21.8.19

Relatos Rechazados: El punto dieciocho

Esta vez os traigo el relato rechazado que envié para la convocatoria sobre el 'Fin del Mundo' de Papenfuss:

El punto dieciocho


El fin del mundo fue, fundamentalmente, un asunto administrativo. Pasó un martes. La decisión la tomó una comisión secundaria que se reunía cada lustro alterno, preferiblemente los martes trece después del almuerzo. La sesión iba bastante cargada de asuntos y, como empezaba a hacerse algo tarde, el presidente de la comisión —que, por lo general, era bastante escrupuloso en todo pero que se ponía de mal humor si lo obligaban a cenar después de las nueve— intentó que el fin del mundo se aprobase sin discutir el tema. Total, no era más que el punto número dieciocho del orden del día y no le interesaba a casi nadie. Pero la representante de los Puros se quejó formalmente y no hubo más remedio que revisar uno a uno los pros y los contras de acabar con la Tierra.

Lo primero que se sacó a colación —no podía ser de otra forma— fue todo aquello de que el planeta había sido la Cuna de la Humanidad. Sin duda no existía en ninguna parte otro lugar de nacimiento del ser humano. Pero se trataba de un argumento ya muy gastado, que se llevaba usando para justificar las subvenciones y los costes de mantenimiento del planeta como mínimo un millón de años. Vale, sí, de allí habían salido todos ellos, ¿y qué? Ahora había tantos humanos en tantos lugares que su origen no parecía muy importante. Además, con el tiempo, se habían diversificado tanto —de forma natural pero mayoritariamente de forma artificial— que ninguno de los comisionados entendía que importancia podría tener el sitio exacto en el que el primer animalucho tuvo la mala fortuna de nacer con la combinación genética que habían dado en llamar ‘humano’. Por no hablar de que nadie sabía ya cuál, de las muchas posibles candidatas, era la secuencia de ADN ‘original’ de un humano. Si es que alguna vez había habido una única secuencia original.

Después se estuvo discutiendo sobre la memoria histórica, y la posible necesidad de preservar las antiguas ruinas que aún existieran en el planeta. Aquello arrancó hasta carcajadas de algunos comisionados. Aquellas cosas no serían más que polvo y óxido. ¿No había ido la gente abandonado el planeta por arcaico? ¿No se había marchado la humanidad a las estrellas porque todas aquellas ciudades, ríos o continentes ya estaban más que demodé? El planeta no daba para más. No había nada que hacer allí. Ni una buena guerra nuclear y la posterior reconstrucción hubiesen sido suficiente para mitigar el aburrimiento y la apatía. ¡Había habido cinco apocalipsis atómicos ya! Y la gente estaba más que harta del todo ese rollo de los mutantes y el canibalismo.

Se habló, por supuesto, del tema ecológico. Era cierto que no se había encontrado ninguna otra estrella con un planeta en el que se hubiese desarrollado vida orgánica compleja. A algunos comisionados aquello les pareció importante, pero la representante de Memory Cell, les recordó a todos que cada minúsculo organismo de la Tierra había sido analizado, preservado y llevado a no menos de cien mundos más. Su facción se había encargado de ello. Nada se podía perder aunque se diese por concluida la vida útil del planeta. Además, al representante de los transhumanos aquello de dar importancia a la vida orgánica compleja le pareció hasta ofensivo.

Incluso hubo un comisionado —no diremos aquí su nombre para no ponerlo en ridículo— que llegó a sugerir que se considerase la posibilidad de que se tratase de un mundo sagrado. Que alguna clase de deidad o demiurgo lo hubiese escogido por alguna razón desconocida, de entre millones de mundos posibles, para plantar allí la semilla de la vida compleja y de la humanidad. Como cabría esperar su intervención se vio contestada con toda clase de burlas y chanzas, la mayor parte de las cuáles se referían a cómo exactamente el tal demiurgo habría plantado la ‘semilla’ y sobre si no había alguna otra letrina cósmica cercana abierta.

En definitiva, y considerados todos los pros y contras, la comisión decidió dar su visto bueno al fin del mundo. Luego hubo una sesión de fotos y unos vinos.

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