó mucho, pero a medida que se me fue haciendo más evidente que se trataba de una suerte de retelling de la bella y la bestia, y que él, en concreto, parecía un calco a nivel de personalidad de la bestia más sosa de todas (la de Disney), fui perdiendo el interés. Cuando el libro cambia drásticamente al viajar la protagonista a la corte (y empezar ella a transformarse en Mary Sue), mi interés se precipitó a las profundidades de la indiferencia.

Tras esa decepción pregunté si ese libro era lo mejor de la Novik (me habían estado hablando mucho de la Escolomancia) y la opinión mayoritaria fue que Un mundo helado era seguramente lo mejor de la autora. Lo compré y, sí, sin duda es muy superior. 

Un mundo helado me parece un libro fascinante, que juega con tres personajes, tres narradores y dos mundos, para hablar de la violencia masculina sobre las mujeres, la sumisión del género femenino que de una manera u otra intenta la masculinidad no solo tóxica sin gañán provocar. Cada una de las tres protagonistas es de una extracción social diferente, tienen visiones del mundo y de lo que pueden aspirar diferentes, lenguajes diferentes y soluciones diferentes. Sin embargo, el libro habla, en las tres historias, del mismo problema. Además logra entrecruzar las tres historias magistralmente a la vez que juega con la coexistencia de los dos mundos en escenas que da gusto leer. Todo es fascinante en este libro, excepto el final, que es muy flojo.

La cualidad más potente de esta autora es la facilidad, la agilidad, con la que se lee su prosa. Aún no sé a qué se debe esta cualidad, pero es innegable. Sus libros se leen como si bebieses agua incluso cuando se pone más poética o rebuscada. Su defecto principal es que se le dan fatal los finales, o para ser más específico, los clímax. Tras llevarnos de la mano por toda la historia de manera fácil y agradable, cuando llega el enfrentamiento final, sea de la naturaleza que sea, la Novik se vuelve confusa y a menudo decepcionante. Creo que la propia autora es consciente y intenta reducir el clímax a la mínima expresión. Lo retrasa lo que puede y luego salta por encima si puede permitírselo.

Lo mismo pasa con los tres libros de la Escolomancia. La prosa muy legible de la autora está presente de forma indudable en estas mil doscientas páginas. Los personajes son más o menos creíbles (aunque la protagonista se vuelve Mary Sue en el segundo libro y lo es de forma demasiado palpable en el tercero). El trasfondo es muy interesante, de hecho es lo más interesante de todo. 

Detengámonos un momento en él.

El mundo de la Escolomancia, parte de unos principios muy similares a los presentados en el juego de rol Mago: La ascención de Mundo de tinieblas. Es decir, la idea de que la realidad es según cree la mayoría de las personas que es. De forma que los magos se dedican a hacer creer a la población (y al universo en general), que las cosas con como les apetece que sean y si lo logran entonces las cosas se tornan así. A esos principios se añaden los de racionalidad/irracionalidad del Aquelarre de Ricard Ibañez. De forma que cuando los mundanos (los no magos) están presentes imponen su no-creencia en la magia y los hechizos se vuelven imposibles o complicados de realizar, y los monstruos se vuelven animales normales y corrientes. Pero lo más interesante, para mí, es que la Novik tiene la inteligencia de mostrar las conclusiones del Planeta prohibido: la idea de que si proporcionas a una mente normal un poder ilimitado, entonces su subconsciente, sus temores, sus anhelos inconfesables, se tornarán reales y nos matarán a todos.

Cuando la magia no se torna un trasunto de ciencia (con sus reglas absurdas, como en los libros de la Rowling, los de Rothfuss o los de Sanderson), sino que se mantienen como consecuencia del poder de la voluntad del mago, la conclusión de que el horror está a la vuelta de la esquina es casi ineludible. La Novik en la Escolomancia muestra todo eso de manera clara y maravillosa. El mundo se vuelve horrible porque los hechiceros lo vuelven horrible, y lo hacen con la mejor intención todo el tiempo o por miedo. Cuando tus deseos pueden hacerse realidad lo hacen y regresan a devorarte por las noches.

Durante el primer libro la autora se recrea en ese horror. Te muestra un internado en el que los niños magos intentan sobrevivir sin supervisión adulta mientras una incontable legión de monstruos intenta matarlos. Ella insiste que la situación no es la de El señor de las moscas, pero lo es y no sé como no podría serlo. Mola, aunque cansa un poco tanto horror. Al ochenta por ciento del libro, cuando parece que todo se va a quedar en una larguísima presentación del mundo y de los personajes, la autora mete el acelerador, muestra un conflicto más claro y... lo resuelve en un plis, porque,  como he dicho, parece que odia enfrentarse a los clímax. Entonces plantea un cliff hanger que, la verdad, te deja con buen sabor de boca.

El segundo libro se me hizo muy pesado. Es básicamente una película de esas de instituto americano centrado en la chica impopular, que coquetea con la maldad de las populares y finalmente sale victoriosa cuando se desvela su auténtico potencial. Mucha política de instituto de peli americana y poco más. Como en el anterior libro justo al ochenta por ciento se desvela el conflicto real y se resuelve de una manera que ya se podía adivinar al principio del libro. 

El tercer libro es muy diferente y, para mí, peor. En este libro la autora intenta resolver todos los misterios con los que ha ido salpicando la saga, le da un sentido concreto a todo lo que pasa y proporciona hasta tres clímax que podrían ser conclusión de la saga. Los tres cortos, demasiado 'Deus ex machina' para mi gusto y que, sobre todo el último, saben a poco.

Uno de los problemas que le veo a la saga es que creo que la autora podría escribir incluso buena ciencia ficción de novum, pero se queda a medias. Parece más que capaz de asomarse a las tenebrosas profundidades de la conclusión lógica de una magia volitiva desatada: el horror del enfrentamiento de nuestras tinieblas, el abrazo tenebroso de la sombra de Ged. Pero en lugar de eso intenta (y desde mi punto de vista fracasa) mantener la idea de que su saga es fantasía urbana y que por lo tanto la magia es la excepción y que el mundo mundano, debe permanecer exactamente como lo vemos por la ventana. Necesita encontrar una explicación de porqué todo sigue igual a pesar de estar desatando poderes cósmicos de enorme magnitud. Y en ese trasunto, los conceptos se ponen zancadillas a sí mismos, tartamudean sus explicaciones y acaban contradiciéndose. 

Un ejemplo: la explicación de porqué hacen lo que hacen para crear los enclaves es que hace falta una mente única para hacerlo y, sin embargo, en dos de los clímax del tercer libro se muestra claramente cómo logran hacerlo gracias al esfuerzo colectivo. Desde el primer momento se dice que el maná (el bueno, el que no se roba) procede del esfuerzo, pero a menudo en el libro se indica que proviene del malestar y del sufrimiento (la propia narradora dice que ha logrado generar más maná haciendo calceta porque odia hacerla). A ratos sugiere que en los enclaves, con la concentración de magos, el maná se multiplica a niveles astronómicos y al mismo tiempo sugiere que el maná de esos enclaves siempre es robado. Finalmente, los hechiceros pueden cambiar la realidad parece que casi a voluntad, y sin embargo el dinero real sigue siendo importante (¿y eso?). Al mismo tiempo se dice que se pueden establecer lugares fuera del mundo para habitar en ellos y unas páginas más allá se indica que los enclaves solo pueden sacar espacio robándolo de la realidad (¿en qué quedamos?

En fin, un montón de inconsistencias que solo se entienden bien aceptando como realidad la religión que entiendo que empieza a ser la dominante en el país de residencia de la autora: el pensamiento positivo liberal. La idea de que si deseas y te esfuerzas logras cualquier cosa, aunque el dinero es absolutamente real y no una invención del sistema. Esa creencia cuadra bien con el maná que fluye con el esfuerzo, al tiempo que sigue habiendo élites ricas y muchedumbres pobres como ratas.
 

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