21.7.23

Cuentos instantáneos - Celsius 2023 - 4 Las cuatro vueltas

 

Las cuatro vueltas

Su nombre oficial es Fortacumbre de Bradbergh. Nadie la llama así. Los residentes la llaman La ciudad de las cuatro vueltas. La explicación que más frecuentemente dan a los visitantes, como era yo la primera vez, se refiere a los cuatro niveles de murallas que la protegen. Primero los muros de la ciudadela, claro, donde se apartan del resto del mundo los monjes del sol y del viento. Luego los que separan a los aprendices y servidores, iniciados en la fe, aunque aún no ungidos, del resto de población. La tercera muralla, la más impresionante, brilla en cada amanecer con la blancura de la imposible piedra traída por nosotros, los bergianos, desde las remotas canteras de Fortacumbre Karrys y Cumbrosa Sobrepico. La cuarta sería, en esta explicación, la medio derruida, grisácea y entregada a la maleza, vieja muralla que habrían levantado los talikos contra nosotros antes del dominio del imperio sobrecumbrano, antes de Barren el Conquistador e incluso antes de que todo comercio o guerra dependiese de los barcobujas y el control monacal de los vientos. En esta explicación las cuatro vueltas, serían las que, supuestamente, un visitante debería dar en torno a la ciudad, manteniendo su mano sobre cada una de las cuatro murallas. Ritual este que debería traerle suerte, fortuna en los negocios y un viaje plácido, con viento en cola, hasta su siguiente destino.

Se trata de una broma de los residentes, pues la ciudad es inexpugnable por uno de sus lados, en un cortado que une las tres primeras murallas y corta la cuarta. Las cuatro vueltas a las murallas no pueden ejecutarse, a no ser que el visitante lo intentase en barcabuja o en una cometa personal.

Cuando, enfadados, los visitantes se quejan de que el ritual es irrealizable, los residentes lo reconocen sonrientes y dan lo que yo he dado en llamar la explicación histórica. Cuentan entonces que Barren el Conquistador, encontró inconquistable la ciudad, pues la vieja muralla, en sus tiempos era la construcción militar más prodigiosa y admirable y que antes de darse por vencido, hizo a sus ejércitos marchar cuatro veces en torno a las murallas, cantando y rogando al poderoso Sol y éste obró el milagro de hacer caer los muros.

La mayoría no preguntan más y lo dan por válido. Los que volvemos aquí más de una vez, descubrimos que los detalles del supuesto milagro no encajan demasiado con la realidad del estado de la muralla vieja, y más pronto que tarde descubrimos que los ejércitos del Conquistador ya estaban equipados de barcobujas antes de llegar aquí, por lo que las murallas antiguas no podrían haberlos detenido.

Si insisten entonces te cuentan la poética teoría de los cuatro retornos. La mayor parte de los habitantes de la ciudad son comerciantes o aeronautas pues no hay mucho en lo que trabajar en Fortacumbre de Bradbergh, más allá de reponer el ligeraire de las naves o enrolarse en una de ellas. Por ello dice esta teoría que todos los habitantes de la ciudad antes o después se marchan de ella y solo vuelven en cuatro ocasiones: cuando se casan, cuando muere su padre, cuando muere su madre y cuando mueren ellos mismos. Las cuatro vueltas que darían nombre a la ciudad.

No es mala explicación, pero evidentemente cualquier habitante, ya sea taliko o bergiano, de esta ciudad pasa por ella muchas más veces. Raro es el navío, grande o pequeño, que haga la ruta de la seda de araña que no deba parar aquí para reponer el ligeraire, con el que crean los monjes, para realizar reparaciones, o reponer tripulación. Esta fortecumbre, enclavada en el centro mismo de los macizos centrales, es el único puerto seguro en muchas jornadas.

Si les presionas suficientemente, o si les invitas a suficientes bebidas, los residentes, sobre todo los talikos, te darán nuevas explicaciones, cada una más extravagante que la anterior. Algunos de hablarán de vientos, otros de los ríos que se precipitan ladera abajo, muchos hablarán de dragones o hidras o hipogrifos o mantícoras. Ninguna de estas explicaciones tiene ningún sentido.

Yo sé porqué esta es la ciudad de las cuatro vueltas: la primera fue cuando te giraste en plena calle y pude ver tus ojos negros de talika cubierto por el velo oscuro de tu tribu, la segunda cuando regresé y ya estabas casada, la tercera cuando supe de tu pronta viudedad y volví a la ciudad para descubrir que te habías marchado enrolándote en una barcobuja, la cuarta ocurrirá cuando tu navío regrese y me encuentres esperándote en el puntal del amarradero.

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