Día Cuarto del mes del Calor del año 208
Lo de la hipnosis no ha sido tan raro como pensaba.
Fui a primera hora, pero Massud me mandó de vuelta al campo, diciéndome que
hasta que no me doliesen todos los músculos de las piernas que no se me
ocurriese regresar. Así que hice una camina muy larga, pero esta vez hacia el
norte, que nunca voy en esa dirección. Yarim se acaba pronto hacia el norte,
dando paso a una llanura de hierba alta que muy pronto se transforma en un
terreno rocoso lleno de zarzas, que no son más que la antesala del mar
inacabable de arena.
Estaba nervioso así que he ido hasta lo que llaman
por aquí el ‘mirador del perdido’, una roca grande detrás de la cual se asuman
las dunas. Allí me he sentado un largo rato dejando perder mi vista en el
horizonte del norte. Sin dejar el mirador me he tomado mi nueva medicina. Es
increíble lo grande que es el mundo. Desde allí, un mundo ondulado de colores
amarillos y naranjas, que en su simplicidad esconde miles de mundo. No sé por
qué antes no lo he visto así, pero el desierto es estático y dinámico a la vez,
y por eso es un misterio, un misterio obvio como los granos de arenas. Por más
que mires el desierto no lo ves cambiar, y sin embargo, regresa otro día y el
paisaje que viste ya no estará ahí.
La gente es así también, como el desierto. Creemos
que siempre son las mismas personas, y sin embargo, al transcurrir el tiempo,
nadie permanece igual, siempre nos muestran caras diferentes, pues somos
complejos en nuestra simplicidad, porque todos estamos hechos de pequeños
granos de arena siempre en movimiento.
Tras la comida Djamila ha querido venir conmigo
para ver qué era eso de la hipnosis. La
parte que recuerdo no ha sido muy espectacular. Massud haciéndome mirar un
péndulo, mientras decía palabras pausadas y me hacía pensar en momentos felices
de mi vida, y luego la nada. Imagino que eso significa que ha funcionado bien,
pero lo cierto es que no recuerdo nada de lo que ha pasado durante varias
horas. Djamila ha dicho que ha estado divertido. No me atrevo a preguntar por
qué.
Día Séptimo del mes del Calor del año 208
El tratamiento hipnótico está funcionando, al
parecer muy bien, sigo sin recordar casi nada de cada sesión pero lo cierto es
que me siento muy bien. Ayer tuve un pequeño ataque en la mano izquierda, pero
ha sido el único en muchos días. Además Djamila rápidamente sacó el aceite que
huele a muerto y me calmó los temblores y el dolor con un masaje.
Pero lo que me hace estar más seguro de que está
funcionando, es lo bien que me siento. No me he sentido así de bien, creo que
nunca. Tal vez en mi niñez allí en el valle, cuando no pensaba que mi mal y
jugaba con los primos a que nos matábamos sin morirnos.
Tal vez ni siquiera entonces. Hoy perdí media
mañana sentado en el borde del Pozo y viendo simplemente a los yarimes pasar.
Simplemente no podía dejar de mirar la diversidad de las ak’jambias. Tan sólo
empuñaduras hay de todas clases. Las más habituales son de plata, con repujados
que recuerdan a datileras, y sobre todo a cabras. Sé que son joyas que se hacen
en la capital del jequeado; pero hay otras muchas. Algunas de oro, incluso
algunos Osramanes, de oro con piedras semipreciossas. Y las más hermosas y
sorprendentes, son las de hueso lacado. Un núcleo del hierro de la hoja se
puede ver el en centro de una celosía de hueso, resistente pero ligero y un
artesano, con una paciencia infinita, ha ido colocando una ligera capa de laca
endurecida, o tal vez una lámina finísima de alabastro pintado y traslúcido que
permite ver tras de ellos el hierro puro. Es un diseño extraño, mezcla de
ligereza y robustez, de burdo hierro con la más delicada de las estructuras.
Simplicidad del metal forjado, con una vidriera que arranca destellos de
colores increíblemente diversos bajo el sol. Este diseño me parece muy propio
de Yarim, que es un pueblo que parece sacado de la mezcla de todos los lugares,
que es un lugar de frontera.
Día Octavo del mes del Calor del año 208
Más ejercicio, dieta y tratamiento. Hemos subido un
poco la dosis del cactus, yo lo he pedido y Massud lo ha aceptado. En realidad
tengo tantas ganas de curarme cuanto antes. Empiezo a imaginarme una vida
larga, una vida en la que pueda tener algo de libertad, una vida que no sea
sólo el miedo y la angustia, una vida que pueda llevar a donde quiera y no sólo
en pos de un plan para no vivir.
Empiezo a mejorar un poco en djerek, hoy conseguir
empatar una partida con Massud.
Día Nueve del mes del Calor del año 208
Massud me ha invitado hoy a colaborar con él. Me ha
dicho, ya vale de pensar sólo en ti mismo, jovencito, te vas a venir a ver lo
que es medicina de verdad. No tengo claro que lo que hemos hecho hoy es
medicina de verdad, pero está claro que no es la que conocía hasta ahora.
La mayor parte del día sólo hemos visto pequeñas
enfermedades de animales, que he de reconocer que no he sabido diagnosticar;
pero también hemos visto enfermedades realmente graves entre los pastores o sus
mujeres de las que no cabe esperar más que un final doloroso y definitivo.
Massud ha tratado lo uno con la misma parsimonia que lo otro, mostrando
amabilidad en todos los casos, y dando esperanzas. Cuando le he preguntado, me
ha dicho que qué otra cosa deberíamos hacer. Le he dicho, que por ejemplo, en
el caso de la mujer anciana con un enorme bocio debería saber que la enfermedad
es muy probable que acabe con ella pronto. A lo que me ha contestado que para
qué, dado que no podemos hacer casi nada por ella, mejor dejarla vivir con
cierta esperanza y preocuparse por la hija soltera, sin dote y no muy agraciada
que iba a dejar detrás.
Tengo bastante en qué pensar. He estado tan
centrado en mi vida en obtener éxito para poder vivir, que tal vez he dejado de
lado cosas importantes. He de reconocer que, a ratos, sólo he visto en Massud a
alguien que llevado por el dolor de haber perdido un hijo, se ha aislado del
mundo para no reconocerse a sí mismo; pero, ¿no es acaso esta medicina pequeña a
veces intrascendente y a veces sin esperanza la auténtica vocación del hakin?
Si pienso en los juramentos que nos hicieron hacer en la escuela de Balidran
ahora puedo reconocer en ellos más a Massud tratando una irritación de la piel
de una cabra que a mí mismo cuando llevaba una consulta prestigiosa de
enfermedades mentales.
Día Décimotecero del mes del Calor del año
208
Durante estos días he aprendido bastante más de
fisiología de las cabras y ovejas de lo hubiese soñado jamás –excepto, tal vez
en mis pesadillas. Ya es lo bastante complicado intentar recordar todos los
órganos humanos, así como todas las posibles enfermedades que pueden afectar a
los mismos, que son inacabables; como para además añadir los de las ovejas y
las cabras. Lo que más confusión me ha producido es la complejidad de los
estómagos de ambos. Ni se me había pasado por la cabeza la idea de que pudiese
haber más de un estómago y menos una estructura tan compleja. Supongo que si
comes hierba seca la mayor parte de las veces, necesitas un estómago complicado
para sacar algún alimento de ella.
En cualquier caso, empiezo a ver los sentimientos
detrás de esos ojos extraños demasiado separados. Al principio esos iris
rasgados como el de un gato pero en horizontal me parecían sobre todo extraños
y malvados, como los ojos de un demonio, pero en estos días he empezado a ver
en ellos el dolor y también el agradecimiento por las curas que Massud les
administra. Mejor que no les tome mucho cariño a estas bestias o no podré comer
nada, que raro es el día en Yarim que no hay cabra para comer.
En cuanto a mí mismo, el tratamiento parece ir
bien. No han vuelto a aparecer los ataques ni los dolores, me siento por lo
general fuerte y centrado, incluso feliz. Por lo general. Las visiones de las
que Massud me habló antes de empezar el tratamiento creo que han empezado. No
es que está viendo dragones rosa revoloteando por el cielo, eso no, pero a
veces me parece ver cosas que están fuera de lugar.
La primera vez fue en una casa de un pastor, su
madre, muy anciana, tiene terribles deformaciones en los pies, y me pidió
Massud que le administrase unos linimentos en esas deformaciones para
apaciguarle los dolores mientras él ayudaba a parir a unas ovejas. La anciana
es severa y nunca dice nada, pero aquel día, cuando casi había acabado con los
masajes, al mirarla en la oscuridad de su rincón de la casa, tuve que apartarme
de ella de un salto. Juraría que la había visto reír con una boca
exageradamente grande, llena de colmillos, de entre los que colgaba una lengua
bífida como la de una serpiente. Cuando
volví a mirar a la anciana era de nuevo la vieja cascarrabias silenciosa de
siempre, pero no me atreví a tocarla de nuevo. Me disculpé, retiré los
linimentos a toda prisa y salí de allí.
Tras aquella visión, he visto algunas sombras raras
en las esquinas menos iluminadas del pueblo, incluso en la casa de la viuda. Pero
no todas las visiones son negativas. Las Lágrimas cuando las miro por la mañana
es como si estuviesen hechas de diamante, brilla con todos los colores del arcoíris.
Más hermosa que nunca. Y por alguna razón también se ve impresionante la
mezquita, como si la luz del sol saliese por cada una de sus ventanas. Y el
propio Rabbuh, cuando se sienta a mirar el cielo justo delante de la mezquita
parece estar rodeado por un halo de luz. Incluso Djamila parece diferente, más
hermosa, como si la iluminase el verano más que a los demás.
Aún no le he dicho nada a Massud, no quiero que la preocupación
haga que me proponga parar el tratamiento.
Día Décimocuarto del mes del Calor del año
208
Hoy he tenido una experiencia bastante
desagradable. He querido separarme un poco de las visiones que empieza a
provocarme el tratamiento y he salido muy temprano, justo al amanecer a caminar
por ahí. Casi sin darme cuenta he acabado muy lejos, por las praderas verdes
del sur, que se veían especialmente hermosas esta mañana. Me he sentado entre
la hierba fresca y he dejado que el brillante rocío y el olor me acariciasen,
hasta que me tumbaron a mirar las nubes que pasan. Los insectos zumbaban a mí alrededor,
y casi me parecía escuchar una canción que formaban al hacer vibrar sus alas.
Cada uno su propia canción. La de las mariposas era casi inaudible, como una
polka muy lenta cantada al ritmo de palmadas hechas con manos de paja. La de
las mariquitas era un zumbido bajo, como el sonido de mujeres intercambiando
rumores. Pero fue el sonido de las libélulas, intenso y rápido, como el de
hombres que hubiesen desenvainado sus ak’jambias, el que me llevó hasta lo que
me ha marcado el día. Por escuchar a las libélulas me he levantado a mirarlas,
y entonces las cosas han empezado a ir mal.
Las libélulas no recorrían el paisaje al azar, sino
que parecían ir y venir desde una dirección dada, y posarse sólo en los
corazoncillos muertos. Entonces una agobiante sensación de extrañeza me
invadió. Los corazoncillos se veían diferentes a todas las otras hierbas,
oscuras y tenebrosas, como si estuviesen invadiendo el paisaje a costa de la
vida de todas las demás. Algo me impulsó a levantarme y seguir el zumbido de
las libélulas, y ellas me llevaron hasta el Pozo Podrido. Sólo que no será sólo
apestoso. O al menos, no me pareció sólo apestoso, las flores negras me
parecieron malvadas, y el agua burbujeante se me antojó las fauces de un
monstruo cuyos dientes medio ocultos eran aquellas piedras que sobresalían,
amarillentas de azufre. Todo el lugar es una boca dispuesta a tragarse lo que
se arriesgase a entrar en ella. Y yo estaba en ella. Las visiones se
intensificaron, sentí como la tierra temblaba y casi sentí como la boca se
cerraba sobre mí. Vi claramente cómo los dientes amarillentos se elevaban a mí
alrededor, mientras el zumbido de cientos de libélulas me ensordecía. Intenté
salir de allí, pero los insectos me golpeaban una y otra vez. Resbalé ya preso
del pánico, y vi indefenso cómo robaba hasta el borde mismo del cieno ardiente
y burbujeante. Perdí el conocimiento justo cuando me pareció que las burbujas
no eran tales, sino manos que intentaban salir del agua para agarrarme.
Cuando me desperté estaba en casa de la viuda.
Jalal me había encontrado desmayado junto al charco apestoso y me había traído
de vuelta hasta Yarim. Djamila y las demás mujeres estaban en torno a la cama.
Massud ha llegado más tarde y los ha echado a todos. Tenía bastante claro qué
me estaba pasando, así que no he podido escondérselo.
Me ha costado bastante, pero ha aceptado que
continuemos el tratamiento, pero me ha dicho que siempre debe haber alguien
junto a mí, que no vuelva a irme a ir sólo por ahí. Dice que las alucinaciones
pueden ser peligrosas si estoy solo. Que la presencia de alguien junto a mí
puede traerme de vuelta a la realidad aunque esté muy lejos en lo imaginario.
Le conté cómo muchas de las visiones eran oscuras y tristes, y él me dijo ya me
había avisado de que así sería, pero que debía agarrarme a la idea de que no
todas eran así, y recordar que con el tratamiento estábamos adentrándonos en mi
propio miedo, a mi convencimiento de que estaba condenado a morir.
Ahora veo que el núcleo de mi mente es más
tenebroso de lo que hubiese imaginado.
Día Décimoquinto del mes del Calor del año
208
Hoy no he salido de la casa. No he visto cómo las
cortinas se transformaban en demonios de tela, ni me ha parecido que la comida
estuviese hecha de sesos de carneros no-natos, aderezada de gusanos. Hoy el día
ha sido tranquilo hasta la muerte por aburrimiento.
Para no suicidarme me he colado en la parte de la
casa de las mujeres. Ha habido gritos, y quejas, pero al final me han dejado
permanecer con ellas siempre que les estuviese leyendo una de mis viejos
libros, una novela de guerreros de elefantes que traje conmigo de Balidran. A
Djamila le gusta, aunque es una novela tonta de héroes y malvados hechiceros, y
al resto de las mujeres parece que también.
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