19.7.23

Cuentos instantáneos - Celsius 2023 - 2 Las palomas

De todas las que he conocido, es decir, de las pocas que quedamos, no tengo dudas de que ella es la que más odia a las palomas. Siempre que las vemos de lejos o, más que verlas, oigamos un remoto ulular, ella tuerce el gesto y no puede evitar mascullar entre dientes. Puedo entender que no sean un ejemplo de limpieza, aunque, ¿algo o alguien lo es hoy en día? Puedo entender que su aparición repentina, y a menudo ruidosa, nos provoque a todos un vuelco en el corazón. Sobre todo, cuando exploramos los almacenes subterráneos de las grandes superficies. No por ellas sino porque el alboroto que traen puede convertirse en tragedia si atraen a uno de los viejos centinelas, con sus garras y sus bigotes o a un aullador con su mirada hambrienta. Puedo entender que a menudo nos roban las migajas que quedan aquí y allá. Sí, puedo entender todo eso, pero el mundo se ha vuelto complicado para todos.

La abundancia que vivimos en el pasado ha desaparecido desde que la hecatombe acaeció. No podemos cambiar eso. No podemos remediarlo. Tenemos que adaptarnos. Aguantarnos. Aceptar que nada volverá a ser como antes. Que los tiempos dorados ya no volverán, seguir con lo nuestro sin reprocharle a ellas, a las palomas, nuestra desgracia.

¿Acaso ellas nos echan la culpa a nosotras de la desaparición de los humanos? No, ¿verdad? Pues tampoco deberíamos hacerlo las ratas.

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