22.12.20

Cinco décadas y cinco lustros (2)

 

Al principio de mi segunda década (ya en los ochenta) pusieron Galáctica Estrella de combate en la tele. No sé si fue así, pero la recuerdo como un 'evento de verano'. Algo que duró muy poco tiempo, pero que también me dejó marcado. Durante años tuve a los cylons metidos en la cabeza y aparecen también en muchos otros cuadernos o dibujos esquemáticos del principio de esta época. Más frikismo espacial.

Esta segunda época estuvo dominada por la tensión entre las ciencias y las letras. Por una parte en casa estábamos suscritos a Círculos de Lectores, lo que obligaba a mis padres a comprar algunos libros periódicamente. A través de esa vía entraron en casa un montón de libros de literatura juvenil (tipo Los Cinco), pero también los libros de Ende, de Tolkien y finalmente las primeras series de fantasía épica rolera del tipo Dragonlance.

De todos aquellos libros el que más me impresionó fue Momo. Es un libro mágico, incluso más que La historia interminable. Aunque esta segunda fue un éxito universal de la que se hizo película (horrorosa a mi modo de ver) y a pesar de que mi edición es maravillosa (con el auryn en la portada, el doble coloreado, etc...) no me parece algo tan personal, tan orgánico, tan simple como la historia de la niña, la tortuga y el barrendero. Lo recomiendo siempre que surge la oportunidad, especialmente si alguien está pensando en un regalo para niños. Es uno de esos libros que hay que leer.

En esa misma época me leí El Hobbit, El Señor de los Anillos y El Silmarillion. Recuerdo que cuando leí las obras de Tolkien las bebí con pasión, pero me gustaron más el primero y el último, que la obra central. Me gusta el tono de cuento infantil de El Hobbit y me flipa muchísimo el inmenso trasfondo que muestra el último. Frikismo de worldbuilder.

También fue la época en la que leí a Poe, casi todo Asimov, y muchas otras obras más serias. Resaltan en mi memoria dos libros: El señor de las moscas y Siddharta. Del primero me atrajo enormemente no solo la reflexión sino también la abundancia de diálogos, lo que adelanta mi pasión actual por los diálogos. El segundo coincidió con mi última etapa de reflexión espiritual: toda esa búsqueda interior que había empezado en la década anterior y que finalizó en esta con una confirmación de mi ateísmo.

Pero no solo leía historias y novelas. Ya entonces empezó mi noviazgo con la ciencia. Esta década incluyó la lectura de mucha física, incluyendo el Feyman bilingüe. Recuerdo que aquel libro me resultaba bastante más claro que lo que me explicaban los profesores en clase y también recuerdo mi perplejidad ante la física cuántica. Hubo noches de insomnio frente al desagrado que me producía la interpretación de Copenhage. La parte de la onda-corpúsculo y todo lo que entendía de De Broglie, me parecía claro, incluso hermoso, sin embargo, lo imaginado de Bohr, sobre todo lo referente a la intervención de un ente consciente me resultaba intolerable. No puedo olvidar la felicidad que me embargó cuando, leyendo una revista de divulgación científica en la biblioteca (creo que un Investigación y Ciencia), me topé con la interpretación de Everett. ¡Aquello lo hacía encajar todo y sin exigir que los humanos sean nada especial! Mi oposición al antropocentrismo era radical entonces y ahora lo es aún más. Finalmente opté por tomar el bachillerato de ciencias y eso ha determinado mi vida desde entonces.

Mi confianza en la ciencia, así como mi ateísmo practicante, el rechazo que siento ante la idea de la existencia de dios, o de cualquier cosa mística, desde la astrología hasta el alma o el libre albedrío, determina mucho de lo que soy y de lo que escribo.

En esta época empecé a hacer teatro. Todo empezó en EGB por un rollo de empollón de gafas de culo de vaso. Estábamos en el gimnasio (mis odiadas clases de atletismo) y dijeron que querían voluntarios para unas clases de teatro, y como era un empollón bien mandado dije que sí. Me pasé muchas, muchas, horas ensayando, tomando clases de expresión corporal, de canto y hasta de danza; así como representando recitales de poesía y obras en barriadas o colegios de San Fernando. Se lo recomiendo a todo el mundo. Mi mínima formación teatral, el enfrentarse a mis miedos, al público, cambió completamente mi vida. Lo que te hacen en teatro, cuando se hace bien, te hace crecer como persona. 

En aquellos tiempos hubo algunas películas (espaciales, claro) que me influyeron decisivamente, como Atmósfera cero. Cabe destacar una peli que vi durante un viaje de verano, en un cine de pueblo, uno de reposiciones: Naves misteriosas. Es una peli antigua, de los setenta, pero yo no la vi hasta aquel verano de los ochenta. Esta peli, por alguna razón, me impactó muy profundamente y aún ocupa mi mente casi cuarenta años después. Por supuesto vi las mismas que todos los demás: Cazafantasmas, Regreso al futuro, etc... pero Naves misteriosas es la que más me define.

Me falta explicar algunas cosas: ya en EGB empecé a escribir más en serio. Durante el viaje de fin de curso a Lisboa empecé a rellenar un cuadernito con cuentos de terror que escribía a ratos y que me granjeó cierta popularidad entre las chicas, cuando los leí delante de todos. En ese mismo cuaderno empecé a escribir la historia de Ganki, mi primer intento de hacer una novela, que resultó ser una extraña mezcla de fantasía épica oriental con restos tecnológicos post-apocalípticos. Tengo una carpeta repleta de mapas, worldbuilding y versiones manuscritas y mecanografiadas de este intento de novela.

Fueron estos escritos los que me llevaron a hacer un juego que apuntaba a lo que luego descubriría que eran los juegos de rol. Al mismo tiempo con el dinero que había ido ahorrando y con algunos premios de ajedrez me compré yo mismo un Spectrum de los primeros y comencé a programar.

Al final de la década, recién llegado a Madrid, empecé (en colaboración con mi hermana) la segunda novela, de nuevo fantasía épica, pero en este caso más tradicional, con elfos, enanos, etc. Allí, al final del primer año de universidad, topé con la caja roja de D&D, la de Dalmau.


Cuando traje, en el verano, esta caja a mi casa en San Fernando, Cádiz. Todo cambió.




2 comentarios:

Ruber Eaglenest dijo...

Yo también recuerdo Siddharta como un libro importante para mi... pero... paradójicamente, no recuerdo nada de nada. Tampoco del Lobo Estepario. Son libros que tendré que releer alguna vez.

Comely dijo...

Coincidimos en el gusto por Momo y en las preferencias de Tolkien, siempre me gustaron más el resto de libros que ESDLA.