22.12.20

Cinco décadas y cinco lustros (4)

Hice esta foto a pocos meses de que ocurriese el 11-S. Estuve arriba del todo de una de las torres e incluso compré en una tienda de allí una camisa de tela vaquera que aún está en mi armario. Como muchos turistas me tumbé en el suelo con la cámara para tomar inmortalizar mi visitan sin imaginar que no mucho después estarían ardiendo por un atentado.

Habíamos ido en modo ultra-barato (cuatro por habitación, en cama realmente estrechas de dos en dos) y con el dinero justo en el bolsillo. Moló mucho, sobre todo la vista nocturna de la ciudad, la misa gospell y la inolvidable sensación de no estar en una ciudad de humanos, sino de gigantes. La vista de Central Park con los rascacielos sobresaliendo como si en lugar de estar en un parque de una ciudad estuviésemos en un estrecho valle rodeado de acantilados, nunca saldrá de mi cabeza.

Pero siendo sinceros no fui para ver la ciudad, fui porque iba una mujer menuda, de piernas bellas y faldas cortas, que me traía loco desde el primer instante que la vi. Una mujer que ya me había rechazado y que estaba con otra persona. Sí, soy bastante imbécil para estas cosas, sobre todo hace veinte años. 

Esta década, la cuarta, no fue muy buena; pero fue fundamental en mi vida. Me pasé la década trabajando demasiado, enamorándome de forma no correspondida como un poseso en serie, y acabé la década con una crisis de los cuarenta de campeonato, una calvicie repentina y toda clase de problemas médicos (sobrepeso brutal, alta tensión, dermatitis galopante, etc...). La verdad es que fue una década de currar como un gilipollas y una constante duda sobre lo que era y lo que quería. Sentía que todos mis planes habían fracasados, que me quedaría solo para el resto de mi vida y que todo lo que hacía, por mucho que alcanzase éxitos profesionales, no servía para nada.

Pero las crisis tienen cosas buenas. Las dudas y la sensación de vacío me hicieron volver a la ficción interactiva: me volqué de nuevo en la comunidad, escribí Casi Muerto e intenté crear muchísimas librerías, extensiones, ejemplos, para ver si la comunidad despegaba (no lo hizo, claro). Monté un concurso que me decepcionó un poco, pero que al menos sirvió como mi primer contacto con el maestro Santiago Eximeno

Por otra parte el dolor del nuevo amor no correspondido, me hizo volver a escribir literatura. Con la absurda ilusión de interesar al torbellino de piernas bonitas, me dio por escribir cuentos improvisados a todo el grupo y el que a muchos de ellos les gustase (ella no mostró ni el más mínimo interés), me hizo pensar en tratar de escribir algo más largo. Así fue como nació Anexo Personal. Recuperando un personaje no jugador de una partida de rol y su contexto, monté una historia a caballo entre ciencia ficción y el space opera, sobre una oficial militar, demasiado joven para el cargo que le han asignado, que hace de jefe de policía en una colonia humana de frontera. Una colonia con una ocupación principal realmente peculiar: las carreras de naves monoplaza gravíticas.

Lo cierto es que le eché muchas horas y mucho cuidado. Cuando la terminé intenté llevarla a varios concursos que me gustaban y no logré ningún éxito. Aquello me desanimó un poco, pero la semilla ya estaba plantada. Ya no podía dejar de escribir alguna cosa cada año, hubo varios intentos de fantasía épica y acabé escribiendo Ríos de Rhyan que es una historia de cyberpunk suave y el núcleo del libro de los Cuentos Fluidos. Por aquel entonces la autopublicación en Amazon estaba arrancando y me dio por ahí. Ríos de Rhyan acabó publicado en Amazon con una maquetación pobre y una corrección que merece una revisita. A todo hay que aprender.

Esos diez años fueron un penduleo constante. Entrando y saliendo del modo workalcoholic una y otra vez. Teniendo recaídas una y otra vez en las rodillas de la mujer del traje amarillo. Viendo a la gente a mi alrededor cambiar, hacer familias, casarse, buscarse un proyecto personal, mientras que yo me sentía descabezado, con éxito profesional, sí, pero sin interés en lo que hacía, y me iba 'escondiendo' en viejos proyectos de una naturaleza o de otra según me iba cansando o frustrando con los otros proyectos.

Hubo algunas cosas creativas interesante, como Layna o Hierba tras el cristal; cosas que no acabaron de cristalizar en libros ni en ninguna otra clase de producto del que me sintiese realmente orgulloso. La última parte de la trilogía del Anillo, por ejemplo, fue algo que me consumió mucho tiempo, esfuerzo y ánimo pero que quedó a medio camino y su repercusión en el mundillo de la ficción interactiva fue más bien pequeño. De nuevo intenté hacer extensiones que cayeron en saco roto y en general la vida me parecía cada vez más absurda.

Para colmo de males, las últimas piezas que me quedaban de seguridad, el trabajo y el roleo, se tambalearon cuando me acercaba a los cuarenta. Las partidas se complicaron y la empresa entró en esas fechas en un periodo de reconversión que doy al traste con todo lo que había ido asegurando poco a poco con los años. Nos llevaron al norte, aún más lejos de mi casa, y cuando acababa esta década la revisión médica me puso en el brete de mejorar de vida o morir joven. 

Al menos acabé la década con un triunfo auténtico: a base de andar y dieta logré mejorar bastante mi salud, así como bajar treinta kilos en pocos años. Eso fue lo mejor que logré en esta década, aunque, por supuesto, lo dilapidé nada más empezar la siguiente.






2 comentarios:

Ruber Eaglenest dijo...

Yo recuerdo con cariño aquella primera recopilación de cuentos. Aquella que te regalaron tus amigos encuadernada, ¿no?

Quizás merecería la pena reeditarla, darle una edición pro y revisión y publicarla.

Johan Paz dijo...

Uff... esos relatos que dices eran todos improvisados, hay que reescribirlos a fondo. Tal vez saque un tomo algún día autopublicado de relatos de Nímgar (el background de Mundo de Cenizas), si lo hago en él estarán algunos de esos cuentos.