18.9.23

Un par de obras de Víctor Conde

 

Víctor Conde es una de las personalidades más importantes del mundo de ciencia ficción en España. Ha ganado varias veces el premio Minotauro, ha quedado varias veces finalista de este mismo premio y también tiene el Ignotus. Si miramos la entrada de la Wikipedia veremos que entre el 2002 y la actualidad (21 años), hay como cuarenta obras publicadas. Es decir, a un ritmo de al menos dos por año. Un ritmo de publicación prodigioso. Por comparar: Rafa Marín, el autor de Lágrimas de luz, tiene más o menos esa producción pero con una carrera que se inicia en 1984, es decir casi el doble de tiempo. A pesar de todo esto mi primer contacto con su obra (una novela corta de Cerbero llamada Voces remotas en Albión) me pareció un horror. El libro está lleno de afirmaciones que no se sostienen desde el punto de vista científico, es más, son anticientíficas dando pábulo a las conspiranoias y miedos atávicos sobre los campos magnéticos que nos enferman, o la radiación telefónica que nos produce cáncer. Cosas no solo incorrectas sino irresponsables dado que hay gente que no solo se las cree sino que sufre por creerlas. Además el libro está profusamente sazonada de palabros seudocientíficos, de expresiones que suenan muy bien pero que no tienen ningún concepto real detrás. Puro adorno. O dicho más claramente pura cienciasía.

Del Celsius de este año me traje unos cuantos libros, entre ellos el Ojo de Atropos, por ver si lo soportaba, ;) (la verdad no sé si este juegos de palabras estaba en alguna de las aventuras de AD, me suena, así que es posible, es el tipo de juegos de palabras tonto que le gustaba a Samudio). La cosa es que el libro empieza bien, con una presentación de una IA bastante razonable, o al menos del tono del Homine ex machina de Carlos, pero la cosa empieza a desbarrar pronto. 

La novela nos presenta un escenario similar al de The Expanse, tal vez un poco demasiado pronto (justo el final de este siglo), en el que hay empresas mineras recogiendo las capa superficiales de la atmósfera de Venus (eh... no sé qué recogen, dada la mezcla de gases que tiene, dióxido de carbono tenemos de sobra y tendremos más en el futuro, así que no sé... el autor tampoco lo aclara, por cierto), en ese contexto ocurre algo sorprendente (sería más adecuado decir milagroso) y eso lleva a que los protagonistas hagan un viaje allí. 

Aquí ya empiezan los problemas. Se menciona la aceleración de la gravedad (por cierto, como velocidad en metros por segundo y no como aceleración: metros por segundo al cuadrado), se dice que parte del viaje se hará con una aceleración algo superior a esta y luego que se desacelerará similarmente. Y se dice que se llegará en cuatro semanas. En este punto me saltaron las alarmas. Un poco más adelante el autor aclara que solo se acelerará/desacelerará así una semana, quedando en medio dos semanas en gravedad cero. Vale, aceptemos que se acelera de forma continua una semana e incluso concedamos una aceleración menor, justo de 1g, en lugar de la indicada por el autor. Hagamos una cuenta simple, la velocidad alcanzada tras una semana a esa aceleración es de:

       9,8 m/s^2 * 1 semana = 9,8 m/s^2 * (7*24*60*60 s) = 9,8 m/s^2 * 604.800 s = 5.927.040 m/s

Es decir:
   
       5.927 km/s 

Ignorando el espacio recorrido esa primera semana y multiplicando por dos semanas tenemos:

        5.927 km/s * 2 * 7 * 24 * 60 * 60 = 5.927 km/s * 2 * 604.800 s = 7.169.347.584 km

Es decir, más de 7 mil millones de kilómetros. Eh... parece mucho, veamos la distancia de Venus a la Tierra. Pues resulta que de media hay unos 40 millones de kilómetros y una distancia máxima de 261 millones de de kilómetros. Así que nos hemos pasado mucho y eso sin contar con la semana de aceleración y la desaceleración que añadirían otros miles de millones de kilómetros. ¿Hasta dónde nos llevaría un viaje de cuatro semanas con estas aceleraciones?

Marte no nos vale: está a 225 millones de kilómetros. Júpiter a 587 millones. Saturno a 1300. Urano a 2721. Neptuno a 4351. Uf... se nos acaba el sistema solar. Esa distancia nos lleva hasta el cinturón de Kuiper y, en realidad, si le añadimos la distancia recorrida durante la aceleración y desaceleración casi estaríamos fuera de la helioesfera, es decir, casi nos habríamos salido de la influencia del sol en un mes.

Como casi siempre es un problema de escala. Una aceleración de más de 1g durante toda una semana es mucha aceleración. Casi todos los ingenios que hemos mandado ahí fuera han acelerado un puñado de minutos. 

Hagamos la cuenta inversa, si tenemos que alcanzar Venus en cuatro semanas acelerando a 1g algo de tiempo e incluso ignorando la distancia recorrida durante la aceleración y desaceleración, ¿cuánto tiempo necesitamos encender los motores?

    40 millones de kilómetros en 4 semanas implica una velocidad de 10 millones de km/semana, es decir, 1,4 millones de kilómetros por día, 59523 km/h, o sea 16 km/s, 16000 m/s. A una aceleración de 9,8 m/s^2. Necesitamos acelerar: 1687 segundos, es decir, algo así como media hora. Repasad las cuentas si queréis. Si tienes motores capaces de acelerar tu nave a 9,8 m/s^2 solo tienes que encenderlos media hora para llegar a Venus en cuatro semanas.

Si no estamos hablando de un viaje interestelar, acelerar durante semanas no tienen sentido y Venus está como a seis minutos luz de distancia. De donde, por cierto, sale otro problema.

Venus está a una distancia de retardo de comunicaciones de seis minutos ("solo"). Es muchísimo tiempo para una teleoperación o para mantener una videoconferencia (entre pregunta y respuesta habría que esperar un cuarto de hora), pero es un tiempo relativamente muy corto como para introducir datos a un ordenador masivo y recibir el análisis (se podrían mandar datos y recibir conclusiones relevantes cuatro veces por hora). En el libro se lleva a la experta en ordenadores en el viaje y SE DEJA A SU ORDENADOR INTELIGENTE EN LA TIERRA. Es la peor de la opciones. La experta (en este caso la 'promptera') se lleva hasta Venus a correr riesgos, donde tendrá que esperar 12 minutos desde que pregunta a su IA hasta que esta le conteste. ¿Para qué? No tiene sentido. Por supuesto el autor ignora (como casi todos los autores), el retardo en la mayoría de las comunicaciones y el IA parece contestar en tiempo real. En fin...

Estos defectos son solo la superficie del problema. Más adelante el novum se vuelve mucho más loco, con incoherencias flagrantes internas (y una evidente no comprensión de lo que implica la expansión del universo o de la teoría de la relatividad general) que no voy a comentar porque sería spoiler. 

En definitiva, si considero este libro como ciencia ficción de novum, más o menos dura, no me queda más remedio que calificarlo de muy flojo. Más interesante me parece que en una conversaciones entre los personajes se hace referencia a Barsoom y a los escritos de Burroughs. Me di cuenta en ese momento de que el autor parece querer escribir es esta clase de ciencia ficción primitiva, pulp, de aventuras, de salvajes y princesas, y, la verdad, no sé porqué no se lanza a escribir simplemente eso. Seguro que hay público de sobra para un neopulp.

Con esa idea en la mente he buscado entre las primeras obras de Víctor Conde y llevo un 20% escuchado de Los relojes de Alestes. Está clasificada de steampunk y no sé porqué, de momento. Hasta lo que llevo escuchado es una novela de aventuras a la manera de Verne, como la Isla de Bowen de Mallorquí, que se clasifica como de aventuras y juvenil. Yo, de momento, no veo el punk por ninguna parte: nada de deshumanización, descarnalización, transhumanismo ni nada parecido. En cualquier caso lo que en general me parecen debilidades de este autor en esta obra, de momento, parecen fortalezas, sobre todo cuando usa como narrador la voz de una jovencita mimada con aspiraciones de poeta en cuya mano las palabras grandilocuentes y excesivas parecen más que justificadas.

No sé. Si lo que este autor quiere escribir son estas novelas de aventuras neovernianas o neopulp, por favor, que lo haga. Yo mismo las disfrutaré encantado.

1 comentario:

Juanlu dijo...

Interesantes tus reflexiones. Muchas veces es más un problema de etiquetas que del contenido (como comentabas también en la entrada anterior). En mi caso, que soy bastante tiquismiquis, aunque lea una obra como ciencia-ficción blanda o como fantasía espacial, hay elementos como las comunicaciones instantáneas, las aceleraciones en unidades raras y otras que comentas que a mí me sacan completamente de la historia e interrumpen el disfrute. Prefiero que los autores usen tecnologías inventadas: mucho mejor un motor de curvatura o un portal de teletransporte que una tecnología real mal usada. Aunque, si está hecho con estilo y gracia, me puedo tragar cualquier cosa.