29.5.23

El sentir de los árboles

 

Acabo de terminar Nueve días en el jardín de Kiev, de Susana Vallejo. Me ha gustado por varias razones, siendo la principal de ellas que se salta muchas de las reglas que suelen enseñarte en los libros y talleres de escritura. No me han gustado otros aspectos, siendo el más importante que algunas ideas centrales se repiten muchas veces, demasiadas veces. Me ha dado la sensación de que hubiesen bastado cinco días en el jardín, puede que incluso menos, pues la historia y la idea central no me parece que de para tanta extensión como tiene, y aunque hay una cierta justificación en el ritmo marcado, una razón relacionada con el descubrimiento o el redescubrimiento en este caso, una lógica de maduración, que no voy a explicar pues desvelaría demasiados elementos del final, creo que el texto resulta demasiado largo y un tanto repetitivo.

La obra entera está construida entorno a narraciones de otras historias. En eso me ha recordado a El arpa de hierba de Capote, en donde variopintos personajes locales van uniéndose a una extravagante rebelión en una casa árbol. Voces que se van entretejiendo y van contando sus historias, conformando así, el arpa de hierba que canta la música de un determinado EEUU agrario de una determinada época. Esta idea me gusta: narrar a través del contexto y aún mejor, por lo que se cuenta en derredor. Aquí he llegado a pensar, casi me han prometido, que me iban a contar la historia de la postguerra civil rusa, pero al final me han contado otra historia. En esta obra un supuesto niño ucraniano, se encuentra con dos personajes residentes en un abandonado jardín señorial que rodea una mansión que nadie habita, y le van contando de forma alterna cuentos diferentes que realmente son varias historias que a su vez conforman la misma historia central.

Se puede leer la obra en varios niveles y con varias aproximaciones, ya que hay ahí varias tramas entretejidas más que juntas: una historia de amor maldito, una historia de guerras y revoluciones que se adivinan, la historia de reconciliación de un soldado con la vida y sobre todo, un profundo amor por los árboles y los bosques.

Respecto a este último mi instinto crítico que siempre anda buscando incongruencias científicas o referentes a la 'consciencia' se detuvo en este fragmento de la obra (y en otro similares):

[...] Se preguntó cuándo morirían las hojas de los árboles. ¿Justo al desprenderse del pedúnculo que las sujeta al árbol? ¿Un poco antes de caer? ¿O quizá después? 

Empezó a elucubrar: «A lo mejor, unos días antes de caer, dejan de recibir alimento del árbol y entonces es cuando se secan y pierden su color verde, y por eso se desprenden y caen. Y mueren. O puede que sea al contrario: las hojas mueren agarradas a su rama, y entonces el árbol siente que han muerto y es cuando las deja caer». 

En cualquier caso, ¿por qué caían las hojas? ¿Cuándo decidían caer? ¿Lo decidía el árbol o la hoja? ¿Y cuándo sabían que había llegado su momento? 

¿Cómo sabían que era otoño? 

Sergei dirigió la vista hacia el sol. Estaba tan bajo que creaba larguísimas sombras en el suelo. Y pensó:

«Quizá, cuando los árboles sienten que el sol da menos calor, saben que empieza el otoño o que se acerca el invierno porque los rayos les llegan más débiles. Quizá lo sientan en el tronco, en las ramitas, en las mismas hojas que aún no han caído, y entonces saben que ha llegado el momento de desprenderse de las hojas y… ¿Entonces qué? ¿Las raíces dejan de enviarles alimento?». 

Sergei supuso que, con los primeros fríos, el árbol se recogería en sí mismo; las raíces dejarían de crecer y de trabajar con tanta eficiencia, entonces no llegaría el alimento a las hojas, que se acabarían secando y después caerían. Sí, seguramente los árboles se preparaban así para pasar el invierno. Se desprendían de las hojas que no necesitaban en la época fría y, como algunos animales, como Sueño, como los osos, como todos los que hibernaban, los árboles también dormían hasta que los despertase la primavera. «Sí, los árboles también se quedan dormidos, esperando la luz y el sol de la primavera, y el calor y la vida. Y así año tras año», se dijo. [...]

Tras leer estos párrafos mi sistema de alerta me andaba pitando en la cabeza y tuve que detenerme para buscar en internet, algunas cosas tales como: ¿Cómo saben las hojas cuándo deben caer?

Primero tuve que refrescar mi conocimiento sobre lo que se ha descubierto últimamente de la inteligencia vegetal. Hay artículos muy entusiastas a favor de la existencia de esta, por ejemplo este. Hechos bastante sorprendentes como los explicados en este otro artículo. En realidad, no he encontrado una explicación concreta y detallada que responda al fondo real de la pregunta. El mecanismo químico está relacionado con el etileno, que funciona en este caso como hormona vegetal. La explicación más completa que he encontrado es esta:

[...] ¿Cómo se caen las hojas?
Además de mostrarnos esos colores tan deslumbrantes, las hojas en otoño deben caer. Las hojas de otoño no son simplemente arrancadas de los árboles, sino que se separan de las plantas en un proceso altamente controlado. Veamos cuál es. El inicio de la caída de las hojas, también conocida como abscisión, comienzan cuando se forma una capa de células donde la hoja se une al tallo. Esta matriz de células, llamada capa de abscisión, se forma en la primavera durante el nuevo crecimiento activo de la hoja.

A medida que se acortan los días de otoño, esta capa comienza a obstruir las venas que mueven el agua hacia la hoja y la comida hacia el árbol. Una vez que la hoja ha quedado aislada de la rama, la capa se vuelve seca y escamosa y al final la hoja se separa del árbol. Esta transformación está regulada por hormonas, las auxinas, que son una familia de derivados del indol que regulan el crecimiento celular. Veamos como, durante la temporada de crecimiento activo, las tasas de producción de auxina en las hojas son consistentes con el resto del árbol. Mientras estas tasas sean estables, las celdas de la capa de abscisión permanecen conectadas, lo que a su vez mantiene las hojas adheridas. Pero en otoño, las hormonas dentro de los árboles comienzan a cambiar. Dos hormonas vegetales diferentes, etileno y auxinas, juegan un papel mucho más importante. El etileno es el alqueno más simple, es un gas que acelera la maduración del fruto, pero disminuye el crecimiento de las hojas y promueve la abscisión. El etileno se produce a partir del aminoácido metionina a través de una larga cadena de reacciones bioquímicas. Como la oscuridad estimula la biosíntesis de este gas, las plantas aumentan su producción de etileno en otoño e invierno, provocando la caída de sus hojas. [...]

Como podéis ver (leed el artículo para ver todo el detalle), se trata de un mecanismo de equilibrio hormonal. Y esta es la parte importante para mí. Por mucho que ame a la plantas (las amo, me encanta cultivar hortaliza, árboles frutales o tener flores, especialmente rosas), por mucho que admire su capacidad no solo de traer energía a los ecosistemas (son nuestros autótrofos) y su capacidad de crecimiento, su belleza, no creo que sean inteligentes. No en el sentido animal. Aunque haya dudas, aunque haya artículos con posibles impulsos eléctricos, por mucho que se describan extrañas interacciones entre los árboles o entre las raíces. En todos ellos en realidad ocurren intercambios hormonales. Por ejemplo:

[...] Un ejemplo de esta comunicación sería el de las acacias, que cuando son atacadas por rumiantes para alimentarse de ellas, estas emiten etileno, el cual provoca que las acacias cercanas aumenten su producción de taninos, activando así sus sistemas de defensa. [...]

Esto es lo que me parece hermoso de las plantas y lo que me hace pensar que no son inteligentes en nuestro sentido. Son organismos pluricelulares, complejos, de comportamiento sofisticado y adaptable, y que, sin embargo, son muy DISTRIBUÍDOS. Tanto que puedes cortar una rama (o incluso una hoja), plantarla en la tierra y obtener una nueva planta (sería incorrecto hablar de un nuevo ejemplar o individuo). Se llama propagación por esquejes y se puede lograr con árboles o con arbustos como los rosales. 

Y justo eso es lo que me parece tan maravilloso: las plantas no tienen pensamiento individual, ni mente colmena, ni pensamiento grupal, ni... las plantas NO TIENEN PENSAMIENTO. Son sofisticadas, hermosas, autótrofas, la base de nuestros ecosistemas, pueden defenderse de sus atacantes, pueden comunicar un peligro a otras plantas cercanas y todo ello sin pensamiento. Basándose exclusivamente en un mecanismo más básico y que nosotros también tenemos, la comunicación hormonal. Para decirlo claro, el mecanismo capaz de perturbar nuestro pensamiento, ponernos nerviosos, despertarnos, dormirnos o provocarnos amor, pero sin la carga de nuestras mentes de animal.

La idea de que los árboles piensan de alguna forma diferente, es una idea hermosa, pero falsa y eso, para mí, los hace aún más maravillosos, mucho más alien.

No hay comentarios: