7.7.20

Cuento del cuarto de hora - Transnoche de ventilador

Esta mañana caliente, pastosa, transnoche de ventilador encendido y pátina de sudor seco, comienzo escuchando a Sabina, pero acabo deslizándome hasta Billie Holliday. Esta mañana de promesa de viento de levante en calma, me arrastro hasta el teclado sin saber si ya he desayunado. Esta mañana de poniente demasiado cálido, se me mezclan los recuerdos como canciones en una lista de reproducción desafinada. Miro el cielo demasiado azul sin entender cómo es posible que realmente haya escapado. Miro el cielo sin reconocerlo. ¿No debería ser gris atasco? ¿No debería ser marrón de Castilla? ¿Por qué me llega desde la ventana el rumor de las gaviotas? 

Tal vez nunca me marché. Sería bonito. Me levanto de mi silla de escribir, mientras me pregunto por qué es tan enorme, tan de gordo, y, mirando por la ventana, veo que no ha cambiado nada en mi calle. Tal vez sea verdad que aún no me marché, que los noventa aún no han empezado y que no he gastado décadas en cosas sin alma. Tal vez no he pasado la vida dedicado a abandonarme, a abandonarte, a buscarte a pesar de haberte encontrado. Tal vez no te he conocido, ni te he anhelado, tal vez no te perdí antes de conocerte, tal vez no haya llorado sin tener una razón.

Las gaviotas lo confirman. Chillan que no llegué a marcharme, que el mar siempre ha estado a mi lado. Una, que pasa muy bajo, como buscando, me dice que no acabé secándome, que las historias aún me habitan, que me sumerja en la bahía y juegue con las sepias, con los caballitos de mar, con los pulpos. Que me deje arrastrar por la marea y que permita que mi piel cambie de color según sople el viento.

Miro la pantalla en blanco y sé que deseo hacerles caso, a la gaviota, al viento que no sopla, a la transnoche, a Billie Holliday. Sé que las naves del viento, las canciones de piratas y los héroes fracasados esperan mis manos para poder vivir. Pero las veo viejas y gordas, resecas como si me hubiese ido durante décadas a un lugar demasiado seco para contener navíos y piratas, como si mis manos hubiesen pasado demasiado tiempo lejos del mar.

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