Las cuatro vueltas
Su nombre oficial es Fortacumbre
de Bradbergh. Nadie la llama así. Los residentes la llaman La ciudad de las
cuatro vueltas. La explicación que más frecuentemente dan a los visitantes,
como era yo la primera vez, se refiere a los cuatro niveles de murallas que la
protegen. Primero los muros de la ciudadela, claro, donde se apartan del resto
del mundo los monjes del sol y del viento. Luego los que separan a los aprendices
y servidores, iniciados en la fe, aunque aún no ungidos, del resto de población.
La tercera muralla, la más impresionante, brilla en cada amanecer con la
blancura de la imposible piedra traída por nosotros, los bergianos, desde las
remotas canteras de Fortacumbre Karrys y Cumbrosa Sobrepico. La cuarta sería,
en esta explicación, la medio derruida, grisácea y entregada a la maleza, vieja
muralla que habrían levantado los talikos contra nosotros antes del dominio del
imperio sobrecumbrano, antes de Barren el Conquistador e incluso antes de que
todo comercio o guerra dependiese de los barcobujas y el control monacal de los
vientos. En esta explicación las cuatro vueltas, serían las que, supuestamente,
un visitante debería dar en torno a la ciudad, manteniendo su mano sobre cada
una de las cuatro murallas. Ritual este que debería traerle suerte, fortuna en
los negocios y un viaje plácido, con viento en cola, hasta su siguiente destino.
Se trata de una broma de los
residentes, pues la ciudad es inexpugnable por uno de sus lados, en un cortado
que une las tres primeras murallas y corta la cuarta. Las cuatro vueltas a las
murallas no pueden ejecutarse, a no ser que el visitante lo intentase en
barcabuja o en una cometa personal.
Cuando, enfadados, los visitantes se
quejan de que el ritual es irrealizable, los residentes lo reconocen sonrientes
y dan lo que yo he dado en llamar la explicación histórica. Cuentan entonces
que Barren el Conquistador, encontró inconquistable la ciudad, pues la vieja
muralla, en sus tiempos era la construcción militar más prodigiosa y admirable
y que antes de darse por vencido, hizo a sus ejércitos marchar cuatro veces en
torno a las murallas, cantando y rogando al poderoso Sol y éste obró el milagro
de hacer caer los muros.
La mayoría no preguntan más y lo dan
por válido. Los que volvemos aquí más de una vez, descubrimos que los detalles
del supuesto milagro no encajan demasiado con la realidad del estado de la
muralla vieja, y más pronto que tarde descubrimos que los ejércitos del Conquistador
ya estaban equipados de barcobujas antes de llegar aquí, por lo que las
murallas antiguas no podrían haberlos detenido.
Si insisten entonces te cuentan la poética
teoría de los cuatro retornos. La mayor parte de los habitantes de la
ciudad son comerciantes o aeronautas pues no hay mucho en lo que trabajar en Fortacumbre
de Bradbergh, más allá de reponer el ligeraire de las naves o enrolarse en una
de ellas. Por ello dice esta teoría que todos los habitantes de la ciudad antes
o después se marchan de ella y solo vuelven en cuatro ocasiones: cuando se
casan, cuando muere su padre, cuando muere su madre y cuando mueren ellos
mismos. Las cuatro vueltas que darían nombre a la ciudad.
No es mala explicación, pero
evidentemente cualquier habitante, ya sea taliko o bergiano, de esta ciudad
pasa por ella muchas más veces. Raro es el navío, grande o pequeño, que haga la
ruta de la seda de araña que no deba parar aquí para reponer el ligeraire, con
el que crean los monjes, para realizar reparaciones, o reponer tripulación.
Esta fortecumbre, enclavada en el centro mismo de los macizos centrales, es el
único puerto seguro en muchas jornadas.
Si les presionas suficientemente, o si
les invitas a suficientes bebidas, los residentes, sobre todo los talikos, te
darán nuevas explicaciones, cada una más extravagante que la anterior. Algunos
de hablarán de vientos, otros de los ríos que se precipitan ladera abajo,
muchos hablarán de dragones o hidras o hipogrifos o mantícoras. Ninguna de
estas explicaciones tiene ningún sentido.
Yo sé porqué esta es la ciudad de las
cuatro vueltas: la primera fue cuando te giraste en plena calle y pude ver tus
ojos negros de talika cubierto por el velo oscuro de tu tribu, la segunda
cuando regresé y ya estabas casada, la tercera cuando supe de tu pronta viudedad
y volví a la ciudad para descubrir que te habías marchado enrolándote en una barcobuja,
la cuarta ocurrirá cuando tu navío regrese y me encuentres esperándote en el
puntal del amarradero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario