6.11.14

Majid. 6

Día Cuarto del mes de las Flores del año 208

Ayer estuve casi todo el día en una casa cercana, probablemente la mayor, y aunque su dueño insistió mucho en que él no regente el pueblo de ninguna forma, me ha quedado claro que su influencia y su opinión se tienen en cuenta para casi todo. Estoy hablando de Abdul Osramán, jefe de los volcadores, y, en definitiva el encargado de asegurarse de que todo el mundo tiene el agua que necesita y no más.

La casa no está en la plaza del Pozo, pero está justo detrás de la primera línea de casas, lo que para mí es como si estuviese en mi misma casa. El núcleo de Yarim es tan pequeño que para lo que es habitual en la capital de Balidram todo él se esperaría que perteneciese al mismo dueño. La casa es más bien estrecha de fachada, de tres pisos de altura y bastante profunda, con un patio interior que parece separar el edificio en el que habitan los hombres de aquel en el que habitan las mujeres y los niños. Así que se confirma que aunque las mujeres de Yarim parecen bastante liberadas, la separación de sexos en las casas no es algo sólo de la que tengo alquilada, sino tal vez algo frecuente en Yarim. Me parece algo un poco triste. La mayor parte de los vecinos vive en el campo, no demasiado cerca de los demás. Si además viven separados en parte del tiempo de sus esposas e hijos, debe ser una vida más bien solitaria.

En cualquier caso ayer no tuve oportunidad de verlo en persona, ya que comimos en la habitación principal en la primera planta del edificio de los hombres, pero pusieron una mesa para que comiésemos todos, y eso incluía a todos los hijos varones y mujeres de mi anfitrión, así como a sus dos esposas, un esclavo, la madre de su esposa más joven y su anciano padre. Al final de la noche, se unieron además dos primos suyos y una prima de su segunda mujer. Y todo el mundo habló animosamente y sin mantener distancias, ni los hombres ni las mujeres. Así que en realidad no acabo de entender cómo debe ser la vida familiar en Yarim. Imagino, que, como en otras muchas cosas, se trata de algo fronterizo y extraño, mezcla de las culturas de varios lugares.

Creo que el banquete fue excesivo, para lo que probablemente disponen en este tiempo de nieve y frío. Una cabrito fue el ingrediente principal, pero había cuscús, verduras horneadas, así como las mil y una maneras de preparar dátiles que tan propio es de esta regiones desde la ciudad del valle soleado, hasta aquí, y que tan famosa hizo la ahora en ruinas Al Jorath. Pusieron te, y también una bebida autóctona de esta región, una suerte de mezcla de leches de cabra fermentadas, luego filtradas y mezcladas con un hervido de hierbas.

Pero la verdad es que me interesó más la conversación que los múltiples platos, entremeses, paradas para fumar, y demás, que acabó ocupándonos todo el día. La mujeres me estuvieron asediando con preguntas que no sé contestar. Estaban interesadas por los ropajes de las mujeres en la capital y en las otras ciudades de Balidram. Qué colores se usan para las diversas prendas. O si se usa más el oro o la plata en los colgantes y en los pendientes. Pero no todos los temas de las mujeres eran sobre vestimentas o adornos. También me preguntaron sobre la edad habitual de casamiento, sobre cuántas mujeres tenía cada hombre, cuántos hijos o si tomaban medidas de alguna clase cuando se consideraba que tenían suficientes hijos. De todo lo cual no estaba seguro excepto de lo último, en donde me pude explayar explicando las diversas hierbas que recetamos los hakines para eso. Pronto me di cuenta de dos cosas, una que me temía y otra que no me esperaba. Como temía todos nombres de las plantas eran diferentes, así que si quiero que este diario contenga algo de medicina voy a tener que empezar recorriendo los campos y aprendiendo las voces locales. Lo que no me esperaba era que el tema no sólo no molestase a los hombres, sino que parecían tan interesados como ellas. En Balidram estos temas se tratan con toda la discreción posible, siendo algo que se receta a las mujeres a espaldas de sus maridos. He de preguntar por esa peculiaridad que me llama enormemente la atención.

Los hombres por otra parte me sorprendieron por no preguntar por el tiempo. De hecho tuve que sacar yo el tema y lo debieron considerar de mal gusto, pues se limitaron a decir que había años más fríos que otros. En realidad lo que más les preocupaba era la situación política. Por lo que me contaron la destrucción de la ciudad de Al Jorath, unido al dominio khin de Akalime ha dejado a toda la región sin una autoridad clara. Ambos califatos se pueden considerar disueltos y por lo tanto los jeques están tomando posiciones sino para hacer con el control de un posible emirato de los dátiles, para tener una posición fuerte e influyente en la organización que surja de todos estos cambios. El jeque de Al’Ossi, en particular, está asegurándose tanto de que dispone de suficientes recursos naturales como de un ejército que merezca ese nombre. Los Osramán estaban muy enfadados porque el jeque ha obligado a una leva de todos los segundos hijos, que ya lleva en varios meses formándose en asuntos de guerra en sus cuarteles. La leva no sólo se ha llevado a los segundos hijos, sino que además cada uno ha debido aportar un arma, escudo o pieza de armadura bajo pena de fuertes multas si no se hacía. Y por supuesto, todo ello sin pagar nada a cambio. Como esclavos, me decían, los tratan como esclavos.  Además les preocupa que finalmente estalle un conflicto, no sólo porque sus hijos estarían en los combates, sino porque creen que incluso un conflicto con el cercano jecado de Oyara, podría provocar que los khines de Akalime decidieran que debían intervenir ‘pacificándolo’ todo a su manera, lo que ya hemos descubierto, tristemente, que implica conquista y a veces exterminios de poblaciones enteras, como hicieron en Kal Olima.

Les pregunté si durante la guerra no habían sufrido los ataques de los desertinos que habían destruido el califato de Al Jorath. Y me contestaron que, aunque  sabían de los ataques a Al Jorath por aquella zona no habían visto ningún combate. Varios me recordaron que en realidad aquí estamos a casi un mes de viaje de allí. A mí, para una guerra me parece poca distancia, pero llegaron incluso a decir que de tanto en tanto aparecen desertinos por allí y que son más comerciantes pacíficos que bárbaros sanguinarios. Espero que tengan razón, porque pensándolo con frialdad si una banda de bárbaros sanguinarios montados sobre insectos gigantes atacase Yarim, no habría forma de defender el pueblo.
En definitiva muchas cosas y muy interesantes me contaron los Osramán, pero ni salió el tema, ni me pareció digno sacarlo, de Massad y su presencia en estas tierras. Sin embargo, es claro que están contentos de sus servicios y de disponer de un hakin en las cercanías, porque no faltaron las indirectas sobre si iba a quedarme por allí mucho tiempo y si pretendía trabajar también como doctor de animales. Les dije que no lo tenía aún claro, y que sabía bastante más de personas, pero en realidad esto me ha llevado a reflexionar sobre qué voy a decirles a todos.

Está claro que no soy un familiar de Massud, que ni siquiera me habla aún. Y, aunque ya les haya pasado una vez, hasta a mí me cuesta imaginar alguna razón por la que un médico con una consulta de lujo como yo habría de recorrer la mitad de nuestro imperio para acabar practicando la medicina en un pueblo en dónde el número de cabras quintuplica, al menos, el número de personas.

Tengo que meditarlo con cuidado, porque no quiero levantar suspicacias, en particular no quiero acabar despertando el interés del jeque de Al’Ossi. Sólo tengo un objetivo aquí, descubrir cómo Massud logró sanar a Chizia, y no pienso aceptar que ni una legión armada del jeque o un centenar de jinetes del trueno khin me saquen de aquí hasta que descubra este secreto. No sólo depende de ello mi vida, sino el de todos los hombres de mi familia.

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